Hace casi doce años decidieron juntar sus corazones y también sus familias, para formar un gran ensamble. Se trata de la periodista Sandra Borghi y su marido Fernando Casanello. Cuando se conocieron, ella ya era mamá de Josefina y Valentín y él había tenido a Isabella. Juntos agrandaron el combo con la llegada de Juana, que hoy tiene cinco años.
Los hijos, la rutina, las responsabilidades laborales, las actividades por fuera del hogar. Son situaciones que suelen relegar el romanticismo e incluso poner en jaque al amor. Algo de eso sentían Sandra y Fernando, hasta que sintieron que este era el momento de poner la pareja por sobre todo.
“La verdad es que surgió de pronto. Hace un año, exactamente, él fue operado de un tumor, algo que fue todo un cimbronazo en nuestra vida, un cachetazo. Y cuando nos dimos cuenta de que se cumplía un año de eso, planificamos hacer una escapada solos. No teníamos claro bien qué ni cómo, ni dónde. Y de repente, así como medio de sopetón, se alinearon los planetas y surgió este viaje”, le cuenta Borghi a Teleshow acerca de unas vacaciones relámpago hacia la paradisíaca Aruba.
“Desde que nació Juana nunca nos habíamos ido solos. Mucho tiempo, la verdad. Así que mi mamá me dijo que se encargaba de los chicos, mis mejores amigas me avisaron que la iban a acompañar a mi mamá y las mamás del jardín, que son unas genias, se iban a encargar de llevarla a Juana. Todo se alineó y nos tomamos un avión”, cuenta sobre los preparativos hacia este destino perteneciente al Reino de los Paises Bajos, que todos los años le permite a las parejas renovar sus votos en la espléndida Eagle Beach, considerada una de las mejores playas del Caribe.
“En la playa se monta todo un escenario espectacular y la gente se anota para ir a renovar sus votos. No es un casamiento al que va toda la familia. Es un acto de intimidad de la pareja y van parejas de todo el mundo, algo que es muy loco. Cada pareja está en la suya”, explica la periodista sobre la dinámica de la ceremonia.
Entre risas, Sandra dice que para esta ceremonia usó un vestido que le prestó una amiga y que había comprado por “15 reales en una playa de Brasil”. Y en el momento cumbre de la renovación, Sandra se llevó una enorme sorpresa por un gesto de Fernando. “Participamos de una ceremonia general y en un momento el maestro de ceremonias dice: ‘Bueno, ahora es el momento de la entrega de los anillos o de volver a ponerse los anillos’. No sabía que venía ese momento y ahí le digo: ‘Fer, nosotros no trajimos nada’. Y él me dice: ‘¿Cómo que no?’. Se metió la mano en el bolsillo y me muestra un anillo hermoso, brillante. Y la verdad es que me sorprendió un montón. Me puse a llorar. Soy una persona que por lo general me encargo de sorprender a los demás. Me sale muy fácil la sorpresa, el regalo, la fiesta, el festejo, agasajar. Entonces, que me sorprendan a mí como que cuesta un poco más, porque siempre tengo todo planeado. No lo podía creer. Fue un momento que me colmó el alma, el corazón, el amor, todo”, cuenta.
“En el medio tuvimos seis días de placer en donde no teníamos que pensar en levantarnos temprano, en llevar a los chicos de colegio, ponerles protector a los nenes, qué van a comer, qué cocino, nada. Estuvimos con la cabeza totalmente en blanco, con una libertad mental que nos permitía dedicarnos un rato a nosotros, volver a encontrarnos, volver a mirarnos, a divertirnos. Creo que la renovación tiene que ver con eso, con volver a elegir a la persona que tenés al lado, encontrándola en el mismo lugar de aquella vez cuando te elegiste. Me parece que el secreto está ahí”, define Borghi.
“Nosotros somos cero románticos. Soy la mina menos romántica del planeta, pero la gente ve las fotos que subí de la ceremonia y me dice: ‘¡Ay, qué amor!’. Y juro que no lo soy, me inhibe el romanticismo. Soy muy sensible, pero no soy romántica. Los dos somos muy palo y a la bolsa. Entonces, entregarnos a este momento híper mega romántico, fue una locura. Primero nos divertía pasar por eso. Y después nos vimos inmersos en eso y fue un placer”, cuenta sobre la dinámica de la pareja, que en este marco también se volvieron a dar la mano, algo que no pasaba hacía mucho tiempo.
“A Fer no le daba la mano no sé hacía cuánto, no me doy cuenta porque agarro a los chicos de la mano. Fue un momento de charla: ‘Che, ¿hace cuánto que no me llevás de la mano?’”, se ríe ahora Borghi. “Capaz hay parejas que lo hacen, pero a nosotros un poco nos supera el día a día. Trabajamos mucho los dos y eso. Por eso creo que hay que ir creando estas pequeñas realidades, construyendo estos momentos de pareja que hagan que todo vuelva a tener sentido y que todo se vuelva atractivo en el día a día, también”, dice.
Así, esta renovación supone un nuevo punto de partida para el amor entre Sandra y Fernando. “Los chicos empiezan a crecer y nosotros empezamos a tener más espacios para el reencuentro. Juana cumple seis años el 1ro de septiembre, todos a ser un poco más grandes, a tener más independencia, más vida socia. Y nosotros recuperamos espacios. Siempre le digo a mis hijos que el amor no duele. Y que cuando duele, no es amor. El amor tiene diferencias, mucha construcción, es un edificio que vas levantando, construyendo. Parecen frases hechas, pero si los cimientos realmente son sólidos, el edificio es fuerte e imbatible”, dice.
“Estamos creando estos espacios porque si no los hacemos, la vida te chupa, el día a día te absorbe. No hace falta que te vayas a Aruba, ¿no? Pero sí se pueden crear momentos”, agrega Sandra. A la vez, une esto a una enseñanza que le dio la vida y la tiene como motor. “A mis hijos los vuelvo locos diciéndoles: ‘La vida es hoy, disfrutemos del día a día, aprendamos de todo lo que nos pasa’. Tengo un programa de radio que todos los domingos los cierro diciendo: ‘Yo no sé lo que tenés que hacer en la vida, pero lo que tengas que hacer, hacelo ya’. Hace 14 años que tengo ese lema. Yo perdí a mi viejo, a mi mejor amiga. Y fue demoledor para mí, pero también fue el aprendizaje más grande que tuve en mi vida. Esa frase me la dijo mi amiga Titi antes de morir y me la tatué en el alma. Entonces, si ella se fue y yo me quedé, y si no aprendí, no entendí nada en la vida. Soy una militante del optimismo, de la felicidad de estar acá. Mis hijos me cargan: “Sí, mamá, ya sé, tengo que disfrutar de todo lo que tengo’. Me vienen con un problema y le digo: ‘¿Vos estás bien? ¿Tenés salud? ¿Estás acá? Bueno, listo. Ahora veamos qué tan grave es eso que me estás contando’. Porque no quiero que pierdan el eje, porque a veces nos ahogamos en un vaso de agua”, cierra.
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