“Nostalgia es negación, tristeza es rebelión”, es el sello de con el que buscan diferenciarse de la escena oscura el dúo formado, hace casi 15 años, por la guitarrista y cantante suiza Larissa Iceglass junto al bajista y vocalista británico William Maybelline.
Lebanon y Hanover, dos ciudades vecinas de New Hampshire (EEUU) entre unos 115 km entre ambas, dan nombre a este grupo que también lo conforma esta dupla, al principio sentimental y musical -convivieron en Berlín, Alemania-, para luego quedar circunscriptos solamente al aspecto artístico, a partir del álbum que los catapultó a la fama Tomb for Two. Y así asomaron la cabeza dentro de la escena mundial del goth, darkwave, postpunk y EBM.
La llegada de Boy Harsher, Slowdive o hasta retroceder aún más en el tiempo y recordar el onírico concierto shoegaze de Cigarettes After Sex fueron algunas de las perlas 2023 en que la frecuencia oscura sintonizó con Buenos Aires.
En Argentina, las pistas de fiestas góticas o recintos atrapados a la música oscura hicieron bailar a decenas de devotos de los sonidos lúgubres con Gallowdance (El baile de la horca), el “hit” de aquel álbum de 2013, en donde se ve el macabro ícono del grupo: sí, la horca, que acompañaría -en formato de rombo- la estética nocturna de Uniclub, junto al nombre de la banda, el recinto del Abasto que los recibió por primera vez.
Larissa baila como en trance, al galope de las cuerdas del bajo de su ex novio que sintetiza la pulsión postpunk del grupo. Ella, con una mezcla agria entre la parquedad, el desgano y la conexión con su arte, se torna indescifrable y hasta algo apática en escena: una forzada postura dark. “Ella es siempre así”, le resume al oído, a este cronista, un colega conocedor de la trayectoria del grupo.
Porque Iceglass es glacial, se enrosca al cuello el cable del micrófono mientras le susurra al mundo sus letanías de perdición y -abajo- el público gritaba entre el humo y colores lumínicos que mutaron desde el amarillo al violeta, lo que generó un mayor intimismo del espectáculo.
El comienzo con Die World, hizo viajar mentalmente al escucha hacia otro grupo que también aterrizó por el país, She Past Away, en donde los ritmos densos de sintetizadores y la atmósfera opresiva de voces fantasmagóricas resonaron en el recinto del Abasto. Pero algo, al comienzo, falló.
De repente, el dúo mostró muecas de fastidio, levantaron los brazos y se deshicieron de sus instrumentos: se fueron repentinamente tras bambalinas. Lo único que se percibía era un sonido algo bajo, pero la dupla detectó errores técnicos imperceptibles para el resto de la audiencia. Así las cosas, estuvieron casi 15 minutos sin aparecer en el tablado mientras los asistentes técnicos comenzaron a intervenir en el sintetizador de Maybelline.
Estos inconvenientes con el disparador de pistas y el eterno problema de depender de las secuencias pregrabadas jaquearon el comienzo de un concierto que debía fluir orgánico y hasta analógico, carácter que se pierde a lo largo de los años con este tipo de sonidos. A su regreso, se vislumbró cierta desazón en los Lebanon, indisimulable, mientras William le advertía previamente a su público que tenga paciencia que “estamos solucionando problemas técnicos”.
El regreso del show fue frío, distante, como si Iceglass y Maybelline no quisieran estar ahí. El flamante Better Than Going Under o Hard Drug se escucharon tibios, apáticos, más allá de la sobria -y excesivamente seria- impronta escénica de Larissa.
Estos “auténticos románticos de la era moderna, fanatizados por la estética art nouveau e inspirados en el urbanismo” -según reza la presentación oficial en el sitio web del grupo- se engarzan con los californianos Drab Majesty y dejan entrever su costado lúgubre con el correr de los temas. Es un enigma que imanta. Es más, la única fotografía oficial del dúo, durante su paso por Argentina, fue en los pasillos del Cementerio de la Recoleta, cita obligada de góticos varios.
Lebanon Hanover tiene todo tan ensayado que, en distintos temas, tanto Larissa como William se arrojan al público y, cuidadosamente de espaldas, pasan de mano en mano dejándose llevar por el siempre efervescente público argentino que le eleva la cotización a cualquier artista que pase sobre estas tierras. Con o sin sobreactuación.
Sadness Is Rebellion, el festejado The Last Thing y Kiss me until my Lips Fall Off son algunos de los temas que el dúo desgranó ya más enganchados con el show y haciendo decolar su performance. El gran Totally Tot, la vena más EBM (electro body music) del grupo, dejó ver -entre otros temas- el frenético baile y headbanging de Maybelline (fiel discípulo del icónico Douglas McCarthy de Nitzer Ebb) quien también forma parte de Qual, otro dúo pero en esta ocasión con aires más industriales.
Kyiv y los bises con Babes of the 80s y Come Kali Come levantaron la bandera de un show climático, con una Larissa que esbozó alguna mueca de felicidad ante la entrega del público.
La apertura del show fue con Euroshima, una histórica banda de la escena oscura local quienes, con un show prolijo y ajustado, tuvo un sonido algo bajo en las voces. La capa de sintetizadores tapó por momentos las vocales de la histriónica Rebeca. “Suban el mic”, gritaron algunos de los presentes al final de show.
Otra curiosidad de este concierto es que fue organizado por una productora extranjera (Grains of Sand) que aterrizó en el país para apostar por la difusión de la música oscura.
A la salida del concierto, frente al empedrado del barrio del Abasto, un gran flyer enumeraba las fechas sudamericanas de los conciertos de Clan of Xymox (13 de abril en Buenos Aires, también en Uniclub) y una postal a la cual habría que acostumbrarse ante la escasez y dificultad económica de productores locales de acercar este tipo de sonidos a los recintos porteños. Sean bienvenidos.