Ornella Muti: el padre desconocido de la hija que tuvo a los 17 años y la cena a escondidas con Putin que podría haberla llevado a prisión

Ícono de belleza de los años 70, la actriz italiana protagonizó decenas de películas. Vivió dos matrimonios, cuatro parejas y reconoció una infidelidad

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Ornella Muti en el último Festival de Cannes (Getty Images for Avakian)
Ornella Muti en el último Festival de Cannes (Getty Images for Avakian)

Las divas italianas, como las callecitas de Buenos Aires, tienen “ese no sé qué”. Sophia Loren, Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida y María Grazia Cucinotta integran un seleccionado de tanas de belleza descomunal y exuberancia no siliconada que despiertan pasiones. Y habría que sumar a otra integrante, una actriz que alguna vez fue elegida “la mujer más guapa del mundo”: Ornella Muti.

De chica, esta hija de un periodista napolitano y una escultora rusa no soñaba con ser actriz sino bailarina. Cuando su padre escuchó ese deseo se lo destrozó con un letal: “¿Mi hija quiere ser bailarina? No. Son todas putas”. El hombre murió cuando su hija menor cumplió 12 años. En la casa no faltaba comida pero sí todo los demás y a Claudia, su hermana un año mayor, se le ocurrió que podían ganar unas liras posando desnudas en una escuela de arte.

Para hacerlo, mintieron con su edad. Aseguraron que habían cumplido 18 años. Si no les creyeron lo disimularon porque comenzaron a llamarlas para revistas eróticas. Sus fotos aparecieron en varias publicaciones y una cayó en las manos de uno de sus maestros de escuela. La directora quería expulsarlas pero su madre contó la difícil situación financiera de la familia. Ornella argumentó que no estaba robando, sino tratando de ganar dinero. Las reincorporaron, pero les prohibieron seguir posando.

Ornella Muti en Madrid, en 1973 (Getty Images)
Ornella Muti en Madrid, en 1973 (Getty Images)

Las hermanas buscaron otra fuente laboral; Claudia propuso intentar en el cine. Cuando el director Damiano Damiani vio a esa adolescente con un cuerpo tan armonioso como escultural de 1.68 de altura y un rostro sublime con unos ojos verdes de la categoría inolvidables, no solo le dio el protagónico, también le cambió su nombre, Francesca Romana Rivelli, por el de Ornella Muti. A ella, el seudónimo nunca le gustó. Padecía una extrema timidez “que me impedía cruzar la calle sola” y que la llevaba a situaciones inverosímiles como “la de preferir morir de sed antes que pedir un vaso de agua en un bar”. En los estudios y con mil ojos encima, al momento de actuar se quedaba muda y el Muti puesto en honor a una actriz famosa cambiaba por el humillante “la Muti muti” (”la Muti muda”).

Con 15 años y sin experiencia actoral se encontró protagonizando Sola ante la violencia. La cinta narraba la historia basada en hechos reales de Franca Viola, una adolescente que se comprometió con el sobrino de un capo mafioso. Al romper su compromiso, su exnovio la secuestró junto a su hermano pequeño. Aunque la cinta denunciaba la violencia contra la mujer en una sociedad machista y permisiva, el director tuvo conductas abusivas y violentas con la actriz. Le daba cachetadas y golpeaba sus rodillas hasta provocarle moretones sólo para lograr que se llenaran de lágrimas sus ojos verdes.

Al terminar de rodar, Ornella salió con un nuevo trabajo, un nuevo nombre y su primer gran escándalo: quedó embarazada. A fines del siglo pasado esperar un hijo a los 17 años era común, pero esperarlo sola, sin marido y sin papeles era escandaloso y una lapidación pública sin necesidad de piedras. “Mi madre me advirtió sobre las responsabilidades de la maternidad. Aunque el aborto era ilegal en Italia, en el extranjero se podía realizar fácilmente e incluso mi agente cinematográfico en ese momento me lo recomendó, porque tenía que participar en una película; esas fueron sus palabras”. Ornella eligió tener a su bebé. Así se convirtió en mamá de Naike, a la que le puso su apellido.

La prensa comenzó a preguntar quién era el padre de su hija. Se especulaba que era Alessio Orano, el actor diez años mayor con el que habían convivido un tiempo. Pero la fecha del embarazo coincidía con un viaje suyo a España donde había tenido un affaire con José Luis Bermúdez de Castro, que para sumar escándalo, estaba casado. Pese a habladurías y tal vez en un gesto de caballerosidad o de verdadero amor, Orano le propuso matrimonio a Muti. Se casaron en 1975 cuando Naike ya había cumplido un año.

Ornella Muti y Alessio Orano, en 1972 (Getty Images)
Ornella Muti y Alessio Orano, en 1972 (Getty Images)

El éxito siguió mimándola. Con 23 años y 23 películas filmadas, la amaban y detestaban. Mientras los críticos la describían como “una actriz de raza, insatisfecha y talentosa”, el director Dino Risi, que había trabajado con ella, aseguraba que “no es mala actriz, pero creció demasiado pronto. Sería útil que se hiciera menos publicidad y se le enseñara a recitar, porque su dicción es calamitosa”. Phillipe Leroy, su compañero en La secretaria, era cruel: “Es presuntuosa, despectiva, pagada de sí misma. Demasiados defectos para el bellísimo rotos de una mujer inculta”.

Ante las críticas, la Muti parecía responder “me ne frega un cazzo”, o sea, “me importa una mierda”. Aceptaba su escasa cultura, admitía sin vergüenza que leer la aburría y que la política italiana no le importaba. “Como actriz soy muy ambiciosa, pero como persona tengo sueños corrientes, iguales a los de todo el mundo”, afirmaba, y cerraba: “Es cierto que soy antipática y rencorosa, pero no que el éxito se me subió a la cabeza. Mi lema es: ‘No mires demasiado hacia arriba porque los diamantes están en la tierra’”.

Convertida en la actriz más taquillera de su país recibía ofertas para trabajar en Francia, España, Alemania y Estados Unidos. En 1980 debutó con un papel en Flash Gordon, pero se volvió. “No me quedé en Hollywood. Yo no luché. Preferí seguir mi vida, no mi carrera. No era el lugar para mí; ahí vi la otra cara de la moneda, la soledad. Buscaba otra cosa”. Para Muti, lo mejor no era una solitaria mansión hollywoodense sino “cuando vuelvas del trabajo, alargar la mano y encontrar a alguien que la toma con cariño. Si no tienes tu propia casita para refugiarte, es difícil. Mi refugio está en el Piamonte, en la cima de una colina”.

Ornella Muti (Getty Images)
Ornella Muti (Getty Images)

Mientras las filmaciones se sucedían el matrimonio con Orano llegó a su fin. Al tiempo conoció y se enamoró del operador de bolsa Federico Facchinetti. Sus dos hijos, Andrea y Carolina, nacieron antes de la boda oficiada en una pequeña iglesia en 1988. Otro escándalo para la católica Italia de fines del siglo pasado.

Trabajo, salud, dinero y amor: la Muti parecía tenerlo todo. Pero en 1980 volvió a ser la obsesión de la prensa. Ese año protagonizó El fierecillo domado, una comedia junto a la gran estrella italiana de ese momento: Adriano Celentano. Ambos eran casados pero los rumores de una pasión incontrolable comenzaron a trascender. Fotógrafos y periodistas se lanzaron a guardias interminables de la imagen o el dato que corroborara el romance clandestino. No la consiguieron. Recién en 2014 la actriz reconocería públicamente que Celentano había sido la primera y única infidelidad de su currículum amoroso.

Pese a los rumores el matrimonio con Facchinetti siguió pero llegó a su fin no por una estafa afectiva pero sí, en efectivo. En 1996, juzgado por un delito financiero, el hombre involucró a su mujer. Ornella acudió a la Justicia para explicar que no era su firma la que aparecía en unos pagarés por valor de 200 millones de liras (unos 150 mil dólares de la época). Su marido declaró que su esposa desconocía la estafa, pero el escándalo, los grandes titulares y la cárcel rompieron su relación. La actriz pagó con su dinero las deudas de juego de su esposo y se divorció. Dos años después conoció a un cirujano plástico, Stéfano Piccolo, cuya convivencia duraría hasta 2008. La pareja se rompió cuando la italiana conoció al joyero Fabrice Kherhervé. Rompieron en el 2020 y desde entonces su meta es “el amor por mí misma”.

Ornella Muti, en 1991 (Getty Images)
Ornella Muti, en 1991 (Getty Images)

Pese a su complicada vida afectiva, Ornella seguía enamorando con su belleza. En 1994 fue elegida en una encuesta mundial por la revista Class como “la mujer más guapa del mundo”. Ella minimizaba su éxito: “Represento un tipo de mujer común, un poco vil, un poco ingenua, pero normal, sin traumas, ni complejos psicoanalíticos”.

Si le preguntaban cuál era el mejor halago que recibió en su vida, contaba una anécdota que le ocurrió en Munich. Almorzaba con unos amigos y un desconocido comenzó a mirarla fijamente. “Me sentía entre incómoda y halagada. Hasta que él se me acercó y dijo: ‘Usted se parece mucho a esa hermosa actriz italiana… Ornella Muti. Claro, usted es mucho más linda’”.

En el 2004 vio “la muerte de frente”. Buceaba en una isla de las Maldivas cuando “sentimos algo extraño. Sucedía algo terrible y nos asustamos. Stefan, mi compañero, reaccionó en forma extraordinaria. Me agarró del brazo y, con lucidez y sangre fría, me hizo seguir nadando hasta que logramos subir y llegar a la isla”, contó. Lo que sucedía era el maremoto que azoló el sur de Asia y provocó más de 230 mil muertes.

Su vida privada volvió a ser noticia en el año 2018. Naike descubrió gracias a una prueba de ADN que José Luis Bermúdez de Castro, a quien creía su padre biológico, no lo era. “Mi madre se separó de Castro de mala forma porque él le había ocultado que era casado. A los siete años pedí verlo y lo veía una o dos veces por año. En esos encuentros me llenaba de regalos pero no de cariño. No quería reconocerme y no podía obligarlo”, contó la joven en una entrevista con Il Messaggero. Ornella nunca habló sobre el verdadero padre de su hija y hasta hoy mantiene el secreto.

Ornella Muti en la alfombra roja del Cine por la Paz que se desarrolló en en Berlín, en 2014 (Getty Images)
Ornella Muti en la alfombra roja del Cine por la Paz que se desarrolló en en Berlín, en 2014 (Getty Images)

Cuando se acallaba el escándalo por la paternidad de su hija, protagonizó otro. La condenaron por fingirse enferma para ir a cenar con el presidente ruso, Vladímir Putin. El cuento es así. En diciembre del 2010 debía actuar en el teatro Verdi de Pordenone, pero presentó un certificado médico que aseguraba que padecía una inflamación aguda de la tráquea, con fiebre, tos y la voz ronca, por lo que no podía subirse al escenario. Debía estar en su casa haciendo reposo pero aparecieron fotos de ella compartiendo una agradable velada con Putin.

El teatro la denunció por fraude pero ella se defendió. “No era una excusa: el espectáculo consistía en un monólogo a viva voz durante una hora que no podía llevar a cabo. Pero una voz ronca no te impide acudir a una cena”, explicó. “Solo anticipé mi partida dado la imposibilidad de recitar esa noche”. Cambió su condena a prisión de ocho meses por el pago de una multa de 30 mil euros.

Con el nuevo siglo, la Muti participó en muy pocas producciones. La más conocida fue A Roma con amor, dirigida por Woody Allen. Asegura que le encantaría trabajar en televisión pero “me ofrecen cosas horribles como L’isola dei famosi” (La Isla de los Famosos, versión italiana del reality show Celebrity Survivor). Se declara fan de las series españolas “con actores de todos los géneros en los roles más diversos, hay espacio para todos”, y admite que no le interesa participar en grandes proyectos sino en “pequeñas películas en las que hay alguien que todavía cree y lo intenta”.

Con 68 años, la mujer que todavía provoca en los hombres amagos de infarto, bromea diciendo: “Fui un sex symbol y ahora soy una abuela erótica”. Sabe que la belleza la ayudó, pero su gran orgullo es que siempre hizo “las cosas que más me gustan y con las personas que más me gustan”.

Ornella Muti (REUTERS)
Ornella Muti (REUTERS)
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