Delante de la multitud el artista baila y canta junto a un nene en brazos. Están vestidos idénticos, como una proyección de uno sobre el otro, mientras la gente los aplaude, cantan, transpiran. Él es Rodrigo con su hijo, Ramiro Bueno, de menos de tres años y están sobre el Luna Park, en uno de los trece shows que realizó el cantante y que siguen siendo al día de hoy un récord para un artista nacional. Atrás en el backstage Beatriz Olave se agita con un vestido de flecos como poseída de orgullo de madre y de cuarteto. Ellos fueron testigos privilegiados de “Los trece lunas” que arrancaron en abril del 2000.
“Nunca pensó que iba a llegar a tanto y tenía para más cuando la vida alguien vino y se la arrebató. Y esa fue la historia. El récord, si hizo uno, dos o trece, no me hace ninguna gloria”, afirma Beatriz, tajante a Teleshow desde Córdoba. “A mí la gloria me la daba mi hijo en mi casa que, como quien bate los huevos para hacer una torta, de la misma manera él fabricaba un nuevo tema”, dice. “Comenzó a grabar un tema a la noche y en el día ya estaba grabado. Esas son las cosas que me quedan como muy satisfactorias. Satisfactoria de ver que cómo Dios a él le dio un don. Eso para mí es un don”, sentencia.
Beatriz no quiere hablar de números, de que solo Ricardo Arjona pudo superar a El Potro en número de presentaciones en el mítico escenario. “Yo no sé de eso, para mí eso es lo de menos”, murmura, conocedora de que las cifras no respiran, ni generan historia, a diferencia de los momentos. “Te puedo asegurar que su sueño era estar ahí en ese ring e inventar todo lo que hizo”, dice, y repasa la liturgia que tuvieron aquellos espectáculos con Rodrigo vestido de boxeador, sobre un ring. Tal vez la imagen icónica del ídolo, como Mercedes Sosa, de poncho y con los brazos extendidos o el Sandro de los últimos años con su bata roja.
“Como era geminiano tenía su doble personalidad, la cual la expresó con un pelo azul y un pelo rojo. Peleando él mismo, luchando contra su parte triste y con su parte maravillosa. Fue muy feliz los días que estuvo ahí”, dice. “Recuerdo muy bien es que cada uno que estaba ahí levantaba una bata, algún guante, algún protector bucal”, enumera, sobre los souvenirs que se llevaban los espectadores de aquel acontecimiento. Betty solo guardó uno. “Fue una corona de laureles que él se supo conseguir con su lucha y con su trabajo. Después del show todo lo dejaba tirado. No importaba eso, importaba que hizo trece lunas. Bueno, un récord viene con la corona. Me vine con la corona porque me parecía que era lo más importante para él”, confiesa.
“¡Qué rico ese chico!”. “Tiene dos años y nueve meses. Va a cumplir 3 en julio”. Mirtha Legrand había recibido a Rodrigo en su programa y reparaba en la ternura de Ramiro que, como quien hace monerías con pocos años alrededor de tías y abuelas, se subía al escenario frente a miles de personas mientras el ídolo cordobés lo ponía a cantar y lo alentaba para que les muestre a todos cómo bailaba.
“No tengo un recuerdo muy propio, muy particular de haber estado en el Luna Park, pero si cuando volví estos últimos años sentí qua había estado ahí. Se me hizo súper conocido. Son muy pocas las cosas que tengo como recuerdos propios de ese momento. Es un lugar mítico, mágico. Lo he sentido así”, cuenta Ramiro a Teleshow de cuando se presentó en el mismo escenario, en septiembre de 2023, en un homenaje a su papá. Él, que también es músico y está volcado al género urbano como Rxpper Ram hoy logra dimensionar aquel furor.
“La gente quedaba fascinada. Se corrieron energías muy grosas en esos shows. Yo creo que, más allá de la cantidad de números y del récord, va más por el lado de cómo lo vivió la gente. De cómo la gente se me acerca y me cuenta sobre los Luna Park de Rodrigo”, puntualiza el hijo de El Potro y Patricia Pacheco que ya no es ese nene de enterito, como quedó grabado para millones de personas que siguieron el ascenso meteórico de su papá. La herencia musical continúa, pero en sus propios términos: Zafiro: The Mixtape, se llama su nuevo álbum disponible en Spotify, y el 21 de abril actuará en la Delta Feria del Club Cultural Matienzo de Villa Crespo.
Conocedor desde muy temprana edad de esas aristas más filosas de la fama, Ramiro comparte cómo fue aquella primera noche del Luna Park, después de que el cordobés clavó la bandera de “aquí estoy” en suelo porteño. No hubo fiestas con famosos, ni cenas con lujos. “Recuerdo una anécdota que me ha contado mi vieja. Mi papá después del show vino para casa y terminamos durmiendo los tres en un colchón. Creo que el departamento había sido comprado hacía muy poco y no teníamos casi nada. Dormimos los tres juntos en el piso. Ese es un lindo recuerdo familiar”.
“Hay gente que viene y me dice que ‘en esos shows entré y lloré hasta que me fui’, ‘me bailé y me canté todas las canciones’. Una vez un chico que conocí en el tren me reconoció. Los dos íbamos para el mismo lado hacia Lanús. El chabón me dijo ‘loco, yo fui al Luna Park de tu viejo y me sentí reestafado, yo le tendría que haber pedido a él la entrada’”, cuenta. “Yo me quedé así como ‘qué le habrá pasado’. Ahí me dijo ‘desde que entré hasta que salí lo único que escuché fue cantar a la gente en todo el show, no lo dejaban cantar a tu viejo y era increíble’. Me salió con esa. Fue algo lindo. Me encanta saber cómo lo vivió cada uno”, contó, divertido sobre aquel fan, uno de los tantos devotos que fueron a esa misa de trece noches.
Tierra Santa y el huracán de cuartero y carisma que pasó con Rodrigo en el 2000 parecerían ir en caminos opuestos. Pero no para Beatriz Olave y su hijo. “Una noche que no tenía show pasamos por la puerta del Luna Park. Por supuesto que ya había hecho varios y podía venirse el número catorce. Ahí me recomendó que fuera a visitar Tierra Santa, que está cerca de Aeroparque. Y fui. Él era muy creyente y me decía que si él tuviera plata se compraría el Luna Park porque había pasado los momentos más hermosos de su vida”, reveló. “Creo que él sigue andando en el aire y en el corazón de la gente”. Ese es el verdadero legado de Rodrigo.