Hiperhumor: la historia de los uruguayos que revolucionaron la tevé argentina con su humor sano y ocurrente

En los 80, Ricardo Espalter, Enrique Almada, Berugo Carámbula, Julio Frade y compañía cruzaron el charco para aportare su frescura a la pantalla chica con un ciclo todavía recordado

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Programa Hiperhumor, sketch La Farmacia

Ya comienza Hiperhumor, es la risa hecha color, alma y color de juglar, de comediante su acción, viene a la gente a alegrar, viva el humor que hay en su corazón.

Para muchos, escuchar el comienzo de esa canción nos roba inmediatamente una sonrisa. Porque remite a aquellos años 80, donde era tan necesario el humor y ese grupo de actores, queridos, y por siempre conocidos de este lado del río que nos hermana, como Los Uruguayos, daban rienda a todo su ingenio para regalarnos una hora de felicidad y risas frente a la pantalla de Canal 9. El venerado Hiperhumor fue un eslabón más de la cadena de éxitos que habían comenzado a construir cuando despertaba la década del 60 y que, con paciencia, fueron hilvanando para adherirse por siempre en el corazón de los argentinos. Los orfebres: Ricardo Espalter, Enrique Almada, Eduardo D´Angelo, Andrés Redondo, Berugo Carámbula y Julio Frade.

Telacataplum, Jaujaraba, Hupumorpo y Comicoor fueron algunos de los distintos títulos que antecedieron a Hiperhumor, siempre con la marca registrada de esos humoristas tan disímiles y extraordinarios. De todos ellos queda entre nosotros Julio Frade, quien atesora inmensas vivencias y se ha convertido en el albacea de los recuerdos de ese grupo, cuyos inicios evocó en diálogo con Teleshow: “A fines de 1962 llegué a Montevideo desde Nueva York, donde había estado un año becado y terminé mi bachillerato. Desde los cuatro estudiaba piano por consejo de mi madre, y cuando regresé, tenía un enorme bagaje de conocimientos del tema y la decisión tomada de dedicarme a la música y a la televisión”.

“Venía de ver tevé en colores y en Uruguay recién comenzaba en blanco y negro -continúa-. En el flamante aparato que les habían regalado a mis padres, lo primero que observé fue un aviso que decía: ‘Próximamente Telecataplum, la creación humorística de Los Lobizones’. Enseguida me puse a averiguar quiénes eran estas personas y me dijeron que eran los hermanos Scheck, los dueños del diario El País y el canal Teledoce. Fui a la redacción del periódico, donde me encontré como con 100 escritorios y otras tantas secretarias. A una de ellas le dije que venía a ver a los hermanos Scheck, a lo que me respondió: ‘¿Cuál de ellos? Porque son seis’ (risas). Me dirigió con Jorge y Daniel. Allí conté que estaba recién llegado y que era un experto en hacer música para el humor. Se los expliqué y se miraron pensando: ‘Este es un loco o está diciendo la verdad’. Me citaron a los pocos días en el Centro de Artes y Letras de Montevideo para escuchar lo que podía hacer con la orquesta, donde el guitarrista era Berugo Carámbula. Ese día comenzó a llegar gente que no conocía, como Ricardo Espalter, Eduardo D´Angelo, Henry Trailles y Andrés Redondo, entre otros, quienes iban a ser mis compañeros durante 51 años”.

 Ricardo Espalter, figura clave
Ricardo Espalter, figura clave de Hiperhumor

Ese grupo se presentó en un evento en el mes de diciembre en Montevideo como parte de una entrega de premios, donde entre otras personalidades estaban Pinky y Blackie, quien al regresar a Buenos Aires se los recomendó a las autoridades de Canal 13. En enero del 63 grabaron el piloto y dos meses más tarde ya eran parte de la grilla de la emisora, como recuerda Frade: “Era un lugar maravilloso para trabajar, dirigido por los cubanos, con Goar Mestre a la cabeza, que estaban en un nivel similar al de Hollywood. Fue una conmoción inmediata porque el tipo de humor que manejábamos nosotros no era el que se hacía en Argentina en aquella época. Quienes sí lo hicieron y mantuvieron son Les Luthiers. Ellos trabajaron en dos ocasiones junto a nosotros, cuando ya estábamos en Canal 11, en el sketch llamado Noches Cultas, que lo hacía Raimundo Soto, y más adelante fue Veladas Paquetas, con Andrés Redondo. El tipo de presentación que adoptó Marcos Mundstock fue casi una imitación de la labor de Soto, que era parodiar a los locutores de canales estatales que difundían cultura”.

Muchas veces, lo que se ve en cámara no es lo que ocurre cuando se apagan las luces del estudio. En este caso, uno tenía la impresión que la química al aire también se daba en el día a día entre ellos, cosa que ratifica Frade: “Para poder estar 51 años juntos, viajando por tres países, ya que grabábamos al mismo tiempo en Uruguay, Argentina y Chile, haciendo los mismos trabajos permanentemente, hay que consolidar un muy buen equipo y tenerse un gran aprecio unos a otros. Éramos excelentes compañeros de trabajo y nos divertíamos muchísimo”.

En esa misma sintonía van los recuerdos de María Carámbula, hija del inolvidable Berugo, quien siguió su camino en la actuación. La relación entre ellos fue espectacular desde los comienzos. Mi papá arrancó siendo parte de la banda que tocaba jazz en el programa con tan solo 18 años, pero enseguida se dieron cuenta que era gracioso y lo sumaron para hacer sketch. Allí conoció a mi madre, Charito Semblat, que era una de las tres mujeres del elenco. Cantaba como los dioses y fue una pena que dejara su carrera al casarse con papá”.

“Todos tenían su opinión y sugerían personajes, y así fue como a papá se le ocurrió el de Toto Paniagua -confía María-. Nos íbamos de vacaciones al mismo lugar, por ejemplo, Mar del Plata, cuando hacían temporada de verano, porque se llevaban muy bien entre las esposas, y nosotros, los hijos también. Hay una linda anécdota del día que nací, que por otro lado es el mismo que mi padre. Ese 31 de octubre estaba grabando en Buenos Aires y le avisaron por teléfono de la llegada de la nena (risas). En ese tiempo se necesitaba testigos de la partida de nacimiento y en la mía fueron Ricardo Espalter y Enrique Almada”.

En 1974 estuvieron nuevamente en la televisión argentina con Hupumorpo, que se mantuvo por Canal 13 durante cuatro temporadas. Allí nació el personaje célebre mencionado por María Carámbula: Toto Paniagua, con la imbatible dupla de Ricardo Esplater (quien lo personificaba) y Enrique Almada. El primero lo personificaba. Se trataba de un hombre poco instruido que de pronto se encuentra como dueño de una gran fortuna y desea adquirir buenos modales. Para ello es asistido por el refinado Profesor Claudio (Almada). Las diferencias de todo tipo entre ambos dieron pie a momentos grandiosos, siempre con el célebre cierre de Almada, ante la imposibilidad de hacerlo aprender: “El que nace para pito, nunca llega a corneta”.

Programa Hiperhumor, sketch Veladas Paquetas

Con la inminencia de la llegada de la televisión en colores, en 1979 pasaron a formar parte del canal estatal, en plena transición, no solo técnica sino también de nombre. Allí deslumbrarían El hombre de doblaje, con la sagacidad de Eduardo D´Ángelo, combinando su pasión por el cine y su capacidad para la imitación, con desopilantes diálogos insertados en memorables películas y la absurda solemnidad de las Veladas Paquetas, con Andrés Redondo como maestro de ceremonias, a quien se le iba consumiendo la vela que portaba en una mano. Fue un gran momento, como lo evocó Frade: “Cuando se disputó el mundial de fútbol en 1978 se construyó ATC, que en ese momento era el mejor canal del mundo, con la más alta tecnología y una calidad insuperable. Carlos Montero era el director general y nos contrató para inaugurar la televisión color en Argentina, con la idea de reeditar lo que había sido Telecataplum y se llamó Comicolor”.

Aquellos momentos también configuran un hermoso e imborrable recuerdo para María Carámbula. “Era pura felicidad cuando papá me decía: ‘¿Querés faltar mañana al colegio y me acompañás a grabar?’. Para mí no podía haber alegría mayor. Me fascinaba entrar a ese edificio recién estrenado, como una nave espacial que te llevaba al futuro. En el elenco estaba Gabriela Acher, que es mi madrina, y me iba con ella. Un día le dije: ‘Cuando sea grande quiero tener un camarín como el tuyo’. Por ahí vino mi vocación. Me gustaba mucho leer los libretos de las grabaciones; luego esas hojas eran para hacer dibujos también. Era un plan que me divertía mucho”.

Apenas un mes más tarde de la recuperación de la democracia, en enero del 84, Alfredo Garrido fue designado a cargo de la programación de un alicaído Canal 9. Tomó decisiones acertadas, como poner al siempre polémico y talentoso Hugo Guerrero Marthineitz a conducir un ciclo diario de entrevistas nocturno que marcaría un antes y un después, llamado A Solas. Le dio la chance a Mario Sapag de encabezar por primera vez un programa propio y relanzó la carrera de Moria Casán con Monumental Moria.

Una publicidad de Híperhumor de
Una publicidad de Híperhumor de 1984, en Canal 9

En medio de todas esas innovaciones, convocó a Los Uruguayos, tras una larga estadía en ATC. “A los pocos meses del estar al aire reasumió como director de la emisora Alejandro Romay, un hombre que sabía mucho de televisión -rememora Frade-. Un día nos convocó a su despacho: ‘Lo de ustedes es impecable, pero no se ve reflejado en el rating. Lo único que le falta son buenas mujeres’. Y entonces seleccionó y contrató a Noemí Alan y Amalia Yuyito González. Inmediatamente subieron los números, y nos consolidamos muchos años en esa pantalla”.

Una vez más había acertado el Zar de la televisión argentina, porque el programa comenzó a tener un gran rating, dentro del canal líder. Noemí Alan siempre guardó un gran recuerdo de su paso por allí. “Ellos no venían acostumbrados a trabajar con chicas que expusieran su físico, pero enseguida nos entendimos. Su idea era llevar las cosas hacia el lado de la picardía, pero sin irse al extremo”. Fue el momento de lucimiento de Alan, que jugaba pasos de comedia mientras hacía un ingenuo striptease, donde prometía sacarse una de sus prendas “después de la tandita”, como eficiente método para evitar el zapping.

El sketch de La Farmacia, con Espalter como dueño y D´Angelo como ayudante en el papel de Murmullo, era el momento de Yuyito González. Aparecía en bikini en un poster de una máquina fotográfica, pero cobraba vida cada vez que el inocente Murmullo se acercaba, para disparar sus fantasías. Ese fue el espacio para la aparición de un payaso corporizado por Frade, que así lo evoca: “Los peores chistes del universo los tenía Eduardo D’Angelo que, además de ser uno de los integrantes del elenco, también hacía los libretos. Jamás hubo ni habrá peores que esos (risas). Un día decidimos hacer un personaje para que los contara al aire y allí personifiqué al Payaso Virutita, un animador de fiestas infantiles”.

Programa Hiperhumor, sketch El payador Gabino

La canción fue otra marca registrada del programa, que se recuerda hasta el día de hoy. Toda la parte musical siempre fue responsabilidad de Frade, quien fue el autor de letra, la música y era quien la interpretaba: “Aposté a que todos mis compañeros cantasen con sus voces, sin doblajes, durante los diversos sketchs, y lo logré. En ATC me pusieron como seudónimo Walt Disney, poque era el único que hacía cantar a todos los animales (risas). Gracias a Dios, fue un éxito enorme”.

Sebastián Almada es un reconocido músico y humorista que siguió el sendero de su padre, Enrique. Vivió desde adentro el proceso creativo de ese grupo inigualable y desgranó sus vivencias en diálogo con Teleshow. “Tengo millones de recuerdos, sobre todo porque gracias a mi padre compartí muchos momentos con todos los integrantes del elenco en mi casa, y por eso me siento un privilegiado. El mayor orgullo es que mi viejo siempre fue muy querido, no solo por sus compañeros, sino por el público, y recordado primero como persona y luego como actor”.

“En tantos años me han contado muchísimas anécdotas, pero creo que la mejor de todas es una que protagonizaron en un teatro -amplía Sebastián-. Cada vez que estaban por comenzar una función, Andrés Redondo salía al escenario, hacía como preámbulo y decía: ‘Hoy contamos con la presencia de…', y nombraba a cualquier persona famosa, como por ejemplo podía ser Mirtha Legrand. En ese momento se encendían las luces, el público se daba vuelta para buscarla y allí continuaba: ‘...que nos mandó un telegrama para acompañarnos’. Le gente se reía y lo disfrutaba. Una noche hizo lo mismo en Punta del Este, y el elegido fue Pablo Neruda, con el detalle de que estaba efectivamente en la sala, sin que nadie del elenco lo supiese. Neruda se puso de pie, se sacó la boina que tenía y fue ovacionado. Fue algo increíble”.

Almada y Espalter, en La
Almada y Espalter, en La Disquería, uno de los grandes momento de Hiperhumor

En la madrugada del 5 de marzo de 1988 se produjo la trágica muerte de Alberto Olmedo. Además del lógico dolor y consternación, provocó una serie de cambios en sus ciclos porque todo su elenco tenía contrato ya firmado para esa temporada. Romay tomó la decisión de fusionarlos con Los Uruguayos en una movida riesgosa, porque hacían distintos tipos de humor; el público no acompañó. Shopping Center estuvo un puñado de meses en el aire y en 1989 se produjo el regreso de Hiperhumor, para desandar su última temporada.

Han pasado muchos años, pero ese grupo de actores sigue en el imaginario como el primer día. “Hasta el día de hoy siento por la calle el afecto de la gente -se emociona Frade-. Poder trabajar en lo que a uno le apasiona es un regalo de Dios y hay que saber aprovecharlo. Nunca más alguien volvió a hacer ese estilo de humor con distinción, con fineza e inteligencia. Era realmente una joya”.

“Ellos son tan recordado porque son un clásico, y los clásicos no pasan de moda -reflexiona Sebastián Almada-. Hacían un humor sano y universal, que siempre estará vigente. Lograron algo muy difícil, en cualquier rama del arte, que es tener un estilo propio. Y eso es invalorable. Marcaron una época, por eso van a perdurar toda la vida”.

Viva y disfrute sin inhibición, beba la copa de nuestra ilusión, y a rienda suelta su cordialidad, y el buen humor volará en libertad.

Esa era la segunda estrofa de la inolvidable cortina creada por Julio Frade. Casi 40 años más tarde los recordamos con una sonrisa, sabiendo que disfrutábamos sin inhibición de sus gags frente a cámara. Brindamos con la copa en alto de esa ilusión, llena de la cordialidad que pocos como ellos supieron hacer traspasar la pantalla. Y siendo conscientes de que su buen humor volará por siempre en libertad, hasta el cielo de los consagrados.

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