Eran los años 90. La Argentina todavía se estaba sacudiendo las cenizas de los años de la dictadura, engolosinada con el 1 a 1. Había funcionarios públicos luciendo mansiones imposibles en revistas junto a ricos y famosos. En ese clima de época emergió Cris Miró, la primera vedette trans que fue la obsesión de un país. A casi 25 años de su muerte, regresa en Cris Miró (Ella), serie biográfica de TNT y Flow que pone la lupa en su historia, su impacto y el legado que dejó.
Dueña de una despampanante figura y una melena azabache larguísima, Cris comenzó pisando fuerte en el espectáculo como si se tratara de una versión criolla de las Supermodelos, ese grupo de diosas de piernas largas y caras soñadas que encabezaban Naomi Campbell, Claudia Schiffer y Cindy Crawford. Pero su destino no serían las pasarelas. En cambio, el teatro de revistas con sus plumas y su desparpajo la abrazó. Y el romance fue mutuo, aunque no sin espinas.
Su paso televisivo es un muestrario de la pantalla chica de la década. De un sketch con Antonio Gasalla en El Palacio de la Risa a una entrevista con El Insoportable que hacían José María Listorti y Diego Pérez en Videomatch. Hipnotizada por Tusam en el show de Susana Giménez y hablando de sus problemas de salud con Carmen Barbieri en Movete. Celebrando la derogación de los edictos policiales que penaban con cárcel a quien se exhiba en lugares públicos “vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario”, mientras mojaba vainillas en leche con la Negra Vernaci y Claudia Fontán en Ninfómanas.
Y si en esos años 90, los que el filósofo y periodista Tomás Balmaceda llama “la década que amamos odiar”, el universo de las mujeres trans y las travestis era recién descubierto por el público masivo, junto a ellas aparecía un rosario de prejuicios, chistes de dudoso gusto o simple malicia a la hora de presentarlas. Cris Miró, al ser la primera, padeció todos ellos y con elegancia supo librarse y liberarnos, de paso, de tanta ignorancia y tanta santurronería.
Solo una muestra. “Un día me presenté en una discoteque para hacer un ‘strip’ y creyeron que iba a ser integral. Cayó la policía”, recordaba con Gasalla, en su personaje de Flora, la recepcionista de la Casa Rosada. “¿La han llevado a usted mucho presa?”, indagaba el humorista. “No, no me llevaron. Cayeron para ver”, deslizó, con una sutil mirada cómplice a la cámara. “Parece que el desnudo total no se puede. Yo no estaba enterada”, comentaba.
“Cuando era más chica, como en la adolescencia, tenía en mente operarme. Después fui conociendo un poco más de mí y de las posibilidades que da la vida y ahora estoy bien con mi cuerpo, con mis amigos y con mi familia. No tengo esa idea”, contestaba, acerca de si pensaba en una operación de reasignación genital, mientras la batería de preguntas abundaba en qué tenía debajo de su vestido, si era hombre o mujer o si había votado en mesa masculina o femenina. Comentarios cotidianos y celebrados en una sociedad previa a la Ley de Identidad de Género que en mayo cumplirá 12 años.
“Lo importante es ser felices con las distintas posibilidades que nos da la vida. No tener cosas negadas y disfrutar de todo”, decía, con la boca roja y el pelo rizado, salvaje, sobre sus formas de placer y de amar. Amor que encontró sobre las tablas, donde en su debut como vedette en Viva La Revista en El Maipo irrumpía desde el techo y lanzando papelitos sobre el público, recordaba Lino Patalano. Los prestigiosos directores Luis Puenzo (La historia oficial, La puta y la ballena) y Fernando Ayala (El profesor hippie, Los tallos amargos) le vieron magnetismo para la pantalla grande y la eligieron para La peste y Dios los cría, respectivamente, sus proyectos personales en el cine antes de que Cris se convirtiera en la favorita del prime time.
El primero de junio de 1999 Cris Miró moría a los 33 años por un linfoma, informaban los medios, pero por lo bajo, se hablaba de VIH. La actriz había elegido no cargar con ese estigma, que estaba muy presente todavía en aquellos años y que aún continúa. “Como siempre, yo fui el primero en enterarme. La primera vez que se internó fue en el Hospital Fernández, estaba con tos, tenía una afección respiratoria, la prensa preguntaba qué pasaba con Cris Miró y ella me contó a puertas cerradas que era HIV positivo y que no quería que nadie se enterara”, recordaba Esteban Virguez, hermano de Cris en una entrevista con Franco Torchia en Página 12 en 2019.
“La asociación entre HIV y homosexualidad era un mazazo frente a lo que estaba construyendo y me pidió que no lo dijera, sobre todo por mi mamá. Decía que había medicamentos, que se iba a mejorar y que cuando lo superara tal vez lo iba a hacer público”, contó Esteban, que es un reconocido médico oftalmólogo, sobre la fugaz vida de su hermana menor.
“Quedó tapado por mucho tiempo, no lo supo nadie, porque si yo no lo decía nadie lo sabía. Lo guardé hasta que hablé con Carlos Santo, autor de Hembra, la biografía de Cris que fue publicada en 2016”, rememoró, sobre su testimonio en el libro en el que se basa la biopic que se acaba de estrenar y que protagoniza Mina Serrano, actriz española dueña de un impactante parecido con la actriz.
La oriunda de Granada llegó a Cris Miró por Camila Sosa Villada cuando leyó un ejemplar de Las Malas, el bestseller de la autora cordobesa ganador del premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz. “Yo tenía trece años apenas, todavía no comprendía lo que pasaba dentro de mí, no podía ponerle palabras a nada de eso. Y entonces apareció Cris Miró en la televisión. En los programas más importantes de esos años, porque era la primera vedete travesti de la Argentina, la primera que reconocieron los medios de comunicación. Cris se sentó en los sillones más caros de la pantalla, con las conductoras más rubias, más bobas, más conservadoras del momento. Y era la más bella”, plasmó la escritora en su libro.
“Tenía el pelo largo hasta la cintura, negro y encrespado, como un manto arrugado que le enmarcaba el rostro más hermoso jamás visto, un rostro con una soberanía, una paz, una amabilidad inconcebible en el horror de la televisión, que descubría por fin que las travestis existíamos. Yo asistí a su aparición siendo un niño todavía y pensé: Yo también quiero ser así. Eso quería para mí. El desconcierto del travestismo. La desorientación de esa práctica. Fue tal la revelación que, contra viento y marea, yo también me dejé crecer el pelo, y me elegí un nombre de mujer y estuve atenta, a partir de entonces, al llamado de mi destino”, escribe Camila, que además es actriz y activista en una historia que retrata la vida de un grupo de chicas trans que se prostituyen en el Parque Sarmiento en Córdoba.
“Todas la admirábamos, todas la amábamos. Era ejemplar. Era lo mejor de nosotras puesto a la vista de todos. Por eso la noticia de su muerte nos causó tanta tristeza y nos dejó mudas. Ya no pudimos beber el champán que había descorchado La Tía Encarna: había muerto nuestra Evita, nuestro modelo y referencia, la más famosa y la más buena de todas nosotras. Ninguna quiso hablar porque ninguna sabía qué decir de aquella muerte tan joven. Pero nos lo decíamos con la mirada”.
Antes de Cris había estado Vanessa Show, también vedette y redescubierta por su lengua picante en las generaciones posteriores como panelista de Bendita y material viral de las redes. Después de Cris llegó Florencia de la Ve que pudo seguir abriendo puertas en la TV con su rol en la comedia Los Roldán y como conductora de La Pelu y, estos últimos años, desde Intrusos además de su éxito en temporadas teatrales en giras por todo el país.
Lizy Tagliani, con su humor, pasó de ser una espectadora divertida en la tribuna del Bailando de Marcelo Tinelli a convertirse en una comediante convocante de la calle Corrientes, conductora radial de un ciclo en el prime time de las FM, animadora de formatos internacionales como Got Talent Argentina y ponerse al frente en La Peña de Morfi.
Diana Zurco haciendo historia como la primera conductora trans en ser presentadora de un noticiero nacional, hoy despedida de la edición central de la TV Pública. Talentos como Costa, Mariana A, Mariana Genesio Peña, Romina Escobar, Valeria Licciardi, Payuca, Susy Shock, Carolina Unrein y tantas más, siguen dando batalla contra las olas de conservadurismo de quienes buscan devolvernos a las cavernas.
En 2019, apareció en fotografías de Gianni Mestichelli curadas por Renata Schussheim, junto a Mercedes Sosa, Alberto Olmedo, Luis Alberto Spinetta, Ringo Bonavena, Juan Alberto Badía, Leonardo Favio y Alejandro Urdapilleta. La muestra fue Iconos argentinos en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada. Allí Cris Miró aparece con el pecho al desnudo, sin prótesis todavía, y el rostro de revista de moda internacional. En la imagen, la primera vedette trans que fue reconocida y amada por la gente, mira de frente. Desafiante, bella. Inolvidable.