“Hace muchísimo que conocí a Charly García. Hace 20 y pico de años por lo menos”, recordó en el último tiempo Joaquín Levinton, líder de Turf, en una charla con Teleshow el comienzo de su relación con el que no deja lugar a dudas de que es su padrino artístico. “Todo pasó en el contexto de Say no more, cuando era un Charly descontrolado yendo y viniendo de aquí para allá, cuando se subía a todos lados a tocar y también estaba muy accesible porque estaba callejeando por todos lados”, rememoró.
El comienzo de la relación se dio gracias a un amigo en común, aunque antes hubo un punto de quiebre que hizo temblar la posibilidad de que entre ambos haya una buen química: “Él tenía y tiene un amigo que se llama Javier Laborde, alias el ‘Mick Jagger de Laferrere’, que era como su secuaz, y una vez mientras estábamos tocando cayó con Charly y le encantó el grupo. Igual antes tuvimos una novia en común y eso hizo que él me llame por teléfono para querer matarme; después entendió que nadie tenía mala intención y tampoco es que él estaba de novio con esa mujer así que, me quiso matar pero a los dos minutos quedamos amigos”.
En las últimas horas, el músico estuvo presente en La Peña de Morfi y se refirió a la salud del músico, al asegurar: “Estuvimos con él en un programa de radio. Él estuvo en la casa, Rispi (Nicolás Ottavianelli). Así que anda muy bien, con disco nuevo, está recontento, que eso es lo importante. Me pone contento poder contarles esto porque siempre uno quiere saber de Charly y poco es lo que se sabe. Pero está rebien, recontento, con un disco terminado parte, y que es buenísimo”.
Incluso, Levinton se tomó unos minutos para recordar lo que fueron esas largas jornadas de charlas telefónicas con Charly García: “Yo tenía 17 años. Era muy chico y un día a mi vieja le llegó un montón de guita en la cuenta del teléfono y mi vieja no hablaba casi. Un día pidió el detalle de la cuenta de todos los llamados y empezó a llamar a todos los números”. Uno por uno fue llamando a todos los contactos a la espera de poder dilucidar por qué la abultada cifra, hasta que en un momento, tras marcar y preguntar quién estaba de otro lado de la línea, se escuchó una voz conocida que además revelaba su identidad: “Soy Charly García”.
Levinton, entonces, fue obligado a saldar la deuda, además de comenzar a aportar en la casa: “Me empezó a hacer pagar todos los gastos y ahí me di cuenta de que me salía más barato irme a vivir solo. Yo estaba bien donde estaba, pero me terminaba saliendo más caro”. Fue así que comenzó un derrotero en busca de un nuevo inmueble, hasta que un hecho fortuito lo se cruzó en su vida.
“Lo que me alquilé era tan horroroso... era la casa del terror”, recordaría. “Era un jardín de infantes abandonado. Y cuando entré era enorme, tétrico y había esos dibujos que hacen los nenes, que son horribles, con palitos… Que solo lo ven lindos los padres. Todo eso pegado en las paredes y estufas a gas, soltando gas. Eran ocho ambientes, con todos esos dibujitos, sin luz y con las puertas que se abrían y se cerraban solas”.
Sobre el por qué de la elección de ese lugar, la respuesta sorprendió más que el hecho de haberse quedado allí: “No lo calculé, estaba caminando por la calle Aráoz, casi Córdoba, y veo que sale un tipo con dos personas, charlando bajando de unas escaleritas, y les pregunto de dónde salían y me contestan que se alquila ese lugar. Y cuando pregunté cuánto sale, me dijeron que 50 pesos la reserva, y como tenía 50 pesos la reservé, y no había entrado, y menos mal que nunca entré porque estaban las siete plagas”.
Finalmente, otro de los compañeros de banda también terminó acompañándolo en esa travesía y se terminó mudando con él, en un lugar que habitaron por un total de siete años aproximadamente. Al dejar el lugar, Levinton reconoció entre risas: “Y al final los dibujitos que quedaban me los llevé”.