Adam Driver, el actor que define su cara como “un chiste visual” y se convirtió en objeto de deseo

Considerado uno de los artistas más versátiles del Hollywood actual, ya filmó con los directores más reconocidos. Hoy cumple 40 años

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Adam Driver en la alfombra roja de Venecia durante la premiere de Ferrari (REUTERS/Yara Nardi)
Adam Driver en la alfombra roja de Venecia durante la premiere de Ferrari (REUTERS/Yara Nardi)

En septiembre de 2001, Adam Driver era un joven de 18 años que soñaba con ser actor. En busca de hacerlo realidad, se subió a un viejo auto y se lanzó a la carretera. Su destino final era Hollywood. Con la música fuerte, las expectativas altas y la confianza intacta, manejaba feliz cuando el coche se rompió. Un mecánico le confirmó lo que sospechaba: la defunción del vehículo. Sin trabajo y sin dinero, la única opción fue regresar a Mishawaka, su hogar en Indiana. Se instaló en una habitación trasera de la casa familiar, pagando alquiler, sin hacer nada con su vida y “pasando demasiado tiempo en el McDonald’s”.

Allí estaba, masticando su furia y viendo qué hacer, cuando la mañana del martes 11 de septiembre observó por televisión cómo cuatro aviones comerciales -secuestrados por miembros de Al Quaeda- se estrellaban contra las Torres Gemelas de Nueva York; la fachada del Pentágono en Washington y en un campo abierto en Pensilvania. A las pocas semanas, y en medio de una oleada de patriotismo, Driver decidió que ya no quería ser actor sino marine. La experiencia duró tres años. Ese joven -que hoy es un hombre que cumple 40 años- retomó sus sueños escénicos y se convirtió en uno de los actores más intensos y versátiles de la industria.

Driver nació el 19 de noviembre de 1983 en San Diego, California. Sus padres eran pastores baptistas. “Fui criado en un ambiente religioso y respeto la religión. Pero no me gusta cuando se pasa al territorio de ‘yo estoy en la verdad y tú estás equivocado, por lo que te voy a perseguir’”, reveló al respecto. Cuando el matrimonio se divorció, Adam se mudó a Indiana junto a su madre y padrastro. En la escuela no descollaba en matemática pero tampoco era malo para los deportes. Sí mostraba un talento especial para la música y la actuación.

Adam Driver, casi irreconocible en su papel de Enzo Ferrari (Diamond Films)
Adam Driver, casi irreconocible en su papel de Enzo Ferrari (Diamond Films)

Terminando el secundario, y con los hechos del 11 S en el centro de la escena, cambió su deseo de estudiar y triunfar en Hollywood por el campamento militar Pendleton de California. “Todos pensamos lo mismo, todos tuvimos el mismo impulso cuando cayeron las Torres. No hubo ni uno de mis amigos que no dijera que se iba a alistar, pero al final yo sólo lo hice”, explicaría su decisión. Aunque estuvo en el ejército casi tres años, no entró en combate. Poco antes de ser enviado a una misión sufrió un aparatoso accidente mientras andaba en bicicleta. Se fracturó la nariz y también el esternón. El problema se agravó porque, en lugar de tomarse un descanso, siguió su entrenamiento como marine. Se recuperó pero fue dado de baja, y en ese momento se empezaba a escribir otra historia.

El entrenamiento que recibió como marine le enseñó a sobrevivir, por ejemplo, comiendo frutos rojos en el bosque y sabiendo como utilizar un arma. La experiencia le sirvió para su crecimiento personal: “En el ejército, aprendes la esencia de las personas. Ves muchos ejemplos de sacrificio personal y coraje moral. En el resto de la vida no tienes tantas oportunidades para estar seguro de tus amigos”, declaró. Esa preparación le dio la suficiente confianza para volver a probar suerte como actor. “Si soy capaz de sobrevivir una guerra, ¿porque no podría sobrevivir una audición?”, se planteó. Y se lanzó a la aventura.

Decidió volver a intentar ser aceptado en Juilliard, la academia fundada en 1905, líder mundial en la enseñanza de las artes escénicas. Lo había probado estando aún en el colegio, cuando fue rechazado. Después de su paso por las Fuerzas Armadas se presentó a una segunda audición y le fue bien. “En ese tiempo yo era muy ingenuo, por suerte, y no me di cuenta lo importante que era el poder tener esta segunda oportunidad. Si me hubiese percatado de lo difícil que era llegar a Juilliard, me habría sentido incluso mucho más nervioso de lo que me sentí. Llegué a la audición con una suerte de confianza falsa, sentía que estaba bien preparado, a pesar que no sabía nada de la profesión, sobre todo al haber crecido en un lugar como Indiana. Cuando supe que me habían aceptado, no me lo podía creer”, le contó a la periodista Yenny Nun.

Adam Driver es Kylo Ren en la trilogía secuela de Star Wars (Disney / Lucas Films)
Adam Driver es Kylo Ren en la trilogía secuela de Star Wars (Disney / Lucas Films)

Como alumno, encaró su entrenamiento actoral con la misma rigurosidad que el de marine. Cada día recorría los ocho kilómetros que separaban su casa de la escuela corriendo. Cuando llegaba, hacía flexiones en los pasillos, y seguía una estricta dieta de seis huevos a la hora del desayuno y un pollo asado entero para almorzar.

Se graduó en 2009 y a las semanas consiguió su primer papelito, en la serie de la cadena ABC The Unusuals. Como tantos actores que comienzan, trabajó en obras teatrales en el Off Broadway y papeles muy menores en las de Broadway. Las cuentas no cerraban. Vivía en un departamento tan pequeño que más que una vivienda, dijo, parecía un placard. Tenía que trabajar de lo que pudiera hasta que le llegara la oportunidad. Fue plomero, vendedor de aspiradoras y empleado en algunos comercios. En esos años adoptó una dieta paleo (carnes, pollo, muchos huevos) que mantiene hasta la actualidad.

En 2012 llegó el despegue con el rol de Adam Sackler, el novio de la protagonista en la serie Girls. “Mi personaje era una mezcla de poeta, rinoceronte y hombre de Neardenthal”, sintetizó. Pronto se le abrieron las puertas del gran cine. Su primera oportunidad llegó de la mano de Clint Eastwood en la biografía de J. Edgar Hoover que protagonizó Leonardo DiCaprio.

Al tiempo llegaron sus roles en Lincoln, Amigos de más y A propósito de Llewyn David, de los hermanos Coen. Su rostro se hizo más conocido cuando se metió en la piel de Kylo Ren en Star Wars: el despertar de la fuerza. Lo vimos en varias escenas que destacaban su indisimulable altura y su cuerpo atlético forjado en la marina. Así, y por la magia del cine, ese hombre que define su cara como “un chiste visual” se convirtió en objeto de deseo.

Con Scarlett Johansson en Historia de un matrimonio, el filme por el que ambos fueron nominados al Oscar como actor y actriz protagónicos (Netflix vía AP)
Con Scarlett Johansson en Historia de un matrimonio, el filme por el que ambos fueron nominados al Oscar como actor y actriz protagónicos (Netflix vía AP)

Para el actor, ser parte de Star Wars fue una experiencia surrealista. “Ni sé cómo procesarlo. Es divertido, en especial para los vecinos de mi edificio cuando es la época de Halloween. Sin embargo, se vuelve mucho más extraño cuando la persona que cuida a mi perro se aparece con una camisa estampada con el personaje de Kylo Ren. Ahí sí que se vuelve muy extraño darle a mi perro para que se lo lleve. Pero más allá de eso, me gusta, sobre todo con los niños. Pero sigue siendo muy surrealista”, dijo en una entrevista con Infobae.

El actor que había confesado su deseo de trabajar con Pedro Almodóvar, Paul Thomas Anderson, Michael Haneke y Mike Leigh no pasaba desapercibido. Pronto los grandes directores se fijaron en él y no solo por su metro ochenta y nueve. Jim Jarmusch lo dirigió en Paterson, Martin Scorsese en Silencio -Driver perdió 25 kilos para representar su personaje del padre jesuita Francisco Garupe- y Steven Soderbergh en La suerte de los Logan. Spike Lee lo dirigió como el infiltrado judío del KKK en BlaKkKlansman, donde lo nominaron al Oscar. “Fue lo que siempre quise hacer y he tenido mucha suerte de haberme encontrado disponible en el momento que ellos me necesitaban”, dijo respecto a su deseo de trabajar con los mejores.

La nómina siguió creciendo y Adam vio como sus sueños se cumplían. Lo disfrutamos en el musical Annette, con Marion Cotillard, en la película de época El último duelo de Ridley Scott y, por el mismo director, en La casa Gucci. Y por su actuación en Historia de un matrimonio le llegó su segunda nominación al Oscar, esta vez por su rol protagónico.

Lo increíble es que este actor tan magnético como talentoso nunca ve sus películas después de terminadas y tampoco oye audios de sus entrevistas radiales. “Lo peor de mi trabajo es darle mucha importancia a las cosas. Tienes que tener sentido del humor hacia ti mismo. Definitivamente estoy tratando de resolver, según avanzo, cómo construir una carrera. Según las cosas se hacen más importantes, tengo días en los que me deprimo y me quedo en casa pensando: ‘¿Qué estás haciendo? ¿Es relevante?”.

Adam Driver y su esposa Joanne Tucker en la alombra roja de la gala de los Oscar 2020. (REUTERS/Eric Gaillard)
Adam Driver y su esposa Joanne Tucker en la alombra roja de la gala de los Oscar 2020. (REUTERS/Eric Gaillard)

Reconocido por críticos y directores, contó con humor cómo se prepara cada vez que debe audicionar para un papel. “En vez de pensar que me están juzgando, lo veo como una oportunidad para actuar. Por lo general, me preparo bien por dos días y lo tomo como mi interpretación del rol. Pero también tengo mi técnica de odiar a todos los que están en el lugar. Y lo hago porque si odio a todos, no tengo que esperar que me quieran, es más fácil aceptar la decisión final. Y si no consigo el trabajo, siento que no me importa, porque igual nadie me caía bien al principio”.

Cuando no filma, Driver disfruta de su vida en familia que mantiene lejos de los flashes. Se sabe que desde 2013 está casado con la actriz Joanne Tucker y que tienen un hijo. Con su familia se mudó a Brooklyn Heights, uno de los barrios residenciales más lujosos donde viven otras celebridades como Matt Damon, Paul Giamatti y Emily Blunt. Devoto del perfil bajo no entiende la exposición excesiva en medios ni en redes. “Mi trabajo como actor es mantenerme un poquito alejado, ser como un espía que absorbe lo que ocurre. Cuando eres tú el que es absorbido y consumido por el público, la cosa se complica. Digamos que no tengo la mejor relación con la fama. Todavía no sé cómo enfrentarme a ella, porque ha llegado tan rápido a mi vida que se ha convertido en una imposición incómoda”, explicó en el diario ABC.

Receloso de la fama, se sabe un hombre común con un trabajo poco común. Intenta prepararse el desayuno cada día, incluso si está en un hotel o en un rodaje. Le gusta hacer ejercicio, no solo para sentirse saludable sino para soltar endorfinas, ansiedad y otros sentimientos tóxicos que se le acumulan como a cualquier mortal. “Necesito equilibrar mi vida, tomarme un tiempo de descanso, poder ir al cuarto de baño sin tener que decirle a todo el mundo que Adam va al baño. Eso estaría bien, pero por ahora cocinar huevos cada mañana es una victoria personal. Nunca vas a tener la verdad absoluta de nada”, sostiene, buscando en los simples logros la plenitud.

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