Su solo nombre y apellido no requiere demasiada presentación. Julián Weich formó parte, durante más de 30 años, de la familia de los argentinos. Nos hizo reír con El agujerito sin fin; juntar billetes de dos pesos y confirmar que los sueños se cumplen en Sorpresa y media; nos invitó a sentir la aventura con Expedición Robinson y amenizó las cenas durante varias temporadas con Trato Hecho, Justo a tiempo y Vivo para vos. Y eso para solo mencionar algunos de sus trabajos en la televisión, de la que se siente parte, la misma pantalla que le dio premios, reconocimiento y lo consagró como uno de los conductores más exitosos.
Pero hoy nos convoca para otro proyecto: Weich vuelve al teatro, después de 18 años sin pisar un escenario. Y lo hace con Velorio a la carta, una comedia bajo la dirección de Diego Reinhold, que se presentará viernes y sábados en el Teatro Regina, en la cartelera porteña. “Me pasó que mientras leí el libro, me reí todo el tiempo. Y eso me gusta que me pase, ya era motivo suficiente para hacerla”, explica sencillamente las razones de su retorno a las tablas en una charla a solas con Teleshow y se sincera sobre el verdadero motivo por el que no hacia teatro: “No me lo proponían, no recibía ofertas”.
Desde el 2020 está a cargo de la conducción en Vivo Para Vos, un programa de El Nueve junto a Carolina Papaleo que salía al aire los fines de semana con una propuesta de juegos e invitados famosos y que planeaba sumar una nueva temporada durante 2024 pero decidieron discontinuarlo. “Me acabo de enterar que el programa no sigue, no lo pude ni procesar todavía”, asegura sorprendido por la decisión.
—Lo último que hiciste en la actuación fue hace dos décadas casi, ¿te acordás qué era?
—Yo hice Pelito, Clave de Sol, La Banda del Golden Rocket, Matrimonios y algo más y no me acuerdo qué alguna otra obra hice. Son ese tipo de obras, esas que se desprendían de un programa de televisión. Si bien no estuve haciendo teatro, yo por mi manera de conducir es como que actúo un poco, no soy el típico conductor, sino que además animo, entonces eso te permite como comediar la conducción. Pero bueno, el hecho de tener letra ahora, directores, actores, compañeros, luces, sonido y todo lo que implica el teatro, no sé si lo extrañaba, pero fue como retomarlo, como decir “uy, cierto. Esto era así”. No hay que aprenderlo de cero, pero es volver a hablar un idioma que hacía mucho que no hablaba.
—¿Cómo ves la industria televisiva en la actualidad?
—Soy adicto a la tele porque me crie viendo tele primero y después haciéndola, tratando de devolverle lo que la tele me dio a mí en mi infancia. Y hoy la veo bastante pobre porque es un tema comercial y falta inversión, y bueno, es la tele que hay. Obviamente que no es homogénea, pero si hacés un promedio, hay más gente opinando que gente haciendo, entonces eso te muestra que no hay mucha producción, de hecho ficción no hay más. La verdad que no es la mejor tele que podemos tener, pero es la que hay.
—¿Hay algo que te gustaría hacer en televisión?
—Nunca tuve proyección de mi trabajo, mi trabajo siempre fue lo que hacía en el año. Nunca dije “bueno, en dos años hago esto, en tres años hago lo otro, después hago el otro”. Nunca tuve como lista de espera de proyectos. Siempre me fue pasando que me fueron sorprendiendo los proyectos así durante la marcha.
Su vuelta al teatro
¿Cómo se manejan los nervios por un estreno, con tantos años de carrera sobre la espalda? “Con trabajo intenso. Estamos ensayando mucho, hay muchos detalles de música, de escenografía, de vestuario, de letra, de dirección, pero estamos todos muy contentos y lo tenemos aceitado. Además, el elenco es muy bueno: Alejandra Majluf, Celeste Campos, Fabián Arenillas y Nicolás Maiques”, responde en un break del ensayo general, a horas del gran estreno.
—¿Qué tuvo esta obra para seducirte y hacerte querer volver a la actuación, después de casi dos décadas conduciendo?
—No fue una estrategia, me llegó algo que me gustó y dije “lo hago”. Me pareció divertida, vi que había una buena historia para contar, aunque sea comedia, aunque sea ficción, aunque no tenga nada que ver con la realidad, aunque siempre que se habla de la muerte a alguien hacés pensar, es inevitable así que eso me gusta, que haga pensar a alguno mientras te reís.
—Y vos interpretás al muerto, pasás parte de la obra en un ataúd, ¿qué relación tenés con la muerte?
—No me genera nada malo, lo tomo como estar adentro de un auto, un placard o de cualquier otro lado. Yo digo que cuánto más conocés la muerte, más disfrutás la vida. También digo que todos los días puede ser un día para morir y cuando vos decís eso, lo vivís de una manera divina pensando que es el último de la vida.
—¿Estás conforme con lo hecho hasta ahora, vas planeando tus acciones, hacés balances?
—Yo tengo un presente feliz. Tuve buenas, malas, como la vida de cualquiera, pero lo importante es el presente. Lo hecho, hecho está y está muy bien hecho.
Su labor solidaria por el mundo
Referente de las tareas sociales, embajador de Unicef en Argentina, gestor de cambio liderando acciones solidarias y educativas, hasta creó su propia marca sustentable. Y siempre va por más para generar conciencia y sembrar la semilla de la empatía. “Hace 11 años ya que tengo mi marca Conciencia que dona el 50% de los dividendos recibidos a cuatro OMG -a Ruta 40, Techo, Fundación Huésped y a la Cooperada del Hospital de Niños-. Sigo siendo embajador de Unicef desde hace 31 años y colaboro, además, con otras 15 ONG más o menos”, explica. También hablará de los dos jóvenes africanos que hace varios años recibió en su seno familiar y los hizo parte de su cotidianeidad.
—Hace poco viajaste a Mozambique para reencontrarte con los dos chicos que apadrinaste. ¿Cómo fue esa experiencia?
— Compartí con ellos 10 años de ambas vidas en Argentina y ahora están en Mozambique los dos. Hay uno que se recibió de dos carreras, el más chico, Jossias, y el más grande, Larcio, se fue sin terminarlas y aparentemente las va a terminar ahora por zoom, estamos empujando para que las pueda terminar.
—¿Cómo fue la decisión de ser padrinos de dos chicos que no conocían, en su momento se charló en familia?
—Eso fue en mi matrimonio anterior que se dio que nos fuimos a trabajar a Roma, a colaborar con otra fundación, ahí conocimos al Padre Juan Gabriel, que es un cura argentino que misiona en Mozambique hace muchos años y él es el que manda a los chicos desde Mozambique para que puedan estudiar acá. Y en su momento dijo si no queríamos hacernos cargo dos chicos y yo mucho no, no quería realmente porque tengo cuatro, entonces dije “no quiero, o no puedo, o no me lo imagino”, pero bueno, se dijo que sí y se fue dando todo naturalmente. No fue algo programado ni planeado, no había ninguna estrategia detrás. Simplemente fue pasando y se dio.
—Fue toda una decisión porque no es que solamente colaborabas con plata, sino que se involucraron en sus vidas también
—El tema es que no somos padres legales, sino que somos tutores. Igual eso no cambia porque lo que hay que hacer es ocuparse igual, pero siendo grandes es más fácil porque no vivían con nosotros, les habíamos alquilado un departamento cerca de casa. Entonces tenían una vida independiente de adulto y lo que hacíamos era compartir el día a día, las vacaciones, los fines de semana, la salud, los exámenes, el darles oportunidades de que conozcan todo lo que puedan porque después sabíamos que se los iban a llevar a Mozambique.
—Claro, ¿y tus hijos los aceptaron enseguida?
—Sí, porque mis hijos ya eran medianamente grandes y como te dije, al no convivir no había una competencia de estar todos. Compartíamos mucho, pero la convivencia de dormirse y despertar juntos, que es lo más denso en caso de que algo no funcione.
—¿Qué proyectás para este año y sobre todo, para tu vuelta al teatro?
—Bueno, recién estrenamos en el teatro, sigo con mi marca y con todo lo que tenga que ver con las fundaciones. Y por ahora nada más. En cuanto al teatro, los que vengan quiero que se diviertan, no sé si vienen uno un millón o la mitad, pero los que vengan quiero que se vayan contentos de ver una obra divertida, entretenida, bien hecha, bien dirigida, bien actuada. Que se lleven el mejor recuerdo de haber pasado un momento lindo.