Verborrágico, comprometido y preocupado por la realidad social del país, Baby Etchecopar visita los estudios de Infobae para compartir su visión de la actualidad a días de las elecciones. Pero también con la felicidad de haber recuperado la alegría perdida. Finalmente este año sí habrá boda. Entusiasmado por los preparativos y cuidadoso a la hora de brindar detalles, se lo ve exultante, y aprovecha la entrevista para pedir disculpas de antemano a aquellos amigos que no serán invitados, por falta de presupuesto.
“Yo necesito darte título de compromiso”, explica Baby sobre por qué decidió pedirle casamiento a Silvina Cupeiro, la mujer que lo sacó a flote y le devolvió las ganas de vivir. “Me caso por amor”, declara, contundente, a pesar de los fantasmas de la culpa, el calendario y la reacción de sus hijos.
Actualmente, todo lo que siente y piensa lo dice en Baby en el medio, de lunes a viernes de 12 a 14 en Radio Rivadavia, cada noche a las 23 se pone al frente de Basta Baby, en A24. Además, recorre el país con su unipersonal Debut sin despedida. Auténtico y más sensible de lo que demuestra, Etchecopar acepta aquí un diálogo franco.
—Ya hay fecha para el casamiento.
—Sí, el 9 de diciembre. No puedo dar más datos porque mi mujer se enoja.
—¿Cómo fue la propuesta de casamiento?
—No la hice todavía.
—¿Y cómo es que pusieron la fecha?
—Y... porque dijimos: “Bueno, ¿nos casamos?”. Porque, a ver: somos los dos grandes. Yo desgraciadamente enviudé, ella se separó, somos libres. Y un día le dije: ”Che, Sil, ¿no creés que es conveniente que nos casemos?”. Me preguntó para qué nos íbamos a casar si ya vivíamos juntos, y le dije que yo necesito decir que es mi esposa, que necesito darle el título de compromiso. Porque creo que vale para eso. Y que yo valgo para eso. Entonces me dijo: “Bueno, nos casamos, es lo mismo”. Por supuesto que va a haber contratos prenupciales.
—¿Por qué dice “por supuesto”?
—Porque mi condición no es la misma que la de ella. Yo me caso por amor y me caso porque ella le dio una solución muy grande a mi vida en momentos en los que me sentí pésimamente mal, muy mal. Ella, con su alegría permanente, me mantiene a flote.
—¿Cuál fue el peor momento?
—Cuando enviudé, se me vino el mundo encima. Se me terminaron los proyectos. Parece mentira que lo que vos toda la vida amalgamaste para el futuro, un día se te derrumba. Se te derrumba la casa, se te derrumba la familia. No te olvides que es la madre y es tu mujer. En ese mismo momento te empezás a dar cuenta de que, como dice el tango, no habrá ninguna igual. Todo lo que no veías, lo ves. Y la madre para tus hijos: es terrible. Yo perdí a mi mamá de grande, pero me puse en el lugar de mis tres hijos. Además lo que era Adriana para ellos: era todo, era su continente. Se sacrificó por ellos, vivió por ellos, se mató por ellos. Y creí que ahí se acababa todo. Vos te sentás y decís: “Ahora, ¿cómo arranco?”. El futuro es un paredón. Estuve más de un año, un año y pico, casi dos, solo. La primera Navidad la pasé solo llorando con mi hijo en el balcón, con Federico, los dos viendo los fuegos artificiales. Después vino la otra Navidad y ya estábamos los tres, porque la última Navidad con Adriana la pasamos internados en el sanatorio mirando los fuegos artificiales por la ventana y ella llorando, sabiendo que eran los últimos fuegos que iba a vivir. Muy duro todo. Horrible. Bueno, ante eso tan horrible, tan terrible, que no te curás nunca, cuando creí que estaba todo perdido... de casualidad me encontré con Sil. Y ese día sentí como que alguien me tiró una soga. Aunque primero sentí culpa. Me pregunté: “¿Merezco estar feliz después de lo que me pasó?”. Después, el calendario: no me queda tanto tiempo para desperdiciar. Así que ya nos encontraremos; ahora, a vivir este momento. Después la duda: “¿Cuánto durará este momento?”. Y después, la certeza de que era para toda la vida.
—¿Cómo tomaron sus hijos la noticia del casamiento con Silvina? ¿Sintió un poco de culpa?
—Las hijas de ella, no: enseguida me adoptaron. Y me aman. Mis hijos recién ahora, siete años después. Igual era mucho el amor por la madre. Y tienen razón. El amor de la madre no se sustituye. Creo que ellos no quieren vivir la culpa. Pero Silvina es una gran persona. Federico lo entendió; María, más o menos; y a Leandro, que era el más mamero, le cuesta. Pero yo estoy muy bien con ellos y hago de papá y mamá con mucho gusto. No soy de los omnipresentes, soy de los que están siempre escuchando qué hace falta para estar. Te vigilo a distancia, como un guardaespaldas.
—¿Qué cree que diría Adriana hoy de su presente, de su felicidad?
—Fue tan inmensa... Cuando se estaba muriendo estaba más preocupada por dejarme a mí solo que por irse ella. Y hoy estaría muy feliz, porque fue un ser humano enorme.
—No quiero ser Baby para armar la lista de invitados de su casamiento…
—Y sí... es un problema. Muchos amigos sabrán disculparme: no tengo plata para tantos. Es muy caro casarse hoy. Va a ser muy linda la fiesta, el casamiento. Porque además yo vengo de una infancia donde nunca tuve fiestas: nunca me festejaron el cumpleaños, por costumbre de familia. Y cuando estuve casado, tampoco. Hicimos una tortita, vino mi mamá, mi tía y mis primas. Yo fui a muchas grandes fiestas, pero nunca tuve la gran fiesta de mi vida. Entonces quiero hacer la gran fiesta de mi vida. No me estoy despidiendo pero sé que tampoco me queda tanto tiempo. Entonces quiero hacer la gran fiesta con todos los que amo para decirles “gracias por haber estado en mi vida”. Esos van a estar.
—Para celebrar la vida.
—Para celebrar la gente que me hizo la vida.
—Habló de su infancia. ¿Cómo fue?
—Yo tengo una cosa medio ambigua, porque a veces la gente sabe que tuve una infancia muy pobre. Pero con mucho abolengo. Mi papá era un filántropo, era un tipo que coleccionaba libros, me obligaba a leer, me explicaba lo que leía, me hacía comprensión de texto. Pero papá nunca tuvo un mango. Nunca podía. Todo le costaba mucho. Y ahora lo entiendo: nunca se prostituyó. Fue secretario de (Arturo) Ilia y murió pobre. Fue un hombre magnífico. Que yo lo puteé mucho, incluso por radio, hasta que me di cuenta de que yo hacía radio porque él había estado en mi vida y que yo no podría saber las cosas que sé para hablar al aire de no haber tenido un padre con ese nivel intelectual.
—¿Por qué insultaba a su padre?
—Y... que cuando todos tenían un jean, yo no. Que cuando todos se iban de vacaciones yo no. Que yo le pedía que comprara un auto y él me decía que no le gustaba manejar. Entonces yo decía que no me había dado lo que yo le pedía, pero me dio lo que yo no le pedí, y lo que yo no le pedí me dio lo que yo quería tener. Mira vos qué cosa.
—¿Cómo se llamaba su papá?
—Juan Carlos.
—¿Qué aprendió de Juan Carlos?
—Fue un tipo que leía el diario del mes que viene. Pero él te armaba la vida sin que te dieras cuenta. Y me enseñó los no. Nunca había un sí, pero yo aprendí que los sí se los tiene que conseguir uno en la vida. Que no los tenés que heredar.
—¿Cuál fue el sí más difícil de afrontar?
—Despedir a los míos. Quedarme solo. Ese sí es duro. Yo no voy al cementerio nunca. Es más, no paso por el cementerio de San Isidro. Está toda mi familia, en el mismo panteón: mi hermano, mi papá, mi mamá, mi mujer. Todos los que estaban en Navidad, están ahí. Entonces, el sí es duro. El sentirte como un tipo agarrado de un tronco en el medio del mar es muy duro. Hasta que no encontrás una orilla. Por eso me caso.
—¿Y su mamá?
—Mamá era el tiroteo mío. Si hubiera estado mamá, se tiroteaba mamá. Mamá era una mujer de mucho impulso. Muy brava, muy dura, muy de arreglar las cosas por cuenta propia.
—Muy Baby (risas).
—Muy Baby. No: hay dos Baby. Uno que parece ese. Pero yo soy bastante manso. Soy más papá. Pero el personaje de mi mamá lo pongo adelante de la cámara.
—Es más personaje.
—Sí, claro.
—Ladra pero no muerde.
—No, no. Cuando te muerdo, te lastimo. Pero no ando todo el día generando enemigos.
—Mencionó el tiroteo. ¿Ya se sanó del tiroteo, quedó en el pasado?
—No. Muere conmigo. Muere cuando me levanto a la mañana y me duele la pierna. Cuando veo a mi hijo y me acuerdo de su agonía. Cuando recuerdo los pedazos de casa volando por el aire. Cuando recién estuve con Luis Ventura, que me contaba: “¿Te acordás cuando me disfracé de médico para poder verte en la madrugada?”. Y de Rolo Villar sentado a la noche en Radio 10 sin animarse a ir a verme, y llorando. De Daniel (Hadad). De Eduardo Feinmann. Del Negro Oro. De Chiche Gelblung. De todos poniendo la cara por mí y explicando lo que pasaba. Yo quedé endeudado de por vida con la mitad del mundo. De haber recibido tanto afecto, tanto amor del Hospital de San Isidro. Del Negro Pereyra, de Fraile, de los directores del Posse. Yo quedé en deuda con todo el mundo. Hay mucha gente que yo me la cruzo por la calle y tengo que arrodillarme y decirle: “Gracias”.
—Cuéntenos lo de Luis Ventura, que se disfrazó de médico.
—Sí. Lo hizo una noche que no dejaban entrar a nadie por seguridad. Yo estaba muy mal. Pero ahí estaba Luis, cuatro de la mañana, vestido de médico. Me dijo: “No me dejaban entrar y me disfracé de médico”. Eso es Luis Ventura. Esos son todos mis amigos.
—Es su familia.
—Claro. Y un agradecimiento, a pesar de que no lo votaría, a Daniel Scioli que, llorando, no sabía qué hacer para atenderme. Él era gobernador en ese momento. Llorando. Todos llorando, todos. Ministro de Seguridad. Al fiscal Zárate que se presentó a la mañana después del incidente, cerró la puerta y me dijo: ”Quedate tranquilo, yo soy fiscal, estás procesado por un crimen, pero vos defendiste a tu familia, es legítima defensa”.
—¿Se sintió más querido de lo que pensaba?
—Yo no daba notas a los movileros, porque me venían a agredir un poco, y cuando salí en la silla de ruedas, los vi llorando a todos. Y nunca más evité una nota. Estoy a disposición de los programas. Me di cuenta de que esto era una familia.
—Hablando de disposición de los programas, todos los días a la salida de la radio hay una cámara que lo está esperando para conocer su opinión. ¿Cómo se siente tener la palabra autorizada para todos los temas?
—No. Debe haber gente que tiene palabra autorizada y están ocupados, entonces me vienen a buscar a mí. Yo me siento un charlatán porque les pregunto de qué quieren hablar. “De Jésica Cirio”; “Bueno, vamos”. Pero no, no sé si tan autorizada. Lo que sí, es coherente, porque lo mismo que vengo diciendo hace 20 años es lo mismo que digo ahora y se está dando.
—Hablemos del presente: ¿cómo ve a la Argentina a días de las elecciones?
—Veo que la oferta de candidatos es muy pobre. Después de 40 años de democracia, de Raúl Alfonsín, de Carlos Menem, nos merecíamos algo mejor. Creo que hay una degradación genética. Creo que es horrible que los peronistas digan: “Insaurralde hizo las cosas mal”, porque lo vieron. En cambio deberían decir: “Es un delincuente porque lo hizo con plata del Estado y el Estado somos nosotros”. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Creo que Sergio Massa es un buen candidato en el peor lugar porque está con los Kirchner. Creo que Javier Milei empezó a jugar que quería ser presidente como cuando yo hice Baby Presidente en el teatro. A mí en ese momento me ofrecieron ser gobernador, dije que no porque no lo sé hacer. Pero él dijo: “Bueno”, y ahí está, buscando gente de todos los partidos para armar sus listas. Para tener un partido político tenés que tener 5000 personas que te respondan con militancia, con unidad básica, con trabajo; este chico está manejado por cualquiera. Y yo creo que la gente se equivoca porque el país está en agonía y tenés que llamar a Favaloro, no a la madre Tita que cura el empacho. Creo que Patricia Bullrich es lo más coherente dentro de lo que yo sé que es el juego de la democracia, que es la trayectoria, el comité, saber dialogar con el enemigo político. No es una motosierra, “saco el Obelisco, saco la Casa de Gobierno”. Un día le dije: “Javi, yo te quiero, pero tenés a Baradel enfrente, a los Moyano. ¿Qué vas a hacer? Te van a poner bajo la pata”.
—¿Qué opina de los que dicen que gana Milei o Massa?
—Y bueno, que se hagan responsables del país. Yo, ¿qué querés que diga? Yo sé cuál es el camino, no la solución. El camino es la democracia. Eso lo tiene Cambiemos, Patricia Bullrich, la gente que está alrededor.
—Si ganara Patricia Bullrich mañana, ¿cómo ve la convivencia con la oposición?
—Yo estaré en la plaza al lado de ella. Cuando atentaron contra Cristina dije: “Hoy somos todos Cristina”. Me mataron. Yo soy presidencialista. Cuando todos decían: “Hay que voltearlo a Alberto”, yo decía que había que acompañarlo hasta el final, a que le ponga la banda a un nuevo presidente. No soy golpista. Si Patricia gana voy a agarrar un palo y me voy a la plaza para que no la toquen. Si gana Milei voy a agarrar el mismo palo. Y si gana Massa, voy a agarrar el mismo palo. Hay que acostumbrarse que al presidente no se lo toca. No se cambia cada dos años, cada cuatro. Y hay que respetarlo. Pero por eso puedo decir abiertamente que voy a votar a Patricia Bullrich.
—¿Cómo se maneja el periodismo hoy con los políticos?
—Cada uno se maneja como quiere. Yo me encontré con un estúpido en Miami que, adelante de mi familia, me dijo: “Te hiciste rico con Macri”. Y le digo: ”Mirá, yo te puedo asegurar que nunca agarré un mango”. Y no me creía. Pero que venga Macri o alguno de Macri y me diga que me pagó. Bueno, ahí me dijo: “Yo te consigo diez tipos que te pagan 5000 dólares cada uno, te llevás 50 lucas por mes”. Llegamos a casa y mi mujer me dice: “Che, ¿50 mil dólares por mes?”. Le digo: “¿Y vos irías a prostituirte a la rotonda de San Justo por 1000 pesos por camionero? ¿Qué me decís?”. A mí el tipo me está ofreciendo prostituirme. ¿Por qué te creés que yo hace tantos años digo lo que se me canta adelante de una cámara y nadie dice: “Basta Baby”? Porque a mí, nadie me paga.
—¿Que es para usted la libertad?
—La vida. Es la vida misma. Yo, sin libertad me muero. Yo tengo claustrofobia: si un ascensor se queda 15 minutos, me sacan muerto. Y tengo claustrofobia de la vida: si vos me encerrás, me matás. Y si alguien me dice lo que tengo que hacer, me mata. Y si alguien me obliga a algo, me mata. Si alguien me coarta algo me mata. Entonces, no me importa ser rico, me importa ser libre.
—¿Cuál es el precio más alto que pagó por esta libertad?
—Que me hayan echado de un montón de lugares. Que me hayan censurado en un montón de lugares. El tema Roberto Navarro: andar tirando trompadas por los pasillos de la radio. Que me quieran hacer carpetazos. Que manden gente a difamarme. Pero no me importa: yo soy yo. A mí, la verdad que eso me tiene sin cuidado.
—Hablemos de sexo. ¿Puede ser que su debut sexual fue de muy jovencito, a los 13 años, con una amiga de su mamá?
—¿Cómo sabés? Sí, con una mujer de 36 años.
—Hoy eso sería abuso, ¿no?
—Sí, me abusaron de chico. Pero no lo tomo así.
—¿Cómo se deconstruyó?
—Yo admiro a James Bond: me encanta porque después de cagarse a trompadas, no ensució el traje. Y además después de la escena que se cagó a trompadas y peleó con un dragón, aparece Casino Royale. El hecho de debutar con una mujer para mí no es un hito fundamental en la vida de un hombre; entonces, no me marcó. Podía haber tenido mi edad. Podía haber tenido 20, 23. Es una mujer. Yo respeto mucho a las mujeres. Tal vez por esto, por haber aprendido al lado de una señora, que no lo tomo como un abuso, sino como que me enseñó a jugar con el sexo. Por ahí me hizo un poco perversito porque cuando todos los chicos iban a algún prostíbulo a diez minutos que los llevaba el padrino, que también era abuso, a debutar a mi edad, yo ya conocía algunas cosas de la amante que son mucho más profundas que un debut con una chica que le pagás. Entonces sabía lo que era la diversión del sexo y no le hacía asco a nada. Eso me sirvió para madurar y darme cuenta de que el sexo es algo maravilloso. No pecaminoso. Hace 10 años se vivía todo como que a la mujer había que prenderle el cigarrillo con un palo para no acercarte. Y me parece que hay que deconstruir eso. Hay que volver a ser amigos, la mujer y el hombre.
—¿En qué momento de su vida el sexo fue más importante?
—Siempre es igual de importante. Me fascina el sexo. Fui un tramposo toda la vida. Me gustaron las mujeres toda la vida. Y no tengo vergüenza en decirlo: yo nací hombre, vos naciste mujer, y siempre me gustó. Vos sos amiga mía hace 20 años y sabés que yo nunca te faltaría el respeto, pero siempre hay un chiste, una broma, un abrazo de afecto. A mí la mujer me encanta, porque me parece un ser superior. Es el ser humano sublime en su máxima potencia porque puede parir. Padre, puede ser cualquiera. El hecho de poder dar la vida a otro ser humano es un milagro. La mujer hace milagros; el hombre, no. Yo a lo mejor sublimé tanto a la mujer que los kirchneristas me ponían como misógino… Ahora vuelven a perder las elecciones y vuelven a rotular al hombre. Ya le hicieron un canto a Milei que era macho. Todas esas pelotudeces que hacen en beneficio propio para tratar de castigar al que está enfrente.
—Mencionó al kirchnerismo. Si este año pierde las elecciones, ¿cree que es el fin del kirchnerismo?
—No. El kirchnerismo es una enfermedad. Yo siempre digo, es una metáfora, pero no se me ocurre otra cosa, que el kirchnerismo es el cáncer de la Argentina y tiene una metástasis. Que tuvo un paliativo que fue la crotoxina con Macri, pero que después volvió. ¿Viste que decían “vuelvo para ser mejor”? Como el cáncer. Pero cuando el cáncer vuelve, porque te dejás estar, vuelve con una metástasis en todo el cuerpo. Y es mejor, porque te mata más rápido. Volvieron e hicieron mierda lo que quedaba de la Argentina. Terminaron de robar lo que quedaba. Nos plantaron un tumor y faltan dos meses para extirparlo con el voto.
—¿Cómo se viene el 2024 de Baby Etchecopar además de estar casado?
—Sí, con seis hijos.
—En cuanto a su futuro laboral. En estos últimos meses se arreglan todos los contratos. ¿Cómo está ese tema?
—El que quiera, que me contrate.
—¿Pero sigue en la radio, en la tele?
—Y hasta ahora sí, pero acá es muy… Si gana Cristina no creo. Yo ya lo sufrí. Me rompieron 40 teatros. Me prohibieron de 40 teatros. Yo los detesto. Y yo sé que si ganan van a volver a prohibirme de 40 teatros. Yo tuve que ir con Gendarmería a hacer teatro. Y no se los voy a perdonar en la vida. La intendente de Moreno, que es la peor intendente del conurbano, una sinvergüenza, me mandaba los grupos de tarea de las feminazis a la puerta de la radio a romper y a tomar la radio. Hay una grabación que tengo donde dice: “Lancé la campaña escrachando a este hijo de puta”.
—¿Cree que si gana Sergio Massa va a tener problemas?
—Yo con Sergio tengo la mejor. Si gana Sergio Massa no voy a tener ningún problema con él. Pero voy a tener problemas de Agustín Rossi para abajo, con todos los que pertenecen a Cristina. Porque Sergio está como Milei: está solo. Sergio no es Cristina. Es más, fue el primero que me enseñó a criticarla. Él y Alberto Fernández. Lamentablemente no es Sergio y el massismo, es el cristinismo corrupto escondido detrás de Sergio. Entonces esto hay que explicarlo, qué casualidad: Cristina Kirchner pone a los dos archienemigos, Alberto Fernández y Massa, como candidato a presidente. Igual que la viuda negra, que es una araña, que a la presa la deja en una telaraña y se la va comiendo de a poco. Lo puso a Alberto y se lo devoró en cuatro años. Lo humilló. Y a Sergio le va a hacer lo mismo; acordate. Si me hacés una nota dentro de un año y medio me vas a decir que le hizo lo mismo. Lo va a destruir porque lo odia.
—Usted, que es de mucho viajar, en algún momento en algún vuelo con mucha turbulencia, ¿no se asusta?
— No, me encanta. Sería una buena forma de terminar. Y es rápida.
—¿Pero no se le viene a la cabeza todas las cosas que no hizo?
—No. Yo sé que hay cosas que no hice, como dijo Raúl Alfonsín, mi padre espiritual, porque no pude, porque no supe y porque no quise. Las que no supe, ya está. Las que no pude, ya está. Y las que no quise, ya está.
—¿Un sueño por cumplir de Baby Etchecopar?
—Después de los tiros, nadie mata a un muerto.
—¿Hay algo que quiera decir que la gente no sepa de usted?
—He contado tanto que no me queda nada para contar. Yo soy esto. Así, en bolas, vestido.