En 1994, en los Estados Unidos aparecía Friends, una serie que contaba de manera cómica los buenos y malos momentos de un grupo de amigos. El programa se convertiría en un éxito que haría historia. Dos años después, el 2 enero de 1996, en el sur del sur aparecía Verdad Consecuencia, uno de los primeros unitarios de la factoría Pol-ka. Desde el principio la propuesta fue rupturista. No solo porque rompía con los personajes buenazos, simpáticos, bastante previsibles y un tanto superficiales de las comedias de amigos, sino porque también su formato y horario eran innovadores. Un unitario que se emitía los martes a las 23.
Armar el elenco fue casi como convocar un equipo para el fulbito, donde además de ganar el partido se busca pasarla bien. Repasando lo que cuentan sus protagonistas a la distancia, queda claro que Adrián Suar, el alma mater de esa idea, buscó no solo rodearse de grandes actores, sino también de buenas personas que no tuvieran que “actuar” la amistad cómplice que debían mostrar.
Desde España, mientras sigue de gira con Escenas de la vida conyugal, Andrea Pietra recuerda para Teleshow. “Era parte de Poliladron cuando Adrián empezó a armar Verdad Consecuencia y me dijo que quería que hiciera uno de los personajes principales, Sabrina Cánepa. Como ya iba a comenzar el programa me tenían que ir de Poli”. Con humor cuenta que “elegí irme con las patas para adelante. Como era una policía, dije, ‘matame, así tenés alguno que también de este lado muera en la historia’. Me encantaba Poliladron, pero venía una nueva experiencia, un programa para gente de 30 años, algo que en esa época no existía”.
Otra de las figuras convocadas fue Emilia Mazer, la actriz que enamoró a una generación en Los chicos de la guerra. Antes de entrar a las clases de teatro que la actriz dicta personalmente en su estudio El Aleph, presta su testimonio para este medio: “Me llamó Adrián y me ofreció estar. Grabé el piloto con ilusión, pero sin expectativa. Tantos pilotos quedaron en el camino… Meses después, llegó la confirmación y no lo podíamos creer”. Destaca la valentía de Suar para proponer un unitario “cuando en ese momento lo que convenía era la telenovela. Era una apuesta y había que apoyar. No solo desde la pretensión económica, era ponerle el hombro a algo que realmente nos daba ilusión y compromiso hacer. Historias de gente de nuestra generación”.
Para formar el elenco, Suar afiló su certera puntería de productor y convocó a caras conocidas y muy queridas por el público, pero también se animó a llamar a actores menos populares aunque carismáticos. “Después de grabar una pequeña participación en Poliladron, Adrián me pasó un guion y me dijo ‘tengo un proyecto nuevo a las 23 horas, los días martes. Un unitario, es fuerte, pero va a estar bueno, me parece’. Lo leí, me encantó, acepté y empezamos a grabar el piloto”, rememora para Teleshow, Damián de Santo mientras prepara las cabañas para el comienzo de temporada en su complejo cordobés.
Otro de las apuestas de Suar fue convocar a Antonio Birabent que solo había despuntado su veta actoral en Tango Feroz y alguna participación en Poliladron. “Fernán Mirás y Federico D’Elía le hablaron de mí y él de algún modo se la jugó al convocarme porque yo tenía muy poca experiencia”, cuenta el hijo de Moris, al tiempo que lanza algunas canciones como un recordatorio de los 30 años que se cumplen de la grabación de su primer disco.
El elenco principal se completó con Fabián Vena, Valentina Bassi y Carlos Santamaría. Pero si algo es sabido es que no alcanza con buenos actores si no se cuenta una buena historia y para narrarla los elegidos fueron Gustavo Belatti y Mario Segade. “En 1995, me llama Adrián, a quien apenas conocía, para ver un piloto que había hecho de una serie con amigos y quería mi devolución”, comparte Segade con Teleshow. El productor le dio un VHS a él y otro a Belatti. Aunque los autores no se conocían coincidieron en lo que le comentaron a Suar que les pidió que reescribieran el capítulo inicial. “Se volvió a filmar y fue el inicio de Verdad Consecuencia”.
Lo que empieza mal termina muy bien
El primer programa se grabó muy artesanalmente, en locaciones externas y de madrugada. Un joven Daniel Barone fue el encargado de dirigir junto a Jorge Nisco. Sebastián Pivotto y Silvina Fredjkes formaban parte de ese equipo de producción que no se veía pero que era esencial. Con el capítulo 1 grabado todo parecía viento en popa, sin embargo, estuvo a punto de naufragar.
En la primera emisión, el personaje de Andrea Pietra se casaba de blanco y por iglesia con el político corrupto que interpretaba Fabián Vena pero él en medio de la fiesta le anunciaba que estaba en un tema político y suspendía la luna de miel. Ese giro que en el siglo XXI nos parece naif a fines del siglo XX resultaba escandaloso. “Una asesora del canal dijo que el público no iba a soportar esa traición, que no nos iba a ver nadie y peligró la emisión”, recuerda Segade.
Pese a la reticencia del canal, el programa se emitió. “Cuentan las malas lenguas que nos salvó la mujer de Hugo Di Guglielmo, que era el director de programación. En su casa vio un VHS, lo puso en la videocasetera, murió de amor con lo que vio y convenció a su marido que había que poner ese programa en el aire”, testimonia con humor el autor. “Y así fue, martes a las 23 horas, desde el 2 de enero de 1996, todo el 97 y el 98″.
La historia impactó fuerte. Uno de sus grandes logros es que salía de la comedia juvenil donde todos los amigos se querían, eran buenazos y cisgénero para adentrarse en temas más profundos. Leonardo Predás, el personaje de Fabián Vena, no era un muchacho bueno de barrio sino el típico “operador” político que entra en cualquier negociado y se banca la corrupción con tal de conseguir su objetivo. Su criatura era tan inescrupulosa que con los autores evaluaron mostrarlo haciendo política de verdad, es decir, ayudando a la gente. “Pero resulta que los pibes de 19, 20 años se juntaban para ver el programa y sacar las enseñanzas por oposición. Entonces extremando los códigos que este tipo tiene de maligno se puede leer qué es exactamente lo contrario”, explicaba Vena en una entrevista para la revista El defensor.
En tiempos donde el matrimonio igualitario era impensado y la comunidad LGBT era invisibilizada, Verdad Consecuencia fue pionera en mostrar el amor entre dos hombres. Como Ariel Quintana, Damián De Santo, estelarizó un fogoso romance con Pablo Shilton. “Los homosexuales me agradecían con la sencillez con que hacíamos a los personajes. En la cola del banco, una mujer me dijo ‘Lo que entiendo a esos dos mariconcitos ahora’”.
En esa ficción, las mujeres también salieron del rol de las lindas sumisas. “Sabrina Cánepa fue evolucionando y cambiando como los seres humanos. Se fue sobreponiendo, superando y llegando a un lugar mucho mejor como mujer y más empoderado. No se usaba esa palabra en esa época, pero así fue”, cuenta Pietra. La actriz destaca que “al tener un personaje para desarrollar durante tres años, al final podíamos improvisar mucho sobre los libros, porque cada uno conocía como podía accionar su personaje según cada estímulo. No todo el tiempo uno tiene ese beneficio de poder actuar algo que ya viene fácil”. Con gracia, rememora una anécdota única. El día de la grabación del casamiento con Vena les sugirió a sus padres que la presenciaran ya que sería “la única vez que me verían vestida de novia”.
Sobre Vivi, su personaje, Mazer señala que “era un ser que amé hacer. Cambiante, muy. Pasó por diversas etapas y romances. Me permitió dar todo lo mejor que tenía en ese momento. Le cambiaba peinados, color de pelo, estados anímicos, ropa. Me di el gusto de probar muchas cosas que me ayudaron a indagar y crecer como actriz”.
Segade, que junto a Belatti escribió los más de 200 capítulos emitidos, cuenta que el compromiso de ambos era total. “El primer año de vacaciones nos alquilamos una casa quinta y nos encerramos tres meses para adelantar capítulos porque había que empezar a grabar”. “Al principio era todo muy lírico y lindo, pero luego existía la presión lógica del rodaje que necesitaba libros”. Para inspirarse no recurrían a situaciones extrañas ni ajenas sino que “nos inspiramos en nuestra generación. Teníamos veintipico y contábamos lo que considerábamos problemáticas nuestras, como las parejas, la elección sexual, la violencia, el machismo, la amistad a lo largo de los años”.
Distinto tiempo, lugar nuevo
Verdad Consecuencia no solo fue pionera en sus temáticas, sino que también fue testigo de la transformación de un barrio que para entonces no se conocía como Palermo Hollywood sino como Colegiales. “A mí, que me gusta tanto Buenos Aires y sus transformaciones y sus cambios, aunque las sufro. Esas calles de Palermo eran otro mundo. Todavía no estaba la modernidad instalada. Había más taller mecánico que cafés de especialidad”, testimonia Birabent.
El estudio era una cancha de pádel donde tiritaban los días de frío y sudaban la gota gorda las jornadas de calor. Para cambiarse, usaban los vestuarios porque no había presupuesto para trailers. Si llovía, pasaba un avión o sonaba un bocinazo, la grabación se detenía. “Un recuerdo que tengo de los primeros capítulos es que Pol-ka no existía. La productora solo era una oficina en Recoleta chiquitita. Los pisos los hacíamos en los estudios de Crónica y todo lo demás se grababa en exteriores”, rememora De Santo.
Lo que faltaba de locación sobraba de compañerismo. Lejos de los egos inmanejables, los divismos y las irresponsabilidades, los actores se querían y respetaban. “Cuando el ciclo terminó nos quedamos con tantas ganas de seguir juntos que produjimos con Carlos Santamaría y Emilia Mazer, Por ese palpitar y después, Un mundo de sensaciones, con Carlos, solo para seguir actuando y haciendo un unitario un poco parecido al trabajo que veníamos haciendo”, revela Pietra.
“Pasaban figuras que respetaba mucho y los compañeros eran de primera. Podíamos trabajar las escenas y resolver cosas con nuestras palabras y agregarle lo propio. Nunca sentí que hubiera ni competencia ni celos en el elenco. Entre nadie. Laburábamos a la par y con pasión creativa. Clima sano. De placer. Modo éxito que surge desde lo natural y punto”, enfatiza Mazer.
“Nos llevamos muy bien, pero realmente nos llevamos muy bien. El grupo era extraordinario, nos hicimos muy amigos y nos veíamos mucho”, señala Birabent, y De Santo remarca que “fue un grupo hermoso e inolvidable. A partir de ahí comenzó mi reconocimiento como actor, mi nombre y apellido aparecía en todos lados, la gente ya no me llamaba como en el documento. Fue, de verdad, una bisagra en mi profesión”.
Verdad Consecuencia marcó a toda una generación que se sintió identificada con esos personajes que hablaban en un lenguaje similar al propio y que mostraban que no siempre los amigos son los amigos, que muchos amores no se resuelven por un pelito y que la vida tiene más de montaña rusa que de clave de sol. Mazer reflexiona: “Verdad Consecuencia es una experiencia de las fundamentales en mi vida laboral. Está en el corazón de mucha gente. Los amigos se reunían para vernos. Para los 20 años nos juntamos en lo de Dani (Barone, el director). Fue emocionante. Hay una parte donde siento que todo lo que vivieron los personajes me pasó de verdad. Pero no. El poder de la ficción. Transformar la vida de quienes la ven y de quienes la hacemos”.
“Es una etapa muy linda de mi vida. Cada vez que nos encontramos con alguno de los muchachos, siempre lo recordamos con una sonrisa, con una alegría. Nos unió de una forma especial y no fue un programa más, fue un programa distinto. Los cambios eran la temática, una temática para gente adulta, joven, y cómo se veía la imagen”, detalla Birabent.
Segade suma su aporte. “Éramos muy jóvenes, artistas, realizadores, actores, escenógrafos, productores pero todos tirando para una nueva televisión mucho más convocante que la que se hace hoy día. Una televisión en donde gracias seguramente a la generosidad de Adrián y su socio, Fernando Blanco, podíamos pensar libremente lo que hacíamos. Verdad Consecuencia inauguró un camino que luego se profundizó en Vulnerables y en otras series argentinas tan hermosas de los 90 y los 2000″.
Para cerrar, De Santo comparte con humor y melancolía. “Me gustaría ser espectador de programas como esos que hoy no hay. No existe la ficción y me gustaría verla, además de actuar. Tengo un recuerdo hermoso de esos tres años maravillosos y, de vez en cuando, me gusta volver a mirar el programa. Mis hijos tienen los DVD, y cuando los vemos me dicen, ‘oh, qué fachero estabas, papi’”.