Patricio Giménez Aubert, y su nueva vida al lado del mar: “Me quedé con tres jeans, unas remeras y poco más”

El músico, hermano menor de Susana Giménez, se instaló con la diva en Uruguay desde el 2020, una vez iniciada la pandemia. En diálogo con Teleshow, cuenta cómo es su íntimo refugio junto a su perra Rumba y su profundo cambio espiritual

“Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de Sol”, dice Saint- Exupery en su libro más famoso, El Principito. Patricio Giménez Aubert comprobó en carne propia que animarse a dar un cambio en su vida lo llevó a encontrar una felicidad que no sabía que existía. Lejos del ruido, al lado del mar, el músico se instaló en Punta del Este, en Uruguay, para reencontrarse consigo mismo.

El desencadenante fue la pandemia de coronavirus que vivió el mundo entero apenas comenzaba el 2020. Con la cuarentena, Susana Giménez, su hermana mayor y la máxima diva argentina, le pidió a Patricio que la acompañe a instalarse en el país vecino donde había menos restricciones y más comodidades. Así fue como Pato no lo dudó apenas le llegó la propuesta. Tomó apenas unas pocas pertenencias, entre las que se encontraban su perra Rumba y su guitarra, y así pasó casi dos años, con muy pocas cosas materiales.

Patricio Giménez Aubert y su rotundo cambio de vida

“Creo que la pandemia nos dió una cercanía con la muerte que, en mi caso, me ayudó a poner en perspectiva las cosas. Saber que la única certeza que tenemos es que vamos a morir, todos por igual. Que no te llevás ni casas, ni autos último modelo, ni nada de eso. Que lo único que hace la diferencia es lo que creciste espiritualmente. Que la felicidad se parece más a la paz que a la adrenalina. Que lo importante es ser millonario en atardeceres”, dice en diálogo con Teleshow.

En ese cambio rotundo de vida, Patricio encontró otros tiempos, otras necesidades. “Alejarme de la ciudad y vivir solo me ayudó a dejar de escuchar tanto afuera y me metí a ordenar con mucho amor y paciencia lo que estaba adentro. Volví a meditar intensamente después de 20 años. Decidí construir en mí a un ser que mereciera (y estuviese a la altura) de lo que pretendía en el otro. Había cosas que ya no servían, otras que ya no me identificaban. Primero, adentro, y luego también, afuera. Me quedé con tres jeans, unas remeras y poco más. Me sentí libre. Liviano de equipaje. Y a partir de allí decidí cuidarme, perdonarme y amarme. Dejé mis vicios - el tabaco y el vino- y eso me arrimó al deporte, a las mañanas, a comer sano y en un par de años recuperé mi alma.

Patricio Giménez Aubert con su familia: con sus hermanas Susana Giménez y Carolina, su cuñado, su sobrina Mercedes Sarrabayrousse y sus sobrinos

—¿Cómo te encontrás en este presente?

—Cuando miro hacia atrás, me siento orgulloso del hoy que habito. Aprendí mucho de mi perra Rumba acerca del amor incondicional. Tengo con ella un amor tan puro y desinteresado que no deja de conmoverme y que subió mucho la vara a la hora de pasar tiempo con alguien. De hecho volví a amar fuerte a la soledad.

—¿Seguís haciendo música?

—La música es parte de mi ser, y en ese volver a mí, también volví al piano y estoy preparando mi nuevo show con versiones acústicas de canciones con las que viví mi adolescencia. “Back to me” (Volver a mí). A través de mi cuenta de Instagram, @patogimenez, se genera un intercambio muy enriquecedor con mis seguidores, donde ellos me sugieren canciones y forjamos una relación muy linda.

—¿A qué te dedicás en Punta del Este?

—Tengo mi programa de televisión aquí durante los veranos, Punta es Night, que va por Canal 11 y tuve un programa de radio durante seis temporadas. Ahora estoy viendo si hago otro año más. Se llama Un espacio en el tiempo. Hago acciones de comunicación y publicidad para empresas, a veces incluso con Susana cuando me lo pide una marca.

—¿Cómo es tu relación con Susana?

—Las publicidades que hemos hecho fueron muy lindas experiencias. Ella es muy profesional y cero pretenciosa y yo ya sé lo que piensa y lo que necesita sin que me lo diga. Nos une el amor básicamente. Pasear con los perros, acompañarnos. Me gusta que sabe que yo estoy. Siempre.

—¿Qué planes tenés para esta nueva etapa?

—Hoy tengo ganas de darle vida a un proyecto muy lindo de huertas. Si Dios alinea las cosas sería cerca del museo del MACA (Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry) pero lo más importante será el mensaje que busca transmitir: Todos podemos generar lo que necesitamos. Por otra parte, también quiero unir puntas para generar un pasaporte Mercosur para mascotas. Esto es para que los que tenemos mascotas podamos viajar más fácilmente con ellas. Hay mucha burocracia en el medio en todos los países, y para los que vamos y venimos nos cuesta carísimo, no dura, es incomodísimo todo el trámite, entonces lo que yo quiero es centralizarlo y que figure en todos los sistemas, que si aparece que el animal está vacunado, ya esté. Estoy uniendo puntas con eso y si Dios quiere se va a hacer.

—¿Cómo está tu corazón?

—Estoy muy bien. Me encantaría encontrar una compañera pero creo más en el amor desde la voluntad y no desde el “compromiso”. Ya me suena raro eso de estar “obligado” a amar.

Patricio Giménez Aubert tiene un programa de televisión en Uruguay

—¿Cómo fue el proceso de irte a vivir a Uruguay?

—Yo siempre soñé en irme a vivir a un lugar tranquilo. Decía: ‘cuando sea viejito voy a tener un ranchito ahí, en Nueva Helvecia’, que es cerca de Colonia. Siempre pasaba con el auto y me gustaba muchísimo la tierra así, quebrada, y el atardecer. Y bueno, por ahí el proyecto se anticipó cuando había empezado la pandemia y me dijo Susana de venir con Rita, que era la perra de ella, y con Rumba. Ahí fue que agarré un bolso, la guitarra y la computadora, y así pude vivir dos años, con lo cual entendí que mucho más no se necesita, a nivel de cosas materiales. Después, el tiempo fue pasando, y Argentina siguió profundizando lamentablemente los problemas que tiene, que ojalá pronto los solucionen, y yo me encontraba mucho más acá, con la naturaleza, en el campo, y me fui quedando. Entre tanto, murió mi abuela, murió mi mamá, que eran las que más me ataban a Buenos Aires. Me di cuenta que soy feliz acá, estoy tranquilo, estoy con paz. Con paz me refiero algo más amplio que la tranquilidad. Es estar en armonía con uno, con su entorno, con el día a día, consentir que uno está bien con uno mismo.

—¿Qué significa para vos dejar la adrenalina?

—Con adrenalina me refiero a esa casi compulsión de necesitar “disfrutar”, que sería viajar frenéticamente, tener la última casa, salir a comer desesperado, aunque estés cansado. Todo un montón de cosas que hacen o que, mejor dicho, pertenecen más al mundo material que al espiritual. Poder tomar un mate tranquilo en tu casa en compañía de tu perro para mí se aproxima más a la felicidad que subirme a una montaña rusa en Disney y después salir corriendo a hacer shopping.

—¿Qué fue lo que despertó ese cambio en vos?

—Esa misma sensación de inconformidad de cosas no resueltas, de silencios, de situaciones o ámbitos que no están en armonía. Por eso valoro tanto la soledad. El silencio. El elegir dónde, cómo y con quién compartir tu tiempo.

Patricio Giménez Aubert encontró la paz en la meditación

—¿Cómo es tu alimentación?

—Sin tabaco ni alcohol y ayuno hasta cerca de las 16 del día.

—¿Qué importancia le das al dinero?

—En un momento de mi vida me puse como meta una lista de deseos para ver si esto de proyectar con intención servía. Tuve mi auto. Me pude comprar mi casa frente a una laguna y bastante más que eso, pero sentía que nunca iba a tener suficiente si iba por ese camino. Fue entonces que cerré la empresa y decidí explorar otras metas. Al dinero lo veo con muchísimo respeto. Como artista, siempre entendí lo difícil que es tener una “certeza”, pero hoy por hoy lo veo como si fuera un cigarrillo cuando uno logró dejar el tabaco. Lo veo con alerta, porque no es fácil salirse del capitalismo y es una trampa de falsa felicidad con la que se pueden comprar muchas cosas para distraerte. Si querés que el sentido de tu vida sea distraerte entonces es fantástico. Hasta diría que es un gran dolor de cabeza para los que le falta y casi siempre otro gran dolor de cabeza para los que les sobra. Muchas veces te hace competitivo, tacaño o soberbio, y todo eso.

Paciente y tranquilo, Patricio habla con voz baja y se despide de la entrevista. “Uno puede ser feliz en cualquier parte, no hace falta tener mucho, cualquiera puede hacer un cambio en su vida”, alienta, y su entusiasmo contagia, invita a encontrar la calma, a reencontrarse con lo esencial, y con lo que perdura.