“Pronto llegará el día de mi suerte. Sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará”. Después de una buena previa con reguetón, “El día de mi suerte”, de Willie Colón y Héctor Lavoe, inyecta salsa en el Palau Sant Jordi. Las luces se apagan y se enciende la gran noche del mexicano Peso Pluma en Barcelona. Pero entre el arribo al escenario del nuevo rey de los corridos tumbados y el salseo triste y esperanzador del viejo clásico, “8 AM”, de Nicki Nicole y Young Miko, adelantan lo que ya sabíamos: Peso Pluma nos quiere contar que está de novio con la cantante argentina. La misma que va a aparecer junto a él sobre la última parte del show para cantar y darle besos. Insisten en reafirmar que se aman y que se apoyan. Que están juntos.
Es probable que esta secuencia del beso, la canción, “gracias mi amor”, copiada del show en Madrid la noche anterior, se repita el 7 de diciembre en Buenos Aires, habrá que estar ahí para comprobarlo. Lo cierto es que así como Nicki Nicole es una artista con un talento natural que no necesita de prensa rosa para cautivar, Peso Pluma también es un distinto: se mueve como un loco, tiene un color de voz y una potencia únicos, y conquista multitudes con un género que de ser exclusivamente mexicano pasó a ser de todo el mundo.
El Palau Sant Jordi no está del todo lleno, hay poco público local y muchas banderas mexicanas, pero sobran los influencers. No hay creador de contenido -básicamente tiktokers y youtubers- que se haya querido perder este fenómeno florecido al calor de las redes. Peso Pluma es un artista que ha crecido no solo con las reproducciones sino también con los likes, incluso de una manera inconsciente. El contenido orgánico puede llegar mucho más lejos y calar más hondo que cualquier pauta publicitaria y la música de este mexicano de 24 años ha recorrido un largo recorrido en poco tiempo.
“¡Arriba Barcelona! ¡Qué chingón, viejo! ¿Quién vino a cantar corridos esta noche?” arenga el artista antes del festejado “El Rubicón”. Hassan Emilio Kabande Laija empezó a despegar en 2020 y tres años después es un referente en su estilo. Lo suyo son los corridos tumbados, pero también se le anima al amplio abanico que ofrece el género urbano. Así como Los Tigres del Norte rompieron la barrera del género mezclándose con artistas como Molotov y Julieta Venegas en los 2000, Hassan se fusionó con músicos como Becky G (“Chanel”), Stiven Mesa Lodoño (“Las morras”), Yng Lvcas (“La bebé”) y una decena de personalidades más.
De los colaboradores con los que ha trabajado, fue Jasiel Núñez el elegido para acompañarlo esta noche en el Palau Sant Jordi. “Conmigo viene alguien desde Guadalajara, Jalisco, México, él es Jasiel Núñez”, dice el protagonista de la noche para recibir a su amigo y artista fichado en su propio y flamante sello, Double P Records. “Vine a cantarle a todos mis paisas que andan por acá y a todos los bipolares que están aquí esta noche”, dice Jasiel y arremeten juntos con “Bipolar” y después con “Rosa pastel”.
“¡Que viva Barcelona, verga!”, grita una vez más Hassan y confiesa: “Es un sueño para nosotros estar aquí, recuerdo cuando me contaste que viniste de vacaciones”. “Es que estoy enamorado de la Barceloneta y de las princesas de aquí. Nos empezamos a poner bélicos”, dice el amigo y juntos interpretan “Su casa”. Con la energía a tope, Peso Pluma sigue contando un poquito más: “Voy a cantar un corrido que no ha salido y que viene en un EP de Jasiel que se llama Mi mundo y sale en enero”. Núñez agrega que está “dedicado a todos los que están pasando un mal momento, para todos los que han tenido depresión”.
Y así de pronto los corridos dejan de ser narcos y se transforman en historias de superación personal y sentimientos. Y también de pronto, Jasiel y Peso Pluma abandonan las tablas y juntos recorren la pasarela que separa al escenario del público para tocar manos, dar besos, abrazos, y retroalimentarse mutuamente con la gente que los sigue, escoltados por los agentes de seguridad. En ese mood amoroso, Hassan retoma la arenga y anuncia que va a cantar “Nueva vida”: “Si tienen a alguien en el cielo que los escucha quiero que les canten esta canción”.
“Yo quiero saber si aquí en Barcelona la gente sigue a Peso Pluma desde el comienzo y por el comienzo me refiero a la rola con la que nos dimos a conocer, que se llama ‘El Belicón’”, anuncia Hassan, entona ese temón y desaparece un ratito para volver ya con un set full reguetón, trap y dembow. “Quien no lo intenta, nunca sabrá lo que pudo alcanzar”, dice la voz en off antes de que comience la segunda parte del show. Ahora Hassan vuelve un rato solo, cantando arriba de una pista pregrabada. “¿A Barcelona le gusta el dembow o qué pedo? ¿A Barcelona le gusta el reguetón o qué pedo?”.
Cuando aparecen de vuelta los músicos, se ve claramente que el formato es raro si se lo compara con el de otros géneros. Ni en la cumbia ni en el folklore, y mucho menos en el rock, se ve algo así. Son una banda, pero están todos sueltos. Los vientos deambulan por el escenario, las cuerdas toman posiciones poco ortodoxas, Hassan es el más movedizo y recorre el espacio sin rumbo fijo ni coreografía alguna. Se pisan los monitores de sonido, se miran entre ellos, se sonríen, y se nota que disfrutan. El público es parte de esa experiencia.
Incluso cuando se corta el sonido por accidente, Peso Pluma sigue agitando ajeno al retorno, los músicos siguen tocando hasta que no da para más. Mutis por el foro y suena “Bye”. Aquí no ha pasado nada. La “Bzrp Music Sessions, Vol. 55″ termina de caldear los ánimos y para cuando llega Nicki Nicole ya la gente está en llamas. Cantan “Por las noches” mirándose a los ojos, se besan, hablan de sábanas blancas, ojos grandes, polvito rosa. Ella pide que coreen “¡Pe-so, Pe-so!”. Él pide “¡Ni-cki, Ni-cki!”. Este amor narcótico sucede ante las cámaras de nuestro teléfonos celulares y nadie se quiere perder el momento. Nicki se va y en el Palau Sant Jordi nadie se mueve hasta que suenan “Ella baila sola” y “Lady Gaga”.
Afuera, los vendedores ambulantes ofrecen latas de cerveza, botellas de agua, empanadas colombianas. No hay merchandising pirata como otras veces. Peso Pluma vuelve a coronarse en el que ha sido, sin dudas, su año, pero aún no es tan popular en Barcelona como para que se hagan gorras truchas con su nombre. Hace un rato, el mexicano cantaba: “Aquí me despido, sigo en la labor. No quiero disturbios, quiero discreción”. Las ruedas de la limusina blanca que esperaba en las puertas del estadio comienzan a moverse mientras los versos de “El Belicón” reverberan en la montaña de Montjuïc.