En la vida hay dos tipos de personas: los que pueden comer unas pocas cucharadas del frasco de dulce de leche y los otros. Los que desde el primer saboreo pasan sin escalas al pote vacío, extasiados, sin dejar para mañana lo que pueden hacer hoy. En Lollapalooza 2024 ocurre lo mismo y ellos son los que apenas el mega festival abrió sus puertas corrieron varios metros llanos para aferrarse al escenario donde al final del día, muchas horas después, subirá su artista amado. Es el “clan de la valla”, una sociedad que solo puede reconocer y amar quien con fervor devoto adora a un músico o una banda. Esta es su misa.
Diego Resero y su hermano llegaron desde Ecuador a Buenos Aires el sábado a la madrugada para ver a Joelle, una jovencísima artista del pop argentino, y su entusiasmo es contagioso. “Fueron 14 horas de viaje más las escalas. Me vine directo del aeropuerto. Hice la cola desde las 9 de la mañana”, cuenta a Infobae, único medio sponsor del festival. Ambos son dueños de una marca de ropa urbana en su país, tienen el pelo rosa chicle y rubio furioso y confiesan que aman Argentina y Lollapalooza, en especial, por la buena energía y el arte que emanan.
Liz y Mariana, dos fans de Blink 182, cada una por su lado cuentan historias parecidas. Crecieron escuchando a la banda californiana cuando eran adolescentes y era el boom de los cibers, esos negocios donde se podía pagar por media o una hora para usar internet y había plagas de chicos de menos de 20 años descargando música. Y el que no entienda de qué se trata puede buscarlo en una enciclopedia o en una biblioteca.
“Fue bastante esfuerzo venir. Trabajo en un call center, pero era administrativa. Me quedé sin trabajo y mi novio me tuvo que dar la plata para que pueda estar acá. Se la voy a ir devolviendo”, cuenta Mariana, de mechas rojas en su pelo azabache, ojos con brillo y medias de red. “Tengo experiencia en la valla y me he aguantado muchísimos golpes. Hemos sacado gente. Nunca me sacaron, así que vamos bien”, reconoce, brava.
Mientras que Pedre y Vyrong viven su propia fantasía en Lollapalooza, algo que la gran fiesta de la música promueve gracias a su mezcla de música, arte, moda y conciencia social. “Hoy vinimos a ver a Winona Riders, a Diplo, The Blaze y a algunos DJ’s que vienen a las casitas. Estamos emocionados de verlos”, aseguran, mientras posan con atuendos que están pensadísimos.
El de Pedre, que es de Venezuela y trabaja desde su casa vendiendo artículos por internet, es “sencillo” comenta con doble sentido: sobre el torso desnudo, a puro abdominal esculpidísimo, lleva una estola de piel sintética. El look lo completó con un choker de púas. “Nos inspiramos en el line up del día”, relata. Su amigo, por su parte, optó por un vestido negro con el logo de Nirvana al que le puso arriba otro traslúcido en un amarillo ácido. Él es un festival lisérgico dentro del festival mayor creado por Perry Farrell en 1991.
“Hoy como está un poco nublado no teníamos muchas ganas de vestirnos”, ironiza. “Yo sí vine de amarillo porque dije ‘voy a romper el molde’ porque sabía que iban a venir de negro, así que le puse un poco de amarillo. Tú sabes, después de la tormenta sale el sol... ¡Yo! ¡Hoy soy el sol!”, comenta Vyrong, divertido. Este profesor de español reconoce que la clave para no perderse nunca su evento anual preferido es “prevenir y comprar cuanto antes”. “Prioridades”, enfatiza, como revelando su secreto. “Lollapalooza es una experiencia, es diversión... ¡Es cultura! Es música y hay que disfrutar a cada momento”, lanza.
Cruzando el campo del Hipódromo de San Isidro, de la mano de su hijo de 10 años, está Daiana con Gonzalo de camino al escenario Flow. A él una gorra casi le cubre los ojos y su obsesión es Jere Klein, el artista urbano chileno de 17 años. “Desde que salió que iba a venir Jere Klein me está volviendo loca por venir. No podíamos conseguir la plata porque yo tuve una operación muy grande. Me habían diagnosticado cáncer. Pasó la operación, pasó todo y no podíamos conseguir la plata. No teníamos manera”, relata.
“Rifamos un celular e hicimos cualquier cosa. Se nos dio que mi hijo mayor nos sacó la entrada para hoy… ¡y no podemos creer que estamos acá! ¡Es muy loco!”, dice, exultante. “Yo vine por él. Vinimos por Jere Klein e YSI A, pero yo, por él para darle su apoyo y que pueda ver a sus artistas. Así que cumpliéndole el sueño al pichón”, dice, sonriente y para Daiana como para su hijo no parece haber mejor día que este.
Fotos: Chule Valerga