Tom Jones en Buenos Aires: el encanto inoxidable de un artista de todas las épocas

Ante un Movistar Arena colmado, el cantante de 83 años presentó su último disco y repasó sus clásicos en nuevas versiones con su voz intacta

Tom Jones, un clásico galés en Buenos Aires (RS Fotos)

Después de siete años, Sir Tom Jones volvió a presentarse en el país para agigantar su leyenda. El Tigre de Gales agotó los tickets de su concierto en el Movistar Arena y desplegó todos sus trucos de entretenedor ante una audiencia cautiva y atenta. Fueron casi dos horas de show en los que el artista de 83 años repasó sus clásicos y compartió las canciones de su reciente trabajo en dosis similares.

Apenas pasadas las 21, Jones ingresó a escena con un dejo de timidez, como si no llevara casi 70 años haciendo lo mismo. De camisa azul, pantalón negro y su eterno bronceado brillando en la oscuridad, regaló la primera reverencia antes de dar comienzo al espectáculo. Acompañado por el piano y una versión in crescendo de “I’m growing old”, mostró las cartas desde el comienzo, sugiriendo que su figura magnética no necesitaba de grandes trucos escénicos más que la voz, la mirada y los gestos.

Tom Jones cantó durante casi dos horas para un público cautivo

Ante un estadio colmado, el galés montó un espectáculo fascinante. Entre canción y canción, trajo anécdotas propias de la intimidad del café concert que dialogaron con la justeza de una banda que sonó como lo ameritaba una gala como esta. El caballero galés apenas dejó el centro y presentó cada una de las canciones con su charme británico. El público, respetuoso del artista, sin desbordes emocionales, registrando cada dato con sus teléfonos celulares y poniéndose de pie cuando la situación lo ameritaba.

El show estuvo armado en torno a una discografía que comienza a mediados de los 60 y concluye de momento en Surrounded by time, el álbum que editó en 2021 y que lo devolvió al tope del ranking británico convirtiéndolo en el artista más longevo en lograrlo. Durante el concierto Tom lo dirá sin falsa modestia, con orgullo y algo de picardía, dejando en claro que la edad no es un problema sino todo lo contrario.

Tom Jones en las pantallas, un elemento fundamental del concierto

La hoja de ruta siguió con “Not dark yet”, de Bob Dylan y ya a banda completa. La cita al outtake de su última placa fue otra de las claves del concierto. A diferencia de los artistas clásicos, Jones no descansó en la comodidad de su repertorio sino que lo dosificó en partes iguales con su nuevo material. En sus últimos trabajos, el galés estuvo visitando la obra de sus contemporáneos –durante el concierto los llamará “amigos”-, y en ese diálogo entre los tiempos transitará el concierto.

La otra característica del show fue no guardarse los clásicos para el final. En cambio, los fue intercalando con justeza en su repertorio y los abordó con versiones personalísimas. La prueba estuvo en la percusión endemoniada que dio pie a su primer mega hit “Is not unusual”, con las visuales de fondo dando cuenta del éxito global, o la guitarra blusera que hizo casi indetectable a “Sexbomb”, el himno noventoso que lo catapultó a las nuevas generaciones.

En este recorrido por canciones y nombres propios de algunas de las grandes figuras de la música de los últimos 70 años hubo lugar para la licencia country de “Green, Green Grass of Home” (Jerry Lee Lewis) o la densidad lírica de “One more cup of coffee”, otra de Dylan. En contrapartida, la performance casi industrial de “Talking reality television blues” rompió el hechizo y nos devolvió de golpe al presente.

Tom Jones

Con “Delilah”, Tom dejó por primera vez el centro del escenario y dio pequeños pasos a sus costados, invitando al público a seguirlo en los coros. “Lazarus” fue el momento del crooner, sentado sobre el taburete y llevando su voz por todos los márgenes posibles. El showman quedó para “You can leave your heat on”, con un potente juego de luces a tono y coronado por un solo de batería.

Para el cierre formal quedó el guiño al funky noventoso, en las versiones bailables de “If I only knew” y “Kiss”. Pero había más y en las últimas tres canciones, Tom Jones resumió su paso por Buenos Aires y en parte su carrera. La melancolía por su tierra de “Hell of a life”, el encanto gospel de “Strange things” y el cierre de “Johnny B. Goode”, en una versión bien rockera, mientras las pantallas lo sumergían en una rockola de todos los tiempos. Y un viaje a los pasados -al propio, al de sus compañeros de ruta, al del público que colmó el estadio- pero desde el presente continuo. Ese que aborda la nostalgia con cuidado de no caer en su trampa.

Fotos: RS Fotos

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