Un 8 de febrero pero de 2012, la muerte de Luis Alberto Spinetta sacudió a la Argentina. Una de las figuras más importantes de la música popular fallecía a los 62 años, víctima de un cáncer de pulmón. Su obra -de Almendra a los Socios del Desierto; de Pescado Rabioso a Invisible o Jade- permanece intacta en el corazón y en el alma de quienes lo escucharon y está allí, inalterable y necesaria para aquellos que todavía lo siguen descubriendo.
La de Spinetta es de esas ausencias que duelen por la persona también, por ese artista con mayúsculas que, como tal, trasciende su obra y se vuelve referencia necesaria, sostén de apoyo, guía para los momentos aciagos. Por eso también, la noticia de su muerte es de esas que nadie quiere escuchar, que provocan un shock inmediato y quedan marcadas en espacio y tiempo.
Habían pasado poco más de dos años de su concierto de las Bandas Eternas en Vélez, donde repasó su carrera, homenajeó al rock argentino y que a la luz de los hechos tuvo el inconfundible aroma de despedida. Sus apariciones públicas empezaron a ser cada vez más espaciadas y tuvo que cancelar algunos conciertos. Cuando supo que estaba enfermo, no se lo dijo ni a su familia. Y cuando todos lo supieron, aceptaron acompañarlo en su decisión de transitarla puertas adentro de su intimidad. Y fue acatada también por quienes la iban conociendo, por respeto sobre todo, pero también como un mecanismo de negación, haciendo fuerza para nada de eso estuviera realmente ocurriendo.
Este pacto se rompió el 23 de diciembre de 2011, cuando Luis emitió un comunicado para acallar los diversos rumores que circulaban sobre su salud. Hacía tiempo que había mermado sus apariciones públicas y las fotografías que publicó una revista en las que se lo veía más delgado que de costumbre y con el pelo muy corto generaron preocupación entre sus seguidores, pero también muchas versiones. Y él quiso tener el control de lo que se decía de su vida, como había hecho con la obra que marcó la música popular argentina de los últimos 50 años. Y lo hizo por medio de esta carta abierta difundida en las cuentas de Twitter de sus hijos Catarina y Dante.
Buenos Aires, 23 de diciembre de 2011 en la Ciudad de Buenos Aires,
Mi nombre es Luis Alberto Spinetta. Tengo 61 años y soy músico. Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón. Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país.
Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva.
Quiero agradecer a todos por la buena onda que he recibido, y pedirles que no paniqueen, y no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno. No tengo ninguna red social, ni Twitter, ni Facebook, etc, por lo tanto todo lo que lean al respecto es falso.
Pertenezco a Conduciendo a Conciencia, y les recuerdo que ahora en las fiestas, si van a conducir no deben beber.
Gracias. Los quiero mucho. Felices Fiestas.
Luis
Este testimonio desgarrador llevó a interpretar los últimos meses de Luis, con aquella maratónica despedida en Vélez como punto de partida. El 5 de enero de 2012 fue operado por una perforación intestinal, que si bien no estaba ligada directamente a su enfermedad, empeoró su cuadro ya delicado. Permaneció 25 días internado en el CEMIC de Saavedra, siempre bajo el resguardo y la tutela de sus cuatro hijos.
El 8 de febrero de 2012 murió Luis Alberto Spinetta y quienes lean estas líneas recordarán de inmediato dónde y con quién estaban cuando se enteraron. “De parte de toda la familia, queremos agradecer a la gente por todo el amor”, expresó Dante ante la prensa en la ceremonia íntima en un cementerio en Pilar. “Mi viejo es música, es luz. Y ahora pasó a un mejor plano. Su cuerpo no dio más pero, su mente y su alma están brillando. Es el mejor, es inmortal. Gracias por estar en este momento tan duro para nosotros. “Mi viejo fue una gran persona y fue el uno. Son cuarenta discos que dan clase. Su mensaje está en la música”, agregó el músico.
Unos días después, sus hijos le cumplieron la última voluntad a su padre: “Las cenizas de papá ya descansan en la costanera al lado del Museo de la Memoria. Amor eterno”, destacó Catarina en sus redes sociales. Dante invitó a quienes quisieran dejarle una flor o algún gesto de gratitud allí, en el Río de la Plata casi a la altura de la mítica casa de la calle Arribeños, donde compuso algunas de sus canciones más emblemáticas y donde empezó a moldear la leyenda hacia la inmortalidad.