“Nunca fue tan premeditado. Nunca ‘ay, mi sueño es hacer entrevistas, mi sueño es hacer un programa de música’. Mi sueño es trabajar de lo que me gusta, ponerle pasión y tratar de que salga bien. Ese es el sueño”.
Gerardo Rozín fue un gran trabajador. Periodista, conductor, productor. Inquieto siempre por querer saber más, por descubrir lo que a otro se le podía pasar por alto. Y aquella pasión por querer saber, entrevistar, preguntar, lo llevó a lo más alto de su carrera, creando secciones inolvidables como La Pregunta Animal, o hacer historia en la televisión con La Peña de Morfi, por donde pasaron músicos que brindaron shows en vivo dentro de un estudio. Del otro lado de la pantalla, familias completas se deleitaban frente a la mesa del mediodía del domingo con aquel formato que él tanto disfrutó hasta el final de sus días.
Por dicho programa -que sigue al aire por la pantalla de Telefe- pasaron artistas desde Carlos Vives, Joan Manuel Serrat, La Sole, Ricardo Montaner, Abel Pintos, Karina La Princesita, Mau y Ricky. Cantantes de todos los estilos, con quienes Gerardo disfrutó de cada encuentro musical. Por caso, él “concentraba” durante la semana previa a recibir a cada uno al aire el domingo. Aunque admitió que si diez años antes pensaba que terminaría al frente de un formato así, hubiera dicho que no.
“Yo no me veía poniendo un programa de música, pero hice uno de ídolos y me gustó. Entonces, después hicimos uno con comida y se llamó Morfi y los viernes había un fogón y aprendí que en esa mezcla estaba pasando algo. Pero no es que dije: ‘Acá vamos a juntar músicos’. Propuse hacer un fogón, sí, no era común hacer fogones en un programa de la mañana en Telefe, y de ese fogón salió La peña. Y casi todo podría explicarse medio así”, contó tiempo atrás (en mayo 2021) en una charla íntima en Infobae en Cómo llegué hasta aquí.
El amor por su Rosario natal y la pasión por el periodismo
Nació en el Hospital Británico de Rosario, a unas pocas cuadras del hogar en el que pasó su infancia. Un departamento “de clase media muy justa”, describió en aquella oportunidad. “No era clase baja y no era clase media”, especificó quien estudió en un colegio estatal en la misma ciudad.
También fue hijo de padres separados, lo que por ese entonces no era tan común. Fue justamente esa separación entre sus padres la que despertó al productor que llevaba dentro. La usó de excusa cuando le preguntaron por qué no se había preparado para un examen en el colegio.
—¿Por qué no estudió, Rozín?
—Porque soy hijo de padres separados.
Su respuesta, sostuvo, “conmovió” a su profesor. “Y zafé”, recordó quien se describía como “rosarino, judío, de Central, periodista y productor”. “Y me gusta la música, también. Así que soy eso, que es un montón. Y cuando digo ‘soy rosarino’, digo nací en el lugar que más me gusta de todo el mundo, y viajo inevitablemente a la calle 9 de Julio 1669, séptimo piso, a la casa de mi infancia”.
De chico leía mucho, y por eso se definía como curioso. Además, sus maestras le destacaban su buena escritura. Lo que para él era su mayor premio. “No se me ocurría otro”. Sus 12 años los transitó “muy politizado”, y por demás informado. Se interiorizó por la dictadura y cuando comenzó el secundario en la Escuela Superior de Comercio inició, junto a dos compañeros, una lista con los nombres de los desaparecidos. “Hacer esa lista no era entrar a Google, hacer esa lista era hacer una investigación. Y fue la mejor que hice. Es rarísimo, convivía en mí ya la búsqueda de la gracia y eso, que implicaba ir a un kiosco donde había un tipo que había sido preso político y él te contaba quién había sido su compañera... y así. O sea, la construimos de puño y letra. Y esa lista se aportó a la comisión que luego escribió el Nunca Más, pero es anterior al Nunca Más. Con 13 años y de canuto, porque yo creo que si mi mamá se enteraba, no sé…”, admitió por ese entonces.
Más tarde, ya con la decisión tomada desde hacía años, se volcó de lleno al periodismo. Su primer trabajo remunerado fue haciendo textos de publicidad, profesión que aprendió gracias a su amigo y colega Osvaldo Bazán, quien fue una suerte de mentor en aquello.
Trabajó en diarios, revistas, logró posicionarse, que su firma importara. Y después de más de una década haciendo gráfica, llegó la oportunidad de hacer televisión. Aunque surgió de manera imprevista y luego de una desilusión laboral: era editor de Perfil, diario que en su momento cerró, lo que le permitió dar el salto a la popularidad en la pantalla grande.
Nicolás Repetto y Pablo Codevilla lo convocaron para secundar al conductor en Sábado Bus, programa del que terminó siendo productor y creando la recordada e histórica sección La pregunta animal. ”Yo no sé si para mí era ‘wow, mirá lo que logré’. No. Yo era un tipo que de muy joven había logrado ser editor de un diario y estaba en el lugar que siempre había soñado estar. Con el tiempo le di el valor que tuvo y puedo agradecer todas las veces que haga falta, porque lo siento. Pero yo en ese momento no lo veía así”, contó al respecto.
“Al comienzo no era una aspiración para mí estar en cámara. No fue así ese viaje. Porque uno tiene sus propios temitas, digamos. Yo salí al aire en televisión por primera vez a los 30 años, y en una circunstancia personal muy, muy, muy abrumadora. Yo salí al aire por primera vez a menos de seis meses de haberme quedado sordo de un oído, que es algo para nada grave pero muy perturbador, y con más de 20 kilos, bastante más, casi 30 kilos encima de lo que yo había pesado toda mi vida, producto del tratamiento con corticoides que hice a partir de la pérdida de este oído y con la intención de no perder el otro (cosa que se logró). Es decir, ese plan valió la pena. Y salir al aire en esas circunstancias era menor, tenía muchos otros problemas antes de pensar qué iba a hacer yo al aire”, recordó sobre la participación que tenía en el programa que se emitió entre 1999 y el 2001.
En aquel ciclo, Gerardo no estaba sentado al lado de Nico, como suele estar quien secunda al conductor: se ubicaba en un extremo de la mesa en forma de U, con los invitados en el medio. El motivo lo explicaría él mismo: no era una estrategia televisiva ni mucho menos. “Era el lugar desde el cual yo podía escuchar. Hoy estoy más canchero, llevo 20 años de sordo. En ese momento el tema era cómo resolver que yo estuviera en un lugar donde pudiera escuchar. Además, tenía también mis propios prejuicios”, dijo.
Su propia sección causó tanto furor que La pregunta animal se convirtió en un programa independiente que condujo por la pantalla de El Nueve. “Fue hermoso, pero decir que supe que iba a funcionar sería arrogarme una virtud que no tuve -se sinceró- Porque no, no la vi. Sinceramente no la vi. Soy productor de tele, tengo como cierta habilidad para ponderar mucho los géneros. Disfruto de los géneros en el cine. Y como productor también. El género entrevista me di cuenta de que no lo estaban trabajando. Tenía a mi favor una marca que era La pregunta animal, que estaba instalada porque la usamos durante tres años en el programa más visto de la tele de su momento, y tenía ganas de hacer entrevistas. Daniel Hadad confió. Lo hice en Canal 9 y tuve mi primer programa. Sobre las anécdotas y las idas y vueltas que tuve no me voy a explayar, pero todas me causan gracia y algo de orgullo. Fui y vine. Fui y vine. Pero no busqué. O sea: che, entrevistas. Tenía la marca. Se llamaba La pregunta animal, hacía preguntas. Probablemente si en Sábado Bus yo hubiera presentado gauchos y gauchas como hago hoy, mi primer programa propio hubiera sido La peña de Morfi. O sea, voy con la herramienta que tengo”, consideró al respecto.
Privacidad en tiempos de exposición, su elección
Acostumbrado a escuchar hablar al otro, y a ser él quien hacía las preguntas, Gerardo Rozín buscaba evitar hablar de su vida privada. Su intención siempre fue mantener un bajo perfil. Y así lo mantuvo hasta último momento sobre su enfermedad, contra la que luchó en secreto y acompañado por sus más íntimos.
Su primer amor fue Mariana Basualdo. La conoció en Rosario y fue la madre de su primer hijo, Pedro, quien nació en el año 2000, y quien compartía con su padre el fanatismo por Rosario Central. Se separaron en 2005, pero siempre mantuvieron buena relación como expareja, especialmente por el bienestar de su hijo.
Tres años después, en 2008, conoció a través de amigos en común a Carmela Bárbaro. Se casaron ese mismo año y en 2010 nació Elena. Se divorciaron después de cuatro años, luego de hacer terapia de pareja buscando salir de una crisis.
En 2015 formó pareja con Eugenia Quibel, a quien había conocido tiempo atrás trabajando en Radio Pop. También fue su locutora en La Peña de morfi, aunque al aire -ni detrás de cámara, dicen quienes compartieron estudio- no daban ningún indicio. Es que siempre quisieron mantener su relación dentro del bajo perfil que los caracterizaba. Ella -madre de Emilia, fruto de una relación anterior- estuvo a su lado y lo acompañó hasta el último día, el 11 de marzo de 2022.