Roger Moore, el James Bond que le tenía fobia a las armas y la traición amorosa que sus hijos nunca le perdonaron

Fue uno de los 007 más queridos por el público y el actor que más veces lo interpretó. Seductor y enamoradizo, vivió una colorida vida amorosa. Hoy cumpliría 96 años

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Roger Moore filmando en Jamaica Live And Let Die, en 1973 (Getty Images)
Roger Moore filmando en Jamaica Live And Let Die, en 1973 (Getty Images)

En 1968, Sean Connery anunció que dejaría de ser James Bond: sentía al personaje como un “suicidio artístico”. Desesperados, los productores se lanzaron a buscar un sucesor y contrataron a George Lanzeby. Con el australiano llegó Al servicio secreto de su majestad, pero fue un fracaso tan rotundo que el estudio le suplicó a Connery que volviera. Connery aceptó pero les advirtió que Los diamantes son eternos sería su última participación sí o sí. Era necesario encontrar un nuevo “Bond, James Bond”, ese agente que mataba con elegancia, seducía a las mujeres más hermosas, manejaba los autos más lujos y disfrutaba del alcohol en general y del Martini en particular. El elegido fue Roger Moore.

Moore era un actor británico que lo que le faltaba de talento lo compensaba con un carisma y belleza que ni el mismo 007 podía aniquilar. Nació el 14 de octubre de 1927 en Stockwell, uno de los barrios más pobres y peligrosos del sur de Londres. Su madre, Lilian, era ama de casa y George, su padre, un policía. Vivió su infancia en un país que acababa de salir de la Primera Guerra Mundial y se metía en la Segunda. En su casa las privaciones eran muchas y más de una vez la comida escaseó.

Si la profesión de su padre no alcanzaba para darle de comer en abundancia, sí le abrió las puertas de la actuación. Como policía lo convocaron para investigar un robo en la casa del director Brian Desmond Hurst. Como padre, entre declaraciones y testimonios, logró que el damnificado incluyera a su hijo como extra en César y Cleopatra, la producción que Hurst dirigía. Ya en el set, la presencia y el aspecto de Roger no pasaron desapercibidos: las mujeres buscaban excusas para contemplarlo. Ante semejante éxito el director decidió acompañar esa belleza con formación y le pagó estudios en la Academia Real de Arte Dramático.

Roger estaba en su tercer curso cuando lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. Con 18 años se alistó en el ejército, no lo destinaron al frente sino como guardia en un depósito alemán. Al finalizar el conflicto trabajó como modelo de suéteres y jerseys, y comenzó a desarrollar una extraña afición para el hijo de un policía: robar toallas en los hoteles. Mantuvo esa actividad incluso cuando ya era famoso y la suspendió cuando un periódico inglés la puso en su portada.

Roger Moore en 1955, como modelo (Getty Images)
Roger Moore en 1955, como modelo (Getty Images)

En la década del 50 probó suerte en Estados Unidos. Actuó junto a Elizabeth Taylor y estuvo al lado de Lana Turner. Sin embargo la fama no le llegó desde la gran pantalla sino desde la pequeña: la televisión. Desde 1962 fue Simon Templar, El Santo, un hombre rico, apuesto, sofisticado y culto que le robaba a personajes cuestionables.

En la serie atrapaba al público con su porte seductor. Sus trajes impactaban por elegantes; él mismo los aportaba, ya que los que le daban le parecían baratos y burdos. Luego de siete años de éxito, aburrido de su personaje, en 1971 aceptó protagonizar Dos tipos audaces, con Tony Curtis.

En la ficción eran amigos que se llevaban muy bien, pero al apagarse las cámaras eran actores que se llevaban muy mal. Moore contó que le resultaba complejo trabajar con un compañero que se pasaba el día entero fumando marihuana, aunque reconocía que era “un excelente actor que improvisaba maravillosamente”. Sin ganas de seguir, le llegó la gran oportunidad: ser el nuevo James Bond.

Como el 007, Connery amalgamaba la rudeza de John Wayne con la seducción de Cary Grant. Moore decidió que su espía sería completamente diferente. “No creo en Bond como un héroe. Es un montón de tonterías. ¿Cómo puedes ser un espía cuando en cualquier bar al que entras, el cantinero dice: ‘Ah, señor Bond, agitado, no revuelto...’?”.

En su interpretación acentuó los aires de comedia haciendo que el mítico agente derivara en una parodia de sí mismo. Puso el acento en los gadgets o truquitos de armas escondidas en los zapatos o en los autos, y no tanto en la inteligencia del espía. En el cuerpo de Moore, Bond no era un sádico ni un hombre que subrayase su hombría mediante la violencia. “Recuerdo leer una línea que decía que Bond acababa de completar una misión. Es decir, un asesinato. Entendí que él no disfrutaba particularmente matando, pero hacía su trabajo con orgullo. Esa fue la clave, al menos en lo que a mí respecta”, justificaba.

Roger se puso el traje de James Bond siete veces (Vive y deja morir, El hombre de la pistola de oro, La espía que me amó, Moonraker, Solo para sus ojos, Octopussy y Panorama para matar). Se lo calzó con 45 años y decidió dejarlo con 57, cuando se vio grande y, según justificó, las chicas Bond con las que actuaba podían ser sus hijas o nietas.

Roger Moore con Roberts Tanya y Grace Jones, en A View to a Kill, 1985, la última del actor británico como James Bond (AP)
Roger Moore con Roberts Tanya y Grace Jones, en A View to a Kill, 1985, la última del actor británico como James Bond (AP)

Aunque abandonó el personaje, el personaje no lo abandonó a él. Una anécdota lo demuestra. Cuando tenía siete años el guionista británico Marc Haynes se encontró al actor en un aeropuerto y le pidió un autógrafo. Moore le preguntó su nombre y en el reverso del pasaje le escribió un buen deseo y firmó: “Roger Moore”. Al ver ese nombre, el pequeño fan del espía inglés se entristeció porque no era el de su héroe. Moore comprendió el motivo de su desilusión, sonrió y le pidió que se acercara. “Cuando estaba junto a sus rodillas, se dobló, miró a ambos lados, levantó una ceja y me susurró al oído que debía firmar como Roger Moore porque si no... Blofeld podría darse cuenta de que estaba ahí”, compartió Haynes en su Facebook.

La anécdota no termina allí. Según relata el portal E-Cartelera, años después se encontraron en un evento y cuando el guionista le recordó el episodio, Moore le contestó con una sonrisa: “Bueno, no me acuerdo, pero me alegro de que conocieses a James Bond”.

La asociación de su figura a su personaje jamás le pesó, aunque sí su forma de hacer justicia: “No me arrepiento de los días que hice de James Bond. Me arrepiento del hecho de que los héroes en general son mostrados con un arma en sus manos y, para ser honesto, siempre he odiado las armas y lo que representan”. A esto se sumaba que padecía hoplofobia (fobia a las armas), lo que le impedía manipularlas incluso si eran réplicas. Aparentemente ese miedo venía desde su adolescencia cuando su hermano le disparó en una pierna con un rifle de aire comprimido. La fobia se intensificó cuando en un entrenamiento con el ejército inglés, una pistola se disparó en sus manos en un entrenamiento y lo dejó sordo durante unos días.

Roger Moore en 1981, en el filme For Your Eyes Only, de James Bond (Getty Images)
Roger Moore en 1981, en el filme For Your Eyes Only, de James Bond (Getty Images)

Después de la saga Bond, Moore salió en otros filmes que no alcanzaron el éxito del Agente 007. Alejado de los sets se volcó a su trabajo como embajador de buena voluntad de Unicef. Viajó por el mundo y aprovechó su fama para alertar sobre las injusticias que enfrentan las infancias vulnerables. “Quizás sea mejor conocido por mi papel como Bond, pero mi papel como embajador de buena voluntad para Unicef es el que ciertamente me apasiona”, aseguraba. Por esta tarea y sus años en el cine como “agente de su majestad la reina” fue convertido en caballero de la corona británica en 2003.

Amores, infidelidades y bodas

La paz conyugal no existió en su vida. Se casó a los 18 por primera vez y por última, a los 73. Su problema no era enamorarse sino hacerlo cuando estaba comprometido. Sus compañeras pasaban de seducidas a abandonadas.

Su primera esposa fue la patinadora y aspirante a actriz Lucy Woodard, conocida como Doorn Van Steyn. Ella tenía 25 y él, 19. El matrimonio duró hasta que en una fiesta conoció a la cantante Dorothy Squires, 13 años mayor. Moore abandonó a Lucy y se fue a vivir con Squires; al año siguiente se casó con ella. Decidieron instalarse en Estados Unidos para probar fortuna con sus respectivas carreras. La pareja logró formar parte del jet set de Hollywood. “No te olvides de invitar a Roger Moore y a su mamá”, era la ¿broma? recurrente. Hartos, decidieron volver a Inglaterra.

Tiempo después le llegó un contrato para filmar en Roma El rapto de las sabinas. En el rodaje conoció a una actriz italiana: Luisa Mattioli. De regreso en Inglaterra, Squires notó que a su marido recibía continuas cartas enviadas desde Italia. Sabiendo sus dotes de seductor decidió abrir una, pero como no entendía lo que decía, la mandó a traducir. Su indignación fue mayúscula cuando le tradujeron que la italiana quería recorrer el cuerpo de Roger con su lengua. Dorothy lo demandó por engaño y demoró los trámites de divorcio. Con Luisa pudieron casarse recién en 1969 y el amor perduró 25 años. Tuvieron tres hijos: Debora, Geoffrey y Christian.

Roger Moore y Luisa Mattioli (Getty Images)
Roger Moore y Luisa Mattioli (Getty Images)

Parecía que la estabilidad había llegado a la vida del apuesto actor. Pero ya sabemos que el zorro pierde el pelo pero no las mañas. En 1994, y mientras estaba en pleno tratamiento de un cáncer de próstata, le anunció a su mujer que le gustaba su amiga sueca: Kristina Tholstru. Conocida como Kiki, era vecina de los Moore y estaba luchando contra la misma enfermedad. En la llamada le dijo: “No estoy enamorado de Kiki, pero me gusta mucho. Lo siento”. Así Moore llegó a su tercer divorcio y cuarta boda. Se casaron en secreto en la primera semana de marzo de 2002. Nadie asistió a la ceremonia en Montecarlo, lugar donde vivían. Ni un amigo o familiar, y mucho menos sus tres hijos.

La bronca de los hijos se entiende porque, para ellos, Kiki había sido una especie de tía extraoficial que se había convertido en la mejor amiga de su madre al cuidarla cuando, enferma de cáncer, se sometió a una mastectomía doble. Moore estaba sorprendido con la entereza de esa mujer dos veces viuda. Había perdido a su primer marido a los 35 años, con dos hijos pequeños, cuando él se quitó la vida luego de haber sido acusado de evasión de impuestos. Su segundo marido murió a causa de su adicción al alcoholismo y la dejó sola por segunda vez a los 52 años.

En 2016, Moore y su cuarta esposa afrontaron uno de esos dolores de los que es imposible recuperarse. Christina Knudsen, hija de Kristina, falleció de cáncer a los 47 años. En su cuenta de Twitter, el actor anunció su muerte y contó que “estuvimos al lado de ella en todo momento, entregándole amor hasta el final”.

Roger Moore el día que recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood (Getty Images)
Roger Moore el día que recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood (Getty Images)

El 23 de mayo de 2017 Roger Moore murió en Suiza, a los 89 años, a causa de un cáncer. Se había mudado a ese país para pagar menos impuestos que en el suyo. Según informó la familia: “El amor que le rodeó en sus últimos días fue tan grande que no puede ser cuantificado únicamente en palabras”. Con ese típico humor inglés alguna vez aseguró: “Me encantaría ser recordado como uno de los mejores Rey Lear o Hamlet de la historia. Pero, ya que no va a ocurrir, estoy bastante contento de haber sido Bond”. Nada mal para un actor que se ufanaba de que el único premio que había ganado era “a la Dentadura más Blanca de la Semana o algo así”.

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