Qué fue de la vida de Arévalo, el titán del ring que se hizo famoso como árbitro en las pulseadas de Gerardo Sofovich

Calvo y de mirada penetrante -los dos rasgos distintivos de su figura-, fue parte del emblemático ciclo de Martín Karadagian. Y llegó a filmar en los Estados Unidos. Hasta que el productor lo convocó para La Noche del Domingo. Y todo cambió

Una clásica estampa de José Arévalo como Khangay el Mongol en Titanes en el ring

Escena 1. Estamos en 1978 y Kanghay El Mongol hace su entrada en Titanes en el Ring, listo para un nuevo combate; el público se muestra atemorizado por su presencia.

Escena 2. Anunciados como The Greatest Warriors of All Time, hacen su entrada en la arena los gladiadores, en el filme Barbarian Queen (1985); encabeza el grupo un hombre calvo, de mirada dura y bigote pronunciado.

Escena 3. Saltamos a 1987 y en La Noche del Domingo, el programa comandado por Gerardo Sofovich, se realiza el Campeonato de Pulseadas; lo supervisa un réferi bastante particular.

Las tres imágenes cuentan con el mismo protagonista: José Luis Arévalo, un deportista y ex luchador profesional que cruzará varias generaciones, manteniendo en vilo a grandes y chicos con cada una de sus acciones.

José Arévalo en 1977 cuando aún era Salvatore Campisano, en una lucha contra El Leopardo (@DanielRoncoli)

El 21 de mayo de 1941 marca la fecha del nacimiento de Arévalo, vecino de Villa Lugano, y un personaje influyente y carismático en el mundo del entretenimiento deportivo. Desarrollo sus inicios y su entrenamiento en la lucha bajo la atenta mirada y supervisión del árbitro y entrenador Tobías Giordano, quien en 1967, luego de separarse de la famosa empresa de lucha Titanes en el Ring, fundaría una nueva entidad conocida como Colosos de la Lucha, según recuerda Cuadrilátero Catch.

Uno de los primeros personajes que Arévalo encarnaría y representaría en el ring sería Cheyenne, inspirado en el icónico cowboy de una famosa y vieja serie de televisión que marcó una época. Sin embargo, al hacer su debut en la televisión, se estableció y popularizó con el personaje de El Chino Paw Low, aprovechando sus particulares rasgos orientales que le daban una apariencia distintiva.

Con el transcurso del tiempo pasaría a formar parte de la troupe de Titanes en el Ring. Durante la temporada televisiva de 1977 Martín Karadagian, la mente creativa detrás de la compañía, le asignó el rol del tosco luchador italiano Salvatore Campisano. Este personaje tenía la peculiaridad de combatir descalzo y de lucir cabello, una característica notable en todos los personajes subsiguientes que interpretó. Ese año Salvatore tuvo una recordada lucha en la función de fin de año contra El Leopardo.

José Arévalo en una escena de Barbarian Queen, una de las películas de las que fue parte

Para 1978, el gran Martín tenía en mente rotar y variar algunos de los personajes dentro de la compañía. Inicialmente designó a Rodolfo Stillo como Genghis Khan y a Juan Levy Rodríguez como uno de los generales del célebre conquistador: Kanghay El Mongol.

Pero una curiosa revelación sucedió cuando Rodríguez se dirigió a la embajada para documentarse y estudiar a fondo su papel: descubrió que él mismo era físicamente mucho más parecido a Genghis Khan, y que Arévalo era la viva imagen de Kanghay. Fue entonces cuando se tomaron decisiones y se redefinieron los roles. Arévalo asumió el personaje de El Mongol, un papel que lo marcaría con fuerza y definiría su carrera a partir de entonces. “Día por medio me afeitaba para mantener ese look”, recordaría José Luis, en una charla con Chiche Gelblung.

Kanghay, mano derecha de Genghis hasta que una vez en un reparto no se pusieron de acuerdo, se transformó en un personaje recurrente de Titanes..., actuando en las temporadas de 1978, 1979, 1980 y 1982, e incluso regresando en 1997. Sus características en el ring eran la extrema rudeza, una potencia física formidable y la utilización de técnicas marciales y de lucha savate. En las giras, era usual al momento de comer compartir mesa con Rodríguez y William Boo. En 1983 Arévalo también interpretó al personaje Altan Bulak El Mongol, con muy pocas diferencias en su aspecto respecto a Kanghay, manteniendo una continuidad temática.

José Arévalo junto con Juan Carlos Altavista en una escena de Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra

Además de su destacada carrera en la lucha, Arévalo trabajó en la pantalla grande, participando en películas producidas en el país para el mercado estadounidense. Por caso, se lo puede ver en Deathstalker (El último guerrero), de 1983 y dirigida por James Sbardellati, y en Barbarian Queen (1984), estrenada aquí como Reina salvaje, un filme de fantasía-aventura dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Lana Clarkson.

Fue en esa instancia en que Sofovich, en busca de dobles de riesgo para sus trabajos audiovisuales, lo conoció, y entre ambos comenzó un aprecio mutuo. Estuvo en la película Me sobra un marido, con destacadas actuaciones de Susana Giménez, Juan Carlos Calabró y Rodolfo Ranni, estrenada a principios de 1987, además de Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra, con los inolvidables Juan Carlos: Altavista y Calabró.

En ese mismo año debuta en las salas de los Estados Unidos una película cuya temática llegaría hasta nuestras tierras de una forma inusitada. Halcón, protagonizada por Sylvester Stallone, cuenta la historia de un camionero (Lincoln Hawk) que intenta mejorar la relación con su hijo, mientras se prepara para una importante competencia de pulseadas.

La pulseada de La noche del Domingo, un clásico de la TV, en una presentación de 1998

La crítica destrozó al filme, y el propio Stallone lo reconoció como un error de su parte. “No fue una buena experiencia -declaró-. Fue algo que no debí haber hecho. Me tomó en un momento de debilidad. Había mucho dinero de por medio. En ese entonces yo creía que podía hacer que cualquier cosa funcionara. Fue una tontería”. Pero eso es solo un detalle. Las pulseadas ya habían llegado a la cabeza de Sofovich, quien en ese momento se encontraba al frente de La Noche del Domingo.

“En un alto en la grabación de Me sobra..., (Sofovich) me pregunta si tenía pulseadores. Y yo le dije que en el gimnasio hay chicos que les gusta y le llevé cuatro muchachos. Yo no iba a pulsear: mi tarea iba a ser la de juez”, recordaría Arévalo, tiempo más tarde. Al tomarles una prueba, comprendió que no entraban en el perfil que el histórico productor estaba buscando. “Así que empiezo a aceptar desafíos yo, empiezo a pulsear. Yo iba aprendiendo ahí, sobre la marcha. Y nadie me pudo ganar”.

José Arévalo hoy, en una postal familiar (Facebook)

Sofovich se preocupaba por la integridad de Arévalo: y ante cualquier dolencia, simplemente quedaba como juez. “Cuando me dolía el brazo -contaba- me pedía que no lo haga, me decía: ‘Prefiero que te ganen por fuerza, y no por este tipo de dolores’”. Es que esta competencia no es solo cuestión de fuerza, sino también de resistencia: “Como dije, fui aprendiendo, porque no es que tenés que tirar y ya. Cuando daban la orden de empezar, yo cerraba el ángulo y ponía mis 120 kilos en el brazo. Yo entrenaba para tener resistencia, y cuando empezaban a ceder, ahí estaba yo”. Y aportaba una curiosidad: “Yo tengo desde siempre la mala costumbre de dar fuerte la mano, porque mis hermanos mayores me decían que cuando una persona te da la mano blanda, reventaselá, porque es un falso”.

Esta experiencia en la pantalla chica llevó a que uno de sus últimos personajes de la lucha, para el ciclo Campeones del Ring (1999), se llamara Arévalo, el Campeón de las Pulseadas. Pero más allá de todos estos roles y personajes que interpretó, el público lo recuerda con cariño y admiración como Kanghay El Mongol, uno de los rudos más violentos, imponentes y memorables que transitó los encordados argentinos, dejando una huella imborrable en la historia del deporte de la lucha en el país.

Escena 4. Hoy, José Arévalo tiene 82 años. Pese a una intervención realizada meses atrás, su salud es óptima. Y pasa sus días acompañado por su familia: su esposa y sus hijos. Como un eco lejano aún resuenan los aplausos y las ovaciones de la época de gloria. Pero su impacto en la cultura de la lucha profesional en la Argentina permanece: es un referente para las nuevas generaciones de luchadores y aficionados. Su legado sigue vivo.

Esta crónica invita a renovar aplausos y ovaciones. Arévalo lo merece.

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