En la Nueva York de los 40, Philip Leslie Tomalin y Leonora Marie eran dos jóvenes muy religiosos que se enamoraron mientras asistían a reuniones en su iglesia. Al casarse prometieron que aceptarían todos los hijos que Dios les enviara. Dios decidió ser generoso con ellos y les envió nueve. La mayor nació el 4 de octubre de 1946. La bautizaron Susan Abigail Tomalin pero el mundo la conocería como Susan Sarandon y por sus posturas comprometidas sería considerada “la actriz más roja de Hollywood”.
Como buenos creyentes los Tomalin inscribieron a sus hijos en escuelas católicas. Entre imágenes religiosas, creencias y rezos, Susan comenzó a mostrar un temperamento vivaz, de esos que formulan preguntas de sentido común pero que el otro percibe agresivas o incómodas. El día que en una clase de catequesis escuchó que nadie estaba verdaderamente casado si no pasaba por la Iglesia, levantó su vocecita para preguntar: “¿María y José nunca estuvieron casados?”. Lejos de responder su duda, las religiosas llamaron escandalizadas a sus padres para asegurarles que su hija de ocho años padecía “sobreabundancia de pecado original”.
Aunque en catequesis Susan podría haber aprendido que -como dice el dicho- todo aquel que se mete a redentor termina crucificado, decidió que era importante construir un paraíso no tanto en el cielo sino en la tierra. En el secundario solía escaparse de la escuela para participar en las marchas contra la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles. Su actitud escandalizaba a las religiosas, pero sobre todo a sus padres, convencidos militantes republicanos.
Al terminar el secundario se anotó en la Universidad Católica para estudiar Arte Dramático. No eligió esa institución por religiosa sino porque fue la primera que la aceptó y la que le permitía irse de su casa. Para pagarla trabajó como moza, peluquera y limpió departamentos. Al recibirse en una agencia de modelos la contrataron como “belleza exótica”; luego de protagonizar un comercial de medias la eligieron como modelo principal de la Agencia Ford.
En las aulas se enamoró de su compañero Chris Sarandon, se casaron en 1968. Al tiempo, Chris se presentó a una prueba para la película Joe, ciudadano americano. Susan lo acompañó como esposa, con cierto renombre como modelo había decidido no trabajar de actriz. Pero el destino decidió cambiar su destino: a su marido lo rechazaron y ella quedó. Años después diría que “cuando me presenté a esa prueba y quedé no pensé que aquel pequeño paso iba a ser una puerta que se cerraba sobre mis sueños de independencia y anonimato”.
Su primer gran papel apareció en 1974 de la mano de Billy Wilder en Primera Plana; aunque novata, se destacó al lado de consagrados como Jack Lemmon y Walter Matthau. Al año siguiente apareció en el filme de culto The Rocky Horror Picture Show, un musical que mezclaba sin prejuicios rock and roll, ciencia ficción, terror y diversión. El público se asombraba con esa exalumna de una escuela católica que bailaba sexy en la pantalla con una mujer trans mientras cantaba: “Tócame, tócame, quiero estar sucia”. Al finalizar la década se divorció de Chris pero conservó dos cosas: un muy buen recuerdo y el apellido de su ex: Sarandon.
El primer año de la década del 80 su papel de Sally en la película Atlantic City le traería la primera de sus cuatro nominaciones al Oscar. En 1983 filmó El ansia, junto a David Bowie y Catherine Deneuve. Allí protagonizó una escena lésbica con la actriz francesa que causó tanto revuelo que recibió cartas amenazantes por “atentar contra la moral”. Años después recordaría, pícara, que para rodar la toma le sugirieron beber unas copas, pero se negó porque “no hace falta estar borracha para querer acostarse con la Deneuve”.
Susan suele repetir que uno de sus dones es que “cuando algo se cruza en mi camino de manera inesperada, me doy cuenta y cambio mi dirección. La vida tiene más imaginación que yo misma”. Así no dudó en viajar a Nicaragua para ayudar al gobierno sandinista aunque la CIA le abrió un legajo. Al volver, un médico le aseguró que por su endometriosis no podría tener hijos, pero en una relación fortuita con el director Franco Amurri y con 37 años, quedó embarazada. “Fue ganarse la lotería”, reveló. Aunque muchos le aseguraron que el embarazo sería el final de su carrera, siguió adelante y llegó al mundo Eva.
Con su belleza distinta y su inteligencia letal, mantuvo romances con Sean Penn, David Bowie y Christopher Walken. “Adoro la ironía. Es el único requisito que le pido a un hombre para estar conmigo. Si no la tiene, no tiene ninguna opción”, dice, de sus gustos.
Con Tim Robbins protagonizaron uno de esos amores que justifican y desbaratan la vida. Era 1988 y la convocaron para filmar La bella y el campeón. Su galán era Kevin Costner, el galanazo del momento, pero cuando Susan vio a Robbins sintió que ese hombre, 12 años más joven y 16 centímetros más alto, era una buena invitación a pensar la vida de a dos. Él se sintió atraído por ese torbellino de mujer que al escuchar su formación actoral en talleres universitarios le respondió sin sarcasmo: “Tanto esfuerzo para un trabajo tan fácil, que no es cirugía cerebral y puede ser llevado a cabo por un niño”.
Apostaron a la convivencia sin papeles y nunca se unieron legalmente. “No me casaré porque me da demasiado miedo darlo por hecho o que él me dé por hecho, tal vez será una buena excusa para hacer una fiesta cuando tenga 80 años”, declaró Sarandon alguna vez. Al año de vivir juntos, en 1989 nació su primogénito, Jack Henry, y tres años después, Miles. Nunca contrataron niñeras e inscribieron a sus hijos en un colegio de Manhattan al que eligieron no por el prestigio sino porque a la noche sus aulas se convertían en dormitorios para indigentes.
La pareja amuralló su vida privada, pero no sus opiniones políticas. El matrimonio alzó su voz contra la guerra del Golfo, el sexismo, el maltrato a los refugiados, la corrupción de los políticos, la guerra de Irak, el descuido del planeta y la censura de la información. Fueron los primeros en defender la causa LGQTB cuando todavía era algo que se percibía como amoral.
En 1993, al entregar el Oscar al mejor montaje, lejos de sonreír para las cámaras pidieron que cerrasen un campamento para enfermos de sida en Guantánamo. Sus palabras duraron apenas 23 segundos. El aplauso que los apoyó fue seguido por la furia del director y productor Gilbert Cates, que decidió eliminarlos de la lista de invitados de la gala siguiente. Susan y Tim, lejos de aceptar su castigo en silencio, escribieron una carta en Los Angeles Times. “Pensamos que el silencio frente a la crueldad es lo inadecuado”, declaraban. “Nuestro llamamiento fue una mínima fracción de tiempo en la duración del espectáculo. ¿Cómo no se va a tolerar que se dé información cuando se toleran tantos anuncios publicitarios?”.
Antes de ese castigo, en 1991 Sarandon protagonizó uno de los éxitos más grandes de su carrera: Thelma y Louise, de Ridley Scott. Como en todas las filmaciones se hizo íntima amiga de su compañera de elenco. “Susan es grande, es fuerte, es maravillosa. Yo suelo reprocharle: ‘¿Cuándo podré ser como tú?’”, afirmaba Geena Davis. A pesar de que es 21 años menor también es muy amiga de Julia Roberts, tanto que se encargó de organizar el cumpleaños sorpresa para los 31 de la protagonista de Mujer bonita. Y Julia fue una de lo 50 invitados a la fiesta de los 50 de Susan, que Robbins le organizó a su esposa, y consistió en una semana entera en las Bahamas.
En 1995, Robbins escribió y dirigió Dead man walking, donde Sarandon encarnó a la hermana Helen Prejean, consejera de un homicida condenado a muerte. Sin una gota de maquillaje, con un vestuario austero, la actriz entregó tal actuación que Hollywood levantó el veto y la premió con el Oscar a mejor actriz. Susan agradeció, se mostró emocionada y hasta contenta. Sin embargo, en una entrevista dejó en claro qué lugar ocupa en su vida. Conserva la estatuilla en un estante… en el baño de su casa.
En 2006, el matrimonio fue invitado de honor en el Festival de Cine de Mar del Plata. Ambos dieron una charla en una sala colmada del Hotel Hermitage. Cuando se esperaba que la “actriz roja” empezara a despotricar contra el estado del mundo, confesó: “Me interesan las historias de amor y todas las que hice son de ese tipo. Las chicas que me tocó interpretar son de carácter fuerte y, sin embargo, cuando las hago me parecen tan frágiles... Yo elijo para actuar a personas comunes, ordinarias, que hacen cosas y sienten miedo. No me gusta que empiecen un filme siendo héroes. El coraje se demuestra, tal vez, siendo íntimo con otra persona, o decidiendo que ya no se vivirá en la mentira”. Después de la conferencia se fueron a visitar una fábrica recuperada.
Criticados y admirados, a ellos nada parecía importarles. Se tenían a ellos y a sus ideales. Pero en 2009, los actores se separaron. Lo anunció su publicista con un escueto comunicado. “La actriz Susan Sarandon y su compañero durante 23 años, el actor Tim Robbins, han anunciado que se separaron durante el verano”, y cerró con un contundente: “No se harán más comentarios”.
La noticia fue muy dura para todos los que veían no una pareja modelo pero sí un modelo de pareja. Y se lo hicieron saber. “La gente me paraba en las calles y me decía que se habían puesto a llorar cuando se enteraron de mi separación. Pero para mí era más triste todavía. Nunca pensé que eso sucedería”, contó la actriz. Según declaró fue el propio cauce de la relación lo que la llevó a su fin, el tan temido “desgaste”. “De vez en cuando traes a gente a tu vida por una razón específica. Quizás tienes una relación para tener hijos y te das cuenta de que después del punto en que los has formado, esta se ha completado”, contó en The Daily Telegraph.
El divorcio si bien sorprendió a la Sarandon, no la dejó llorando por los rincones. Se puso de novia con Jonathan Bricklin, un muchacho de 33. Ella reconoció a People que había una relación, aunque aceptó que no le gustaba la palabra romance: “El noviazgo es una palabra tan estúpida. Se puede decir… que estamos colaborando juntos en muchas áreas diferentes”. Rompieron luego de cinco años juntos. Hace poco declaró que está “totalmente disponible” e incluso abierta a tener una relación con una mujer, porque su orientación sexual “está curiosa para quien quiera intentarlo”.
Con 77 años la actriz sigue dando cátedra de vida. A los 69 caminó por la alfombra roja de Cannes con un vestido que dejaba a la vista su anatomía pero sobre todo su libertad, a los 70 posó hermosa y sugerente para una campaña de Mar Jacobs y a los 76 causó furor en las redes sociales con un video de cuatro segundos donde se ve a estilistas que le arreglan el cabello. Se la observa tan hermosa que muchos se preguntaron si había algún retoque, pero ella ya había dado el secreto de su belleza. “La apariencia, en mi opinión, depende en gran medida de lo que pienses sobre tu edad: dices a tu cuerpo cómo se ve. No pienso en verme bien mañana. Solo me concentro en lo que me hace sentir bien”.
Hace poco le preguntaron qué quería hacer cuando se retirara y no contestó con el típico “cuidar a mis nietos”, sino que aseguró que quiere dirigir películas porno porque “la mayor parte de la pornografía es brutal y no es agradable desde el punto de vista femenino. Así que cuando ya no quiera actuar, eso es lo que deseo hacer”.
Para ella lo fundamental es permanecer fiel a sí misma y hacer lo que quiere y lo que cree. No corre tras premios, alfombras rojas o fiestas glamorosas. Para ella la fama es puro cuento: “No vivo obsesionada por el éxito ni creo que el fracaso comercial responda necesariamente a un fracaso artístico. No hay que sobredimensionar las cosas: ser una actriz es, apenas, un trabajo más”.
Feliz cumpleaños Susan, una de esas personas que cuando la vida te da palos siempre ella te devuelve sueños.