“Las cosas cambiaron un poco cuando me reincorporé a Guns N’ Roses, pero nunca tuve la intención de dejar de tener mi propia banda. Es algo que viene sucediendo desde 2010 así que, de alguna manera, sigo haciendo lo mismo que estuve haciendo en todo este tiempo”. El que habla es Slash, quien desde Los Ángeles atiende el contacto de Teleshow y es él mismo quien menciona las tres palabras que están “prohibidas” en esta conversación. “Nada de preguntas y comentarios sobre los Guns”, había pedido el entorno del músico antes del enlace. “Su sola mención hará que la comunicación se corte de manera abrupta”.
Como sucede en el escenario, tampoco le veremos la cara durante esta comunicación: si cuando toca se camufla en su melena enrulada, las gafas levemente espejadas y la galera coronándolo todo, en esta videollamada decidió no habilitar su cámara. En pantalla se decodifica con un cuadradito verde inglés (involuntaria congruencia con su nacionalidad), encima una “S” blanca y abajo la leyenda “Saul Hudson”, su nombre de civil. Alcanzará con su voz, que suena amable y animada, pero estará eternamente en segundo plano al lado de los inolvidables solos de “Sweet Child O Mine” o “Nightrain”. Con más de cuarenta años en la ruta y sin necesidad de mayores presentaciones, la última noticia es su regreso a la Argentina al mando del proyecto Slash featuring Myles Kennedy and The Conspirators, una junta de rock fuerte y al medio que, además del guitarrista gunner y el cantante, completan Todd Kerns, Brent Fitz y Frank Sidoris.
Con un repertorio en torno a las canciones de 4, álbum editado a comienzos de 2022, llegarán el próximo 9 de febrero al Movistar Arena de Buenos Aires (que tendrá el show apertura de la argentina Daniela Milagros, cantante y multiinstrumentista de 19 años) y dos días después recalarán en Córdoba para ser parte del ecléctico Cosquín Rock. “Me siento muy afortunado de que hayan sido tan acogedores y amables conmigo en la Argentina. Me recibieron con los brazos abiertos desde el comienzo, tanto con los Guns como en mis proyectos (Slash’s Snakepit, Velvet Revolver). Creo que fui a tu país en cinco de mis distintas encarnaciones (se ríe) y siempre me bancaron. Eso tiene un lugar especial en mi corazón”, dice antes de que se le pregunte por su conexión local.
“Las giras son el mejor plan para mí como guitarrista. Me encanta tocar en casa, escribir, grabar, ir al estudio y desarrollar cosas nuevas. Pero en realidad todo eso es un medio para salir a tocar en vivo todo lo que pueda. Esa es la verdadera motivación. Y está bueno que todavía me guste, porque implica mucho trabajo”, se entusiasma hablando de su rutina de aeropuertos, hoteles y escenarios, la cual se retroalimenta de la que lleva en su hogar angelino. Desde la ciudad que fue cobijo del nacimiento, auge, caída y resurrecciones de los forajidos GNR, pasa el tiempo pergeñando una nueva canción, tomando envión para alguna vuelta de la histórica banda que moldeó junto a Axl Rose, atendiendo llamadas como estas e incluso impulsando películas a través de su productora de cine de terror. “Siempre estoy en algo, estoy bastante ocupado casi todo el tiempo. Lo mío es 24 / 7. Estoy loco, sí, pero lo disfruto”.
—¿Cómo te resulta componer canciones con Myles Kennedy?
—Es realmente fácil trabajar con él. A mí todo el tiempo se me ocurren un montón de ideas diferentes, obviamente desde la guitarra. Se las paso y, si lo inspiran, le agrega una melodía, una letra, lo que sea. Todo parte desde ahí. Componemos mucho mientras estamos de gira, aprovechamos las pruebas de sonido para zapar e imaginar más las canciones. Este último disco fue especial porque lo trabajamos bastante a distancia, esperando a que terminara el encierro impuesto por el COVID. Yo le mandaba los demos y él me devolvía algo en lo que seguía trabajando desde mi casa. Si bien buena parte del material comenzó a escribirse entre 2018 y 2019, sin dudas la pandemia influyó bastante en la música y, sobre todo, marcó muchas ideas líricas.
—”The River is Rising” fue el primer single del álbum y también el nombre de la gira que te trae por acá. ¿La considerás una canción política?
—No, aunque sí está influenciada políticamente. Fue la mejor manera que encontré para contar que algo raro se está desarrollando en el mundo. No se trata de un mensaje ni tampoco de plantar un statement. Es apenas un guiño hacia lo que estamos viviendo, influenciado por la creciente ansiedad y tensión a nivel mundial. Mucho de eso tiene que ver con la situación política global, con la polarización social, con cuestiones elementales que están ocurriendo en el planeta. Es nuestra manera de reconocer que muchas de esas situaciones están llegando a un punto crítico en todo el mundo, en este momento.
—El rock no está de moda pero persiste como siempre. ¿Alguna vez se te cruzó por la cabeza cambiar de estilo?
—No. Y lo que me resulta divertido es que el rock & roll nunca fue popular (se ríe). Incluso en los años 80, cuando obviamente era un buen negocio, tuvo que competir con lo que era tendencia, con lo más moderno y comercial, con todo lo que estuviera sonando. Pero desde que tengo uso de razón vengo escuchando este asunto de que “el rock está muerto, es viejo”, esto y aquello. Fue así desde siempre. Yo simplemente lo sigo haciendo porque es lo que más me excita, lo que siempre me gustó. Me encanta todo tipo de música, pero como músico me gusta tocar rock & roll. Así que me importa una mierda lo que hagan los demás (se ríe).
—¿Sentís nostalgia por los días más salvajes de “sexo, drogas y rock & roll”?
—No, creo que ya tuve mi momento de eso (se ríe). No siento ningún tipo de nostalgia al respecto. Y tampoco me arrepiento de mi pasado. La idea es aprovechar el tiempo al máximo. Además, no siento que ahora me esté perdiendo de mucho, especialmente en esta época tan particular que vivimos, en la que todo pasa por las redes sociales. De hecho, suelo hablar de esto con colegas que empezaron en el mismo momento que yo y recordamos algunas de las cosas que hicimos en el pasado. Y llegamos a la conclusión de que estábamos en un bardo y que estaríamos en problemas si lo seguiríamos haciendo ahora... Este es un momento diferente, pero no puedo decir que extraño de empujar mis límites hasta el extremo en cuanto a mi “ingesta química” y todo ese tipo de cosas. La verdad, tengo suerte de todavía estar aquí. Así está todo bien.
—Cuando se habla de vos, se te suele asociar al modelo “guitar hero”. ¿Cómo te llevás con ese tipo de etiquetas?
—Yo me autopercibo como alguien que todavía está en progreso como músico, en eterno work-in-progress. Todo lo demás, incluyendo el hecho de que la gente pueda tener una opinión sobre lo que yo haga, está asociado al hecho de ser músico y una figura pública. Pero como instrumentista, sigo progresando. Solo intento pasar a la siguiente nota, al siguiente riff, a la siguiente canción. No pienso demasiado en todas las otras cosas.
—Es curioso que alguien con tu recorrido se vea de esta manera. ¿Es una forma de mantenerte humilde?
—Nah, no exactamente (se ríe). La música es un viaje sin fin, nunca se la puede dominar del todo. Nunca se puede ser demasiado bueno, nunca se alcanza la cima. Siempre estoy poniendo un paso delante del otro para alcanzar otro objetivo, otra meta musical, ver qué es lo siguiente por intentar y lograr. Y, siendo guitarrista, me siento absolutamente comprometido con eso, nunca se termina. Vender algunos discos, que la gente tenga ganas de ir a verte en vivo y demás, es genial y un logro en sí mismo. Pero personalmente el viaje es poder hacer siempre lo próximo y encontrar algo significativo en mi escritura para poder grabarlo. Ahí es donde realmente pongo el foco y no en cuál va a ser la reacción pública o lo que se diga de mí. Sé que para mucha gente esa es la única motivación que existe, pero la verdad es que eso nunca fue lo mío.
—De ese work-in-progress eterno, ¿cuál creés que fue la lección más importante?
—Creo que el aprendizaje más significativo fue saber que, realmente, todo es cuestión de tener paciencia. Fue lo más difícil de aprender, pero sin dudas resultó esencial.
—El año pasado apareciste en el álbum de Demi Lovato, algo que no sorprende porque trabajaste con un montón de popstars, de Michael Jackson a Fergie. ¿Cómo se dio esa colaboración y qué es lo que más te gusta de la música pop?
—Demi es una amiga de hace tiempo y de hecho, antes de esta grabación, yo la había convocado para que cantara en una canción mía que va a salir este año. Entonces le dije que si alguna vez necesitaba que yo tocara en algo suyo, estaba para devolverle el favor. Así fue que me pidió que estuviera en “Sorry Not Sorry”, me mandó la música y pensé: “¡Está realmente buena!”, y simplemente puse mi guitarra. Fue hermoso. Y lo que me pasa a mi con la música pop en general, depende mucho del artista. Pero a una canción pop buena y pegadiza, nada le gana, nada es mejor que eso. El pop tiene, innegablemente, un montón de canciones que son fucking geniales.
—¿Te acordás cuál fue la canción que te flechó y te puso en este camino?
—Ufff, existe tanta música a la que estuve expuesto cuando era un chico que todas fueron influencias importantes para mí; algunas de manera consciente, otras fueron subconscientes. Pero el que definitivamente fue mi punto de inflexión ocurrió a los siete u ocho años, con el disco II (Led Zeppelin, 1969) y específicamente con la canción “Whola Lotta Love”. Sin saberlo, eso me puso en la dirección que más adelante seguí para mi vida. Tuvo muchísima importancia, es algo que todavía recuerdo porque se me grabó a fuego pese a que escuchaba muchas otras cosas en aquel momento, que también resultaron un factor decisivo en quién terminé siendo.