“La redacción, con el vértigo de las primicias, pone en acción, al staff de Mesa de Noticias”. La letra, tan sencilla como bella, se sumaba a una melodía que quedó por siempre en el recuerdo, para conformar una fascinante armonía. Del mismo modo, era el programa, porque Mesa de Noticias se convirtió en esa amable compañía de cada noche, que esperaban los mayores para sonreír como chicos y éstos para divertirse a lo grande.
“El humor es como una bengala. Si se tira hacia el cielo, ilumina. Si se arroja en la cara, lastima”. Una estupenda definición, que lleva implícito el ADN de Juan Carlos Mesa, el pivot de aquel ciclo, del que fue autor, como en tantos otros, y protagonista, como casi nunca le había ocurrido. La redacción abrió sus puertas el lunes 11 de abril de 1983, a las 20 horas, por la pantalla de ATC, y anidó por siempre en el corazón de sus televidentes a lo largo de cinco temporadas: Las primeras cuatro, exitosas en esa pantalla, y una más modesta, a nivel repercusión, por canal 13.
Alberto Fernández de Rosa fue uno de los integrantes del elenco y su personaje de Rosales, prontamente se convirtió en uno de los preferidos, sobre todo de los chicos. Éstos son sus recuerdos del programa en diálogo con Infobae: “La coincidencia del disparate, un cierto nivel de ingenuidad creativa, un elenco de buenos actores y una conducción excelsa en lo artístico y operativo, fueron el éxito del programa. El casting evidentemente fue excelente y se dio una hermosa comunión entre todos nosotros. El director de cámaras fue Coco Acosta, un hombre que había hecho todo el recorrido en la televisión y era excepcional. Cualquiera del elenco hacía un determinado gesto y él ya sabía que debía cortar el plano para ir con el otro actor en la escena. Nosotros confiábamos plenamente en su tarea. Era como si el estuviese en el estudio actuando. Es algo que se da en muy contadas ocasiones. Para el éxito del programa han concurrido varios factores, pero el básico, desde mi punto de vista, es que el humor en nuestra televisión era de carácter realista. El gran mérito de Juan Carlos Mesa fue haber introducido definitivamente el disparate. Creo que un poco lo habían transitado Espalter, Almada y todo ese grupo de uruguayos tan talentosos, pero sin mayor continuidad. El Gordo se animó a meter un periscopio en el medio de la redacción, los anteojos que permitían ver a la gente desnuda. Y lo máximo era lo del ascensor, que levantaba a la gente en la redacción y cuando llegaba a destino, de golpe era la Avenida de Mayo”.
Para Paco Fernández de Rosa, significó un paso muy importante en su carrera, que ya llevaba 20 años, con un comienzo, siendo muy joven, en la inolvidable Familia Falcón y recuerda un detalle importante de los primeros tiempos de Mesa de Noticias: “Al comenzar, mi personaje no tenía mucha participación, pero la fue adquiriendo a medida que avanzó el ciclo, que muy poca gente sabe, al mes de estrenarse, estuvo por ser levantado por bajo rating. En el arranque, la idea era que hiciésemos notas graciosas, pero con cierto carácter periodístico, como, por ejemplo, si el domingo ganaba Boca, aparecíamos en el vestuario y grabábamos cosas con los jugadores o el entrenador. Todo armado con anterioridad por Juan Carlos Mesa, que escribía el sketch en función de eso, pero a veces la noticia quedaba un poco vieja. Gustavo Yankelevich, que era el productor ejecutivo y un verdadero fenómeno, se juntó con el Gordo y les cambiaron la dirección a los libretos hacia algo más absurdo. Fue una sabia decisión, porque enseguida se convirtió en un éxito. Para mí fue muy fuerte la convocatoria, porque había estado siete años prohibido, y gracias a la apertura que se produjo después de la guerra de Malvinas, se dio ese llamado, que fue muy auspicioso, ya que era un contrato con cierta continuidad. La producción estuvo a cargo de Fernando Marín y Carlos Montero, que conformaban una agencia buenísima”.
En la misma dirección van los recuerdos de Gabriel Mesa, uno de los hijos del genial Juan Carlos, y quien ha seguido su huella de ser escritor y libretista: “Mi viejo estaba acostumbrado a escribir programas más de sketchs y gags, siempre como guionista y no como protagonistas, salvo a fines de los ‘70, cuando acompañó a Tato Bores. El programa arrancó como una comedia familiar y al mes, los números del rating no acompañaban y entonces se realizó una reunión en mi casa, de la que participé como testigo, donde tanto Carlos Montero como Gustavo Yankelevich, le comentaron a mi papá que debían hacer algo para poder cambiar la historia. En medio del debate, entró mi vieja a servir café, y dijo: “Vengo a saludar y a decirles algo: dejen tranquilo al gordo (risas), déjenlo volar. Él va a dar vuelta esto y lo convertirá en un éxito. Y así fue, porque a partir de allí tuvo más libertad, le dieron tiempo y con el estilo Mesa, fue por humor del lado del absurdo”.
Una sorpresa dentro del elenco del primer año, fue la aparición de Fernando Bravo, quien ya llevaba una prolífica trayectoria como locutor y conductor, tanto en radio como en televisión, pero jamás había sido actor. En la charla con Infobae, recordó con gran afecto aquellos momentos: “Para mí fue una hermosa travesura que duró un año. Mi llegada fue medio rara, porque yo no soy actor, ni pretendía serlo. Tengo una relación histórica con Gustavo Yankelevich, quien me comentó que estaba trabajando en ese proyecto, donde él pensaba que yo podía hacer un papel. La respondí que confiaba en su creatividad, pero no me sentía para hacer una tira. Me detalló las características del programa y allí le contesté que sí, que me la jugaba, pero sin cambiarme el nombre. Aceptó sin problemas, allí arrancamos y fue un éxito sensacional, en el que estuve solo el primer año. No me costó para nada adaptarme, porque estaba arropado por la tremenda química que tenía ese elenco maravilloso, encabezado por el Gordo Mesa, que era la bondad caminando. En paralelo mantuve mi actividad periodística, haciendo un programa al mediodía en radio, que me permitía llegar a ATC a eso de las dos de la tarde, cuando arrancaban las grabaciones, que eran contrarreloj, porque salíamos al aire a las 20, entonces Gustavo nos pedía que no nos detuviésemos, que después se editaba. Un detalle que me quedó grabado de algo que ocurrió solo el primer mes, es que como hacíamos un programa con noticias, esperábamos la 5° de La Razón, en tiempos de diarios vespertinos, y mostrábamos la portada al aire. El querido Gino Renni era fantástico, muy ocurrente y él me puso el apodo de Capocheta Bianca, por las canas que ya tenía, y que mucha gente me lo recuerda hasta el día de hoy”.
Otra marca registrada de Mesa de Noticia fueron las frases y latiguillos de cada uno de los personajes, que velozmente se sumaron al día a día de la gente en los colegios, las oficinas o simplemente en la calle, símbolo inequívoco del éxito. La gran actriz Beatriz Bonet era la tía de Mesa y ante cada situación disparatada remataba con “Que bochorno”, Rosales comentaba “Como me considera” por las más insólitas coberturas a las que era designado. El genial Gino Renni aportó sus giros italianos, como “pasta cuccinata” cuando conseguía algo que venía persiguiendo. Pero el más destacado fue Gianni Lunadei, quien sobresalió con la ironía, creando un muñeco adorable pese a la maldad que destilaba De la Nata, el jefe de la redacción, tan duro con sus súbditos, como alcahuete y genuflexo con el director Juan Carlos Mesa, a quien le soltaba, con reverencia incluida “Le pertenezco”.
Precisamente sobre él, Alberto Fernández de Rosa, nos dejó una excelente definición: “Ha sido uno de los mejores y más versátiles actores de la escena nacional. No tan curiosamente de origen italiano, ya que él nació allí, pero era más argentino que cualquiera de nosotros. El programa tenía un interesante nivel de improvisación, controlada por un libro y creada por el autor y allí él se destacaba por la creatividad para el disparate. Una vez estábamos haciendo una escena en la redacción, donde yo estaba sentado en el escritorio, con él de pie delante de mío. Cuando estábamos ensayando, pesqué de costado que le pedía al director, que no lo tomara debajo de la cintura, algo que solía ser común por los cambios de ropa. Arrancó la grabación, estaba sin los pantalones puestos y con una total seriedad (risas). Eran cosas que nos solían hacer permanentemente a Fernando Bravo y a mí, porque éramos de tentarnos con facilidad. Otro grande fue Gino Renni, que tenía una capacidad histriónica extraordinaria y en medio de una improvisación le dijo Capocheta Bianca a Fernando, que tenía canas desde muy joven”.
Gabriel Mesa vivió muy de cerca la tremenda explosión que significó el programa y la tan creciente como inesperada popularidad de su padre: “Se venía la apertura democrática y se abría la puerta para poder comunicar las cosas de otra manera, porque se respiraba un nuevo aire de libertad, y eso significaba un desafío para el humor. Mesa de Noticias comenzó de una manera y al poco tiempo cambió, por esas cosas de la televisión, a lo que finalmente fue: un programa ícono, sobre todo para los chicos. De pronto, mi viejo se había transformado en una especie de Carlitos Balá (risas). Un día quisimos ir en familia a la exposición rural, sin tener aún dimensión del éxito, y fue una cosa imposible, porque lo rodearon, pidiéndole autógrafos, y no podíamos avanzar. Vivíamos en medio de una locura, al punto que, con mis hermanos, para tener contacto con mi papá, teníamos que forzosamente ir a visitarlo a ATC, porque él se internó de alguna manera allí. Salía de la radio, que hacía de mañana, llegaba al canal, donde tenía un camarín/oficina, con su máquina de escribir y arrancaba a tipear los libretos. En el medio, lo llamaban para grabar escenas. El viejo había sido libretista de los mejores capos cómicos, como Balá, Tato, Biondi, Porcel u Olmedo, pero Mesa de Noticias fue una cosa de popularidad única, porque a partir de allí se hizo conocido para todo el público. Venía de los éxitos en radio, como Tenis de Mesa o La máquina de contar, con un público fiel, pero no tan masivo. A él lo marcó para siempre”.
La voz de Patsy Crawley era muy conocida, por la cantidad de jingles exitosos que había grabado para radio y televisión, cuando le llegó la oportunidad de aparecer en el programa, como recepcionista y con participación en los cuadros musicales. Muchos años después, casi de manera casual, logró rescatar un material casi perdido, como evocó en diálogo con Infobae: “Por un tema de presupuesto, el canal borró los tapes y casi nada sobrevivió. En la pandemia, fui al altillo de la casa de mi mamá y allí encontré lo videos, que pude digitalizar, para luego subir a mi Instagram. Es mi humilde aporte a que se mantenga vivo. Había llegado al programa en 1985 de la mano de Mike Ribas, con quien trabajaba desde hacía varios años, realizando coros, participaciones en discos, publicidades, etc. La entrevista en ATC la tuve con Gustavo Yankelevich y Patricia Bever, quienes me tomaron y a partir de allí fue un aprendizaje tremendo, porque no había hecho televisión. Fue un paso importante en mi carrera, ya que tenía que dar la cara, actuando, que no era lo mío, después de haber estado siempre detrás, poniendo la voz. Fue una verdadera escuela, donde aprendí de esos compañeros increíbles, como Gianni Lunadei, Juan Carlos Mesa y todo el elenco. Debí manejar el stress de tener que hacer las grabaciones corriendo, casi sin tiempo de ensayos. Era un humor sano, dentro de un clima fabuloso, donde todos la pasábamos increíble. Participaron muchísimas estrellas, porque era un lugar de destaque muy importante. Me considero afortunada de haber tenido una experiencia así, que me dio a conocer”.
Para Fernández de Rosa, había una manera de trabajar muy particular, donde se respetaba y potenciaba al actor. Quizás allí también uno puede encontrar otras de las claves del éxito y de frases que se siguieron repitiendo a lo largo de los años: “Era una comunión entre Gustavo Yankelevich, Juan Carlos Mesa y el actor al que le tocaba, que estábamos en permanente búsqueda. Con los latiguillos, éramos muy felices cuando lo escuchábamos por la calle, o nos contaban que se decía en las fábricas o los patios de las escuelas. Siempre me recuerdan el gesto de los anteojos, que los movía de abajo hacia arriba desde la punta de las patillas, y era muy divertido para los chicos. Eso había tenido un origen muy familiar, porque eso se lo hacía a mi hija Guadalupe cuando estaba en la cuna y así dejaba de llorar. En un breve lapso de tiempo, me fui ganado un lugar de importancia, con el placer enorme de compartir el espacio, la compañía y la creatividad de los demás. Se trabajaba con mucha celeridad, porque no solo hacíamos las grabaciones en el estudio, sino en exteriores y muchas veces, no se llegaba a editar y el último bloque iba en vivo, más que nada los primeros años. A veces me terminaba convirtiendo casi en un espectador del programa, porque observaba a mis compañeros, que eran brillantes”.
Esta Mesa se tendió por primera vez hace 40 años y en el recuerdo, sigue tan bien servida como si estuviese vigente. Una producción impecable y un grupo de actores brillantes, le dieron vida a un programa que llenó de alegría aquellos tiempos de la transición de la dictadura a la democracia. Gracias por el absurdo, las risas y las frases. Pero, sobre todo, por haber dejado la mesa del buen humor, paga para siempre.