Caballeros de la Quema: los inicios pegando afiches en la calle y la decisión de dejar la facultad para apostar por el rock

Después del Luna Park, el grupo sigue tachando asignaturas pendientes y palpita su show en el Gran Rex. Iván Noble y Martín Méndez hablan de los comienzos, el éxito, la separación, las distancias y la importancia de los hijos para terminar de configurar el regreso

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Entrevista a Iván Noble y Martín Méndez por Tatiana Schapiro

Aquella banda que se formó en los sótanos de Morón y se forjó a base del talento y el sacrificio se reencontrará con su público el próximo 28 de septiembre en el Gran Rex. Para los Caballeros de la Quema, será especial: la primera vez que protagonizarán un concierto en el mítico escenario de la calle Corrientes. “Es un teatro para que toque Caetano Veloso, no nosotros. Y ahora que estamos más cerca de la edad de Caetano Veloso que de nuestro público anterior, nos permite hacer un show distinto al del Luna Park”, desliza Iván Noble -uno de los líderes del emblemático grupo del oeste, junto a Martín Méndez- en este encuentro con Teleshow.

Los Caballeros ya se sacaron la espina de tocar en el Luna Park. Es que cuando el crecimiento de la banda exigía lugares con mayor capacidad y ya no era necesario salir en las madrugadas invernales a pegar afiches con engrudo, el hogar que albergó eventos históricos de la música y del deporte estaba clausurado. “Oxidado y en la catrera, gastando a cuentas un vuelto que no va a volver”, reza uno de sus hits, que permite dar el puntapié de una charla distendida y cargada de nostalgia con los referentes del rock nacional, que entusiasman con un repertorio que acapara la atención de varias generaciones. Avanti, morochos...

—Si bien habían tenido otros reencuentros, este es especial por los 25 años de La paciencia de la araña. ¿Cómo sintieron el paso del tiempo?

Méndez: —Fue una coartada lo de los 25 años, una excusa para salir a tocar más seguido de lo que lo estamos haciendo. Fue la primera vez en esta nueva etapa que además de tocar en el Luna Park llevamos esas viejas canciones, con más de dos décadas encima, por las ciudades más importantes del centro del país. Y fue constatar que perduraron. Que las canciones siguieron teniendo vida durante nuestra ausencia, lo cual nos permitió reencontrarnos con audiencias de nuestra época y generaciones más jóvenes, cosa que nos sorprendió. Y así nos encontramos, con viejas generaciones que participaron de nuestros shows y con gente que no nos terminamos de explicar por qué están ahí, pero la pasan muy bien.

Noble: —Estamos más añejos. Más contentos de estar arriba del escenario. Eso es lo que más celebro. Cuando decidimos vernos seguido durante unos meses en una gira, compartir aeropuertos, salas de espera, almuerzos en lobbies de hoteles y combis, se instaló la duda. Una cosa es hacerlo a los veintipico y otra, a los cincuenta y pico. Podía salir bien o podía salir mal. Dentro del cubilete estaba todo. Y no solo que está saliendo muy bien, sino que arriba del escenario, que al fin y al cabo es donde está la verdad de la milanesa, se mantiene la misma esencia.

Iván Noble y Martín Méndez,
Iván Noble y Martín Méndez, voz y guitarra de Caballeros de la Quema

—Durante este tiempo han sacado discos nuevos, pero en los recitales hay temas que no puedan faltar. ¿A ustedes los harta, o disfrutan y agradecen ese “Avanti, morocha”?

Méndez: —Son una conexión tremenda con la gente. Esos temas en particular son conexiones con un público que no es exclusivamente oyente de rock, y tal vez no conoce a la banda. En los shows hay un componente emocional gracias a esos temas que siguieron vivos a pesar de nuestra ausencia.

Noble: —Yo me siento agradecido por el hecho de que un puñado de las canciones que hicimos formen parte de la cultura popular de una época de este país. Cuando tenía 11 ó 12 años empecé a escuchar rock nacional: escuchaba a Charly, a Spinetta, a León, después a Sumo, Los Redondos, Virus, Soda... Y sus canciones eran mi combustible espiritual. Las letras que me gustaban las ponía con Liquid Paper en la carpeta. No había WhatsApp, pero usábamos parte de esas canciones para declararnos en los recreos a las chicas que nos gustaban. “Esas motos que van a mil, solo el viento te harán sentir”, le decíamos a la chica que nos gustaba, mientras se iba con la moto del que tenía 19 años... Y que nos pase eso, es una bendición. Cuando una banda se separa durante muchísimo tiempo, el destino más probable es el olvido, porque es un espacio que empieza a ocupar otra gente.

—¿Cómo eran esas giras en la década del noventa?

Méndez: —Con mucho esfuerzo. Muchos domingos de sol: cuando la gente disfrutaba de las tardes en Buenos Aires, nosotros estábamos volviendo de alguna provincia. Éramos 22 tipos cansados y barbudos en un micro. Recién volvíamos a casa a las ocho o nueve de la noche. Hemos estado muchos años viajando: nos subíamos un miércoles al micro en la Shell de Haedo y volvíamos los domingos. Fueron muchos años así. Una época que trabajábamos full time.

Un recuerdo de la presentación
Un recuerdo de la presentación de su primer álbum

—¿Y se disfrutaba en ese momento?

Méndez: —Sí, mucho. Siempre fuimos conscientes de que éramos unos privilegiados porque nuestra carrera siempre fue ascendente, a pesar de la lucha y algunas trabas de entonces. De repente empezamos a pisar lugares que ya eran de leyendas, como Obras, y a ser soportes de números internacionales. La gratificación era que el proyecto avanzaba. Y nosotros dejábamos nuestras vidas ahí.

—En ese momento de furor, ¿estaba el pibe del oeste con los pies sobre la tierra o en algún momento uno se la creyó mucho?

Noble: —Probablemente tuvimos un momento de muchísima exposición y de muchísimo vértigo. A fines de los 90 había otra forma de consumir, producir y difundir canciones. Ahora está más atomizado. Si pregunto cuáles fueron los últimos tres hits, hay algunos que duraron 15 días. En ese momento, cuando una canción se volvía tan popular, las bandas sentían un cimbronazo. Y lo mismo sucedía con los cantantes, que son los más expuestos. Probablemente yo haya sido el que más tiempo estuvo siendo un estúpido, aunque fue un lapso breve.

—¿Es verdad que originalmente no ibas a ser el cantante y que eras el baterista?

Noble: —Sí, y Martín, que era el bajista originario de la banda. En el proyecto ellos hacían la música, yo escribía letras y esperábamos que viniera alguien a cantarlas. Buscamos un cantante durante un tiempo, mientras yo tocaba la batería. Y cuando nos dimos cuenta de que se complicaba la búsqueda dije: “Bueno, como escribo las letras las conozco, así que si quieren, las canto yo”. Y ahí quedé.

—¿Seguís tocando? ¿Hay una batería en tu casa?

Noble: —No. A veces fantaseo con la idea de comprarme una y tocar en mis ratos libres, que son muchos, por suerte. Pero me gustaría tocar jazz. Una vez escuché una anécdota que me terminó de decidir. Stewart Copeland, baterista de The Police, dijo que lo estafaron, porque le habían dicho que los bateristas terminaban los shows y se iban con las chicas más lindas. Y en realidad, cuando terminaba el show tenía que desarmar la batería, y cuando se daba vuelta Sting ya se había ido con cuatro o cinco.

Iván Noble y el guitarrista
Iván Noble y el guitarrista Pablo Guerra en uno de los primeros shows tras el regreso (Télam)

—En este tiempo aparecieron nuevas plataformas y cambió la dinámica. Antes un artista sacaba un disco, salía de gira y lo disfrutaba, pero ahora las nuevas generaciones tienen que sacar un tema cada 20 días y esperar por los likes y las visualizaciones. ¿Qué análisis pueden hacer?

Noble: —Es un delirio. No me quiero poner en la piel de los pibes que hacen música a los 20 años, porque pasa todo eso que vos decís. A nosotros nos pasaban otras cosas. Cuando teníamos veinti pocos años, las bandas crecían con el público en los shows. La cancha donde se jugaba eran los bares y los pubs. Ahora no: parece que se juega en las plataformas. Nosotros salíamos a pegar afiches con engrudo, y si a la mañana siguiente todavía estaban, a lo mejor te iba a ver un poquito más de gente. No era firmar una historia en las redes sociales anunciando dónde voy a estar el sábado. Creo que es un problema tener que sacar una canción cada 15 días, porque inevitablemente vas a producir en serie, vas a hacer una especie de fordismo musical, donde las canciones se van a atropellar unas con otras y no tenés espacio ni tiempo para la imaginación y el riesgo artístico. Si sacás una canción y tenés dos millones de likes a los 15 días, es muy probable que después hagas una más o menos parecida, porque ¿para qué arreglar lo que no está roto?

—¿Usan TikTok?

Méndez: —Abrí uno hace un mes y cerró porque cambié el teléfono. No subí nunca nada todavía. Me genera insatisfacción el hecho de entregar mi cabeza a ese consumo.

Noble: —Son como golosinas digitales que ni siquiera terminás de darte cuenta si son sabrosas o no, porque pasaron en 15 segundos. Fuimos formados con otra cultura. No estoy diciendo que lo nuestro era alta cultura y lo de ahora no, pero había otro canon. Entiendo que tiene que ver con lo que desde la Revolución Francesa hasta muy entrado el siglo XX se llamó humanismo: libros en papel, películas de dos horas y pico, y discos. No estoy diciendo que eso sea mejor o peor, pero había otra dedicación y otra atención para saber si te gustaba o no.

—Antes podíamos ver una película sin comentarla en Twitter...

Noble: —Son pequeñas victorias o emboscadas que uno les tiende a sus hijos. Por ejemplo, con Benito, trato de cada tanto ver pelis clásicas. No le pongo a Hitchcock, porque no creo que llegue su predisposición hasta ahí; pero vemos Taxi Driver, Los imperdonables, de Clint Eastwood, o El Padrino.

Iván Noble y Martín Méndez
Iván Noble y Martín Méndez con Tatiana Schapiro en los estudios de Infobae

—También se instaló una tendencia a filmar los recitales en lugar de disfrutarlos.

Noble: —Si hacemos eso con los desayunos y las vacaciones, ¿por qué no lo vamos a hacer en un recital?

—¿Le sacas foto a la comida para compartirla?

Noble: —Más de una vez lo he hecho. Todos somos estúpidos tres o cuatro veces por día.

—Lo que pasa con las redes puede ser muy nocivo, y por suerte cada vez más estamos hablando de salud mental.

Noble: —Sí. Sobre todo para estas nuevas generaciones que están atropelladas por la época. Hoy parece muy cercano el éxito, pero las bandas de los 90 tenían que esperar a que pasara el tiempo para que les vaya bien. No había ninguna chance de armar la banda y al mes y medio ser exitoso. A María Becerra la conocí por mi hijo, y la primera vez que la busqué en una plataforma vi que 24 millones de personas la escuchaban por mes, una cifra mucho mayor que a los Beatles, a los Rolling Stones y a Bob Dylan. Pero el dato que me pareció tremendo fue que a esa chica, talentosa probablemente, recién empezaba y nunca había tocado en vivo. Entonces decís: “Hay que tener la cabeza muy seria”. A ella, como a otros artistas de su generación, no se la comió ese delirio.

Méndez: —Es muy difícil que tu cerebro entienda que tanta gente esté pendiente de tu música y tus actividades tan de golpe.

—¿El rock les dio más amores, más dinero o más dolores de cabeza?

Noble: —Más amores, no; más sexo. Dinero, por supuesto. Y dolores de cabeza, también; por las resacas.

Méndez: —Sí, un mix de todo. Igualmente, está en uno y en cada banda entender cómo te tenés que llevar con todos esos ítems. Hay un aprendizaje de golpe y forzoso al comienzo.

—¿Quién fue el que mejor se llevó de los Caballeros con todos esos ítems?

Méndez: —Cuando decidimos separarnos en 2001, todos ya teníamos hijos pequeños, y las siguientes dos décadas, por lo menos en mi caso, sé que si hubiésemos seguido con Caballeros, hubiésemos sido padres mucho más ausentes de lo que fuimos. Fui un padre híper presente, porque seguí trabajando como productor y dando clases en mi casa, así que estaba con mis niños al alcance. Todos coincidimos en las épocas, porque tenemos hijos de la misma generación. Creo que si hubiésemos seguido con un proyecto tan arriba, con las exigencias pertinentes, nuestros hijos hubiesen estado mucho menos con nosotros.

Noble: —Hay un momento en el que si te confundís un poco, sacás el certificado de defunción de tu carrera. Si te levantás a la mañana y salís a la calle poniendo por delante que sos un cantante de rock, cagaste. Inmediatamente tu vida se convirtió en un estropicio. ¿A quién carajo le importaba la imagen de Pugliese? Pugliese envejecía y era cada vez más sabio, y tocaba cada vez mejor. En el rock, si todo el tiempo estás pensando en el envoltorio del rock, la vas a pasar mal. No te hagas el David Lee Roth a los 50 años, que tenés turno con el urólogo.

Iván Noble
Iván Noble

—¿Cómo eran esas salidas a pegar los afiches con engrudo?

Méndez: —Nos separamos en equipos. Algunos hacían unas estaciones y otros paradas de colectivos. Todo de madrugada. En general en invierno, y recuerdo que eran fríos (risas). A veces los carteles venían mal hechos de la imprenta y teníamos que agregarle la localidad. Si decían “San Martín 320″, con el marcador teníamos que poner “San Justo”.

Noble: —También nos ha pasado al principio de ir emocionados a buscar los afiches y encontrarnos con “Caballeros de la Quena”. Eran esos carteles amarillos con las letras negras. “¿Qué hacemos?”, nos preguntábamos. “Bueno, pongámoslo igual, qué sé yo”...

—¿Cómo nació el nombre?

Méndez: —Había escuchado en la tele que Juanita Martínez, una señora del espectáculo viuda de José Marrone, había comentado que el primer trabajo al que había accedido su difunto marido a los 14 años había sido en una formación musical. Averigüé que un señor nacido en Cañuelas, Hermes Peressini, formado como músico, compositor y tanguero, armó en el año 33 una banda de tango y se dedicó a llevarla por todo el país. Tocaban en varietés, era tango en clave de joda. Estuvieron en radios de Bahía Blanca y otras ciudades en la década del treinta. Y cuando los escuché, me resonó el nombre. Dije: “Mi próxima banda se llama así”.

—¿Y cuándo entendieron que funcionaba? ¿Cuándo se dieron cuenta de que podían vivir de la música?

Méndez: —Nosotros dos también fuimos compañeros en la Facultad de Sociología, en la UBA. El momento de apostar fue un viernes en que iba a comprar con mis últimos 10 pesos los apuntes para la semana siguiente, y dije: “No compro nada, no vuelvo más”. Y me fui con esos 10 pesos al ensayo. Con esa plata habremos comprado unas gaseosas.

Martín Méndez
Martín Méndez

—¿Vos también dejaste así Sociología?

Noble: —Sí. Estaba cursando Sociología Agraria. Ya venía tecleando en la carrera y Sociología Agraria me parecía una momia. Y mientras el profe hablaba, yo escribía las letras de las canciones. Cuando el tipo se dio cuenta, con absoluta justicia y sabiduría me dijo: “Mire, esta es la Universidad, no la secundaria. Si no le interesa, ni venga”. No me fui esa noche, porque hubiera sido todavía más descortés de mi parte, pero no volví nunca más a esa materia. Y a los pocos meses tuvimos el primer contrato discográfico, que fue la coartada que necesitaba para sentarme en la mesa familiar del domingo y decir que al siguiente cuatrimestre no iba a ir a la facultad porque íbamos a grabar un disco.

—¿Qué dijeron en la mesa familiar?

Noble: —Se miraron con un poco de estupor. Me preguntaron si iba a volver al siguiente y dije que sí. Hasta hace un par de años mi vieja todavía me reclamaba por qué no había terminado la carrera. Hasta me hizo dudar sobre la posibilidad de terminarla.

Méndez: —Mi viejo me dijo que se lamentó por el esfuerzo que había hecho. Me acuerdo que a esa materia una vez llegamos tarde porque andaba mal el tren. La clase empezaba a las ocho y llegamos a las nueve. Estuvimos sentados un rato y toda la clase estaba en silencio. Después nos dimos cuenta de que era un examen. Ni sabíamos que ese día había examen. Fueron pequeñas señales…

—En algún momento dijeron que Caballeros terminó sin trompadas, ni abogados. ¿Eso facilitó el reencuentro?

Méndez: —Sí, la separación tuvo múltiples razones. Todos fuimos padres y cambiamos un poco la cabeza, porque teníamos que ponerles fichas a nuestros proyectos familiares. Perdimos un compañero (el tecladista Ariel Caldara) meses antes también. Había una sensación de fin de ciclo. Habían pasado 12 años de la banda que empezó con los saqueos de Alfonsín y terminó con los saqueos de De la Rúa… Habíamos perdido la cohesión en un montón de cosas por cuestiones naturales y diferencias artísticas. Fue una suma de cosas. Fue importante que se haya dado sin piñas, sin abogados y sin rencores. En cuanto sentimos que había un malestar en esa cohesión, bajamos la cortina y no dimos ni medio show, ni hicimos medio ensayo con cara de culo. Todo lo que hicimos públicamente, fue con amor entre nosotros, hacia las canciones y hacia el público que nos estaba viendo.

—¿Cuánto tiempo después hicieron un asado entre ustedes?

Noble: —16 años después (risas). Pero fueron empanadas, no asado.

—¿En qué los cambió este reencuentro en el que ya son padres de adolescentes? ¿Cómo cambia la paternidad en el escenario y qué significa que sus hijos los vean en este éxito en donde se encuentran distintas generaciones?

Noble: —Fue un componente muy importante para terminar de decidirme a hacer shows más seguidos. Benito me preguntaba cada vez más seguido por Caballeros.

Méndez: —Un año antes de nuestro encuentro en 2017 nos habían tentado para hacer un show en Morón, que se terminó haciendo el año pasado, el Día de la Memoria. Ese convite nos motivó para que habláramos por primera vez en 15 años de la posibilidad de volver. Y una de las cosas que coincidimos fue la de nuestros hijos, que veían en YouTube nuestros recitales. Quería que mi hijo sienta esa energía. Al año siguiente nos ofrecieron tocar en La Plata y volvimos a hablar, porque le queríamos mostrar a nuestros hijos esa parte de nuestra juventud que podía ser parte de esta adultez mayor que estamos transitando.

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