En enero de 1985 el reconocido productor musical mexicano José Quintana, director de la división latina de la compañía A&M Records, miraba por la ventana de su oficina cómo llegaban figuras de la talla de Michael Jackson, Lionel Richie, Stevie Wonder, Tina Turner, Billy Joel, Diana Ross y Bob Dylan, entre otros. Todos ellos se habían congregado para grabar “We Are the World”, una canción impulsada por Jackson con el fin de recaudar fondos tras conocerse las terribles imágenes de la hambruna sufrida en el continente africano, principalmente Etiopía.
Esa grabación, a cuyo grupo se denominó USA for Africa, tuvo lugar el 25 de enero y en la invitación escrita que envió el productor designado -Quincy Jones- a cada uno de las estrellas de la música, se les advertía que “dejasen su ego en la puerta”. La canción fue un éxito inmediato, con una selección de artistas envidiable.
Meses después, Quintana pasó de ser un simple observador desde la ventana a buscar la forma de organizar algo similar, pero para el mercado latino: “Y así se lo comenté a Albert Hammond, a quien le pareció buena idea y comenzamos un duro trabajo”. La convocatoria para el Proyecto Hermanos, tal como se lo denominó, se extendió a las principales disqueras de Latinoamérica, a las que se le solicitaba la participación de sus artistas más destacados de aquel tiempo.
Así, con el objetivo de reunir fondos económicos para fortalecer las iniciativas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en América Latina, casi cuatro décadas atrás un conjunto de 50 destacados artistas del ámbito musical hispanohablante se congregó con la misión de producir un himno que reflejara solidaridad y compromiso.
Este esfuerzo estuvo bajo la dirección y supervisión de Humberto Gatica y Albert Hammond, además de Quintana, claro. Juntos, dieron vida a la canción “Cantaré, cantarás” (”I will sing, you will sing”), una pieza musical creada por Juan Carlos Calderón, Anahí van Zandweghe y el mismo Hammond, que marcó el inicio de esta noble causa en abril de 1985, apenas un mes después de que “We Are the World” explotara en las radios de todo el mundo.
“Dediqué todo mi tiempo y mis energías al proyecto. Mi equipo era de tan sólo siete personas, que movimos a ese universo de artistas. Conseguimos que una aerolínea mexicana nos donara boletos de avión para trasladar a todos los artistas a Los Ángeles. Julio Iglesias prestó su avión particular para mover a algunos. Los hoteles también nos ofrecieron habitaciones gratis; los alimentos nos fueron donados. Invitamos a los músicos de más prestigio en el mercado americano para que tocaran los instrumentos. Hammond fue el director musical y los músicos que participaron fueron David Foster y Greg Phillinganes (teclados y sintetizadores), John Robinson (batería), José Feliciano (guitarra española), Nathan East (bajo eléctrico) y Carlos Ríos (guitarra)”, recordaría Quintana.
El proceso de grabación fue meticuloso y detallado. Se citó a los artistas en el estudio de A&M Records en LA, California, y se les entregó la letra, indicando la parte que les correspondía interpretar. Algunos tenían frases específicas, mientras que otros se sumarían como coristas.
“Fue un día de abril. Recuerdo que nos citaron como a las 10:30 de la mañana y salimos de ahí muy noche. Fuimos llegando uno a uno, saludándonos con mucho gusto. Todos nos conocíamos y los abrazos llovían. Sabíamos que sería un día inolvidable para todos”, relataría el cantante y actor Fernando Allende en una charla con Notimex, sobre las casi 16 horas que algunos terminaron pasando allí adentro.
Por su parte, Lucía Méndez reconocería sobre el proyecto: “Estábamos los mejores del momento, los latinos más representativos de la música, y para mí fue muy bonito reencontrarme con Julio Iglesias, Rocío Jurado, Vicente Fernández y Cantinflas. Estábamos muy contentos, aunque no teníamos claro lo que marcaría esta unión”, se sinceró.
Incluso, dejando la modestia de lado, se tomaría un momento para explicar el por qué la habían convocado: “En 1985 yo había sido nominada al Grammy americano en la categoría best latin performance por mi disco Sólo una mujer y grababa la telenovela Tú o nadie, que registró uno de los mejores ratings de la historia. También había hecho la película El ministro y yo, con Cantinflas, así que me encontraba en el momento pico de mi carrera”.
María Conchita Alonso, en tanto, reconocería: “Era una época en la que todos los cantantes estábamos acostumbrados a toparnos en diferentes países. Nos veíamos en Siempre en domingo, en los teletones. Así que cuando llegamos, nos abrazamos como la gran familia que éramos, no había competencias. Todos éramos amigos, hermanos de verdad”.
Para esa época, Luis Miguel ya había editado los discos Directo al corazón, Decídete y Palabra de honor, además de protagonizar dos filmes. El llamado para ser parte de este evento histórico no tardó en llegar, pero no imaginaron que primero debían batallar con un escollo: Luisito Rey. “Había que lidiar con su papá, quien se ponía muy exigente al cobrar. Le dijimos que todos estaban donando su trabajo y no aceptó”, revelaría Quintana. Es que, para Luisito, si no había plata de por medio, no había trato posible.
Ya que Julio Iglesias era en ese momento el cantante con mayor impacto en el mundo, los productores no dudaron en que abriera el tema con la frase: “Quiero ser un puerto en el mar, ser ese compás”, y repitiera más adelante un “brillará como un sol que ilumina el mundo entero”, con el grupo Menudo en los coros. Así, entre Quintana y Hammond decidieron quiénes debían interpretar cada parte del tema, además de cómo debían ubicarse a la hora de la grabación del video, del que también se realizó un documental.
“Lo que se ve en cámaras es real. Todos llegaron con buena disposición, hubo abrazos, besos, camaradería, bromas, buena vibra. Cuando se tomaron de las manos y las alzaron, todos nos conmovimos, supimos que habíamos hecho un buen trabajo. Todos se llevaban bien, tanto los que ya se conocían como los que se veían por primera vez”, destacaría el productor.
La “hermandad” finalmente fue integrada, por orden alfabético, por Fernando Allende, María Conchita Alonso, Apollonia Kotero y Ramón Arcusa (del Dúo Dinámico). También Basilio, Braulio, Mario Moreno Cantinflas, Irene Cara, Roberto Carlos, Nydia Caro, Vikki Carr, Verónica Castro, Charytín, Chiquitete, Claudia de Colombia, Gal Costa, Celia Cruz, Lupita D’Alessio, Guillermo Dávila, Plácido Domingo y Emmanuel.
También figuraron Sergio Fachelli, José Feliciano, Vicente Fernández, Miguel Gallardo, Lucho Gatica, Julio Iglesias, Antonio de Jesús, José José, Rocío Jurado, Lissette Álvarez, Valeria Lynch, Cheech Marín, Sergio Mendes, Lucía Méndez, Menudo, Miami Sound Machine, Amanda Miguel, Ricardo Montalbán, Palito Ortega, Pimpinela, Tony Renis, Danny Rivera, José Luis Rodríguez El Puma, Lalo Schifrin, Simone, Manoella Torres, Pedro Vargas, Diego Verdaguer y Yuri.
Para 1985 y con 30 años de carrera a cuestas, Celia Cruz ya era reconocida como la Reina de la Salsa, ícono de la música latina y figura preponderante que no podía obviarse en un trabajo de estas características. Pero visto a la distancia, lo que se hizo con ella no reflejó lo que representaba. “A Celia la dejamos fuera, su voz quedó entre los coros cuando debimos haberla tomado como principal. Creo que ahí nos equivocamos muchísimo, fue un gran error de nuestra parte porque era una gran artista. Ya luego supimos que se fue disgustada de la grabación”, admitiría Quintana.
“Yo salí con ella del hotel e íbamos muy emocionadas, pero al llegar me molesté mucho porque no le dieron el lugar que le correspondía a una diva como ella -reconoció Verónica Castro-. La pusieron atrás, a un costado y a la izquierda cuando debió estar incluso adelante. Cuando lo expresé, alguien me dijo: ‘Sí, pero el señor (por Hammond) es quien acomoda’. Y yo le dije a ella que reclamara, pues tampoco le dieron una frase de la canción para ella sola”. Sin embargo, la respuesta de Celia fue compasiva, y hasta sabia: “La gente que es, es; la gente que está, está...”.
Y no sería la única, claro. “Cuando a mí me invitaron a participar en este proyecto llego, hicimos los coros, y me quedo en el estudio para ver cómo grababan mis compañeros su parte -diría Vicente Fernández-, pero veo que empieza a grabar José José una parte, luego Roberto Carlos y así... entonces le pregunto al productor: ‘¡Oiga!... ¿No voy a grabar una parte yo solo?’. Y la respuesta fue tajante: “No, señor Fernández”. Ahí no dejaría las cosas el intérprete: “¿Entonces me trajeron aquí para hacer coros? ¡Óigame! Yo no hacía coros ni en la iglesia de mi pueblo”.
José Luis Rodríguez se encontraba allí, observando la escena: “¿Qué pasa mi hermano?”. Fernández no dudó en reclamar: “Es que yo creí que iba a grabar un solo igual que ustedes”. El Puma fue en búsqueda del productor: “¡Oye! ¿Cómo no va a grabar Vicente Fernández un solo? Vicente Fernández es México, mi hermano, ¿qué te pasa?”. Y sí, logró su cometido: fue parte de un solo.
En ese punto, Lucía Méndez aseguró que ella eligió su parte (“Descubrir que en el corazón siempre hay un rincón”) en conjunto con el director artístico: “No era el hecho de cantar más o menos, sino de participar, de poder formar parte de este cuadro histórico en algo que iba a quedar para siempre y que sería verdaderamente inolvidable e importante en la carrera de todos”.
Para Amanda Miguel, el hecho de interpretar o no una línea del tema en solitario, destacándose por sobre el resto, fue en respuesta a los intereses de las compañías discográficas que participaron: “Hubo quienes cantaron solos y en ese momento no eran del gusto del público. A mí me dijeron: ‘Te toca con Valeria Lynch’, y yo obedecí, pero la hermandad no fue tan sincera y quizás, debido a esos intereses, la canción no alcanzó el éxito que debió haber tenido”, señaló.
“Mi pedacito fue muy chiquito y lo agradecí -apuntó María Conchita-, pero creo que algunos sí se molestaron porque se quedaron en coros. En realidad no supimos bien cómo estuvo todo hasta que vimos el video, pues quienes no grabábamos en ese momento, salíamos a charlar o a comer y no sabíamos lo que pasaba dentro del estudio”.
Más centrada, Verónica Castro reconocería: “Eran demasiadas figuras reunidas y fue imposible darle su lugar a cada una. Yo quedé satisfecha con lo que me tocó hacer porque siempre he dicho que soy más actriz que cantante, así que me divertí siendo corista y me lo pasé echando porras y gritando”.
Joaquín Galán, del dúo Pimpinela, tomaría el micrófono en el documental: “Aquí se dejó de lado la competencia, las fronteras y las nacionalidades para venir todos juntos, desde cualquier parte del mundo donde estuviéramos trabajando o haciendo nuestra vida. Todos estamos en un proyecto tan bueno para quienes necesitan tanto de nosotros”.
Tras la grabación de los coros con el elenco completo, Hammond pidió que algunos cantantes permanecieran en el estudio. Así, el resto podía descansar, comer, tomar aire e incluso atender a la prensa que permanecía afuera. Sin embargo, alguien llegaría inesperadamente a escena. Quincy Jones, productor de “We Are the World”, se presentó en el estudio para saludarlos y felicitarlos por la disposición de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. “Estoy muy contento. Llevo 35 años en esta industria y estar aquí, con todos reunidos, es como un sueño. Están aquí como hermanos, sin egoísmo. Espero que esto se propague como una plaga y se pueda llegar a ver su alcance. Créanme, ustedes los artistas pueden ser la voz más escuchada en el mundo”, aseguró emocionado.
Los fondos recaudados por el Proyecto Hermanos fueron administrados por Price Waterhouse, una firma de renombre en el ámbito financiero. Una parte de los recursos fue destinada a la organización USA for Africa, mientras que el resto fue canalizado a proyectos de UNICEF en América Latina.
Visto a la distancia, Amanda Miguel se sinceró: “La convivencia fue divertida y una experiencia única en mi vida. Compartir escenario con artistas de todas las tallas fue impresionante, pero la obra no fue tan grande como se imaginó. No hubo la suficiente promoción para que explotara como ‘We Are the World’, y aunque es un tema precioso, no suena más y es una pena”.
José Quintana murió el 18 de noviembre de 2020, tras un derrame cerebral. En uno de los últimos reportajes, fue consultado sobre si volvería a involucrarse en un trabajo de estas características: “Sinceramente, no me quedaron ganas de volverlo a hacer porque fue demasiado estrés, me costó mucho físicamente. Sin embargo, lo positivo es que todo lo recaudado tras la venta del disco se donó a la UNICEF”.