Multifacética y talentosa. Actualmente angelita de LAM, productora de Ya lo sabía, influencer con más de dos millones de seguidores y además, abuela de Salvador -hijo de Barbie Vélez y Lucas Rodríguez-, en que describe como el “rol más hermoso” que le tocó ocupar.
No obstante, en la vida de Nazarena Vélez no todo fue color de rosa, ya que debió enfrentar tragedias que modificaron su realidad de un día para otro. La muerte de su hermana Jazmín a sus 21 años, en un accidente de auto. El suicidio de su pareja, Fabián Rodríguez, que no solo la llevó a duelar una pérdida muy dura sino que también la enfrentó a una deuda millonaria que la dejó en la calle. Y su trastorno alimenticio y la adicción a las anfetaminas, las cuales consumió por una década, lo que le provocó un preinfarto.
—¿Creés que tuviste una vida difícil?
—No. Yo soy una bendecida. Sí soy una mina a la que le pasaron muchas cosas. Pero si me pongo a pensar, tengo salud, siempre pude laburar de lo que quise, tengo unos padres, unos hermanos y unos hijos maravillosos. Me pasaron cosas duras, sí. Dolió, un montón. Y te lo digo y me quiebro.
—Tuviste dos pérdidas muy grandes. ¿Cómo las superaste?
—Los duelos son tremendos, y más cuando son inesperados. Nunca alguien está esperando una muerte, pero cuando hay una enfermedad empezás a entender que eso puede pasar. En el caso de mi hermana, fue un accidente, y en el caso de Fabi fue en suicidio. Son golpes duros. Es como que venga alguien ahora y nos pegue un mazazo en la espalda. Inesperado.
—Recuerdo que cuando fue lo de Fabián, ibas a los programas llorando y temblando. ¿Por qué te exponías así?
—Tenía que hacerlo. Tenía que salir a laburar, salir a vender la obra y salir a vender todo. Para que te des una idea, al mes de lo que pasó no podía ni estar parada, pero me senté en la mesa de Mirtha e hice una tapa de revista porque me pagaron. Me hice una coraza y fui para adelante porque de verdad me había quedado en la calle con tres hijos, y uno de ellos con tres años y medio que me preguntaba todos los días por su papá. Fue terrible.
—¿Y vos, a veces te preguntás cómo hubiese sido tu vida si eso no ocurría?
—Nunca me lo puse a pensar porque lo que no va a poder ser, ¿para qué pensarlo? Soy una mina muy pragmática. La única forma de salir es no analizar. Cuando sucedió lo de Fabián yo pensé que me volvía loca, pasé mucha oscuridad, noches tremendas donde no solo me tomaba tres litros de vino, sino que revisaba papeles buscando respuestas. Pero para mí caer nunca fue opción. Hasta el día de hoy tengo dolores muy profundos; o sea, si te hablo dos minutos me quiebro porque he pasado una depresión muy grande… Yo venía de la muerte de mi hermanita con 21 años, muy chiquitita, y después, a los cuatro años, lo de Fabián y un montón de cosas... Y siendo mina y sola, es durísimo. Entonces yo necesito ser práctica porque de lo contrario, me quiebro. Vos lo dijiste: si hacés memoria y buscás vídeos, lo único que hacía yo en esa época era ir a la tele a llorar. Me veo y me doy pena; digo: “Pobre, estaba rota”.
—¿Y qué le dirías a la Nazarena de ese momento?
—Hoy me miró con mucha compasión, ¿sabes? Y digo: “Bien”. Aparte, veo a mis hijos, a mi nieto, a la familia que tengo… Siento que hice todo lo que pude. Me habré equivocado, pero siempre todo fue desde un lugar de mucho amor.
—¿Se puede decir que acá aplica la famosa frase: “Todo por mis hijos”?
—Absolutamente. Yo salí adelante siempre por ellos tres, por mis bebes… Son mis bebés; de hecho, a Barbie, que tiene 29 años, la tengo agendada como “Beba”.
—Sos muy familiera.
—Sí, mal. Amo a mis hermanos, tengo unos viejos increíbles. No te puedo explicar lo que amo a Salvador, a mi nieto, que es una locura absoluta.
—¿Imaginabas el abuelazgo?
—Sí, me lo esperaba. Me esperaba este amor. Siento que nació mi cuarto hijo, sin criarlo. Siento el mismo amor que con mis hijos, tal vez como más fuerte, porque es el hijo de mi hija, como un flash, me explota la cabeza. Además Barbie es una excelente mamá y yo sabía que iba ser así porque me lo demostró con Thiago cuando falleció Fabián. Barbie fue una mamá chiquitita.
Renacer
En aquellos años en los que Nazarena atravesaba los momentos más oscuros de su vida, también debió enfrentar un trastorno alimenticio que la llevó a tener una adicción con la que lidió 10 años: consumió grande cantidades de anfetaminas, según dijo, el equivalente “a varios gramos de cocaína”. Por eso sus temblores, las pupilas dilatadas y la delgadez extrema.
En ese entonces, lo veía como algo necesario para poder trabajar como modelo. Todo inició cuando en su primera publicidad le dijeron, con crueldad: “Quedaste, pero de acá a tres días tenés que bajar cuatro kilos”. Allí comenzaron los diuréticos, los ayunos y las pastillas, que tuvieron por final un preinfarto que casi le cuesta la vida.
“Yo hice todo por estar flaca. Vomité, tomé cosas raras, no comía… Pero lo que más sostuve en el tiempo y fue una adicción muy grande fueron las pastillas. Fue una época tremenda. Yo odiaba mi cuerpo”, dice, y confiesa que en realidad es un problema que arraiga desde la infancia cuando en el colegio fue hostigada por sus compañeros, quienes la llamaban gorda. “¿Viste que hay chicas que comen y no les pasa por el cuerpo o lo metabolizan distinto? Bueno, yo no. Siempre lo padecí, pero cuando empecé a trabajar en el medio, algo que siempre me dio muy buena plata, tuve que pagar un costo muy alto: el de mi salud”.
El límite estuvo cuando la muerte rozó su vida. Fue un día en el que Nazarena se había dado el gusto de comer una hamburguesa. Al instante sintió culpa y comenzó a tomar pastillas de forma desesperada. Lo que desconocía era el daño que le estaba haciendo a su cuerpo. Se tumbó en una cama, sintió cómo un hormiguero invadía su cuerpo paralizado y el corazón le latía fuerte. En ese momento tuvo la lucidez de pensar: “¿Qué pasaría si llegara uno de mis hijos y me encontrara en ese estado?”. Por lo cual llamó a su madre, le confesó el mal momento que estaba pasando y le pidió ayuda.
“Toqué fondo. Ahí dije basta, porque antes de todo me considero una buena mamá. Y me hizo un clic muy importante que me salvó la vida porque si seguía, así me iba a morir”, afirma Nazarena. Hoy, dice estar en otra etapa: una que la encuentra enamorada de la vida, de su pareja y, por sobre todas las cosas, de ella.
—¿Por qué ahora subís a las redes fotos “reales”?
—Siento una responsabilidad de mamá. Y me ayuda también a mí, a curarme, porque muchas veces cuando levanto una foto mía en celulitis no me gusta porque todavía tengo vergüenza: no ando en bikini así nomás por la playa, no soy de las que anda paleteando… Sigo con muchos complejos con mi cuerpo y hacer este tipo de posteos también me sana. Es un desafío para mí.
—Cuándo hiciste el cambio, ¿al principio que comentarios recibías?
—Empecé a recibir muchos mensajes en mi mail, sobre todo de chiquitas de 13 y 15 años, que me contaban que se habían querido suicidar por no quererse. Hasta el día de hoy sigo hablando con una nena que por entonces tenía 13, porque de verdad me rompió el alma. Ahí dije: “Es por acá, esto hay que contarlo, esto que yo tanto sufrí...”.
—¿Se podría decir que tu actual pareja te ayudó a sanar todos esas tristezas?
—Sí, absolutamente. Yo no creía posible volverme a enamorar y cuando lo conocí al Bocha (Santiago Camaaño) dije: “Me voy a divertir soltando todos esos mandatos y prejuicios que siempre tuve. Me lo merezco, después de tanto tiempo”. Y me pareció un bombón: a los dos meses le estaba diciendo “te amo”. Estaba re enamorada, fascinada.
—¿Cómo se lleva con tus hijos?
—Él nunca fue papá, pero es el mejor papá del mundo. No sabés lo que es con Titi, que para mí eso es importantísimo. Se levanta todos los días a las 7:20 para llevarlo al colegio. Tienen una relación de amor que me enamora. Y aparte es un bombón y un excelente actor: tiene todo a favor.
—Están trabajando juntos. ¿Cómo se llevan a nivel laboral?
—Muy bien. Es muy fácil trabajar conmigo porque yo, como productora, soy muy respetuosa. Si te contrato a vos para hacer un laburo, después no me meto. Una vez que negociamos la plata ya no volvemos a charlar.
—¿Cómo se llama la obra?
—Ya lo sabía. No sabés lo linda que es… Es una obra muy distinta: habla de acoso escolar, de bullying, de todo lo que sufrimos en la infancia y adolescencia. Es un gran trabajo y un gran desafío que me deja muy contenta. Va a estar todos los sábados del mes en Andamio 90, un teatro hermoso.
—¿Disfrutás más la producción o de ser panelista de LAM?
—Son dos cosas diferentes, pero sé que como productora la rompo, te lo juro por Dios. Ahí sale mi parte leonina porque es algo que me apasiona desde que soy muy chiquitita. Amo producir. El resto de mis profesiones también, pero nada me genera lo que me genera esto. El día de mañana me encantaría vivir frente al mar en Brasil, tener una posada chiquita con un teatrito y solo producir.
—¿Como productora, que cambios le harías a LAM?
—Pensé en llevarlo al teatro, algo bien armado, con un buen director, actuando, pero sin perder la esencia de LAM. Yo lo estoy torturando a Ángel (de Brito) diciéndole... Que todo el mundo vaya con una expectativa pedorra y se encuentre con: “¡Ah, la rompieron!”.
—Y en tu rol de periodista, ¿cómo te sentís luego de, en algunas situaciones, haber sido hostigada por los medios?
—Es un desafío porque ellos siempre hablaron de mí y de mi hija, que es algo muy doloroso, pero a mí me sanó esta oportunidad porque me di cuenta que nada es personal, que los temas son temas porque rinden y porque dan rating.
—Si pudieras viajar en el tiempo para darle un mensaje a esa Nazarena polémica que se la pasaba por los canales, ¿cuál sería?
—Le diría: “Tranquila, nena. Bajá un cambio. Y disfrutá más de la vida, que se pasa volando”.