Si a 100 personas nacidas en los 70 se les muestra una foto del Doctor Emmett Brown, con seguridad responderán que es Doc, el inventor del De Lorean, la fabulosa máquina del tiempo de Volver al Futuro. Pero si a esas mismas personas se les muestra una imagen de un señor canoso, con una incipiente calvicie y unas canas bien peinadas, quizás les resulte más complicado decir que es Christopher Lloyd. Es que el actor -que este 20 de octubre cumple 85 años- no es tan famoso como su personaje más famoso. Tímido y tranquilo, raramente aparece en público y mucho menos acepta ser entrevistado. Más que volver al futuro, elige disfrutar de su presente.
A diferencia de otras estrellas de Hollywood como Leonardo Di Caprio o Al Pacino, que vivieron infancias duras sobrellevando complejas situaciones económicas, Lloyd no conoció las carencias. Su abuelo materno, Lewis Henry Lapham, fue un empresario que comenzó una pequeña fortuna en el negocio del cuero y terminó con una gran fortuna al ser uno de los fundadores de Texaco Oil Company. No era el único miembro notable de la familia: Roger Dearborn Lapham, tío materno del actor, además de ser presidente de una poderosa compañía de transporte también fue alcalde de San Francisco.
Con abuelo y tío millonarios, en la casa de Christopher no había privaciones. Su padre, Samuel, era un prestigioso abogado y su madre, Ruth, se dedicaba a la crianza de sus siete hijos además de actuar y cantar en obras de teatro comunitario. Ver a su madre en el escenario fascinaba al menor de los Lloyd.
Cuando lo anotaron como alumno pupilo en el Fessenden School, un prestigioso y caro internado en Massachusetts, Lloyd no mostraba mucho interés por las ciencias. En las clases se mostraba retraído. Más de un profesor se asombró cuando se inscribió para participar en el teatro escolar, pero mucho más se asombraron cuando vieron que además mostraba un talento inusual para su edad.
Al terminar su educación en Fessenden lo inscribieron en Staples High School, en Westport, una secundaria pública de Connecticut. Allí, el tímido adolescente juntó coraje y le pidió ayuda a su profesor de inglés, Craig Matheson, para iniciar un club de teatro. El docente apoyó la idea de su alumno y desde su creación, en 1958, el grupo presentó cientos de musicales, dramas, obras de Shakespeare, ganó premios nacionales y hasta realizó una presentación en la ONU.
Al terminar el colegio Lloyd sabía con certeza que no deseaba ser abogado como su padre sino artista como su madre. Con 19 años se inscribió en la Escuela de Teatro Neighborhood Playhouse de Nueva York, la más prestigiosa de la época. Allí siguió un riguroso programa de formación donde recibió técnicas de actuación, voz, movimiento e improvisación.
Sus primeros pasos en la actuación no fueron en el cine sino en distintos musicales de Broadway, donde mostró que además de actuar podía cantar y bailar. Con un cierto nombre ganado en el teatro decidió que era tiempo de probar algo más. El cine fue su paso siguiente.Su debut en la pantalla grande fue nada más ni nada menos que en en Atrapado sin salida, donde -dirigido por Milos Forman- fue Max Taber, uno de los compañeros de Jack Nicholson en el hospital neuropsiquiátrico. Tres años después actuaba en Broadway, en el musical Happy End; la coprotagonista era una artista poco conocida pero que ya impactaba por su talento, una tal Meryl Streep. Nicholson buscaba una actriz poco conocida para Goin’ South, la película que dirigía, y decidió verla en escena. Al terminar la obra, Nicholson fue al camerino de su excompañero de filmación a saludarlo y Streep aprovechó a decirle que era ideal para su película. Finalmente la actriz no estuvo en el filme, pero Lloyd sí.
De la pantalla grande lo convocaron para la pantalla chica. Lo llamaron para ser parte de Taxi, una sitcom que duró cinco temporadas y le proporcionó dos de los tres premios Emmy (los tres únicos a los que estuvo nominado) de su carrera. Amalgamaba sus trabajos en televisión con proyectos de cine. Junto a John Lithgow y Jeff Goldblum filmó Las aventuras de Buckarro Banzai y fue el comandante Kruge en Star Trek III.
Se encontraba en México filmando una película -“que no estoy seguro si alguna vez salió”- cuando su agente le envió el guion de Volver al Futuro. En su tráiler, mientras disfrutaba de un taco y preparaba su próxima escena, lo leyó. Sin embargo, y como recopila el portal Imdb, no quedó muy impresionado. Le habían ofrecido representar una obra en el Teatro Long Wharf, en New Haven, y prefería subirse nuevamente al escenario que seguir en sets de filmación. Descartó el guion sin titubear.
Días después, y según reveló, le comentó a un amigo sobre el texto rechazado. “Él me dijo una frase: ‘Mi mantra siempre ha sido nunca dejar piedra sin remover’. En otras palabras, siempre que alguien tenga interés en ti, sea lo que sea, al menos compruébalo. Basándome en eso, volé de regreso a Los Ángeles, conocí a Bob Zemeckis y el resto es historia”.
Al aceptar el papel de Emmett Brown, Lloyd pensó que “estaría feliz si fuera una película popular que ayudara a consolidar su carrera”, pero creía que Volver al Futuro era un proyecto menor que “seguiría su curso y eso sería todo”. Se equivocaba, y mucho. La primera película de la saga se convirtió en la más taquillera de 1985 y, desde entonces, es considerada un clásico de la cultura popular de aquella década, con millones de fanáticos en todo el planeta.
Parte del atractivo de la trilogía es la complicidad entre sus protagonistas. Lloyd no conocía a Michael J. Fox, el actor elegido para dar vida a Marty McFly, pero apenas se vieron “sentí una química inmediata”, contó. Fox percibió lo mismo. Admiraba el trabajo de su compañero. “Es brillantemente, entretenido...”, y hasta el día de hoy asegura que “la mejor parte de la película fue trabajar con Chris”.
Para el papel del Doc Brown los primeros convocados por Robert Zemeckis fueron Danny de Vito, John Lithgow, Dudley Moore y Jeff Goldblum, pero quedó en manos de Lloyd. El actor le puso su impronta. Fue él quien propuso que el doctor tuviera ese perfil alocado y sugirió que el peinado -una mezcla de los desarreglos capilares de Albert Einstein y del director de orquesta Leopold Stokowski- sería su impronta. También encorvó su postura para parecer más bajo, para que su metro ochenta y cinco de altura no contrastara tanto con el metro sesenta y tres de Fox. Por último, pasó largas horas en maquillaje para parecer un hombre de 67 años cuando en realidad había cumplido 47. Luego, para evitar esas tediosas jornadas, los guionistas idearon que el Doc visitara una clínica de rejuvenecimiento en el futuro, lo que hizo que su rostro luciera más joven.
Si le preguntan sobre su escena favorita asegura es del último filme de la saga, “cuando mi personaje del profesor logra subir al tren desde un caballo. Filmarla fue emocionante”. Su frase preferida de la trilogía es “el futuro es lo que tú lo haces”. Y contó que conserva una camiseta de Regreso al Futuro Parte III, pero que su esposa no se la permite usar.
Después del exitazo de Volver..., siguió participando de otros proyectos. Entre los más recordados, en 1988 fue el Juez Doom, el villano principal en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? En 1991 fue el Fétido Adams de Los Locos Adams y en 1994 actuó junto a un tierno Macaulay Culkin en El guardián de las palabras. Entre sus últimos papeles, en 2017 se lo pudo disfrutar junto a Morgan Freeman, Michael Caine y Alan Arkin en Un golpe con estilo. Continuó trabajando en distintas películas y series para la televisión, y jamás abandonó el teatro.
Como dato curioso, en el 2017, la porteña esquina de Cabildo y Juramento se convirtió en Hill Valley -el pueblo norteamericano donde ocurría Volver al Futuro-. En pleno Buenos Aires, Lloyd apareció caracterizado como el Doc Brown y, junto a la máquina del tiempo usada en la saga, filmó una publicidad de una cadena de electrodomésticos. Según las crónicas de ese momento, el problema del actor no fue memorizar sus líneas y mucho menos actuar pero sí pronunciar bien el nombre de la marca que lo contrató. Por su tarea cobró 200 mil dólares, que donó a la fundación de Michael Fox que lucha por la cura del mal de Parkinson.
De su vida privada se sabe muy poco. Le gusta el ciclismo y recorrió Italia pedaleando. En el amor, tuvo cuatro matrimonios pero no hijos. El 6 de junio de 1959 se casó con Catharine Dallas Dixon Boyd; se divorciaron tras 12 años de matrimonio. Volvió a dar el “sí, quiero” con la actriz Kay Tornborg; estuvieron juntos desde 1974 a 1987. Su tercer matrimonio fue con Carol Ann Vanek y duró desde finales de 1980 a 1991. La cuarta boda fue con la guionista Jane Walker Wood, con la que convivió desde 1992 a 2005. Al divorciarse decidió vender la casa en común que tenía con su ahora exmujer y en la transacción conoció a Lisa Loiacono, una agente inmobiliaria 30 años menor. Se enamoraron y desde entonces están juntos. Lo llamativo es que el divorcio entre Lloyd y Wood fue tan amigable que su exesposa y su actual esposa salen todas las mañanas a correr juntas.
A 38 años del estreno de Volver al Futuro, y según contó en el diario Excelsior, todavía hay gente que se le acerca para decirle “‘gracias por haber entretenido tanto mi infancia’. Incluso hay quienes me dicen que hoy son doctores, físicos o científicos por mi personaje del cine”. Nada mal para un actor al que el Doc Brown lo llevó a ese lugar donde no se necesitan carreteras: el reconocimiento de la gente.