Desde el mes de agosto, Los 8 Escalones de los Tres Millones (El Trece) sumó un nuevo atractivo a su vínculo probado con la audiencia. El programa que conduce Guido Kaczka incorporó la posibilidad de que los participantes tengan la posibilidad de ganarse un departamento, además de competir por el jugoso premio en dinero en efectivo. Y también abre la puerta a otras interacciones entre los participantes, que se ven obligados a negociar por la llave que le habilita la chance de hacerse con un dos ambientes en la Ciudad de Buenos Aires.
Para todo este recorrido, los concursantes se apoyan en sus respectivos saberes. Por eso, cada tanto el conductor pregunta si quieren revelar el porcentaje de respuestas acertadas con el que se ganaron la posibilidad de competir en los escalones. Algunos optan por mantenerlo en secreto, otros por hacerlo visible, y allí aparece otro elemento a considerar durante el recorrido, las estrategias, que a veces conllevan la ingrata tarea de dejar atrás a un competidor.
Hay otro factor que habitualmente es dejado a un lado o minimizado, pero es de vital importancia. Hablamos de la suerte, o de la intuición, que un punto parecen familiares cercanos. Y si no que lo diga Marcelo, el concursante que en el escalón final del último programa, echó mano a lo que le dictó su impulso, acertó y obtuvo una ventaja sobre su adversaria Adriana que resultó decisiva.
El hombre, con el curioso oficio de inspector de tubos, llevaba una ventaja sobre la otra finalista, cuando llegó el turno del periodista Marcelo Cholo Sottile. El especialista en deportes les pidió que se dieran vuelta para observar en la pantalla un video de la disciplina tiro con arco antes de formularle la pregunta en cuestión.
“¿Cómo se llama el elemento de impacto de las flechas?”, indagó el periodista de ESPN y procedió a dar las opciones: “A, ‘ada’; B, ‘berta’; C ‘clementina’, D, ‘diana’”. A medida que el jurado hablaba, el rostro de los participantes denotaba un desconocimiento en la materia. Marcelo admitió no tenerla clara y pidió la relectura de las opciones.
“Voy a arriesgar”, dijo el hombre y fue por “diana”, mientras que Adriana optó por “clementina”. “Hay una correcta”, dijo Sottile, planteando un escenario decisivo. Si adivinaba Marcelo, sacaba dos luces de ventaja a falta de tres preguntas. Si lo hacía su adversaria, igualaba el conteo.
“Yo le voy a preguntar a Marcelo qué número sale mañana porque sus pálpitos se dan”, dijo Sottile y con eso decía varias cosas. Una, que la correcta era “diana”. Dos, que el participante andaba con suerte, ya que en la anterior pregunta de deportes, también había seguido con éxito su intuición. Tres, que sacaba una ventaja que su competidora ya no iba a poder igualar. “Mañana le jugamos”, dijo Marcelo, luego de emitir un grito de felicidad y prometiendo compartir algo de sus habilidades con el conductor y el jurado.
Marcelo administró la ventaja y se hizo con los 3 millones. Ya con el cheque en mano, llegó el momento de la negociación por la llave, esa que desde el primer escalón estaba en poder de Diego. “Es linda, ¿qué te puedo ofrecer? Arrancamos con 100 mil”, lanzó el ganador. La parte vendedora, conocedora del capital del comprador, se negó rotundamente lo que dio lugar a esa escena propia de los mercados informales. Número va, número viene, el trato se cerró en 400 mil y todos contentos. ¿Le permitirá su intuición llevarse el departamento a estrenar?