Cuando Florencia Peña aceptó la propuesta de realizar Mamma Mia! tenía unas cuantas certezas y otras tantas dudas. Era un personaje seductor, con todos los ingredientes para sumarlo a su vasta colección de heroínas de musicales. Era innovadora, llevando a Villa Carlos Paz un producto no del todo ligado a su cartelera, más vinculada a la comedia y a la revista. Era trabajar con Ricky Pashkus y montar un gigante de 21 artistas en escena, propio de Broadway. Significaba moverse con su familia o alejarse momentáneamente de ella, alterando ese esquema de vida de recién casada en estado permanente. Y todavía faltaba el detalle de una temporada diferente, con nuevo gobierno y la incertidumbre política y económica.
Pero más allá de estos ingredientes, lo que la sigue movilizando al borde de los 50 y con casi 40 años de carrera, se sostiene en su esencia y tiene el peso suficiente para inclinar cualquier balanza. “Siempre me sentí una actriz de teatro”, le dice a Teleshow desde su casa frente al lago, y lo sostiene con el tono enfático de quien dicta una sentencia. Lo de los musicales vino con el tiempo, pero hay algo que no negocia. Eso de salir cada noche a dejar todo sobre el escenario, de ver las reacciones del público en vivo y en directo, de compartir el ritual de la comida posterior y las fiestas eventuales, de ser parte del color y del ritmo de la temporada, de ver su nombre en lo más alto de la marquesina.
Un mes atrás, Florencia le contaba a este medio las sensaciones de la previa, con el estreno a la vuelta de la esquina. Habían terminado los ensayos en Buenos Aires, faltaba la puesta a punto en Carlos Paz, y sentía que la obra y el personaje le explotaban en el cuerpo. Como quien tiene un secreto que no logra contener. Cuando se probó el vestuario, relojeó la escenografía y pisó las tablas del teatro Luxor, la adrenalina fue en aumento, mientras cobraba vida cada pieza del rompecabezas que construye Mamma Mia!. El juego de luces, el seteo de los micrófonos inalámbricos, la música en vivo y demás preparativos demandaron jornadas intensas de diez horas. De excitaciones e incertidumbres. De los temores lógicos e inevitables de las vísperas. “Como siempre, la magia del teatro sucede”, dice la actriz, más satisfecha y aliviada, como si, avalada por la trayectoria, supiera que no había otro final posible.
A pesar de las expectativas altas, la Donna Sheridan del musical inspirado en las canciones de ABBA le está dando tantas satisfacciones que se tienta con ubicarla en lo más alto de su notable galería de personajes. Y el círculo se cerró al ver la respuesta del público, las lágrimas de risa o de emoción, las carcajadas y las miradas atónitas, las dos caras del teatro en vivo y en directo. “Sabía que estábamos haciendo algo lindo, tenía mucha certeza de que habíamos encarado la obra desde un lugar teatral, para que a la gente la emocione pero también la divierta”, sintetiza sobre el musical que realizará en Carlos Paz hasta principios de marzo con producción de Miguel Pardo, y que luego sueña de llevar de paseo por todo el país.
—¿Dónde se advierte esa certeza?
—A diferencia de Buenos Aires, Carlos Paz no tiene tanta cultura de musicales, es más de comedia o de revista. El musical no es un género que la gente lo transite livianamente, y eso lo veo cada noche que salgo a saludar al público. Me saco fotos, charlamos un poco y me sorprende porque me dicen “gracias por la entrega”. Y no tiene solo que ver con mi personaje, tenemos un elencazo que lo da todo, y la gente lo percibe. Hay un par de momentos en la obra que los agarra bajos de defensa, y ver llorar y reír al público es hermoso.
—Es interesante eso. Te agradecen la entrega, más que otra cosa.
—Sí, la verdad es que me sorprendió gratamente que la gente vea eso. Yo soy una mina que cuando me subo al escenario lo doy todo. Cuando ensayábamos Sweet Charity, y una compañera me decía “vos no tenés basta”. Y me quedó esa frase, estoy por cumplir 50 y sigo con el mismo entusiasmo que cuando era niña. Porque cuando me subo al escenario soy una niña y me parece hermosa esa reciprocidad que tiene el teatro.
—¿Fue fácil la adaptación familiar a la vida allá?
—Me encanta estar acá, fuera de la rutina diaria. Tengo una casa hermosa sobre el lago, mis hijos grandes van y vienen, el chiquito está conmigo, mi marido también va y viene. Estoy viviendo con Leo Bosio, que es uno de los actores de la obra, y la pasamos bomba. Vamos a comer, si hay fiestas vamos a las fiestas, hacemos una obra que nos encanta. La verdad que es un verano lindo.
—¿Cómo se vive en cuanto a convocatoria y movimiento de gente esta temporada tan particular?
—Hay mucha menos gente que otros años, lo hablamos con algunos productores teatrales, lo ves en los restaurantes, que hay entre un 30 y un 40% menos turismo que otras temporadas. Pero Carlos Paz es una plaza donde la gente viene a ver teatro. Está claro que está cuidando el mango, pero sigue eligiendo el teatro. A nosotros nos va muy bien, éramos una propuesta compleja y nos están eligiendo porque el boca a boca es muy fuerte. Viene gente de las provincias cercanas, del interior de Córdoba, y me dicen “yo no sabía qué venía a ver, pero me dijeron que lo tenía que ver”.
—Bueno, pero ahí está tu nombre propio más allá de la obra. Habrá mucha gente que va a ver a Flor Peña, o tal vez a Moni Argento.
—Totalmente. Yo tengo dos clases de público. El que me sigue de toda la vida del teatro, y yo los amo, porque no hay nada más hermoso que alguien te siga porque sabe que vas a dar lo mejor, eso me emociona. Y después tengo la otra parte, que son los que vienen a ver a Moni, y esos son los más lindos en el sentido de que no entendés el viaje en el que entran. Están esperando que yo cante mal o baile mal, y se sorprenden que pueda bailar o cantar de una manera profesional (risas).
A medida que la temporada en Carlos Paz empezó a levantar temperatura, surgieron los escándalos propios de esta época del año. Un poco por rencillas del pasado, otro por estrategias para levantar tickets, Flor se vio envuelta en polémicas con Flavio Mendoza, con Denise Cerrone y por la defensa de su amigo Jey Mammon, un juego que entiende pero no comparte de todo. Acostumbrada a poner el cuerpo a sus opiniones y sus actitudes, algunas batallas les resbalan, otras le dan risa, pero hace hincapié en las que les molesta.
“La verdad es que me sentí involucrada en muchas cosas sin haber abierto la boca”, dice Florencia y repasa este mes largo que lleva en la plaza cordobesa. “Cuando nos instalamos acá dije ‘va a ser un verano maravilloso, estoy tranquila, aprendí mucho en todo este tiempo...’ y no había terminado de pensarlo que ya estaba involucrada en un par de eventos, que ni siquiera me había percatado hasta que me lo dijeron”, rememora. Y quedarse callada no era una opción. “Yo tengo mi carácter, y cuando las cosas ya no me divierten, pongo un freno”.
—¿Qué cosas ya no te divierten?
—Cuando se meten con que si el espectáculo está bueno o malo, casi como un juego veraniego, yo me la banco. Cuando me quieren ningunear diciendo que regalamos entradas, esas cosas boludas que corren en los veranos, también me la banco. Ya cuando la cosa se pone en si dejé sin trabajo a tal, o cuando un compañero sale a denostar el trabajo de otro compañero, ahí me pongo un poco más escorpiana y pongo límites, porque ya no juego el juego de necesitar escándalos para que me vaya bien. Eso es muy efímero. Yo juego en otras ligas, y me gustaría que todos juguemos en esas ligas, donde se trata de defender amorosamente lo que uno hace.
—¿Sirve la polémica para vender más?
—No, eso es viejo, y no sirve en la liga que jugamos nosotros, es como si Messi o Mbappe necesitaran hacer polémica con otros jugadores para mostrar lo valiosos que son. Cuando jugas en las grandes ligas, lo demostrás en la cancha, a esta altura de mi vida no tengo por qué defenderme de quién soy o lo que tengo para dar. Lo que pasa en las temporadas es que te vienen a buscar, te preguntan y no podés zafar. Y yo soy una mina que contesta todo, y que entiende que hay un periodista que está laburando, pero toqué un límite y no tengo ganas de tener que defenderme porque me parece que está claro lo que tengo para dar. Y eso no quiere decir que a todo el mundo le guste o tenga ganas de venir a verme, eso es subjetivo, pero ya tengo mucho hecho, mucha agua que ha pasado debajo de este puente, con cosas maravillosas, cosas no tanto; grandes éxitos, grandes fracasos. Sigo jugando en primera y no tengo que convencer a nadie de nada. El que tiene ganas de venir a verme encantado de la vida, porque amo subirme al escenario y llamo a actuar, vamos a actuar pero el que no tiene ganas que siga de largo ahora ya cuando empiezan a romper las pelotas con con algunas cuestiones y me pongo más firme.
—Flavio Mendoza también juega en las grandes ligas, es una figura instalada en Córdoba. ¿Su ataque te molestó particularmente?
—No lo esperaba, me parece una grasada. No se hace, y sería de una persona en evolución que pida disculpas. Yo no sé cuál es el problema que él tiene con Miguel Pardo, ahí no me voy a meter, pero en la liga que jugamos nosotros eso se charla por teléfono o en una oficina, y si hay un problema con alguien puntual, no se involucra a todo un espectáculo. Y quiero aclarar que no estoy en ninguna guerra. Yo no me senté a hablar mal de nadie, de repente me mandaron las cosas feas que decía de nuestro espectáculo, que, para colmo, no lo vio. Nunca es por ahí, y menos entre pares. Imagínate yo diciéndole a Peretti: “Diego, que feo tu espectáculo, el vestuario es horrible, todo es una berretada”. Siento que a veces se tiende a naturalizar cosas y en un momento donde estamos deconstruidos tratando de bajar la violencia y tratando de demostrar que desde ningún lugar es por el odio y por la agresión. Decirle “vieja sucia” a Ricky Pashkus, esas cosas ya no se usan más. Y si tenés un problema, charlalo en terapia.
—También defendiste tu amistad con Jey Mammon y fuiste criticada.
—Si a esta altura no puedo decir lo que pienso... Yo soy una feminista en mi vida, se pueden dar cuenta por cómo vivo la vida, soy una guerrera y tengo muy en claro por qué defiendo lo que defiendo. Y no estaría defendiendo a Jey si no tuviera la certeza y la claridad de quién es y de qué fue lo que pasó. No estoy yo para decidir, para eso está la justicia, pero se lo trató de violador de manera concluyente, como sellando un destino, y hay que tener cuidado con eso, porque las personas somos personas y tenemos una vidam y cuando algo puede no ser cierto, entrás en una de la que no salís más. Acá lo quieren mucho, a mí me consta porque lo veo. Es un buen tipo Jey.
Mamma Mia!: Funciones de jueves a sábado a las 21.30 en el Teatro Luxor, Avenida Libertad 211
Fotos: Mario Sar