Maduro y enfocado, como quien viene aprendiendo del camino recorrido, Nicolás Cabré se instaló en las sierras cordobesas con un propósito firme: conjugar trabajo y naturaleza. Es que a los 43 años y alejado de sus tiempos de “galancito”, el actor tiene bien claro lo que quiere, lo que necesita y no está dispuesto a negociarlo. “Disfrutar del día y trabajar de noche es una opción que hoy me hace bien”, dirá convencido, con el privilegio de poder ser él mismo quién elija cada uno de sus proyectos.
En la casa de Villa Carlos Paz en la que vivirá hasta marzo, Cabré preparó una rutina diaria que no falla: se levanta temprano, sale a correr, disfruta de su nueva morada, se junta con amigos o comparte tiempo con su hija Rufina -si es que justo le toca pasar algunos días con él-, y parte al Teatro Candilejas 1, donde protagoniza Los Mosqueteros del Rey, de miércoles a lunes. Sobre el escenario, un elenco de lujo que lo acompaña con precisión: Jorge Suarez, Nico Scarpino y Fredy Villarreal. En la platea, rebotan los aplausos de pie al finalizar la obra, porque su talento no es novedad y el cariño de la gente, tampoco.
En una charla íntima con Teleshow, el actor habló sobre su gusto por el teatro, la pasión por el running que descubrió y le cambió la vida, su paternidad responsable y el vínculo con la Eugenia La China Suárez, la madre de su hija de 10 años, con la que logró sortear cualquier desacuerdo en función de la felicidad de la pequeña, como repite en varios tramos de la charla. “Yo lo único que quiero es que Rufina se ría y nada más”, asegura. Y se nota.
—Suena un plan ideal mudarse durante los meses de verano a un lugar tan lindo como Córdoba para trabajar...
—Está buenísimo, es hermoso. Estar en un lugar lindo, donde me sirve para correr, estoy relajado, a la noche hago lo que me gusta. La verdad es que somos privilegiados en un momento difícil del país poder estar vacacionando dos meses y pico, trabajando en un lugar divino, y encima te tratan bien, la gente te recibe con mucho cariño, la verdad que somos muy privilegiados. Estamos disfrutando mucho de hacer esta obra acá y creo que tiene una magia que rompe una estructura y se acerca a la gente, tiene algo especial que no sabés ni explicarlo, lo empezamos a entender en los ensayos. Pero sí, siempre cuando hacés una gira o estás en una temporada, la gente ya se sienta en las butacas de otra manera y ésta es una obra ideal para eso, para la interacción con el público, porque nosotros dependemos mucho de ellos. Entonces cuando están relajados y vienen a divertirse, pasás un momento divino.
—La obra tiene un comienzo muy poco convencional, parece una especie de ensayo de un guion y al principio no se sabe de qué va: si ustedes se están equivocando con la letra o si está estipulado. ¿Advierten esa incomodidad inicial desde el escenario?
—Eso nos pasaba al principio, nos dábamos cuenta de que la gente decía “¿qué está pasando?” Algunos, incluso, fueron a pedir que les devuelvan la plata de la entrada, fue un poco raro, estaban bastante despistadas esas personas (risas). Pero hoy ya vienen con un boca a boca, el que viene más o menos sabe de qué va, entonces las risas empiezan desde antes. Pero sí, veíamos que algunos se ponían nerviosos. Es un poco la magia esa, creo que todos cuando vamos a dar un examen o cuando actuamos en el colegio sufrimos esos nervios por equivocarnos como los personajes, esa sensación la conocemos todos y por eso la gente en un momento empieza a sufrir un poquito con estos pibes. Una vez fueron a vernos dos nenitos y yo tenía que hacer que me equivocaba y la nenita me gritó: “no pasa nada, Nico”. Pasan cosas lindas, es lo que sucede.
—Este año que pasó también te probaste en la dirección teatral -al frente de Tom, Dick & Harry, protagonizada por Mariano Martínez, Bicho Gómez y Yayo Guridi-. ¿Para dónde te gustaría llevar tu carrera: dirección, producción, conjugar algo de eso con la actuación?
—Dirigir me gusta, lo disfruté mucho, seguramente lo siga haciendo. Producir no, creo que no tendría la capacidad ni la paciencia (Risas). Decididamente sé que no es lo mío, que no podría estar en esa posición, me volaría la cabeza muy rápido. Dirigir lo disfruto mucho y seguramente lo vuelva a hacer, pero también quiero hacerlo con tiempo. No quiero dirigir por dirigir y hacer cosas y no estar... La verdad que me queda mucho por aprender y tengo que estar bien atento, con tiempo e ir viendo, no es algo que me quiero tomar a la ligera.
—En esta época de streaming y on demand, ¿qué es lo que te hace seguir eligiendo el teatro?
—No hay tantas cosas para hacer en televisión. Y la verdad que, si yo puedo estar haciendo teatro, prefiero seguir así. Igualmente, hoy digo esto y después aparece un proyecto que no puedo decir que no. Pero para mí, este sistema de estar haciendo teatro, de tener el día para correr, de buscar a Rufina en el colegio y estar tranquilo, creo que es algo que estoy necesitando, hoy por hoy al menos. Mis prioridades son otras. Y mientras me pueda seguir manteniendo con este sistema, a mí me hace bien. Poder correr y estar tranquilo, poder pasar a buscar a Rufi por el colegio, merendar sin estar apurado, hace que termine yendo a la noche al teatro y lo disfrute, y ese es todo un círculo que necesito. Cuando me lleno de cosas y tengo que empezar a decir que no a cosas que son mi prioridad, siento que se me está complicando.
—Estás a full con el running, ¿cómo descubriste esa pasión?
—La vida. Dejé de fumar, empecé a correr, y de repente empecé a conocer un mundo y a muchas personas. Más allá de lo bien que me hace al físico, y que me gustan las carreras, el running me acercó a un montón de personas, y conocí a gente que encima me hacen bien porque me invitan a andar en bici o vamos a nadar a tal lado, y me encuentro hablando horas de zapatillas o de carreras y planeando qué podemos hacer, cómo entrenamos. La verdad es que correr me hace bien a la cabeza, me da mucha paz. Encontré un lugar que me hace muy feliz.
—Y por lo visto te abrió un abanico de temas nuevos porque me imagino que nunca te hubieras imaginado estar hablando horas de zapatillas...
—¡Y es un mundo eh! (risas) Porque empezás a analizar qué vas a correr, cómo vas a correr, qué necesitás, interminable. Y no sabés lo bien que me hace esto que descubrí. Y tengo muchos amigos con los cuales compartimos esta pasión y hacer esos planes. Me hace muy bien.
—Sos un fiel exponente de las nuevas paternidades, esas presentes y amorosas, que disfrutan de pasar tiempo de calidad con sus hijos. ¿Ya viajó a Córdoba a verte?
—Estuvo conmigo, se fue y después va a volver. Ella va y viene. La verdad es que disfrutamos y tenemos buena onda con la mamá, así que planeamos las cosas pero tampoco las tenemos tan armadas. La prioridad siempre es Rufi y si sale algún plan en el que puede estar mejor y disfrutar con sus hermanos, no tengo problema. Los habían invitado a un lugar divino y yo no iba a decir “ay me toca a mí esos días”. Que vaya y disfrute. Solemos tener organizado un “che, hagamos esto y esto”, pero después los planes cambian, qué se yo y somos flexibles. Soy feliz con su felicidad.
—Con Eugenia pudieron dejar atrás cualquier conflicto de expareja para concentrarse en ser padres de Rufina y congeniar su crianza, ¿cómo se logra esa armonía?
—Nunca vamos a dejar de ser ex, pero nosotros siempre fuimos así, no es que dijimos “cambiemos”, sino que desde el día uno somos esto, nos queremos, sabemos quién es uno y quién es el otro. La verdad es que yo siempre lo digo, la China es la mejor madre que puede tener Rufi. Nosotros nos llevamos bien, por suerte somos amigos. Obviamente no siempre estamos de acuerdo y por eso nos separamos, pero siempre estuvo claro que la prioridad era Rufi. La China es mi familia, es la mamá de mi hija y somos familia.
—Con la China tienen una batalla mayor con respecto a la nena, que es la grieta futbolera y hasta ahora parece que la venís ganando vos: ¿ya se hizo de Vélez, Rufina?
—No, creo que es de los dos. Mirá lo que la amaré que le permito que sea de los dos. Cuando va a la cancha de River y cuando va a la cancha de Vélez disfruta por igual. Obviamente siempre le estamos intentando llenar un poco la cabeza (risas). Yo voy a la cancha porque es un plan, y ella me lo pide muchas veces: “¿vamos a la cancha, papi?”. Y es un planazo para mí estar en lugares donde yo compartía con mi papá y sus amigos. Y que lo haga con la madre también me parece espectacular.