“Compa, ¿qué le parece esa morra?” es tal vez la pregunta del año. La escribió Pedro Tovar como verso inicial de ese hit intercontinental sin estribillo que se llama “Ella baila sola”, el cual interpreta junto a su banda Eslabón Armado y con Peso Pluma. Y así, de la noche a la mañana, el mundo empezó a hablar de eso que se llama “corridos tumbados”, una variante de la música folclórica mexicana que las nuevas generaciones de artistas del país del norte aggiornaron tomando elementos del storytelling y el fronteo del trap y el reggaetón. La canción llegó finalmente a Buenos Aires sobre el final del debut en la Argentina de la “doble P”, el proyecto grupal que encabeza un tal Hassan Emilio Kabande Laija, nacido en Guadalajara y con sangre libanesa.
El Movistar Arena lucía bastante lleno aunque no colmado, con mayoría de jovencitos con olor adolescente y ganas de cantar a los gritos esas canciones que vienen usando para musicalizar sus tiktoks y reels. Un telón blanco tapaba el escenario para proyectar un corto cargado de citas de autosuperación, hasta que cayó para que Peso Pluma saliera con su cara cubierta por un pasamontañas al mejor estilo Subcomandante Marcos y pelara su voz ronca, nasal, imperfecta, improbable cruza de Elvis Crespo y Pity Álvarez.
Con un look de tonalidad argentinísima (conjunto deportivo celeste y musculosa blanca) que no combinaba del todo con su gorrita de los New York Yankees y un guante blanco de golfista, el cantante desenvolvió su actitud necesariamente revolucionaria para cruzar el Rubicón de esta era musical hegemonizada por los beats y drumkits monótonos: acá no hay baterías, el ritmo es llevado por el golpeteo en las cuerdas del contrabajo que pulsa Parka, director musical y segunda voz del ajustado septeto acústico que completan Carlitos con el requinto, especie de electroacústica de doce cuerdas; Lalito en guitarra; Chino con un bajo de cinco cuerdas, bien pesado y groovero; Fidel en el trombón; y un dueto de charchetas en manos de Harold y Cheke. El rodaje y la pericia del grupo queda de relieve cada vez que dan una vuelta de más antes de una estrofa o cuando ensayan un doble final después de los aplausos.
Sus letras generaron gran polémica en su país natal por inscribirse en la tradición de los narcocorridos por encargo y las supuestas conexiones con el Cártel de Sinaloa. Si, como diría Ricardo Iorio, el reggaetón fue la “avanzada mara”, ¿será esta es la avanzada narco? Mejor no hablar de ciertas cosas, aunque son evidentes las abundantes referencias al camelleo y la vida pandillera (”Rosa pastel”, “El belicón”) que son cada vez menos ajenas a la realidad local. Pero también hay nostalgia de los amores tóxicos que quedaron en el camino (”Lagunas”, “Bye”), el recuerdo a su papá fallecido (”Nueva vida”), la vindicación al migrante chicano en Estados Unidos (algo propio de su biografía, ya que nació en México pero creció en San Antonio, Texas) y también a los líderes revolucionarios: en el final de ”Zapata” ensayó el “Topo Gigio” de Juan Román Riquelme que Lionel Messi esparció por el mundo en el último mundial de fútbol para escuchar mejor a su público.
Enérgico, saltarín, arengador, Peso Pluma solo para cuando sabe que ya no tiene que cantar y abandona el escenario hasta que le toca volver para la canción siguiente. Su entrega vocal está enfocada en las estrofas y abandona las frases-marcas-de-agua que en sus grabaciones utiliza como puente. Así, en ningún momento se escuchó su característico “¡cha-chauuuu!”, saludo que es menos de la mitad que el que registró Marcelo Tinelli pero que es tan pegadizo como si lo hubiera escrito Chespirito para muletilla de algún personaje de El Chavo.
Un punto destacable en la performance de Peso Pluma es el no uso de pistas adicionales, sean vocales o instrumentales. Así, no sonaron los versos de Becky G cuando interpretó “Chanel” ni los de Junior H a la hora de “El azul”, una de las más festejadas de la noche, ni tampoco el beat que Bizarrap compuso para la “BZRP Music Sessions Vol. 55″. Otra ausencia, aunque más llamativa, fue la de su novia Nicki Nicole. Cuando empezó a sonar “Por las noches” casi todos los celulares del estadio se levantaron porque imaginaban que la rosarina subiría a cantar con él la versión remix que registraron a comienzo de este año. Sin embargo, Nicole fue captada siguiendo las acciones con cierto desgano desde uno de los palcos y, minutos después, huyó para ser invitada de la española Bad Gyal, quien estaba dando su propio recital en el C Art Media, a dos cuadras de allí. ¿Crisis en puerta? No lo sabemos, pero sí que se percibió cierta decepción en quienes la esperaban.
Quien sí dio el presente fue Milo J, el MVP del rap argentino actual, quien con su inusual flow cansino le dio brillo a un tema propio llamado “Una bala”, registrado en su último trabajo 111 y en el que participa Peso Pluma. En “Las morras” un cuerpo de cuatro bailarinas de curvas generosas se sumó al cuarteto de dancers ninja que venían animando casi todo el show y cerró la primera parte del concierto. Para la segunda, Hassan cambió su outfit y salió con la 10 argentina de Messi. Aunque, a juzgar por la gran cantidad de referencias al tusi que hay en sus letras, la rosada del Inter Miami hubiera sido más acorde. Subido a la resaca de la euforia mundialista, el cantante pidió a su gente que cantara “Muchaaaachos” y, una vez cumplido su pedido, admitió que Argentina “le metió la verga a México en el mundial... Es que Messi es papá”.
Luego de las dos partes de “El Gavilán”, “Siempre pendientes” y “Luna”, los músicos se retiraron, el cantante quedó cercado por las bailarinas y se dispararon, ahora sí, las pistas. Entonces, todo lo que hasta acá había sido inusual, se volvió convencional. Y en continuado, sonó un bloque compuesto por sus colaboraciones de reggaetón, en las que casi se limitó a bailar y agitar remates: “Plebada” (originalmente con El Alfa), “Quema” (Ryan Castro y SOG), “Qlona” (Karol G) y “La Bebe remix” (Yng Lvcas). Paradójicamente, el segmento menos sólido del show fue el más celebrado por los presentes.
Después de que sonaran “PRC” -con la bandera mexicana impresa en la pantalla de fondo-, la ya mencionada “Ella baila sola” y la festiva “Lady Gaga”, que terminó cantándola en el foso con los fans pegados al vallado, Peso Pluma pidió a la multitud que no se vaya. “Una mas y no jodemos más”, se escuchó fuera de plano la casi anónima pero igualmente inconfundible voz de Bizarrap. El productor se corporizó, tomó por asalto una cabina que se armó en el fondo del escenario y soltó un remix techno de la session que editó con el mexicano en junio de este año. A la vieja usanza de los bises, el tema volvió a sonar en la noche para agitar el último baile de la noche. “No saben lo que este pibe quiere al país, el respeto que tiene por la Argentina. Gracias por recibirlo así”, fue la bendición que el jedi de Ramos Mejía le dio a Hassan ante el público local y se despidieron abrazados.
De ahora en adelante, el tiempo dirá si la estrella de Peso Pluma es fugaz, si se sostendrá manteniéndose original o bien volcándose hacia el reggaetón o lo que vaya a estar pegado dentro de los próximos veranos. También cabe la posibilidad de que le toque ser mártir, como ocurrió con sus compatriotas Chalino Sánchez o Valentín Elizalde: esta trágica posibilidad es imaginable desde que el cantante fuera amenazado por el Cártel de Jalisco Nueva Generación, obligándolo a cancelar una presentación en Tijuana en septiembre pasado. Gajes del narcocorrido, el destino está en sus propias manos pero también en las del enemigo.