Gerardo Sofovich, los hechos que marcaron su destino y cómo se convirtió en un creador fundamental del espectáculo argentino

El autor de clásicos como Polémica en el bar o La peluquería de Don Mateo marcó a varias generaciones. En el día de su natalicio, un repaso por ese estilo único en el que supo reinventarse y se reconoce hasta la actualidad

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Gerardo Sofovich, sinónimo del espectáculo
Gerardo Sofovich, sinónimo del espectáculo en la Argentina

Gerardo Sofovich nació un día como hoy de 1937. Hijo de Manuel, periodista, y de Regina, ama de casa, creció en una familia bohemia y el espectáculo siempre rondó su casa. Un poco por el trabajo de su padre, autor teatral, y otro por la idiosincrasia propia de la época. Las radios primero y la televisión después reunían a la familia y bastaba ser un poco curioso para que lo que era un pasatiempo se convirtiera en la puerta de entrada a un saber enciclopédico. La lectura y el cine eran otros aliados de esa era pre pantallas, y Gerardo iba a abordar con voracidad ambas experiencias.

La infancia, ese estadio que se idealiza diáfano, lo golpeó fuerte cuando tenía seis años. Durante un paseo como tantos, en un descuido se soltó de la mano de su niñera y lo atropelló un tranvía. Tuvieron que amputarle una pierna y cuando recobró la conciencia supo que ahí había una fortaleza. El destino le había jugado una brava y tenía que sobreponerse al dolor. Y para eso no había otra receta que seguir adelante. Su ingrediente secreto fue evitar hablar de eso. Ni para victimizarse, ni para buscar empatía, ni para mostrarse como ejemplo. Así habían sucedido las cosas, y la vida no ofrecía la posibilidad de barajar y dar de nuevo.

El otro mazazo ocurrió en su juventud, con la muerte de Manuel que lo obligó a enfrentarse de inmediato a la vida adulta. Atrás quedaba ese promisorio futuro de arquitecto, abandonó al borde de recibirse para volcarse de lleno a la escritura. No era una novedad para él, que desde su adolescencia se había desempeñado como cronista deportivo en Noticias Gráficas. Fue una manera de honrar la memoria y el oficio de su padre.

Gerardo Sofovich falleció a los
Gerardo Sofovich falleció a los 77 años

La televisión, ese medio que empezaba a hacerse cada vez más familiar entre los argentinos, le dio refugio, y como un gesto de gratitud, le fue fiel hasta sus últimos días. Murió el 8 de marzo de 2015 en Buenos Aires víctima de una hemorragia digestiva. Tenía 77 años, de los cuales había pasado más de 55 vinculado al mundo del espectáculo. Fue el autor y productor más destacado de la edad de oro de la comedia picaresca. Y supo reinventarse como generador de contenidos y entretenimiento con formatos que se repiten hasta hoy.

En el teatro rompió récords de recaudación en calle Corrientes, en Mar del Plata y en Carlos Paz. El champán las pone mimosas -estrenada en los ‘70 y reversionada durante este siglo- es su carta de presentación ineludible, pero también supo llevar sus éxitos televisivos, como Operación Ja Ja, y homenajear a figuras icónicas de la cultura argentina, como a María Elena Walsh en Varieté para María Elena. En el cine, firmó clásicos de la comedia, con títulos como Los caballeros de la cama redonda, Las minas de Salomón Rey, Me sobra un marido y Camarero nocturno en Mar del Plata, donde se dio el gusto de actuar.

Pero la tele fue su primer y su último gran amor, y tuvo en Operación Ja Ja (1963) el big bang de su universo creativo. Todo había arrancado poco tiempo antes, cuando con su hermano Hugo empezó escribiendo los guiones de Balamicina, un programa que protagonizaba Carlitos Balá. Los sketches fueron su escuela, con Pepe Biondi y Pepe Marrone como espejos y La Revista Dislocada como gran inspirador. Esa dinámica propia de la época era lo que necesitaba para darle encuadre a todo el conocimiento que traía de su casa con el que había aprendido en la bohemia callejera y nocturna. Y así fue como Operación Ja Ja iba a ramificarse.

La mesa milagrosa de sabihondos y suicidas

En ese fluir creativo se le ocurrió algo que de tan simple, no se le había ocurrido a nadie. O tal vez sí, pero nadie lo había visto con esa mirada que detectaba la impronta de lo popular. Una noche, Fidel Pintos, Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista, Carlos Carella y Rodolfo Crespi se reunieron por primera vez en el bar que regenteaba el Gallego, personificado por Alberto Irízar. El sketch se llamó La mesa de café y, con algunos cambios pero sin modificar su esencia, se pudo ver hasta hace unos meses en las noches de América.

Gerardo Sofovich en Polémica en
Gerardo Sofovich en Polémica en el bar con: (arriba) Julio de Grazia, Rolo Puente, "El Preso" (Vicente La Russa), (abajo) Jorge Porcel y "Minguito" (Juan Carlos Altavista)

El tango fue inspiración y fue cortina. Según contó Gerardo, todo nació de las batallas dialécticas entre piazzollistas, darienzistas, y troilistas que solo zanjaba el amanecer. Los temas podían variar, siempre dentro del imaginario argentino de cada época. La política, el fútbol, la economía, con sus respectivos personajes, a veces exacerbados. Al fin y al cabo, no dejaba de ser un show televisivo que pedía a los gritos su espacio.

La mesa del café era sinónimo de Polémica en el bar. El nombre parecía estar definido desde antes. Lo mismo su cortina: “Cafetín de Buenos Aires”, escrita por Enrique Santos Discépolo en 1949 e interpretada en la versión clásica por Edmundo Rivero. Polémica se estrenó como spin off en 1972 con Javier Portales y Adolfo García Grau en los lugares de Carella y Crespi. Fue cambiando de todo menos de escenografía. Supo leer lo que estaba pasando y fue virando hacia contenidos más políticos, más humorísticos o más futboleros según el momento, y en 2020 presentó una histórica mesa integrada solo por mujeres. Una rápida y antojadiza lista de sus eventuales parroquianos -Mario Sapag, Jorge Rial, Guido Kaczka, Horacio Pagani, Pipo Cipolatti, Luciana Salazar, Matías Alé, Adrián Cormillot, Rocío Oliva- habla por sí sola.

La última formación oficial de
La última formación oficial de Polémica en el bar: con Marcela Tinayre en la conducción y Gustavo Sofovich en la producción

La peluquería de las mil historias

Todo comenzó en torno a Fidel Pintos, la constante en las dos máximas creaciones de Sofovich, encarnando a un coiffeur sabelotodo y a Javier Portales como el cliente que lo padecía. No había famoso que Pintos no conociera, y allí disparaba en anécdotas desopilantes e inconexas que quedaron en el lunfardo como la sanata, uno de los tantos aportes de Sofovich al lenguaje popular. El elenco era un dream team, con las intervenciones de Altavista como un lustrabotas y Porcel como un vendedor ambulante con “ofertas pulenta pulenta”. María Rosa Fugazot, Jorge Luz y Alberto Olmedo completaban el equipo.

En 1982 el programa tuvo su primera remake que fue un éxito absoluto superando los 60 puntos de rating. Jorge Porcel tomó el rol de Pintos, y el resto del elenco sale de memoria para los cincuentones. Rolo Puente el cliente que padecía las mil y una, Carmen Morales –esposa de Gerardo y madre de su único hijo, Gustavo- como la manicura Alelí y su risa eterna, Luisa Albinoni y su llamada telefónica, Noemí Alan como una periodista italiana, Adriana Brodsky anticipando su papel de bebota que iba a explota con Olmedo en El Manosanta y Amalia González ganándose para siempre el apodo de Yuyito por su rol de jardinera. Como dijo alguna vez Gustavo con orgullo de hijo: “Es el tercer programa más visto de la televisión después de la final del Mundial 78 y del casamiento de Palito Ortega y Evangelina Salazar”.

La peluquería de Don Mateo,
La peluquería de Don Mateo, un clásico de todos los tiempos

Al revés del estilo dinámico y cotidiano de Polémica en el Bar, La Peluquería se caracterizaba por la repetición de líneas de texto y gags y fue mutando durante los años, con el sello de su creador como hilo conductor. Luego llegó El hijo de Don Mateo, encarnado por Emilio Disi, y una década después, El nieto de Don Mateo, en la piel de Miguel Ángel Rodríguez. Toti Ciliberto, Pablo Granados y Pachu Peña, Carlos Sánchez y Jey Mammon fueron otros actores que se pusieron el delantal.

Repitiendo el ejercicio circular de un programa dentro de otro, durante 2019 se emitió como un fragmento de Polémica en el Bar que se emitía dos veces por semana. Coco Sily, Mariano Iúdica y Sol Pérez conformaron el elenco estable de un producto clásico de la televisión argentina, que como marca de fábrica, lucía orgulloso la medalla de sus 56 temporadas.

Los juegos de todos los tiempos

Así como Operación Ja Ja se multiplicó, el nacimiento de La noche del domingo tuvo que ver con otro desprendimiento, esta vez, algo más traumático. Según contó Gustavo, después de una pelea fuerte con Jorge Porcel, que marcó el final de La Peluquería de Don Mateo, su padre se lanzó al poco tiempo a la aventura del domingo por la noche. “Cuando le pregunté por qué se tiraba a conducir, me dijo: ‘Estoy cansado de los cómicos’”, reveló su hijo.

Gerardo Sofovich y Dady Brieva,
Gerardo Sofovich y Dady Brieva, jugando al Jenga en La noche del domingo

Para su desembarco formal del otro lado de la pantalla, Gerardo se valió de reflotar algunos pasatiempos típicos de la niñez -las pulseadas, el balero- con algunas ideas que solo podían existir en su mente, como el corte de la manzana. Autoexigente, Gerardo confesó que llegó a odiar su propia criatura “porque me siento repetirme cada año y no puedo sacármela de encima”.

En sus 25 temporadas al aire, el programa guarda unos cuantos hitos. Algunos curiosos, como el haber sido emitidos en los cinco canales de aire. Otros marcaron tendencia. “Fui pionero del antizapping”, resumía Sofovich en alusión al “Dame dos, Caserta”, con el que frenaba el clima del programa sin necesidad de ir a un corte. También se reconoce como el creador de la publicidad no tradicional, conocido popularmente como “chivo”. Y cómo olvidar el Jenga, claro, ese juego de bloques que desafió la tensión del minuto a minuto televisivo.

El Gerardo conductor expuso un carácter irascible desconocido ante el público. “El puteador histérico en realidad no existe. Soy un apasionado defensor de mi trabajo, y al hacerlo defiendo a cada uno de mis colaboradores, exigiéndoles estar a la altura de las circunstancias”, justificaba. “Mi viejo era un cabrón, sí”, admitió Gustavo, y dio su por qué. ”Gerardo tenía 300 personas a cargo. Y cuidaba el laburo de toda la gente que estaba detrás de él. Por eso era cabrón, porque si algo se descontrolaba en ese contexto, era un desastre. Así que no le quedaba más remedio que ser ‘el malo de la película’ para seguir generando trabajo. Pero después era un tipo tierno…”.

Sofovich junto a Guido Kaczka
Sofovich junto a Guido Kaczka y Juan Di Natale en Los 8 Escalones

Los 8 escalones, su última reinvención

En el programa de preguntas y respuestas conducido por Guido Kaczca, Gerardo mostró una faceta no del todo conocida por el gran público. El creador inagotable de éxitos en cine, teatro y televisión era dueño también de una inagotable cultura general, formada en su casa natal llena de bohemia y lecturas infinitas, y forjada en cada uno de sus viajes y tiempo libre. Esta función le abrió las puertas a un nuevo público, como el abuelo que todo lo sabía, el referente de los niños que no tenían ni idea de Polémica en el Bar, ni de Olmedo y Porcel.

Como contó Gustavo, “ese programa lo puso nuevamente en la cima y permitió que una generación más lo conociera”. Y sumó una anécdota para ratificarlo: “Estábamos en Punta del Este y mi viejo ya no le daba autógrafos a nadie. Pero se le acercaban nenes de siete, ocho o nueve años y él se quedaba una hora hablando con ellos. A los grandes no les daba ni bola, pero a los chiquitos sí. Porque ellos recién lo habían descubierto con Los 8 escalones. Pero Gerardo fue uno de los tipos más leídos que ha tenido este país”, contó Gustavo sobre los últimos años de su padre.

Gerardo Sofovich y la televisión,
Gerardo Sofovich y la televisión, una relación eterna (NA)
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