Sentadas en ronda un grupo de nenas de seis años comparte sus sueños para “cuando sean grandes”. Una quiere ser princesa, la otra bailarina o doctora; todas fantasean con su vestido de bodas. El sueño de una de ellas -que se llama Ursula Corberó- será “ser una artista y comprarles una casa a mis padres”. El lector que la vio brillar en La Casa de Papel y ahora en El cuerpo en llamas, sabe que lo cumplió.
Nació el 11 de agosto de 1989. La llamaron Úrsula, “un nombre de bruja, pulpo y fea (la bruja, digo)”, como describió en su cuenta de Instagram, y en más de una oportunidad fue tema de diván: “He hecho psicoanálisis mucho tiempo y mi terapeuta me insistía en que nacemos muy condicionados por el nombre. Si te ponen Úrsula, claro que no puedes pasar inadvertida”.
La nena de nombre fuerte creció en Sant Antoni de Vilamajor, un pueblo de catalán, a mitad de camino entre Barcelona y Gerona. A los Corberó nunca les sobró nada. Su padre, Pedro Corberó, era carpintero y vendía muebles fabricados y restaurados por sus propias manos. Su madre, Esther Delgado, era -a decir de la hija- una “luchadora, que ha hecho de todo: desde limpiar casas y vender colchones, hasta trabajar en una florería, en una pescadería y como auxiliar en una clínica dental”.
El matrimonio de Pedro y Esther había protagonizado una historia de amor de esas que de tan ciertas parecen culebrón. Úrsula tiene una hermana mayor, Mónica Delgado. Ambas son hijas del mismo padre, pero Mónica lleva el apellido de su mamá porque cuando nació, Esther era menor de edad. “Mi madre se quedó embarazada de mi hermana con 17 años. Cuando le empezó a asomar la barriguita pasó a ser la peste del barrio, se quedó sin amigas y aunque era una estudiante brillante la echaron del colegio porque era un mal ejemplo para las demás niñas”.
Por el escándalo, a Pedro y Esther nos les permitieron verse más. Pero ya lo dice la canción: “el amor es más fuerte”. Y años después se reencontraron para no separarse más.
Úrsula creció en una familia donde lo que faltaba de dinero sobraba de cariño. Le encantaba pasear con su abuela por el barrio gótico barcelonés y detenerse a merendar en las chocolaterías de la calle Petritxol. Quizá por la creatividad que veía en su padre o por su tía cantante, a los seis años comentó su deseo de dedicarse a la actuación. En vez de decirle “ya niña, vete a soñar a otra parte”, su madre decidió acompañarla. Como relató su hija, “le suplicaba a su jefe que le diera la tarde libre y lo descontara de su sueldo, para llevarme a los castings”. Vivían a 62 kilómetros de Barcelona y, como no tenían auto, hacían dedo hasta el pueblo vecino, para desde ahí subir al tren que las llevaba a la ciudad de Gaudí y, finalmente, tomar el subte.
Cuando se acaba la odisea del viaje comenzaba la de los castings. Las colas eran infernales, sobraban postulantes y escaseaban las oportunidades. “Me han hecho bailar, cantar, me han dado réplicas que no tenían nada que ver con el texto que yo me había preparado, y me han hecho hacer muchas improvisaciones”, recordaría en la revista Telva. Durante meses no la eligieron en ninguno. Su madre comenzó a implorarle: “Mira, Úrsula, te compro una Barbie pero no vamos a más”. Pero su lema era “Quien la sigue, la consigue”, y un día quedó para un anuncio del Banco Central. Comenzaba a andar. No se detendría más.
Inició una carrera ascendente. La primera oportunidad en la televisión apareció en 2002 con la serie Mirall trencat y se convirtió en una especie de chica Disney a la catalana. Seis años después fue una de los protagonistas de la ficción Física o Química, emitida por Antena 3. Con 19 años se encontró famosa y con dinero en el bolsillo. “Al principio, la fama me hizo sentir un poco rara. No entendía muy bien lo que me pasaba. Era maravilloso tener dinero, pero me lo gastaba todo: ¡tenía un agujero en el bolsillo! Mi perdición era la moda… Ya pasó. Son épocas distintas y he hecho un cambio heavy. Igual, que me quiten lo bailao”.
Años después, una sincera y libre Úrsula provocaría pequeño terremoto mediático cuando en la página web AISGE (Artistas e Intérpretes Sociedad de Gestión) reveló que “fueron cuatro años de mucha eclosión hormonal: diez jóvenes guapos con trabajo, dinero y fama, imagínese... Los fines de semana alquilábamos una casa en Segovia y Javi Calvo se disfrazaba de botones y nos escribía historias de miedo. Luego follábamos todos con todos y nadie se enfadaba. Había mucha empatía”.
Tras el revuelo, Javier Calvo confirmó en su cuenta de Twitter sus palabras: “Tenía que salir a la luz tarde o temprano. Todo cierto. Úrsula, te amo”. Y puntualizó: “No hubo orgías en Física o Química. Hubo adolescentes y muchos líos. Mucho amor. ¡Todos con todos!”. Pero Angy Fernández, que interpretaba a Paula, aclaró en sus redes: “En FoQ trabajamos mucho. Está sacado de contexto. No metáis a todos en el saco”.
De esa época también es su sobrenombre: Ursulolita. Es la mezcla de su nombre y el de su perra Lolita. Se lo puso una chica de vestuario y le gustó tanto que lo usa para sus redes sociales y algunos emprendimientos.
Entre grabaciones, Corberó se puso de novia con el actor Israel Rodríguez. Rompieron luego de dos años e inició una relación con el tenista Feliciano López que duró cinco meses y le dejó “el corazón roto”, según confesó ella. Luego estuvo en pareja con el modelo Andrés Velencoso, al que dejó al encontrarlo en una situación de infidelidad. Entonces llegó a su vida Ricardo el Chino Darín.
En el 2016, el actor argentino viajó a España para grabar la serie La Embajada. Según relata la revista Glamour, Darín tuvo que ir a una prueba de vestuario y, mientras se probaba las prendas, escuchó una risa. Ahí, entre percheros, prendas y gente desconocida, vio a Úrsula cambiándose de ropa. Ella estaba parcialmente desvestida y al cruzar miradas, ambos comenzaron a reírse.
No empezaron a salir enseguida. El actor reveló en la revista Rolling Stone que tardaron dos meses en verse como algo más que compañeros de escenario. La atracción pudo más y decidió instalarse en España. “Voy y vengo. Soy free lance. Siempre me sentí capaz de vivir en otros lugares del mundo a pesar de que adoro Buenos Aires”, decía el Chino Darín a finales del 2017. Si le preguntaban qué era lo que más le gustaba de España, contestaba sin dudar: “Mi mujer”.
Al tiempo de comenzar la relación Úrsula confesó: “No me había pasado nunca esto de que me surgiera un amor trabajando, pero hay cosas que son inevitables y suceden”. Y sin ocultar su amor, declaraba: “Además de ser bello y luminoso tiene un talentazo”.
Comenzó una relación intercontinental con residencia en España, estadías en la Argentina o encuentros en otras ciudades del mundo. Úrsula además se ganó el cariño de su suegro, Ricardo Darín, que la elogió: “Úrsula es fantástica, es demasiado simpática y como decimos nosotros en la Argentina, es gauchita”. También contó la experiencia que vivió con Corberó en el Festival de Cannes: “Fue un fenómeno, apareció ella solita, en medio de la alfombra roja, invitada por nosotros porque no tenía que promocionar ninguna película, y se detuvo el tiempo”.
Famosísima en España, en 2016 la actriz pasaba por un tiempo de bajón laboral. “Estuve un año y medio sin trabajar porque sentía que los proyectos que me llegaban me estaban encasillando. Eran propuestas que a nivel artístico no me hacían sentirme conectada con lo que yo idealizaba de mi profesión. Perdí la ilusión y me planteé hacia dónde quería ir, porque había estado mucho tiempo involucrada en cosas que no me llenaban, solo para pagar los gastos que uno tiene en el mes”, contaría en la revista Harper’s Bazaar. Fue entonces que la convocaron para La Casa de Papel.
Como Tokio, esa antiheroína atracadora, Corberó se convirtió en una estrella global. No era muy consciente de su éxito tanto que en una fiesta de Año Nuevo en Uruguay en el 2017, a la que asistió con su pareja y con su suegro, se asombró: “De repente, todo el mundo me reconocía y me hablaba de Tokio. Le dije a mi novio: ‘¡Qué casualidad que todo el mundo que ve la serie esté en esta fiesta!’“.
Algo similar vivió en Japón cuando fue a rodar el film estadounidense Snake Eyes: El origen. Al caminar por el aeropuerto de Tokio notó que la miraban. “Por un momento creí que me estaba volviendo loca. Pero luego caí en que allí también ven la serie. Pensar que si quisiera desaparecer no podría, me genera un poco de angustia”.
Las demostraciones de fanatismo no se quedaron en una fiesta en Uruguay ni en las miradas en un aeropuerto. Tiempo después se encontró en un avión con Madonna y la cantante le confesó que Tokio era su personaje favorito de la serie y le dio su teléfono. El encuentro terminó con una situación insólita. Como Úrsula contó con gracia en el programa de Jimmy Fallon: “Al cabo de un rato recibí un mensaje de ella diciéndome que había olvidado mi pasaporte en el asiento pero que se lo había dejado a la azafata. Así que pude volar de regreso a casa gracias a Madonna”.
El éxito y la fama la acompañan pero ella sigue siendo una mujer comprometida y con “los pies en la tierra”. Lo dejó en claro en una reciente entrevista -da muy pocas- en la edición española de la revista Vogue cuando al hablar sobre la huelga de guionistas declaró: “Yo siempre he estado a favor de que la gente tenga libertad de expresión, salga a manifestarse y salga a luchar por lo que cree que es suyo. Lo que está pasando me parece horrible”. Y sobre la situación de su país expresó: “Hay una falsa imagen por lo que proyecta Hollywood. Solamente porque hay unos pocos actores a los que les va muy bien, pero ser actor no es eso. Hay quienes están sufriendo de verdad. Y gente que lo pasa mal, que viene aquí a Madrid y que trabajan años de camareros. Se dan mil movidas”.
Afortunada en el amor y en el trabajo, la sigue emocionando “cuando alguien me para por la calle para decirme que admira mi trabajo”. Su posesión más valiosa no son los premios que ganó ni las prendas de diseñador que recibe sino una caja de música que le trajeron sus padres de un viaje a Viena. En ella guarda unos pendientes que le regaló su abuela, los primeros que se pudo comprar con su propio dinero.
En estos días, en plena promoción de El cuerpo en llamas, estuvo con el streamer y presentador Ibai Llanos y sorprendió compartiendo detalles personales, como que es una persona que se enfada mucho, pero que se le pasa rápido. “Soy Leo. Soy fuego y soy como los felinos, que sacan la garra”. Además compartió que las expresiones que más le gustan del habla de los argentinos: “Si te gusta el durazno, bancate la pelusa” y “A éste lo mandás a espiar y toca el timbre”.
La mujer que pasó 28 de sus 34 años de vida trabajando asegura que “me preocupa la fecha de caducidad, porque esta industria es muy machista y un hombre a los 50 está en el momento perfecto para follárselo, se le considera sexy aunque esté calvo o con canas”. Mientras, Úrsula Corberó sigue caminando y trabajando, ya no como aquellos que saben que “el que sigue la consigue”, sino como esos seres angelados que brillan como las estrellas de verdad.