El origen de Muñeca Brava es un cuento lindo que Enrique Torres, el autor, comparte con gracia y humor con Teleshow. “Antes que la idea, surgió la necesidad. En ese momento, yo estaba haciendo el segundo año de Cebollitas y todo apuntaba a que seguiríamos hasta fin de año (1998). Me acuerdo exactamente la fecha del inicio de esta aventura porque está conectada con la respuesta de Gustavo Yankelevich, que me arrancó una carcajada”
Desde Estados Unidos, donde reside, el autor le pone fecha y hora a su relato: “El viernes 14 de agosto de 1998, María, secretaria de Gustavo, me llama y me dice que el jefe me quiere ver. Me esperaba a las 7 de la tarde. Por supuesto, allí estuve puntual. Gustavo no se andaba con vueltas. Siempre iba ‘al hueso’.
—Tengo dos noticias, una buena y una mala. ¿Cuál querés primero?, le planteó Yankelevich.
—La mala, respondió Torres sin dudarlo.
—Bien. A finales de septiembre terminamos Cebollitas.
—¿Por qué? Si el programa anda bien. ¿Por qué lo terminamos?
—Por la segunda noticia. Le robé una Paquita a Romay y necesito que me escribas una telenovela para ella.
El autor decodifica este diálogo que parece escrito en tono de clave: “Resultó que Gustavo había contratado a Natalia Oreiro, que venía de Canal 9. Y buscaba una historia y un autor que le escribiera esa historia. Pues lo había encontrado. Y así se lo hice saber”. Pero no todo era tan sencillo y Yankelevich tenía otro as bajo la manga: “El lunes traeme la historia”, le ordenó.
Era viernes a la noche y Torres no sabía si vivía un sueño o una pesadilla. “Por supuesto que salté como leche hervida”, grafica desde el hoy. “Gustavo me miró con su famosa sonrisa entrecortada y me dijo que era una joda, que como el lunes era feriado se la tenía que llevar el martes.
Enrique cuenta que se pasó el fin de semana largo sentado frente a la computadora. “Después de parir la historia, me sentí contento: era buena, melodramática y divertida”, reconoce. El martes 18, a las 10 de la mañana, Enrique le presentó a Yankelevich más de 20 páginas impresas. El productor las leyó en silencio y ni bien pasó la mitad lo miró con un gesto convencido. “¡Esto es un éxito, Quique! ¡Un éxito!”, le dijo. Y está claro que no se había equivocado.
Los nombres y los protagonistas
Torres le había puesto Muñeca brava, como el tango. Para poder usar el título, sólo el título, y así bautizar la historia que acababa de nacer, tuvieron que comprarle los derechos a los herederos de Enrique Cadícamo y Luis Visca, autores de la canción.
Otra historia divertida es cómo surgió el apodo de La Cholito como se la conoció a Mili o Milagros, la protagonista. “La elección de llamarla así fue por el Cholo (Carmelo) Simeone, un 4 que tuvo Boca y que repartía patadas a diestra y siniestra. Y como La Cholito era peleona y cuando alguien la enfrentaba podían pasar dos cosas: la pelota o el jugador. Nunca las dos cosas”, rememora Torres.
La protagonista estaba elegida antes de la historia. Es más, la historia se escribió a medida de Natalia, que manejaba el melodrama y la comedia por igual. Era el momento de que un peso valía un dólar, y se acordó un salario de 60 mil pesos. La actriz aceptó sin dudar, y no tanto por la oferta económica. “Muñeca brava mostraba a una chica empoderada que rompía el canon de su tiempo. Quizás por eso pegó tanto. Tomaba sus propias decisiones, no se dejaba avasallar. En esa época no era nada común. En las novelas típicas, las mujeres eran sumisas, las engañaban y parecía que no tenían otra cosa para pensar que en el amor y limpiar”, contó en una entrevista de Tiempo Argentino.
En la misma línea, Torres explica el perfil de su personaje: “Yo venía hacer Perla Negra y, antes, Antonella. Ambas tuvieron protagonistas empoderadas, como se las llama ahora a esa clase de mujeres. De modo que con Milagros continué la línea. Mili no fue una heroína a la que la vida le pasa con un tractor por encima y después le vuelve a pasar marcha atrás. Es peleona, corajuda. Hoy es común ver una protagonista de esas características. Pero en 1998 era muy raro”.
En el caso del protagonista masculino, se propusieron algunos nombres. “A mí me gustó Facundo Arana, con quien ya había trabajado en Perla Negra (un par de capítulos) y en Zíngara, donde compuso un personaje estupendo, difícil y logrando ser creíble”, explica Torres.
El éxito de la historia producida por Raúl Lecouna fue inmediato. Desde su estreno, el 16 de noviembre de 1998 hasta su última emisión fue el 17 de diciembre de 1999, cada mediodía un promedio de dos millones y medio de personas seguían las andanzas de la Cholito. La novela debutó con 21,9 puntos de rating. Una medición que superó a María, la del barrio, la otra telenovela que emitía el canal en la media hora anterior, y que alcanzaba 15,1.
Fueron 285 capítulos. “Se grababa un episodio entero por día. La mayoría de las escenas en el estudio y un equipo de exteriores que completaba. Victor Stella, Abraham Sohn y el Gaita Aragona hicieron “magia” para poder cumplir los planes de grabación. Sí debo remarcar que el clima fue maravilloso. Fuera de cámaras, el humor siempre estuvo presente”, remarca Torres.
Para ejemplificar ese clima festivo y cordial, el autor recuerda una anécdota. “Más de una vez, en esperas largas, Arturo Maly invitaba a bailar rock a Lydia Lamaison y ella estaba feliz. Se notaba que eran ‘expertos’. Obviamente, todos aplaudían. Eso sí, Lydia se bancaba uno entero, y después descansaba. Ya había sobrepasado los 80 años, pero siempre era materia dispuesta. La relación con Maly era divertidísima”.
De la fama local a la mundial
Oreiro en ese momento tenía 20 años, una alegría desbordante y un carisma único. Aunque la actriz ya había trabajado en 90 60 90 y Ricos y famosos en Canal 9, Muñeca Brava la hizo megapopular. Es que la Cholito no era la típica heroína de novela: jugaba a la pelota, se vestía con ropa ancha, decía malas palabras y hasta se escupía la mano para hacer su saludo con su mejor amiga, Gloria (Gabriela Sari). En ese rol, Oreiro mostró sus dotes como comediante: divertida y espontánea, sus muecas y ocurrencias, sacaban una sonrisa cada mediodía.
La novela no solo explotó sus dotes de actriz, también de cantante. “Lo que Muñeca tenía de particular es que había muchos momentos muy musicales. Yo acababa de sacar mi primer disco y había cantado por primera vez en cine en Un argentino en Nueva York e inmediatamente empezamos a filmar la novela”, recordó en un especial de Telefe. La historia de Torres fue el espacio ideal para que pudiera mostrar su música. Intercalando imágenes de la Cholito, Mili y una Natalia pelirroja de rulos, Muñeca Brava abría con el clip de “Cambio Dolor”,y cada vez que en las escenas el personaje estaba triste, sonaba de fondo el tema “Me muero de amor”.
En la tira comenzó además el fanatismo de Natalia por Gilda. Su personaje adoraba a la ídola popular, bailaba sus temas en el boliche y hasta fue al santuario, ubicado en Entre Ríos. Quién diría que aquella joven, casi veinte años después concretaría su sueño de protagonizar una película sobre la mítica bailantera.
A 25 años de su estreno, Torres no tiene más que palabras de elogio para los protagonistas. “Facundo Arana y Natalia Oreiro son dos profesionales de primera línea. Talentosos y con ángel como definimos en el medio a aquellos que tienen ese algo que los hace distintos. Siempre se presentaron con la letra estudiada y con la mejor actitud para que las cosas salieran bien. Tanto para Natalia como para Facundo, Muñeca Brava significó que sus imágenes y sus nombres se hicieran muy populares en todo el mundo”.
Es que el éxito de Muñeca todavía impacta no solo por las cifras de audiencia a nivel nacional sino por su proyección internacional. Abrió las puertas de países lejanos como Indonesia y Filipinas. En Rusia causó furor y fue emitida 14 veces. La periodista Julila Dominzain que vivió en Moscú tres años contó en la publicación Anfibia que si le preguntaba a un moscovita por Messi, lo desconocían pero si nombraba a Oreiro la respuesta era inmediata: ¡¡Natalia Oreiro!! ¡Ooooh! ¡Cam-bio-do-lor-por-liber-tá! También narró que una mujer le contó que “de mis 12 compañeras de clase, 10 estudiaron español por ella”.
El secreto de los éxitos
“La telenovela fue exportada a más de 80 países y traducida a más de 50 idiomas. Todo lo que ahora están consiguiendo los turcos con sus producciones, las telenovelas argentinas lo consiguieron antes” remarca Torres. Para mostrar que lo que cuenta no es cuento comparte otra anécdota: “Anabella, mi esposa, me invitó con unas vacaciones inolvidables en Bora Bora. Una noche, cenando en la cabaña, la muchacha que servía la mesa nos mira y escucha las palabras mágicas ‘Muñeca brava’. Cuando Anabella le cuenta que soy el autor, comienza a temblar y la emoción la paralizó. Eso fue Muñeca brava en el mundo. El público la amó. Años después, ya en México, escribí una nueva versión que se tituló Al diablo con los guapos, con el mismo resultado. Allisson Lozz y Eugenio Siller, los protagonistas, se transformaron en figuras. Y cuando fue estrenada en Estados Unidos, en prime time, le ganó el rating a la televisión anglo. Muñeca brava tiene magia”.
La historia de esa huérfana que trabajaba de empleada doméstica en una mansión y se enamoraba del hijo de la familia millonaria es una de las ficciones más recordadas por los argentinos. ¿Cuál fue el secreto? Torres intenta una respuesta: “El éxito no es fácil de explicar, simplemente porque no tiene explicación. Grandes y millonarias producciones de Hollywood han fracasado y modestas producciones conocieron el éxito por la magia que tiene este negocio. No se trata de un cóctel: aquí no sirve poner tantos chorritos de fulana, algunos toques de mengano y ya, tenemos un éxito. No es nada fácil. Muñeca fue exitosa en todo el mundo porque tuvo la magia de las palabras y las imágenes que el mundo necesitó en ese momento”.
La fórmula que llevó a la telenovela argentina a mostrarse en todos lados y de la que Muñeca Brava fue uno de sus mejores exponentes es muy sencilla: una buena historia, actores con ángel y creíbles, y buenas producciones. “¿Alguien puede negar que esos “ingredientes” se agotaron en Argentina? No creo” afirma Torres y sigue “Tal vez sea cuestión de sentarse a hablar y creer en un producto que jamás murió para recuperar el terreno perdido. Yo soy un orgulloso escritor de telenovelas. Y la vida me llevó a trabajar con orgullosos profesionales del género. No todos, porque siempre hubo alguna excepción, pero la mayor sí. Tal vez ese sea el ingrediente secreto: el orgullo”.