El nacimiento de su hija Paloma y la necesidad de expresarse a través de su voz fueron dos hechos concretos por los cuales Mariana Arias decidió abandonar su exitosa carrera de modelo, transitar la actuación y, finalmente, elegir el Periodismo para continuar desarrollándose.
Lejos de la exigencia de la imagen pero cada vez más comprometida con el valor de la palabra, hace siete encontró un lugar de pertenencia en el canal de noticias LN+. Comenzó con el ciclo de entrevistas Conversaciones y hoy se encuentra conduciendo Noticiero AM, de lunes a viernes de 6 a 8, junto a Pablo Fernández Blanco. Conduce también Tal vez te sorprenda, en Radio Con Vos, los domingos a las 18. Y además, tiene su propia marca de anteojos.
En una charla íntima con Teleshow, Arias recuerda sus inicios en el medio y el aprendizaje que le dejó su paso por las grandes pasarelas del mundo. Cuenta que foco de manera permanente en vivir en el presente y habla de la espiritualidad como uno de los mejores alimentos del alma. La elección de psicoanalizarse desde muy chica, la simbiótica relación con su hija, el amor post separaciones y la vida después de los 50. Cauta a la hora de responder, sus declaraciones son genuinas y acordes a la armonía que irradia.
—¿Quién es Mariana Arias? ¿Se buscó en el ChatGPT?
—No.
—¿Y qué tendría que decir sobre usted?
—Tendría que decir que soy periodista, que trabajo hace siete años en la televisión, que soy mamá de una hija de 31 años, ya. Que busco permanentemente evolucionar. Que me gusta la transformación, los cambios. Que busco estar donde me siento cómoda para poder realmente vivir más el presente. Hoy, sobre todo, creo que lo que intento hacer es traerme todo el tiempo al presente. Vivir más a fondo lo que me está pasando, lo que elegí, de qué forma lo elegí y si lo sigo eligiendo.
—No mencionó las palabras modelo y actriz. ¿Por qué?
—Es que ya no soy ni modelo ni actriz.
—¿Qué aprendió de ambos mundos?
—Muchas cosas que tengo y que me sirven hoy para el rol que hago. El profesionalismo lo aprendí con la moda. Aprendí a ser muy rigurosa, muy profesional, muy puntual. Aprendí lo que es salir a la calle a trabajar. Y la verdad es que fue de golpe. Aprendí sobre la estética, sobre lo que tiene que ver con el arte, todo lo bello que implica la moda. Viví una época de la moda privilegiada, donde había mucho para ver acá en la Argentina y en el mundo, y donde tenía protagonismo lo que hacíamos, fue un momento interesante. Viajé por primera vez. Aprendí a viajar sola. Fui a África por primera vez; después me fui a la India, a Rusia. Todo por trabajo. A Europa, a Milán, París, y a New York a trabajar sola. Todo eso me lo dio la moda. Muchos amigos. Mucha gente muy querida. Teresa Garbesi, Gino Bogani, miles de amigas, Teresa Frías, Elizabeth Márquez. Amigas entrañables que son hermanas hoy.
—¿Había competencia en esa época como ahora?
—No. Yo llegué y Teresa Garbesi me enseñó a maquillarme, me dijo cómo tenía que pararme, lo que tenía que hacer, y fue mi amiga, mi hermana, toda la vida. Elizabeth Márquez también. Te puedo nombrar gente que me ayudó, que estuvo siempre bien, con buena onda, que me ayudaron a hacer todo el camino. Y de la actriz, me metí en un mundo totalmente distinto. Fue fascinante poder hacer cine con Eliseo Subiela. Fue algo muy particular, porque mi papá se estaba muriendo en ese momento y la película tenía que ver con la reencarnación, creo mucho en eso, en que las cosas pasan por algo, y fue un movimiento fuerte para mí. Estudié con Julio Chávez, que fue un gran gran maestro también, no solo en la actuación, me enseñó muchos tips, muchas cosas que hoy me sirven para la televisión. Aprendí a usar la voz. Aprendí a hacer acrobacia. Hice en el Cervantes un año de máscara neutra. Bueno, hice muchas cosas. Estudié siete años.
—De sus primeros trabajos en el modelaje. ¿Qué fue lo que más le costó o dolió?
—Hubo un momento en el que yo ya no me sentía cómoda. Después de que nació Paloma hice ese cambio, como ese clic, ya sentía que quería más.
—¿Qué quería?
—Otra cosa. Quería algo que tuviera más contenido, algo que tuviera más que ver con mi cabecita. No es que no usás la cabeza para ser modelo, eso es una mentira, pero bueno, quería empezar a introducir la palabra. Porque las modelos no hablamos: las modelos expresamos a través de la mirada, de las poses, de la caminata, de un montón de cosas que tienen que ver con lo corporal. Yo necesitaba expresar a través de la palabra. Tenía muchas cosas que necesitaba mostrar o desarrollar en aquel momento.
—¿Y cómo fue tangibilizar esa necesidad?
—Ese fue el momento más difícil porque yo lo hice muy así, tuc, bajé la cortina. No fue inteligente.
—¿Por qué no fue inteligente?
—Porque soy muy visceral y, bueno, dije: “Listo, ya no va más”.
—¿Quisieron convencerla para que siga?
—Sí, sí, todos me querían convencer porque yo era muy joven, tenía 34 años.
—¿Cómo fue la transición?
—Estudiaba teatro. Hice la película No te mueras sin decirme adónde vas. Hice Muñeca brava, con Natalia Oreiro.
—No se inició con Chiquitas.
—No. Porque yo ya tenía como un nombre, entonces eso te jugaba a favor o en contra, porque también el nombre no tenía tanto contenido como para poder enfrentar esas cosas tan difíciles. Aunque yo me las bancaba bastante bien. Pero era jugada la cosa.
—Paralelamente, ¿cómo la acompañó el amor en todos sus cambios?
—Bien (risas). Yo me casé tres veces. Me casé muy chica a los 21 años. Después me enamoré de Marcelo Cepeda, el papá de Paloma, y estuvimos 10 años juntos. Y después estuve siete años sola hasta que me volví a enamorar y estuve 17 años casada de nuevo. Hasta hace muy poco, hasta el 2019, que me volví a separar.
—Entonces, no hay 3 sin 4...
—Yo creo en el amor. Creo que el amor es como el motor de la vida. Y cada vez más lo creo. No podría vivir sin amar. Pero no solo en pareja: amar. Amar en todo sentido.
—¿Por qué se separa?
—Las cosas se van dando de una manera y bueno, las parejas tienen sus problemas, sus diferencias. O a veces evolucionás para un lado, para el otro. Y yo creo mucho en que cuando las cosas están funcionando mal, no se puede vivir infeliz dentro de una pareja. Hay que tratar de buscar otro camino y vivir feliz. Porque no hay que pasarla mal. Y si uno de los dos está pasándola mal no tiene sentido la pareja, y si intentás y trabajás mucho para que eso cambie y no cambia, me parece que no hay otra solución.
—¿Sufrió mucho?
—Sí, sufrí mucho.
—¿Cómo transita los duelos emocionales?
—Siempre distintos. Ahora mucho más adultamente. Con mucho más tiempo de reflexión y analizar qué es lo que pasó, en qué te equivocaste.
—Por ejemplo, en su última separación, ¿lo habló con su hija?
—Sí. Nosotras fuimos muy unidas siempre. Y además es única hija; yo también. Entonces, estuvimos mucho tiempo juntas, muy juntas, y a veces era demasiado, y hubo que hacer como un trabajo para que ella pudiera crecer libremente de esa relación un poco a veces muy simbiótica. Así que bueno, lo hicimos las dos y nos funcionó bien.
—¿Cuándo se dio cuenta de que esa relación era simbiótica?
—Y... cuando el zapato aprieta, uno se da cuenta. O sea, si no te das cuenta, las cosas se te ponen adelante. Empezamos a trabajar desde sus 21 para que ella se fuera a vivir sola. Y ya después la relación fue, no de amigas porque, bueno, obviamente no soy su amiga, pero sí de una profundidad interesante. De mucha conversación, de mucha charla, de conocernos mucho las dos. De llamarnos la atención cuando vemos algo que no estamos haciendo bien.
—¿Qué aprende de Paloma?
—Todo. Paloma me baja línea permanentemente. Es muy inteligente, muy sensible, muy creativa. Tiene cosas muy lindas. Y está en un mundo distinto al mío, entonces me ve de afuera y me puede decir cosas y yo la escucho. O me enseña cosas, o me ayuda en cosas. Y yo a ella también. Llega un momento en que los hijos que te ayudan más ellos a vos que lo que vos los podés ayudarlos a ellos, porque ya son independientes y ya pueden volar solos, y vos necesitás esa soga hacia lo nuevo para poder seguir vivo, para poder estar conectado con todo, para divertirte, para no quedarte atrás.
—¿Cómo se ve en el rol de periodista, de comunicadora?
—Me gusta todo. Me gusta la conducción, me gustan las noticias, me gustan mucho las entrevistas, que es lo que más me gusta, porque creo que ahí se juega todo mucho más. Es muy creativo hacer una entrevista. Entonces, me divierte mucho. Y siento que estoy en un momento en el que trabajé mucho para llegar acá. Seguramente siempre hay que crecer, pero bueno, lo vivo paso a paso.
—Su exprofesión de modelo o su belleza, ¿le generó algún prejuicio o límite en su rol de periodista?
—Yo no sé, supongo que debe haber prejuicios, siempre los hay. Incluso uno mismo tiene prejuicios sobre sí mismo. Quizás una se exige más que, a lo mejor, todos los demás. O se critica más y se pone así como una mirada a veces medio lapidaria. Y eso te juega muy en contra. Sí claro, lo siento, sí. Pero ahora cada vez menos.
—¿Cómo maneja el tema de la opinión?
—Yo creo que la opinión tiene que tener un sustento muy muy profundo. Y tiene que haber mucha información. Me he equivocado muchas veces y he opinado, y no lo hago más. Lo hago cuando realmente veo que hay algo interesante para decir y que hay un sustento. Sino, es mejor informar, dar datos, darle la información a la gente, que es para lo que está el periodismo.
—¿Tiene algún límite a la hora de informar?
—Sí. Trato de no informar sobre cosas escabrosas que no tienen que ver con la realidad o que pueden dañar a alguien. Yo creo que el límite es no dañar al otro.
—¿Alguna vez el periodismo o alguien dañó a Mariana Arias?
—Yo me manejé siempre bastante con perfil bajo. No tuve un perfil muy alto como para que me pudieran dañar. Pero una vez alguien contó al aire que mi papá se estaba muriendo de cáncer, y mi papá no lo sabía. Eso fue un daño grande.
—¿Y qué hizo?
—Traté de que lo negaran, de que lo revirtieran, por mi padre, pero no lo hicieron.
—¿Y su papá se enteró así?
—Sí. Vos me preguntás cuál es el límite. Bueno, eso no se hace... ¿Para qué?
—¿Se enteró quién filtró la noticia?
—No. No sé si fue un familiar o un amigo, ni idea. Nunca me enteré quién fue. Por suerte. Pero uno intuye. Yo soy bastante intuitiva.
—¿Cómo es cuando se enoja?
—Ahora soy muy reflexiva. Trato de no reaccionar. De pensar mucho sobre qué es lo que pasó. De ver si yo tuve algo que ver. De analizar la situación. Y bueno, si esa persona me daña, a lo mejor no la veo más o me alejo. Pero trato de no pelear más. He sido bastante peleadora y las peleas no me llevaron a ningún buen puerto. O sea, trato de no pelear más y de que las reacciones sean muy pensadas.
—Hablando de pensar, leí que a los 10 años buscó un psicólogo.
—Sí. Yo no lo busqué, pero en el edificio donde vivía con mis padres y mi abuela vivía una mujer que estudiaba Psicología, que después se convirtió en una psicoanalista muy conocida. Ella le pidió a mi mamá si podía hacerme un primer test, porque lo tenía que presentar en la universidad y en una de sus materias. Así que hice ese test y me recontra copé, y enseguida que pude me empecé a analizar. Me analizo desde muy chica y la verdad es que lo celebro porque es un trabajo que me permitió ir buscando, ir haciendo lo que realmente quería hacer. Hay cosas que no se resuelven, pero bueno, siempre uno está tratando de resolverlas.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Me encuentro en un momento muy interesante, de sentirme más quién soy. De saber más quién soy, qué es lo que quiero. Qué cosas tiene mi ser más que mi ego, más que lo de afuera. En un momento de más espiritualidad. Más conectada con los afectos, con el amor, con la gente querida que con lo meramente aleatorio de la vida. Siempre hay momentos de crisis y de cuestionamientos, pero me encuentro en un momento donde tengo la sensación de que salgo de esas situaciones más airosa y lo puedo manejar mejor.
—¿Cuándo llegó la espiritualidad a su vida?
—En la pandemia empecé a meditar y encontré una herramienta espectacular. Y empecé a leer y a meterme más con un nuevo paradigma que hay y que por ahí la gente se ríe, mucha gente muy intelectual se ríe.
—¿Cómo que se ríen?
—Y... hay gente que se ríe de las cosas espirituales. De meditar, de pensar qué es lo que querés para tu vida.
—¿Alguna vez perdió el eje?
—Sí, miles. 850.000.
—¿Cuándo lo sintió más?
—Y... en esos siete años que dejé la moda y estuve estudiando teatro y después, finalmente, decidí estudiar Periodismo. Ese tiempo fue muy difícil.
—¿En algún momento pensó que no podía?
—Pensaba que no podía. No podía. No pensaba: no podía.
—¿Qué no podía?
—No podía nada. Estaba muy angustiada. Cuando estás tan tomado por cosas que no sabés cómo manejar, no podés. No podés resolver como tenés que resolver.
—Karina Mazzocco en una entrevista en Infobae dijo: “Ser linda me dolía”. ¿A usted le dolió ser linda?
—No, la verdad que no. Gracias por decirme que soy linda.
—¿No se siente linda?
—Sí, qué sé yo... Ya no es lo que más me define.
—¿En algún momento la definió?
—Y sí, cuando trabajaba como modelo era una definición. De todas maneras yo empecé a trabajar como modelo y tenía un tipo muy distinto, muy raro, que no era tan linda. Muchos pensaban que no era tan linda. Yo creo que la belleza pasa hoy por lo que vos transmitís, por lo que pensás. Por lo que decís. Por lo que sos no solamente por fuera. Hoy, me parece que hay un nuevo paradigma en cuanto a la belleza.
—¿Le parece?
—Sí, creo que sí. Vos lo ves en las mujeres más grandes: que se muestran como son y que se aceptan como son. Y que nos aceptamos; yo también me incluyo. Que nos aceptamos como somos. Pero está muy permitido y está muy a la vista que ya no es el camino el hecho de estar todo el día poniéndose cosas en la cara para inventar algo que no sos. Está mucho más en boga, está mucho más de moda ser quien sos. Cuidándote pero ser quien sos.
—Durante su época de modelo, ¿su cuerpo era genética o sacrificio?
—Nunca fue un sacrificio para mí. O sea, yo nunca me maté de hambre. Nunca hice cosas extremas para estar en el lugar donde estoy. Nunca hice cosas extremas porque no creo en eso. Es un poco de genética y además también es actividad física. Hoy hago gimnasia, corro, hago cosas que me hacen bien. Aprendí a comer bien. No mucho más. Voy al médico, me hago controles. Me cuido. Pero como cualquiera de nosotras. Hago cosas de belleza también, que no son tan invasivas y que están buenísimas.
—¿Se hizo cirugías?
—No, no tengo cirugías.
—¿La presión de la gente le afecta?
—No. Ahora no tanto.
—¿Antes sí?
—Sí. Pero bueno, siempre, de todas maneras, tomé decisiones fuera de la mirada de la gente. O sea que no iban por ahí.
—Escribió un libro que habla sobre la transformación que surge en las mujeres a los 50 años. ¿Cómo vivió esa etapa?
—Yo creo que fue una de las transformaciones más grandes, también. Esto que te digo de encontrar un lugar más propio, más personal, de poder elegir mejor lo que quiero para mí. Estar más alineada con mi ser que con mi yo, o sea que con mi ego, con lo que se para afuera. Como vos decís: lo que le importa a la gente. Si no, más lo que me importa a mí. Creo que arrancó ahí.
—Habló de egos. ¿Cómo ve el ego en los medios?
—El ego es algo que te dice cosas que no son verdad. Te habla, es como un pajarito que te habla acá y te dice cosas que no tienen que ver con la realidad. Que tienen que ver con lo que los demás ven de vos, con lo que vos recibís de los demás, con lo que vos te armaste para pararte en el mundo como personalidad. Que a lo mejor no tiene nada que ver con lo que realmente vos sos. Y eso es lo más difícil de descubrir. Y no es nada fácil: yo tampoco lo tengo totalmente descubierto, digamos. Pero lo busco porque sé que es ahí. Es en el amor, es en la introspección, es en la reflexión. Es saber realmente qué es lo que sos vos esencialmente. Por ejemplo, para trabajar en los medios por ahí tenés que ser muy de hierro, muy fuerte, tenés que tener una personalidad que puede salirse de la tristeza y arrancar y mostrar otra cosa. Bueno, yo creo que uno tiene que estar conectado con esa tristeza. Uno no tiene que tapar esas cosas en ningún momento. Al contrario, tiene que transitarlas, atravesarlas. Obviamente que si tu trabajo implica separar un poco lo podés hacer. Pero no tenés que dejar de lado y tapar todo el tiempo eso para poder estar en los medios por ejemplo.
—¿Cómo ve el periodismo hoy?
—A veces muy dividido. A veces como muy ideologizado. Muy opinado.
—Como ciudadana, ¿cómo ve al país?
—Creo que tiene que haber una gran transformación en la Argentina de bases. De cosas que ya son viejas y que tienen que cambiar en cuanto a cómo se mueve el mundo. Cuáles son las cosas que funcionan en el mundo hoy para poder desarrollarnos todos, para que todos realmente podamos tener un trabajo digno y ser felices, porque tener un trabajo y desarrollarte como persona en algo que vos mismo procuraste es lafelicidad más grande. Y creo que hay mucha desigualdad. Hay mucha pobreza estructural que se viene arrastrando de gobierno en gobierno y no se soluciona. Me pregunto por qué. Cuáles son los grandes agujeros que tiene la Argentina. Esos agujeros hay que arreglarlos, hay que hacer los baches, hay que agarrar pico y pala, tapar los baches, hacer un buen asfalto, una buena base, para que este país con todo lo que tiene, que es mucho, y con toda la gente capacitada y muy, muy creativa, muy laburante que hay en la Argentina, que además es reconocida en el mundo. Hay miles de argentinos en el mundo que les va bárbaro. ¿Por qué? Porque son grosos, porque son buenos. Porque están preparados. Porque estudiaron. Porque se mataron. O porque son creativos o porque tienen capacidad. ¿Por qué no les pasa lo mismo acá? Algo está fallando. ¿No nos preguntamos eso? Eso tiene que cambiar. Eso tiene que transformarse. ¿Hay gente capacitada y con ganas de hacerlo? Esa es una pregunta.
—¿Y cuál es su respuesta a dicha pregunta?
—Yo creo que hay mucha gente que sí.
—¿Está ilusionada con el proceso electoral que se viene?
—Siempre estoy ilusionada. Siempre hay que creer que las cosas van a estar bien. Yo quiero que mi país esté bien. Quiero que mi hija tenga posibilidades de crecimiento. Quiero yo poder emprender cosas nuevas y que no sea difícil. Quiero que la gente que está mal, no tiene cloacas, no tiene agua corriente, no puede comprarse su comida a fin de mes, esté bien. Es muy feo lo que le pasa a mucha gente. Algo anda mal.
—¿Usted es de las argentinas que llegan bien a fin de mes o llega, como muchos, rascando el fondo de la olla?
—Cada uno en su medida. No, no llego bien. A veces no. Pero no me puedo quejar. Tengo que agradecer. Pero trabajo mucho y he trabajado mucho, y me ha ido bien y, sin embargo, a veces es difícil. Pero no me quejo.
—¿Cómo es su relación con el dinero? ¿Sus contratos los maneja usted?
—Sí, arreglo todo yo.
—¿Nunca se sintió desvalorizada económicamente por ser mujer?
—No, nunca siento eso. No sé si es por ser mujer. No. Trato de negociar lo que puedo en el contexto en el que estoy trabajando con la persona que tengo enfrente para negociar de la mejor manera. Y no es lo que más me importa la plata en la vida. Ya te das cuenta (risas). Porque creo que cuando uno da, abre la mano y uno trabaja para que la cosa funcione, y uno confía en que va a funcionar y uno se rompe para que te vaya bien. Porque siempre le encontrás la vuelta. Siempre le vas buscando la vuelta para que te vaya bien. Si yo necesito trabajar más, porque justo tengo problemas, no sé, con mi madre o lo que sea, busco la forma de tener más trabajo. Busco la forma de ofrecer mis servicio. Que son servicios de conducción, servicios de periodismo, hoy.
—¿Qué cree que dirían sus padres hoy de usted?
—Mi papá se murió cuando yo tenía 30 años. Así que lo extraño un montón. Yo creo que él estaría contento. Mamá por ahí no se da tanto cuenta de todo, pero está contenta.
—¿Mariana Arias está en su mejor versión?
—No, creo que puede venir una mejor.
—¿Cuál sería esa mejor versión? ¿Cómo se visualiza?
—A veces me imagino viviendo en la playa despojada de todo. A veces. Me copa también esa parte de mí que tengo. Despojada de todo. Haciendo otra cosa totalmente distinta, que tenga más que ver con la supervivencia, en un lugar que tenga que ver con la naturaleza.
—¿Una palabra que la defina?
—No sé. Hay varias: trabajo, evolución, sensibilidad, intuición.
—¿Qué cosas le duelen?
—La mentira me duele un montón. Creo que es lo que más me duele. La falsedad, la mentira, la doble faz. Esas cosas me duelen mucho, porque creo en la frontalidad y en ser quien sos. En decir lo que realmente sentís. Después, me duele ver a la gente que sufre. Ver gente que no la pasa bien. Me duele la pobreza. Eso me duele.
—Para terminar, si pudiera repetir un solo día de su vida. ¿Cuál sería?
—Uff, que difícil.
—Bueno, ¿el día más feliz?
—El día que nació Paloma. Ese fue el día más feliz de mi vida sin dudas. Sentí una felicidad muy, muy distinta a todas.
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