Dentro de las series, las que están protagonizadas por médicos y doctoras siempre tuvieron un particular atractivo. Así lo demuestran Dr House, Grey’s Anatomy, The Good Doctor, ER y el listado podría seguir. Los dramas médicos suelen atrapar porque permiten matizar las historias personales de sus protagonistas, unos héroes muy humanos, con las de sus pacientes, que suelen ser más humanos que héroes. Entre las ficciones “de médicos”, hubo un unitario argentino que pasó a la historia como una de las propuestas más creativas, exitosas y prestigiosas de nuestra televisión: Nueve Lunas.
La idea surgió casi por casualidad. Héctor Olivera, reconocido hombre de cine que por entonces tenía 64 años, había sido papá. En las esperas de la consulta médica, y en las charlas con la profesional que los atendía, descubrió que por el consultorio de un obstetra desfilan todos los temas de la vida. Su mente creativa le sugirió realizar una miniserie de trece capítulos donde en cada uno se desarrollaría una temática. Así se hablaría de algunos asuntos conocidos, otros complejos y algunos objetivamente vanguardistas.
Gracias a este proyecto, se habló en la televisión como pocas veces antes de embarazo adolescente, sexualidad, aborto séptico, derecho a la vida, adopción, dudas de filiación, discapacidad, ética profesional, alquiler de vientres, fertilización asistida, operación de cambio de sexo, abuso de menores, violación, incesto, HIV y adicciones. Y todos atravesados por la historia de sus protagonistas: Pedro Laurenti, un melancólico ginecólogo con un matrimonio en crisis encarnado por Oscar Martínez y Claudia Miller, su atractiva e inteligente colega, que había sido su paciente y enviudado recientemente, interpretado por Cecilia Roth.
La idea de Olivera fue apoyada por su socio histórico, Fernando Ayala. Comenzaron a filmar, pero mientras grababan el primer capítulo, Ayala se enfermó y fue necesario encontrar un reemplazo. Su silla la tomó el cineasta Alberto Lecchi. Lejos de rispideces o problemas de ego, con Olivera hicieron un convenio para dirigir un capítulo cada uno. De este modo, contaban con el doble de tiempo para pensar cómo hacer un programa de 45 minutos en tres días.
En diálogo con Teleshow, Lecchi regala una anécdota maravillosa de ese comienzo. “Yo venía del cine y nunca había hecho televisión. En cine hacía unas cuatro, cinco páginas por día y de golpe en la tele tenía que hacer 14. Me empezó a agarrar un pánico atroz y le dije a Héctor, ‘por favor, no sé cómo hacer, dejame ir al estudio para ver cómo es’. El lunes empezaba a grabar y voy el sábado. No había nadie. Me siento solo, en el medio del decorado, todo oscuro pensando cómo iba a hacer 14 páginas por día. Entonces pasa un señor de traje que me mira. Nos saludamos, camina tres pasos, vuelve y me presento. ‘Soy Alberto Lecchi, y el lunes empiezo a grabar Nueve Lunas’. Se va, camina otros cinco pasos, regresa y me dice, ‘pibe, cuando no sabés qué hacer en televisión, solo uno habla y el otro contesta’, y se fue. Ese señor era Edgardo Borda, un genio, alguien que sabía de televisión como pocos”.
Con esas palabras, el hombre que fue técnico, switcher, director, productor y gerente de televisión le enseñó a ese hombre que venía del cine que “en televisión, por ahí, es más importante tener a los actores en plano, hablando, que hacer una toma espectacular”. Sin embargo a Lecchi, su experiencia en el cine le sirvió para enriquecer la televisión. Incorporó el travelling -una técnica cinematográfica que consiste en desplazar una cámara montada sobre unas ruedas para acercarla o alejarla de la persona o el objeto que se desea filmar- y las tomas de exteriores. “En esos momentos en televisión solo se usaban tres cámaras, pero a partir del segundo capítulo, cuando me empiezo a dar cuenta cómo es la cosa, hablo con Graciela Maglie y Fernando Mateo, que eran los guionistas, y les pido grabar dos días de exteriores y uno de piso, alternando con Olivera. También conseguí cambiar una cámara por un travelling que hasta ese momento no existía”.
Entre sus recuerdos, Lecchi guarda una anécdota muy particular. “Un día vienen como invitados dos chicos jóvenes, Adrián Suar y Laura Novoa. Adrián en un momento me dice ‘tengo un proyecto para hacer con Laura’. Me lo cuenta y me pregunta si creo que funcionará. Le contesté que la idea y la pareja me parecían geniales, pero interiormente pensé lo difícil que era meterse en televisión. Es que no existían programas de ficción y él lo que quería era hacer ficción. Bueno, el programa era Poliladron, esto habla de la poca visión de futuro que tuve siempre”, remata entre risas.
Para finalizar, el director enfatiza que “Nueve Lunas fue la primera serie que se hizo con un criterio -entre comillas- cinematográfico. Poliladron fue el primer policial con una producción espectacular, pero la primera serie que hubo con una idea que no fuera solo plano y contraplano, fue Nueve Lunas”.
Para los protagónicos los convocados fueron Cecilia Roth y Oscar Martínez. La actriz en ese momento tenía 36 años y estaba casada con Fito Páez. El actor había cumplido 44 y estaba en pareja hacía nueve con Mercedes Morán. Habían trabajado juntos en teatro en la obra Relaciones peligrosas, pero era la primera vez que un proyecto televisivo los reunía. La idea de convocarlos fue del mismo Olivera que no solo los respetaba como actores, sino que también sabía que tenían un carisma único que conquistaría al público. No se equivocó.
Graciela Maglie y Fernando Mateo fueron los encargados de escribir la historia. Trabajaban doce horas por día consultando especialistas y asesores médicos para no caer en errores y abordar con profundidad temas complejos. El unitario pronto atrajo al público, que lo premió con emisiones con 20 puntos de rating. Además, logró el sueño de casi todo artista: se ganó el elogio de los críticos. Consiguió esa doble corona que casi nunca se da en conjunto: masividad y prestigio. Recibió nominaciones al Martín Fierro pero también el reconocimiento de diversos organismos, como la Asamblea Permanente de Derechos Humanos y la Cátedra de Bioética de la Facultad de Derecho de la UBA.
Pronto, los mejores actores mostraron su deseo de participar en alguna de las emisiones. Lidia Catalano, Gigí Rua, Boy Olmi, Pompeyo Audivert, Hugo Arana, Carola Reyna, Arturo Bonín, Julieta Díaz, Valentina Bassi, Jorge Marrale, Ingrid Pelicori, Soledad Villamil, Érica Rivas fueron parte de los artistas que estuvieron en algunos de los capítulos emitidos entre 1994 y 1995.
Uno de los actores que desplegó su talento fue Juan Palomino, quien con su humanidad habitual le cuenta a Teleshow: “Me tocó participar en dos capítulos con dos personajes distintos. Recuerdo uno en particular que tenía que ver con ser un manipulador de mujeres por no decir un tratante de blancas con una relación bastante tóxica. El detalle es que mi personaje caminaba por la calle escuchando en su walkman a los Bee Gees, la banda sonora de la película Fiebre de Sábado por la Noche”.
La anécdota no termina ahí porque en esos tiempos y con otra economía, Palomino cuenta que “Olivera que era el productor me lo permitió y se pagaron los derechos de la banda sonora”. El actor dice que eso muestra que en esa televisión de mediados de los ‘90 “el nivel de compromiso desde la producción era muy alto”. También destaca lo que significó encontrarse con grandes compañeros que además eran inmensos actores, como “Virginia Innocenti con la que hacíamos de amantes o con Victoria Onetto con la que también compartimos escenas”.
Palomino destaca que Nueve Lunas “fue una televisión que estaba a la altura de los programas de Alejandro Doria con guiones de excelencia” y remarca que “se debe contextualizar el momento en que se vivía. Eran los ‘90, que se caracterizaron por una construcción y una mirada de la economía muy, muy particular. Estábamos viviendo un peso, un dólar, algo que no era para muchos y desde la construcción de los guiones también, de alguna manera se contribuía a esa mirada crítica”. Para finalizar destaca que “si bien todavía se usaban los decorados y pocos exteriores, ya se empezaba a salir a trabajar a la calle y era muy interesante”. Por eso su conclusión es casi lógica: “Fui muy feliz en Nueve Lunas”.
Otro de los actores convocados fue Jean Pierre Noher que recuerda su experiencia para Teleshow. “Estuve solo en un capítulo porque salvo los protagónicos, los demás personajes rotaban. Me tocó un personaje bien jodido, un ginecólogo abusador. Recuerdo que ese unitario debe haber sido uno de los primeros trabajos de Érica Rivas, que ya despuntaba como una actriz diferente y extraordinaria, y fue un placer hacerlo”. Noher se disculpa porque pasaron casi treinta años y no recuerda mucho más pero señala que “actuar con Oscar Martínez y Érica, fue sin duda, para mí, algo muy importante. Fue muy lindo haber sido parte de ese ciclo, que además era muy prestigioso”.
Nueve Lunas no solo fue innovador desde su estética. También le dio la oportunidad de trabajar a actores que en ese momento no eran tan conocidos pero que sí mostraban su talento. Junto a figuras de la talla del recordado y querido Hugo Arana, Arturo Bonín o Cristina Banegas, aparecieron jóvenes como Julieta Díaz, Pablo Novak, Érica Rivas y Valentina Bassi. También otros no tan jóvenes pero igual de talentosos, entre ellos, Roly Serrano que conversa con Teleshow. “Nueve Lunas fue el comienzo de mi estadía en la televisión. Hasta ese momento yo había hecho algunos bolos, pero en Nueve Lunas por primera vez me llaman para hacer un personaje con continuidad”.
De esa experiencia, Serrano remarca que “trabajar con ese grupo de actores para mí era tocar el cielo, me recibieron muy bien, con mucho afecto. Tuve escenas con Carola Reyna y algunas enteras fuertísimas con Oscar Martínez, que después nos desquitamos en De poeta y de loco”. Roly recuerda a Manuel, su personaje y muestra cómo Maglie y Mateo se adelantaron a su tiempo con problemáticas jugadas y profundas. “El personaje de Carola viaja al norte y adopta a un niño siendo soltera. Yo hacía de un salteño sindicalista que estaba preso. Él no era el padre biológico del bebé adoptado por Carola pero sí había acompañado a la mamá -que había fallecido- en su embarazo. Al salir de prisión, busca al que consideraba su hijo, se entera de su adopción y viaja a Buenos Aires a reclamarlo. Comienzan los litigios y terminan acordando criarlo juntos”.
Como sus compañeros, Serrano destaca “la calidad artística y literaria del programa. Era un honor participar” para finalizar con un contundente: “Nueve Lunas es un programa que llevo en el corazón”. No es el único, a 29 años de su estreno, los que vimos ese unitario más de una vez nos encontramos tarareando “Un cielo de nueve lunas, nueve lunas de misterio, nueve lunas de esperanza, de esperanzas y de sueños…”. Y si todavía nos emocionamos es porque a veces añoramos ese pasado de unitarios ante este presente de lindas, aunque quizás, demasiadas historias turcas.