La juventud da miedo. Da miedo ver gente con la cara tatuada, las letras atrevidas, los ritmos que llevan a pasos de baile sexuales y exagerados. A los padres les dan miedo los artistas que escuchan sus hijos; por eso los rechazan, los minimizan, intentan educarlos en una fe que ellos mismos se inventaron. Los que se asustan del trap y el RKT son los hijos de los que se asustaban del heavy metal, y esos son los hijos de los que se asustaban del rock and roll, que a su vez son los hijos de los que se asustaban de la irreverencia del tango… La cadena no se corta nunca y, en el medio, un eslabón de esos que se transforman en bisagra: Jerry Lee Lewis.
Esta leyenda está en el museo, ¡porque lo tiene, y a su nombre! El 28 de febrero de 2019 sufrió un ACV, por lo que sus presentaciones fueron canceladas. Luego de un año de dura rehabilitación se anunció su regreso a los estudios para preparar un nuevo álbum. El 16 de octubre de 2022 finalmente fue aceptado en el Salón de la Fama de la Música Country, el honor que no había recibido anteriormente. Para el 26 de octubre último, algunos medios anunciaron su muerte, aunque la noticia fue desmentida. Finalmente, dos días después, El Asesino de Luisiana falleció en su casa de Nesbit, Misisipi, de una neumonía. Tenía 87 años. Con un pedazo de estómago menos, siete matrimonios en su haber, dos hijos muertos y repuesto de (casi) todas sus adicciones, Jerry Lee dio pelea a través de su piano y un montón de canciones inoxidables.
Nene de antes
El 29 de septiembre de 1935 en Ferriday, Luisiana, Estados Unidos, Mary Ethel Herron paría al mesías del rock and roll, aunque de santo ha tenido muy poco. La familia era pobre, su padre, Elmo Kidd Lewis, ejercía violencia sobre él, y eso era lo habitual: se aprendía a los golpes. Pese a ello, se dijo que llegó a hipotecar su granja para comprarle el primer piano al pequeño Jerry Lee Lewis. El niño tenía talento y sus padres confiaban en que podía llegar a ser un gran músico, aunque nunca imaginaron que se convertiría en el rebelde que marcó una época y creó un estilo.
Su madre lo anotó en la Southwest Bible Institute de Waxahachie, Texas, para que despuntara el vicio de la música aprendiendo canciones evangélicas. Todo iba bien hasta que escuchó My God is real (“Mi Dios es real”) y se dio cuenta que encajaba a la perfección en el estilo que más le gustaba en ese entonces. Los versos empezaron a brotar de su boca y de sus dedos, la música en forma de boogie-woogie. Todo sucedió en medio de una asamblea eclesiástica, y lo que sigue es historia conocida. Jerry Lee fue expulsado del Cielo y el envión lo llevó a convertirse en estrella.
Se hizo habitué de los boliches con mala fama y los rincones turbios de Mississippi hasta que llegó a Memphis. Una vez allí, el sello de Elvis Presley, Sun Records, lo fichó para grabar su primer material profesional en 1956. Si El Rey era sensual, El Asesino era sexo puro, y con tanques como "Whole Lotta Shakin' Goin' On" y "Great Balls of Fire" incentivaba los más bajos instintos a puro doble sentido y un ritmo loco. Mientras iniciaba su carrera solista, también tocaba el piano para Johnny Cash y otros músicos de rock y country que ya veían en él a un genio.
Como un cuento
Mientras descubría su pasión por el rock and roll y ya demostraba que sabía tocarlo, Jerry Lewis también encontraba lugar para el amor. Cuando tenía 16 años (en 1952) se casó con Dorothy Barton, dos años mayor que él e hija de un predicador con la que convivió no más de un año. Inmediatamente encontró refugio en los brazos de Jane Mitchum y, sin divorciarse de Dorothy, avanzó en una relación que le trajo su primer hijo, Jerry Lee Lewis Jr. Se casó obligado por sus cuñados, pero la unión legal no fue válida ya que seguía comprometido (en los papeles) con su primera esposa.
Siguieron juntos algunos años más, pero el destino quiso que Jane tuviera un hijo moreno y Jerry Lee diera por hecho que no era suyo. Fue en mayo de 1958 cuando el escándalo acechó al músico. En medio de una gira por Inglaterra, y recién llegado al aeropuerto de Londres, la prensa se acercó para recibir al gran fenómeno norteamericano. Y fue el periodista Paul Tanfield quién se vio sorprendido por la joven compañía del cantante y pianista.
La chica 13 trece años, era la sobrina segunda de Jerry Lee, hija de su primo (que a su vez era el bajista de la banda). “Soy Myra, la esposa de Jerry”, dijo la jovencita frente al micrófono. Interrogado por la edad de su pareja, el rubio dijo que tenía 15. Aunque hoy suene aberrante, en los estados sureños (como Luisiana) no era extraño ni ilegal que hombres mayores (en este caso el músico tenía 22) se casaran con niñas que apenas arañaban la adolescencia, como tampoco estaba mal vista la unión entre parientes. Pero Londres era una capital europea y esa gira fue un fracaso, el rechazo fue masivo y la pareja tuvo que volver a los Estados Unidos con las manos casi vacías.
Si bien vendrían nuevos amores, Myra fue clave en la vida de Jerry. Ella lo hizo padre de Steve Lewis Allen, que con tres años de edad perdió la vida, y de Phoebe, la hija que hasta 2012 representaba a su padre y vivía junto a él en su rancho en Nesbit, Mississippi. Luego Jerry la denunció por robarle y tenerlo drogado en su propia casa, así como también obligarlo a hacer shows para facturar. Últimamente no hubo novedades del caso y lo cierto es que Myra y Jerry estuvieron casados 13 años durante los cuales la fama de "corruptor de menores" casi le cuesta la carrera al músico.
Poco tiempo después Elvis volvió a hacerlo y se puso de novio con Priscilla Beaulieu, de 14 años, pero como el manager del cantante había visto la caída de Jerry Lee por mostrarse con una menor, decidió que la relación se mantuviera en secreto. Y así nació una de las parejas más emblemáticas del rock.
Lejos de la popularidad en aumento de Elvis, Jerry la estaba pasando mal: bajó la venta de sus discos, las pocas entradas que se vendían para sus shows valían cada vez menos. El pianista siguió tocando y en 1970 se divorció de Myra. Tres años más tarde murió su hijo mayor, Jerry Lewis Jr., en un accidente de tránsito; tenía 19. Luego se casó con Jaren Gunn Pate, quien se ahogó en una piscina, y Shawn Stephens, su quinta compañera, que fue hallada muerta en su casa de una sobredosis de metadona. 1984 lo encontró enlazado a Kerrie McCarver, con quien estuvo casado hasta 2005. El Asesino esperó siete años para volver a comprometerse y lo hizo nada más ni nada menos que con Judith Brown, ex esposa de su sobrino Rusty, hermano (a su vez) de su ex Myra. La mujer lo acompañó hasta el último de sus días, demostrando que, siempre, lo primero es la familia.
Sobrio a las piñas
“Satanás no me dio el talento. Dios me dio el talento, y yo siempre le digo eso a la gente”, solía cerrar Jerry Lee Lewis. Vivía poniendo a prueba su cristianismo, pero los años lo amansaron al punto de confiar en que hay un Cielo para él. La película Great Balls of Fire (con Dennis Quaid en la piel de Jerry y Winona Ryder como Myra Gale) muestra un período complicado en su vida, pero también el más vulnerable. En el libro Estar en banda, el psicólogo Fabio Lacolla habla de los rockeros que fracasan antes de triunfar, y explica: “Vivir el éxito como un fracaso es ahogarse en la propia saliva. Si la música te eligió, tratala bien: suele ser muy vengativa”. La venganza del rock and roll llevó años, pero Jerry Lee fue perseverante. Aunque en el camino se distrajo haciendo de las suyas.
El alcohol y los estupefacientes eran parte de su dieta, por eso no es de extrañar que no hubiera estado sobrio cuando invitado a tocar antes que Chuck Berry, y después de prender fuego su propio piano, le espetara a su colega: “¡Supera esto, negro!”. La anécdota pertenece a otro siglo y Jerry finalmente fue el último exponente de los grandes primeros valores del rock. Aquellos que, como él, inspiraron a artistas emblemáticos como The Beatles o The Rolling Stones.
También en septiembre, pero de 1976, la banda festejaba el cumpleaños de Butch Owens, bajista de Jerry Lee. La celebración se vio opacada cuando el líder del grupo sacó una Magnum 357, le apuntó a Owens y le disparó en medio del pecho. ¿Fue sin querer? Jerry Lee Lewis alcanzó a decir que no había sido su intención hacerle daño y que "pensaba que el revólver estaba descargado". Con esa misma arma se presentó en noviembre de ese año en la mansión de Elvis Presley, en Graceland. Cuando chocó con el inmenso portón y los guardias de seguridad comprobaron que llevaba un arma, inmediatamente lo llevaron detenido. Habían sido colegas, pero Elvis jugaba en primera. Y él había descendido.
Los años pasaron, los escándalos se fueron olvidando y finalmente en 2006 Jerry Lee reapareció con un disco que juntó a los mejores compañeros de variadas generaciones. En Last Man Standing, a Lewis los acompañaron B.B. King, Bruce Springsteen y Jimmy Page, entre otros grandes. Luego sacó dos discos más que no tuvieron la misma promoción. Tarde, pero seguro, llegó el reconocimiento para un músico que desde su profesión lo dio todo. Y en lo personal, no se quedó con las ganas de nada.