Carisma. Humor. Sensibilidad. Resiliencia. Antes y después que tomara por asalto la fama en la segunda edición de Gran Hermano, Silvina Luna supo reinventarse más de una vez. Las peleas familiares, los romances fallidos, las infidelidades, algún traspié laboral. Pudo con todo menos con lo que llamó “el peor error de mi vida”, en referencia a la cirugía que en 2011 le practicó el médico Aníbal Lotocki, cuya mala praxis le terminó costando la vida. El doctor fue condenado a 4 años de prisión de cumplimiento efectivo, por lesiones graves y 5 de inhabilitación para ejercer su profesión, pero siguió en libertad y trabajando. Ella dio pelea hasta que su cuerpo dijo basta la tarde del 31 de agosto de 2023, a la espera de un trasplante de riñón, con 43 años y muchos sueños por cumplir.
Silvina Noelia Luna nació en Rosario, el 21 de junio de 1980, hija de Sergio y Roxana y hermana mayor de Ezequiel. Creció en una familia de mucho trabajo y poco afecto, que reparaba en los brazos y las historias de su abuela Isabel. Le costó bastante reconciliarse con aquellos años, entre las discusiones que terminaban las navidades antes de las 12 o las peleas que adquirían ribetes violentos. Un vínculo que aprendió a sanar con el tiempo.
“Papá y mamá tenían una relación tormentosa. Imaginate a dos personas grandes que discuten, que se gritan... Quizás hasta en momentos de agresiones y entonces tenés miedo de que a ella le puede pasar algo”, le contó al periodista Sebastián Soldano en una entrevista con Teleshow. Lo que mantuvo a salvo de cualquier peripecia fue el vínculo con su hermano, que estuvo a su lado hasta el último de sus días y a quien definió como “el ser más importante de mi vida, mi compañero emocional”.
El tiempo y la distancia, la física y la afectiva, hicieron su trabajo y los Luna volvieron a ser una familia unida, a reírse y a disfrutar de los pequeños momentos, una sensación que lamentablemente duró muy poco. “Mis viejos eran muy jóvenes, sin herramientas para el manejo de sus emociones y tratando de sobrevivir haciendo lo que podían con mucha frustración en sus propias vidas”, expresó Silvina en la mencionada entrevista al explicar su proceso de reconciliación.
“Yo perdoné a mis viejos. Los amo y los honro con gratitud, porque sé que hicieron lo que pudieron”, finalizó comprensiva. Sergio murió a los 50 años, víctima de un infarto fatal. Roxana, contó Silvina, “se dejó morir”. Todo ocurrió en un lapso de cinco meses, entre marzo y agosto de 2008. Por entonces, Silvina ya era una figura del mundo del espectáculo y tuvo que sobreponerse a estos duros golpes para que el show pudiera continuar.
El sueño cumplido
El camino a la fama se remonta a su adolescencia, cuando dejó atrás su patria chica en la que había participado en algunas publicidades, para probarse en la gran ciudad. La historia de tantos sueños que llegan en trenes y colectivos buscando un futuro mejor. Repartió currículums que no llegaban donde quería, fue camarera y vendedora y en el mientras tanto se enamoró y sufrió su primera gran decepción amorosa. Entonces pensó que podía vivir otro gran sueño, el americano. Atravesó el continente y un restaurante latino de Miami le tendió una mano para su escaso manejo del inglés. Era una buena oportunidad, pero tanto le insistió su ex para que vuelvan que decidió darle otra oportunidad. Al regresar, se dio cuenta de su error y se dispuso a cambiar la historia.
Silvina ya había grabado una participación menor en Verano del ‘98, pero la cosa no se movía como ella quería. Con un book que se hizo en Miami, llamó la atención del representante de modelos Ricardo Piñeyro pero tampoco era era suficiente. Había un plan mejor. Corría el fin de siglo y en Argentina habían desembarcado los realities, un atajo a la fama, una oportunidad en un país en crisis. Una compañera de pensión le contó que iba a anotarse en la segunda edición de Gran Hermano. Sí, la historia de siempre: la acompañó, se animó a grabar su casting, alguien se bajó a último momento y quedó seleccionada entre los 14 participantes.
Silvina fue la finalista de la edición 2001, detrás de Roberto Parra y por encima de Gustavo Conti. Fue una de las protagonistas más carismáticas, al punto que el público decidió su regreso luego del abandono de Pablo Heredia. Y por más que hayan pasado más de veinte años, todavía se recuerda su paso por la casa. Es que producto de la mala alimentación, había sumado algunos kilos -más bien, una inflamación abdominal- que en lugar de sufrirlos, decidió aceptarlos y divertirse con ellos. No tuvo mejor idea que inventar un bailecito al ritmo de El meneaito en el que se levantaba la remera, frotaba sus manos por su panza y hacía bailar a todos. “Pienso en esa Silvina y me quedo con algunas de sus cualidades. Era feliz con su cuerpo. No le importaba. No tenía ninguna presión. No tenía ningún estereotipo”, contaría en una charla con Infobae dos meses antes de su muerte.
La salida de la casa fue la entrada al mundo del espectáculo. Su popularidad le dio participaciones especiales en casi todos los programas exitosos de la época (Poné a Francella, No hay 2 sin 3, Los Roldán, Casados con hijos, Bailando con un sueño) y formó parte de los elencos de Son de Fierro, Ciega a Citas y La Pelu. Siempre dispuesta a ir por más, y a esforzarse para lograrlo, estudió teatro y se probó en la conducción y el panel. Su última participación recurrente parece uno de esos juegos circulares con los que a veces se encapricha la vida. En 2022 participó de la primera temporada de El Hotel de los Famosos, donde adquirieron mayor visibilidad sus problemas de salud que la llevaron a abandonar la competencia.
Si a la televisión entró por la comedia, al teatro lo hizo por la revista. Debutó en 2002 en La noche de las pistolas frías, y trabajó en clásicos de la cartelera, como Coronados de risa… vivamos!, El champán las pone mimosas y Cirugía para 2, con figuras como Gerardo Sofovich, Emilio Disi, Tristán, Nazarena Vélez y Flor de la V. Su simpatía y carisma le abrieron las puertas del teatro familiar, con Algunas mujeres a las que le cagué la vida (con Pablo Rago y Miriam Lanzoni) y Abracadabra (encabezado por Fredy Villarreal y Pedro Alfonso). Aquí encontraría uno de sus romances más polémicos. Pero no fue el primero.
De amores y desencantos
Desde su irrupción en el espectáculo, su primer romance conocido fue con Matías Mantilla, futbolista de Argentinos Juniors y Huracán, donde ella soportaba el peso mediático de la relación Estuvieron juntos tres años, e incluso intentaron una segunda vuelta luego de la separación y de que él saliera con Rocío Guirao Díaz, pero no pudieron prosperar.
A medida que su exposición crecía, se la vinculó con otros futbolistas como Federico Insúa y hasta Diego Maradona, que la fue a ver al teatro en la época del champán: “Gerardo lo invitó y al día siguiente él me envió un ramo de flores. Creo que él me las envió porque le gustó la obra, de caballero que es, nada más”, relató luego Silvina, echando por tierra los rumores. Incluso, dijo que le ofrecieron plata para que vaya a la televisión a “insinuar que tenía algo con Maradona”. “Los mandé al diablo. Yo no sé mentir. Diego me mandó flores, pero jamás tuve algo con él”, declaró contundente.
Con quien sí vivió un romance fue con el actual entrenador de Racing, Fernando Gago. “Él me gustaba físicamente, llegué a enamorarme. Me dolió mucho en su momento. Para mí era mi novio. Por suerte di vuelta la página, era chica. Estaba buena y me sobraban los candidatos. No valía la pena Gago, ¡de lo que me salvé!”, contó hace poco en LAM, cuando explotó una escandalosa infidelidad actual del exfutbolista y se conoció que por entonces salía al mismo tiempo con la actriz Mica Vázquez.
En 2010 tuvo una relación con Iván Noble, ya separado de Julieta Ortega, madre de su hijo Benito. La prensa los descubrió cuando ella lo acompañó a un concierto y tuvieron un bajo perfil, lejos de los escándalos y con una separación en buenos términos. Al punto que más de una década después, coincidió con Julieta en un living televisivo y lejos de limar asperezas, compartieron lindos recuerdos.
Al verano siguiente se la vinculó con Aito de la Rúa. En su momento ella negó todo, hasta que el hijo del expresidente volvió a levantar el perfil al conocerse su relación con Calu Rivero. Con el tiempo habló de un “amor de verano en Punta del Este”, que recordó de buena manera y hasta dio el visto bueno en su nueva gestión: “Es muy buena persona, un divino. Me gusta la pareja con Calu, los re veo juntos”, aseguró.
La relación más mediática de la rosarina fue el año y monedas de idas y vueltas con El Polaco. Se pusieron de novios en el verano de 2017, mientras protagonizaban la obra Abracadabra, en Villa Carlos Paz y no tardaron en convivir en el departamento de ella. Tampoco en que aparecieran las peleas y las rupturas. Rumores de infidelidades, un chat inoportuno de él con su ex Valeria Aquino, las incompatibilidades de dos personalidades diferentes fueron limando la pareja hasta que ella anunció la separación que con el tiempo se volvió definitiva.
“Estuvimos conviviendo, trabajando juntos, fue intenso. Fue una decisión tomada por los dos y los dos estamos muy bien. En mi presente y en el de él hay otros proyectos y otras cosas en la cabeza”, expresó la actriz. Fuimos viviendo lo que teníamos que vivir. Nos asfixiamos un poco y ahora necesitamos estar solos. El cariño y el amor están, pero no podemos estar juntos en este momento”, agregó la rosarina.
A la distancia, estas palabras protocolares adquirieron una óptica diferente. “Como que no me la creo. Fue un delirio. Fue un año, entre Carlos Paz y el Bailando”, evocó Silvina a la hora de hablar de su vínculo con el cantante cuatro años después. “Fue una relación muy intensa. Tóxica. Me costó un tiempito salir de ahí. Él es muy gracioso, muy carismático. No me gusta hablar de él porque ya está, cada uno tiene su presente. No nos cruzamos nunca más. Tenía que pasar; uno aprende a laburar mucho la autoestima”, detalló la modelo en diálogo con LAM.
La búsqueda de la sanación
A partir de entonces Silvina Luna no tuvo ganas de protagonizar más escándalos mediáticos. Ni bien empezó a escalar su pelea con Floppy Tesouro, que la acusaba de haber salido con su ex y padre de su hija, la rosarina enfocó su vida en el cambio que venía experimentando desde hacía tiempo. Ni bien la pandemia abrió la puerta, se embarcó rumbo a Boca del Toro, una isla de Panamá donde fue en busca de la sanación. Al menos la espiritual, la que más dependía de ella.
“Perdí mi salud, afectos; me caí y me levanté muchas veces. Caminé sola y me desconecté, muchas veces viajando, para reencontrarme”, le contó por entonces a Teleshow. Desde allí volvió a intentar suerte con el amor en una relación a distancia, que no le importó demasiado que no funcionara. sus últimos años lo repartió entre el trabajo, el estudio y sus deseos de ser madre, un escenario atravesado por los vaivenes de su enfermedad. Se recibió de coach ontológica, como parte de un camino que había empezado en el movimiento hare krishna, el yoga y la meditación, y en parte para combatir esos efectos psicológicos. Vendió contenido erótico en una plataforma para adultos, como una manera de reencontrarse con su cuerpo y su pasado. Y se propuso compartir su historia.
El proyecto Simple y consciente se volvió concepto, página de Instagram, libro y comunidad. Un intento de que otras mujeres no caigan en la trampa de los estereotipos, los cuerpos perfectos, las inseguridades, las falsas promesas de las cirugías. Que a la distancia se aprecia como legado. Y como una retirada progresiva del mundo del espectáculo, que soñaba para un futuro lejano pero que llegó demasiado pronto.
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