“¡2 minutos y venimos!”, gritó el director del estudio y el enganchado de cumbia (Nene Malo, Damas Gratis, Onda Sabanera, Karicia...) que venía subiéndole la temperatura y el ánimo a las más de 600 personas que colmaron las tribunas le cedió el espacio a la sinfonía de “Así Hablo Zaratustra” (Richard Strauss) que 2001: Odisea en el espacio introdujo para siempre en la cultura pop. La épica ya estaba en marcha para una nueva edición de Gran Hermano (Telefe) en la Argentina y exactamente a las 21.55, después de un videoclip introductorio, Santiago del Moro hizo su entrada triunfal, casi de rockstar, primero tieso y luego saliendo desde un cubículo brillante, con sus ojos claros blindados por unos lentes negros.
Al llegar al centro del piso, el conductor se quitó las gafas, pidió agite y empujó la steady-cam que lo seguía para que ponchara a la gente en la tribuna, entre amigos y familiares de los nuevos hermanitos mezclados con fans del reality show, que ya empezaban a saltar al ritmo de “Seven Nation Army” (The White Stripes). Ahora sí, está todo en marcha.
Horas antes y del lado de afuera, Telefe era un hervidero: el termómetro rozaba los 30 grados y la humedad hacía lo suyo mientras una fila larguísima pujaba por entrar al estudio del show más visto de la televisión argentina. Adentro, clima ideal, como el de una heladera en mínimo, y los invitados acreditados se mezclaron en el cóctel con las autoridades del canal y también algunos exparticipantes del GH anterior. Por ahí andaba Thiago Medina, solo, apenas con su sonrisa automática pero con ganas de conversar. “Gran Hermano te cambia la vida para bien y hay que disfrutarla”, le dijo a Teleshow y vaya que le pasó, dado que espera dos gemelas que están creciendo en el vientre de Daniela Celis, a quien había conocido en la casa. “Por ahora con Dani nos estamos llevando bien, cuando nazcan vamos a ver qué pasa”.
“Para mi fue entrar de vacaciones y ver qué pasa. Y así fue: yo entré pensando que en una semana me iba y me quedé cuatro meses y medio. Y me siento el ganador igual. Lo dije en su momento: alguno va a cerrar la puerta, pero yo ya gané. Yo siento que gané”, nos dijo Walter Alfa Santiago, fiel a su estilo. El hombre de la bandana y los chupines blancos fue por lejos el más solicitado de la noche y se movió a sus anchas, como si su fama siempre hubiera estado ahí. “Ahora no puedo andar por ningún lado. Pero a la gente que le tengo que parar el carro, le paro el carro”.
“Gran Hermano es una pasión. No me dan celos que haya nuevos participantes. Nosotros ya cumplimos un ciclo hermoso, ya no sería lo mismo si entramos nosotros. Aunque estaría lindo volver por un día. Ahora quiero disfrutar y analizarlo desde afuera”, dijo Ariel Ansaldo, con su habitual derroche de simpatía, muy atento a los pedidos de fotos y saludos.
Lola Poggio andaba cotilleando con su amigo Juan Otero -hijo de Flor Peña y Mariano Otero- y en un momento alguien la confundió con su hermana Julieta para pedirle una foto. También estaba cerca su mamá, Pato Destefani -diosa, la cámara la ama pero tal vez ella todavía no lo sepa-, moviéndose como pez en el agua y acusando ciertos nervios por la labor que su hija más reconocida estaba por encarar: darle la recibida a cada nuevo participante antes de que ingresara a la casa.
Después del café y los postres, llegó la hora de ingresar al estudio. Los que antes estaban haciendo la fila ya estaban ubicados en sus lugares y, para quienes estaban allí, se podían advertir pequeños spoilers. Cati, Rosi, Flor... Algunos de los nombres de los nuevos participantes se fueron develando en las remeras y los trapos que sus familiares y amigos confeccionaron para este momento. El fandom de Chon -luego nos enteraríamos que en realidad se llama Joel y que su apodo es apócope de “Chongo”- era el más colorido, con globos y banderas, mientras que el de Alan fue el más ruidoso, el que más onda le puso a la previa.
Aunque no fue despedido por mucha gente, el tucumano Federico o el Big Apple -tal es su alias de rktero- fue el que más sensación generó dado que su hit “Qué a pasao” fue coreado por casi todo el estudio cuando le mandaron play al tema como parte de su presentación. Un rato más tarde, y ya del lado de adentro de la casa, arrancó risas con cada una de sus ocurrencias mientras iba recorriendo lo que será su morada de los próximos días, tal vez semanas o meses. Fue el único en provocar ese tipo de reacción y quizás ese sea un parámetro de su potencial éxito en el juego.
Los 20 participantes entraron al estudio por la misma puerta y debían caminar por una pasarela hasta llegar al otro lado, donde los esperaba un abrazo de Del Moro y, sobre el suelo, justo en el centro, el ojo del GH. La cámara se prendía, las luces también. Y ellos fueron hasta donde tenían que llegar, con la ilusión intacta de ser famosos. Hernán Montivero fue el que más show hizo, con un baile cuartetero en homenaje a La Mona Jiménez. Martín, descendiente de chinos, se mandó un pique e hizo una entrada rapidísima. Denisse, Rosina y Flor, pura actitud de modelo, como si en vez de Santiago del otro lado estuvieran Roberto Giordano y Teté Coustarot. En primera fila estaban ubicados “los ex”: Alfa, Nacho Castañares con su papá, Camila Lattanzio, Ariel, la hermanita de Juli Poggio y su mamá, todos para ver de cerca la llegada de los nuevos y también cómo la fama conseguida hasta acá ya se les empieza a escurrir de los dedos.
“Está todo medio pinchado, necesitamos aplausos y que se paren todos”, pidió de buen modo un productor justo después de que entrara Williams, el gauchito a imagen y semejanza. Ya estaban casi todos presentados y el ánimo de la tribuna iba mermando a medida en que fueron ingresando los participantes que fueron a alentar. En las gradas también había un falso Alfa, mucho escote con ganas de ser inmortalizado por las cámaras, cotillón de lo más variado, más banderas y hasta la cantante Noelia La Gata Martínez, quien vino a darle la despedida a su amigo Emmanuel.
“16... 17... 19... 21″. Cada media hora se escuchaba por lo bajo la marca del rating según Ibope que estaba alcanzando este primer programa. Y la hegemonía en el prime time era celebrada, pero con moderación. No cabía espacio para relajarse y aflojar. Además, el show debe continuar. Una vez que Del Moro avisó que este martes ingresarían dos nuevos participantes, saludó a la audiencia y se esfumó. Ya en los primeros minutos del martes, esa fue la señal para que todos enrollaran sus banderas, soltaran los últimos globos y se desarmara el auditorio. Pero solo hasta mañana.