Como cualquier argentino, Jesús Braceras sabe perfectamente dónde estaba, con quién estaba y cuántas cervezas había tomado aquel 18 de diciembre de 2022. La memoria fiel no se explica solo desde la cercanía temporal, sino que es una imagen que quedará sellada para siempre. El director de cine -reconocido por creaciones como Monzón o Barrabrava- vio en soledad la final del Mundial de Qatar contra Francia. Así lo decidieron una serie de imponderables que con el andar del campeonato se hicieron cábala. Cuando Lionel Messi levantó la copa del Mundo, Jesús era uno de los millones de compatriotas que salieron a las calles a festejar. Porque habíamos ganado la tercera. Y ya éramos campeón mundial.
La historia de Braceras es la de cualquier argentino y es también el disparador de Muchachos, la película que se estrenará el 7 de diciembre y que en la voz de Guillermo Francella reconstruye aquellos días mágicos de hace un año. Y aquí sí realmente no hay distinción de edad, de sexo, de clase social o de lugar de residencia. En un nuevo testeo de argentinidad, acaso el definitivo, un país superó sus diferencias, caminó por encima de sus grietas y se dio el gusto de ser feliz. Esa inexplicable alegría entre pasajera y eterna que tiene el logro deportivo. Que enseguida parece que se esfuma, pero está siempre a mano cuando es necesario.
Jesús recibe a Teleshow en la pequeña sala de proyecciones de Pampa Films. Acaba de terminar una de las funciones para prensa de Muchachos y la entrevista se realiza con ojos humedecidos y la emoción a flor de piel. “A mí me gusta el fútbol, pero soy un consumidor promedio. Soy hincha de Boca, pero no soy fanático. Lo del deporte fue mera casualidad”, dice como pie para hablar de sus exitosas y valoradas producciones recientes.
“Más allá de de su épica deportiva y de ser un campeón récord en el mundo, en Monzón había una historia violenta detrás y una gran historia para contar”, dice sobre la biopic del boxeador. “Y las barras bravas son algo único en el mundo, porque hay hinchas violentos en un montón de lugares, pero una organización como la nuestra, con sus condimentos, porque nos pusimos contentos cuando llegaron a los barras a Qatar, porque entonces sí se sentía a la hinchada”, aporta sobre Barrabrava. “Me pareció una historia que había que entenderla y contarla sin juzgar. Porque cada vez que cuento un cuento, trato de no juzgar”, advierte.
A la hora de contar cuentos, nadie mejor que Hernán Casciari y de esa sinergia entre director y letrista empezó a cobrar forma la película. “El pedido surgió en la productora con la idea del primer año de la copa, y nos pusimos a pensar en cómo podíamos contarla de la manera más fiel”, dice Braceras, y se apasiona como si lo narrara en tiempo real. Como si viajara hacia el pasado en dos líneas temporales, una que lo deposita en sincronía con los hechos y otra que lo tiene analizando y compaginando horas y horas de material.
—¿Cómo arribaron a esa manera casi urgente de contarla?
—Para mí, era clave hacer de esto no un documental, sino una experiencia: que la gente vuelva a vivir al Mundial, pero un año después y en el cine. Que vuelva a atravesar los mismos sentimientos: alegría, sufrimiento, desesperación. Y en esa búsqueda surgió que no podíamos contar la historia si no era con la gente, porque la gente había sido tan protagonista como el equipo. Empezamos a bajar material de las redes y vimos algo que no ocurría en otros mundiales: la gente se grababa mirando los partidos. Una cosa es que lo haga un influencer, pero lo hacían las familias. Y vimos que a todos nos pasaba lo mismo. No importa en qué lugar del país estabas, ni tu clase social, ni si estabas solo, o con familia, o con amigos. Todos teníamos reacciones más o menos parecidas. Y no había dudas que esta película había que contarla a través de la gente.
—Tuviste que compaginar material muy diferente en calidad, en formato y, sobre todo, que no habías registrado vos. ¿Cambió mucho el trabajo de dirección?
—Lo que tiene de alucinante esta época es que te da miles de posibilidades. Pudimos acceder al material de la FIFA, que además de lo que ves en la transmisión, tiene 15 cámaras más grabando todo el partido. Hicimos una convocatoria a través de Pampa Films y Orsai y recibimos horas y horas de material. Básicamente, lo que tenía era el material crudo y en ese punto el trabajo termina siendo parecido, porque lo que había que definir es hacia dónde ir. Y si teníamos material que no estaba bueno, ver cómo lo podíamos generar. Si no nos gusta el video, lo podemos contar con fotos. Si no están la fotos, a través de los diarios, o con la voz en off. Y otro norte que hablábamos siempre con Hernán era tratar de encontrar la respuesta a por qué pasó lo que pasó. Por qué esa explosión, por qué más de 5 millones de personas en las calles. Y descubrimos que los motivos son infinitos. Si yo escribiera esta película y tuviera que corregir el guion diría que es un poco mucho.
—Claro, la atajada del Dibu estuvo de más...
—Sí, demasiada pimienta tiene. Y lo maravilloso es que todo pasó de verdad.
—¿Cómo fue el trabajo con Hernán?
—Fue espectacular, fue como tener a Messi al lado y ponerme tirar paredes con él. Yo vivo hace 17 años en Mercedes, él es mercedino, conectamos desde ese punto en común. Un día me dice “vos soñá, pensá, que yo busco las palabras para contarlo”. Y una vez que entendimos qué queríamos contar, nos pusimos a ver cómo podíamos hacer que en cada momento del cuento, el espectador sienta exactamente lo mismo que sintió viviendo el Mundial. De ahí que por momentos la música te aturde y por momentos hay silencios; de repente es una comedia liviana porque hubo partidos que los pasamos por arriba y otros es un drama. Traté de buscar qué quería transmitir en cada momento, se lo bajaba y Hernán muchas veces buscaba las palabras o encontraba conexiones que yo no encontraba. Fue un laburo de a dos, súper fructífero.
—¿Por qué decidieron contar el camino hacia la copa? El foco está puesto ahí mucho más que en los festejos en las calles.
—Porque todos estuvimos ahí. Podríamos haber sumado dos horas de festejos, pero nos interesaba contar por qué llegamos hasta ahí. Y todavía seguimos festejando. A mí lo que me parece maravilloso de todo esto es que la película es como un Gran Hermano de la argentinidad. Tuvimos la oportunidad de meternos en la casa de los argentinos y chusmearlos un poquitito y yo te puedo garantizar que en cada video siento que hay alguien que conozco, aunque su rostro me sea extraño. Los siento cercanos y me da mucho orgullo ver cómo somos, con nuestros defectos y con nuestras exageraciones. Crucificando a Tini en un partido y al otro día poniéndola como amuleto. Eso me dio un orgullo.
—Nos volvimos a encontrar de alguna manera desde otro lugar, haciéndonos cargo de nuestros defectos e incluso reivindicándolos.
—Lo que pasó tiene que ser un motivo de orgullo, es único en el mundo y no siento que se pueda repetir en muchos países. Pocas sociedades pueden transmitir lo que transmitimos nosotros de manera tan genuina, que creo que si esta misma historia con todos los mismos componentes exactamente iguales hubiese sucedido en otro país, no pasaba lo mismo. Lo que pasó con el Mundial fue un fenómeno social y nos tocó a todos, seamos o no futbolero, y la película siento que llega porque no habla de fútbol. Habla de resiliencia, de épica, y de cómo somos. Es un estudio sociológico, es una comedia, es una historia de amor. Y los protagonistas de esta película son especiales esta selección son especiales, no son estrellas. Siento que me los pude haber cruzado en una canchita de fútbol 5.
—¿Qué repercusiones imaginás para Muchachos?
—Con que la gente se movilice y vuelva a sentir lo que sintió, creo que ya está. Fue algo que no sentimos nunca, y que el espectador tenga la posibilidad de volver a sentirlo durante un ratito durante la película, ya es un premio.