En el selecto grupo de mujeres íconos, aceptadas por la mayoría de las mujeres, reivindicadas por lo que dicen y hacen, se encuentra Robin Wright. “Nunca he sido más feliz en mi vida de lo que soy ahora”, dijo en una entrevista reciente, al borde de los 58 años. La actriz hace rato que dejó de ser “la ex de Sean Penn” o “la Jenny de Forrest Gump”, para convertirse en una de las mujeres más poderosas de la industria del espectáculo.
Si se rastrea en los orígenes familiares de Wright nadie podía imaginar que la hija de un ejecutivo farmacéutico y una vendedora de cosméticos a domicilio haría una carrera en cine y televisión. Desde chica fue bendecida con el poder de la belleza. Lo positivo fue que a los 14 años consiguió trabajo como modelo y lo negativo -como ella misma contó- fue con 15 años ya tomaba ácido por las calles de Tokio. Volvió con 50.000 dólares en el bolsillo y desfiles en París, Roma y Milán. Fue una época donde sufría la más profunda soledad. “Era muy joven y estaba muy asustada”.
A los 19 años los trabajos como modelo mermaron y decidió aceptar un trabajo de moza en un crucero, pero la llamaron para protagonizar la serie Santa Bárbara. Estuvo durante 538 episodios. Mientras grababa conoció al que fue su primer amor en la ficción y primer marido en la vida real, el actor Dane Witherspoon. Se dijeron “sí, quiero” en 1986 y “chau” en 1988.
De la pantalla chica pasó a la pantalla grande en La princesa prometida, donde se impuso en el casting a Meg Ryan y Courteney Cox. Aunque se convirtió en póster del cuarto de miles de adolescentes, a ella su personaje le pareció poco ingenioso y olvidable, solo se trataba de una princesa que no hacía otra cosa más que dejarse secuestrar y rescatar. Siguieron distintos papeles en distintas películas pero dos marcaron su vida. Uno fue Forrest Gump, donde interpretó a Jenny, la novia del protagonista, en uno de sus roles más inolvidables. El otro fue Tiro de gracia, donde conoció a su futuro marido, Sean Penn.
Cuando la mujer etérea conoció al hombre de rostro gastadito por la vida, la química fue imparable. Él era el rey de los chicos malos en un momento que ser chico malo estaba bien visto. Según cuentan, Cupido la flechó cuando él la invitó a su suite y le abrió la puerta vestido con un sombrero de safari, un colgante de cowboy, un suspensorio y unas botas de montar.
La pasión y la fertilidad de la pareja pronto quedó en evidencia. A los tres años de estar juntos ya tenían dos hijos. Wright quedó embarazada de su primera hija, Dylan Frances, y luego de Hopper Jack. La gestación de la nena le impidió ser Marian, en Robin Hood con Kevin Costner. Por la del nene, renunció a coprotagonizar con Tom Cruise, Sin Salida y Batman Forever. Forrest Gump la encontró en plena lactancia, pero aceptó.
Para esa época se decía que Wright había logrado aquietar los demonios de Penn y él dominaba su carrera. “Crecí muy deprisa cuando era una niña, pero muy despacio como mujer. Sean y yo íbamos aprendiendo sobre la marcha, acordamos no trabajar nunca los dos a la vez para pasar tiempo con nuestros hijos”, refleja el sitio Uppers. “Él ganaba más dinero que yo en aquel momento, así que la decisión fue sencilla: él trabajaba, yo me quedaba con los niños”.
Ya sea por decisión propia o por estereotipo de los otros, lo cierto es que mientras fue Robin Wright-Penn, sus posibilidades artísticas se estancaron. Los papeles que le ofrecían eran solo de esposas abnegadas, mujeres que debían ser ‘rescatadas’ o que cumplían el rol de testigos mudos. Harta, rechazó protagonizar Parque Jurásico y Sabrina porque consideraba que solo la llamaban por su aspecto físico. Quizá por eso, cuando Penn ganó su segundo Oscar se lo dedicó con estas certeras palabras: “La Academia de Hollywood y yo tenemos algo en común. No hemos valorado a Robin Wright como se merece”.
Con idas, vueltas, peleas y reconciliaciones, Wright y Penn estuvieron juntos hasta 2007 cuando anunciaron su divorcio. Se reconciliaron para separarse definitivamente en 2010 luego de 15 años de matrimonio y 20 juntos. “El divorcio fue devastador”, confesaría ella. “Todos queremos sentirnos amados, y, cuando miro hacia atrás, no siento que yo lo haya experimentado”, contestaría Penn.
Lejos de quedarse llorando por los rincones, Wright comenzó a vivir una época de esplendor artístico gracias a su participación en la serie House of Cards. Como Claire Underwood cosechó la notoriedad y el reconocimiento a su talento que hasta ese momento parecían esquivos. En los primeros capítulos, Kevin Spacey era el protagonista indiscutido, pero la actriz fue imponiéndose por presencia y logró ganar cada vez más protagonismo.
Convencida de lo que valía, fue una de las primeras actrices en sentarse a negociar y exigir ganar lo mismo que su compañero -500 mil dólares por capítulo-. Cuando los productores le respondieron que no, ella, con la astucia de Claire, les advirtió: “Más les vale pagarme o lo haré público”, según la versión que publicó The Huffington Post. “Y lo hicieron”.
En 2013 y a los 47 se encontró con la alquimia perfecta entre fama y prestigio y haciendo lo que quería cuando y cómo quería. Por eso, cuando ganó el Globo de Oro por House of Cards, se refirió a sí misma como “una mujer que ha florecido tarde”. “Siento que por fin me he graduado” explicó, “Nunca fui a la universidad, lo cual es uno de mis mayores arrepentimientos, y me quedé embarazada a los 23. Yo misma era un bebé en aquel momento. No pude tener mi momento para preguntarme quién soy, para examinarme y explorar. Escuchaba a los demás decir ‘ya estoy aquí’ y yo seguía esperando a salir. Hacer House of Cards abrió una puerta que yo desconocía y me ha ayudado a entrar en la vida adulta, como si empezase a ser una mujer a los 40. Me llevó mucho tiempo pero ahora me siento una persona por fin, siento que estoy preparada”.
Wright mostró su valía no solo como actriz; sugería certeras líneas de diálogo en los guiones, también dirigió varios capítulos y se involucró como productora ejecutiva de la serie. Pero sin duda se convirtió en la persona favorita de todo el elenco y el equipo técnico cuando Spacey fue despedido tras ser acusado de abusos sexuales y ella convenció a Netflix de no cancelar la serie y grabar una última temporada. “No podíamos dejar a 2.500 personas sin trabajo. No es justo. Ellos no habían hecho nada malo, han trabajado muy duro y yo, como productora ejecutiva, me sentía responsable”.
Comprometida no solo con su trabajo, es una mujer solidaria que usa la fama como instrumento y no como fin. Es la portavoz de Gordie Foundation, una organización a los jóvenes adictos al alcohol y de la asociación por la lucha contra la miastenia gravis (una enfermedad neuromuscular). Integra Enough Project, una entidad que trabaja para combatir el genocidio y la violencia sexual en África. En el 2014 lanzó Pour Les Femmes, una firma de pijamas que dona gran parte de la facturación a organizaciones que apoyan a las mujeres del Congo que viven situaciones de violencia. En una entrevista concedida a la revista Vanity Fair, aseguró que esa fuerza que posee le viene, entre otras cosas, porque todos los días, desde que tenía 16 años, practica 15 minutos de meditación.
Para el amor también le queda tiempo. Después de divorciarse de Sean Penn, empezó a salir con el también actor Ben Foster, 14 años más joven que ella. Entrando a esa época donde la menopausia asusta, ella aseguró sin tapujos que vivía una relación intelectual y sexual muy intensa: “Quizá no sea muy propio de una dama decir esto, pero nunca me he reído más, he leído más y me he corrido más que con Ben”. La química duró hasta 2015, cuando se separaron.
Después de la ruptura, inició un romance con Clement Giraudet, un francés jefe de prensa de la casa Yves Saint Laurent. “Se siente bien encontrar cierta felicidad en mi vida sentimental. El hecho de que mi marido sea francés es como la guinda del pastel. Siempre me ha asombrado todo lo que Francia puede representar. ¡Debo haber sido francesa en otra vida!”, declaraba enamorada en la revista Closer. Se casaron en 2018 en secreto pero la noticia trascendió porque Dylan, su hija, subió a sus redes un video de ese momento. El año pasado se separaron por las difusas “diferencias irreconciliables”.
Espléndida, reconoció que hace yoga, pole dancing, equitación y zumba para mantener su figura esbelta y tonificada. Según ella es esencial encontrar actividades que mantengan el cuerpo en movimiento pero que también sean divertidas y agradables para poder mantenerla en el tiempo. “Zumba es el mejor invento para las mujeres”, declaró al diario The Telegraph.
Wright además es una de las pocas famosas que admite que, debajo de sus impactantes looks, usa fajas y prendas modeladoras de cuerpo. “¡Tengo una faja puesta. Siempre! ¡Las tengo que usar en todo momento!”, reveló. También admitió que se aplica Botox. “Es apenas un poquito, dos veces al año. Yo creo que la mayoría de las mujeres hacen 10 unidades, pero eso te congela el rostro y después no lo puedes mover. Esto es apenas una unidad y te lo distribuyen para refrescar”. Y aunque no alcanzó la fama de colegas de su época como Julia Roberts o Sandra Bullock, Wright está muy feliz con lo logrado. Y lo repite como un mantra: “Si eres feliz, si te sientes bien, entonces nada más importa”.