A lo largo de la entrevista con Teleshow, Bárbara Lombardo mira hacia atrás y hacia adelante sin descuidar nunca el presente. Es un ejercicio intuitivo, casi reflejo, atravesado por la gratitud, la intuición y el deseo. Consciente de los esfuerzos realizados, y con el impulso de siempre ir por más, la actriz articula los diferentes tiempos y espacios de su vida como herramienta fundamental para hablar del aquí y el ahora. Porque sabe que en la infancia está la base afectiva y emocional de su oficio de artista, ese que pone en juego en Argentina, en México, en Estados Unidos o donde se lo proponga.
Bárbara sintió ese impulso de ser actriz casi sin saberlo, cuando solo era un juego mucho más tentador que las muñecas o el set de cocina que mandaba en la época, y que terminó de ratificar de primera mano cuando se hizo habitué entre el público de El show de Xuxa. Que empezó a desandar unos años después, estudiando con Julio Chávez y plasmándolo en algunos papeles emblemáticos -el protagónico comprometido en Cautiva, su aparición mainstream en Resistiré, la popularidad definitiva como la Pochi de El puntero-. Y que conjugó con un espíritu nómade, llevando su oficio por el continente, probándose en nuevos desafíos y buscando siempre ir por más.
Con un pie en Argentina y otro repartido entre Estados Unidos y México, la actriz recoge los frutos de este camino en Señora Influencer y Manuela, dos proyectos bien diferentes entre sí pero con unos cuantos puntos en común. La confirmación de su versatilidad -”lo más lindo de esta profesión”, resalta-, las raíces cada vez más fuertes en el norte del continente y el reconocimiento del público y la crítica, que le hacen sentir que todo el esfuerzo valió la pena.
En Señora Influencer, Bárbara se une a una producción íntegramente mexicana, como la antagonista de Mónica Huarte. Allí es una gurú de las redes, un personaje que pone a prueba su desconfianza a la exposición virtual y su timidez extrema. Un rol casi opuesto a la Manuela que da título a la película de Clara Cullen, donde interpreta a una niñera full time, una producción independiente y riesgosa que la conectó con su propia historia y le valió el galardón de mejor actriz en los Next Generation Indie Film Awards, el primer premio de su carrera.
—Mirando tu contenido en redes sociales, no parecés ser precisamente una Señora Influencer. ¿Cómo fue interpretar ese personaje?
—Como decís, yo tengo orientadas mis redes a lo laboral, me cuesta un poco mostrar mis cosas personales. Y mi personaje Jackie Lombardo, además de lo gracioso del apellido, monetiza a través de las redes de una forma descarada, sin ningún tipo de límites. Después hay que ver si ella lo hace de corazón, cuánto le importa el impacto que ejerce su actitud en las redes sociales.
—¿Fue un desafío extra?
—Fue una gran experiencia hacerla. Se estrenó en el festival de cine de Morelia y me enamoré de la ciudad. Estuve cuatro días, me divertí mucho, me reencontré con gente. Este es mi tercer proyecto en México, soy muy amiguera y me di cuenta que ya tengo una vida allá. Mis amigos estaban felices de verme y también fue muy lindo encontrarnos con el equipo con el que dimos todo 24 por 7 en la filmación y podíamos ver la película en una sala hermosa, con un sonido espectacular.
—En simultáneo aparece Manuela, otra producción, otro formato, otra historia para contar. Un vínculo real, de carne y hueso, profundo, y en circunstancias muy particulares.
—Fue un desafío sin dudas. Se basó muchísimo en improvisaciones, y ahí tenés que tener una cintura muy grande para poder actuar, improvisar y al mismo tiempo estar atenta a lo que pasa alrededor. Hay escenas filmadas en la calle, sin permisos, y en Los Ángeles te pueden meter preso por eso. En ese contexto hay que mantener la naturalidad, tratando de evitar todos esos conflictos.
—Contaste también que te movilizó un poco por tu historia personal, y la muerte de tu padre cuando eras muy chica.
—Sí, porque además de mi madre, a mí me crio una tía abuela, docente de geografía y vicerrectora de escuela, y desde ese vínculo sentía que podía entender la historia, porque de alguna manera la había vivido. No es que ella fuera una niñera, pero teníamos una relación muy particular y creo que a veces las niñeras cumplen roles muy importantes en la crianza de los niños y terminan siendo miembros de las familias por más que no tengan lazos sanguíneos.
—Fuiste a buscar aquellos recuerdos de niñez para tu personaje.
—Sí, claro. Están presentes de hecho, muy a flor de piel.
—¿Que creés que forjó esa crianza en tu personalidad?
—Algo de estar siempre al pie del cañón, en la unión familiar, en estar cuidándonos entre todas. Éramos muy chiquitas, cuatro hermanas mujeres, y hemos cubierto un montón de roles y es algo que mantenemos hasta hoy. Cuando pasa algo, nos organizamos para resolverlo y es algo que también ejerzo con mis amigas. Nos tenemos, y eso es fundamental, para mí no hay nada más importante que armar buena familia, buen grupo, a veces te pasa con los miembros de tu familia biológica, y otros no. Y me parece re importante poder destacar el rol de las abuelas, los abuelos, las tías los tíos, adoptados o biológicos en el crecimiento de todos nosotros. Es más común de lo que pensamos.
—Y me contabas que ganaste el primer premio de tu carrera ¿Cuál es la sensación en ese momento? Cuando escuchás tu nombre, cuando posás con el premio...
—Me hizo sentir tranquila por las decisiones que tomé y por los riesgos que asumí cuando me fui a trabajar a otros países, con otras culturas, otros dialectos. Ahora las plataformas está mucho más naturalizado, vemos talentos de diferentes nacionalidades y es hermoso y lo valoro mucho, pero muchas veces sentí que perdí oportunidades por estar trabajando en otros países. Hoy el resultado es muy gratificante y más por cómo se dio todo: estaba en México y pude ir a Los Ángeles a recibirlo. Es curioso como a veces la vida se organiza y sale todo perfecto.
—¿Haber armado una red allá cuesta menos o hace más difícil cada desarraigo?
—Depende el momento, igual soy consciente que son problemas dentro de muchos privilegios. Si extraño a mi mamá, la llamo a cada rato. Y si no la encuentro, respiro profundo y agradezco lo que tengo. No me parece grave, tengo salud, algo que me parece muy rico. Si fuera mamá no sé si me sería tan fácil.
—Has hablado en algunas ocasiones sobre la maternidad, y dejaste claro que no perseguías un mandato.
—Hay un tema alrededor de la maternidad, siempre lo destacan mucho como título. Pero sí, no estoy obsesionada con el hecho de ser mamá, aunque es algo que lo pienso y lo reflexiono. Lo que sé, es que siempre tuve la corazonada que puedo hacer muy bien roles maternos, y la experiencia de hacer Manuela me dio más seguridad. Está en mi cabeza si voy a ser madre o no, tengo una amiga que es madre soltera y no sé si me gustaría, es un tema muy delicado del que no quiero hablar mucho.
De amores y sueños
Sobre este presente plagado de satisfacciones, Bárbara proyecta sus próximos pasos en un escenario que cada vez se hace más diverso. Mientras tiene ganas de volver al teatro, está filmando una ficción para una plataforma y se muerde la lengua para no revelar detalles. Tampoco quiere contar mucho de su relación con el actor Nicolás García Hume, aunque aquí la decisión es propia: además de la profesión, los une la poca exposición en redes de sus vidas privadas -“somos novios oficiales pero somos tranqui, no nos mostramos muchos”- y la facilidad para soltar amarras y probar suerte en otros horizontes: ”No lo hablamos, él me avisa que se va a Paraguay y yo le digo ‘andá, gordi, tranqui’. En eso somos re parecidos”, explica con naturalidad.
Donde no se pone freno es en cuanto a su pulso de guionista, ese que aparece cada vez con más fuerza y se bifurca en una historia dramática de ficción y en otra pensada para niños, donde refleja su propia experiencia. Allí habla de la Bárbara de10 años, cuando Xuxa recién llegaba a la Argentina y empezaba una relación increíble con La Reina de los Bajitos que se mantiene hasta hoy.
—¿Cómo se generó ese vínculo?
—Fue espectacular. Ella era la figura del momento y para mí fue la gran diversión de mi vida. Jugar con las Barbies me parecía aburrido, con mis hermanas le sacábamos la ropa a mi mamá y a mi abuela, nos disfrazábamos y hacíamos shows. Y cuando apareció Xuxa me volví loca. Hablaba de la naturaleza, bailaban increíble y, sobre todo, transmitía mucha alegría. Enseguida me aprendí todas las coreos y una amiga me pasó la dirección del estudio. Logré entrar, fui un par de veces y a los seis meses ella se vino a vivir a la vuelta de mi casa.
—¿Cómo fue la llegada al barrio de la Reina de los Bajitos?
—Yo conocía a todo el mundo, entonces el de seguridad del edificio me dejó entrar. Ella se acordaba de mí, hablamos y le pregunté si podía volver al programa con mis amigas. Fuimos tipo club, y yo era como la jefa, ¿entendés? Otras veces iba sola con mi abuela y todos me cuidaban... pasaba al control donde hablaba en portugués, comía Serenitos, para mí era Disney.
—Y ahora estás con ganas de contar esa historia. ¿Qué formato tendría?
—Siento que a todo relato biográfico hay que agregarle algo de ficción para ponerle pimienta. Me encantaría pensarlo para niños y dejar un mensaje que detrás de cierto sacrificio, hay logros. Que a veces hay que seguir la intuición y aceptar lo que querés hacer. Y que no hay que olvidarse de eso y confiar en cada uno.
—Hace poco salió un documental sobre Xuxa, mostrando un poco el lado B de esto tan maravilloso que venís contando. ¿Lo viste?
—Lo vi y son puntos de vista. Lo que yo viví como una niña de 10 años lo tengo clarísimo. Nunca vi nada malo ni hostil, con ella ni con Marlene, a quien quiero y con quién estoy en contacto y es como una madrina para mí. Me dio mucha confianza en mi persona, en mi talento y en mi capacidad performática a través de los años. Todos tenemos aspectos más luminosos y hemos cometido mil errores, y más cuando tenés tantas llegada tanta gente y sos un ejemplo es una presión muy grande y algo muy delicado de mantener. También está bueno pensar que no hay que proyectar un ideal que no existe: una cosa es el escenario y otra cosa es la vida.
—¿Hablás con Marlene cada tanto?
—Hace tiempo que no hablo, pero tengo su teléfono y si voy a Río de Janeiro la veo. Hay que ser agradecida, no podés olvidarte de las personas que te acompañaron en tu crecimiento. A mí me ayudaron mucho en mi vida, sobre todo por la muerte de mi papá cuando era tan chica. Una terapeuta, Marlene, Julio Chávez que me becó en la escuela, son personas que me ayudaron a cruzar puentes. Y eso no me lo olvido.