Afuera del teatro Ópera, la temperatura apenas llega a las dos cifras, pero adentro el clima era totalmente distinto. Falta poco más de una hora para el comienzo de una nueva función de Heathers y chicos y grandes se van preparando, desde el maquillaje hasta el calentamiento vocal. La unión de grupo es tan grande que hay días que ni siquiera se saludan, según reconocen ellos mismos, porque parecen una familia que está conviviendo en el día a día.
El reloj corre y las chicas Heathers están en su camarín, alistándose. En realidad, solo dos de ellas, porque Flor Anca llegara minutos después. Sofi Morandi es Heather Chandler, la chica más popular del instituto, y su ingreso al elenco fue por un pedido de Fer Dente -director general-, quien confió en ella desde un primer momento.
“Él tenía la idea de traer la obra y nos juntamos en un cafecito -le cuenta a Teleshow la joven actriz, que se preparó toda la vida en actuación, canto y baile, y ya protagonizó obras como El Mago de Oz-. Cuando me lo propuso no conocía ni el musical ni la peli, y apenas lo vi le dije que re estaba para esto porque me había gustado mucho el personaje: nunca había hecho de mala, de bicha, y las canciones fueron lo que más me gustaron. Estoy recontenta de haber dicho que sí porque es una locura lo que está generando. Las traducciones quedaron muy bien también. Es un musical que tiene muchos fanáticos ganados, muchos seguidores y era algo de lo que iban a estar pendientes, de las letras, de cómo se traducían, y por los comentarios, quedaron contentos con eso”.
Para Martu Loyato -Heather McNamara en la ficción-, en cambio, su llegada fue distinta, porque fue una de las que hizo el casting que duró un mes y giró por todo el país buscando talentos. Fueron más de 6000 jóvenes con ilusiones para los que sería su primer papel en una obra de esta envergadura. “Cuando quedé y me dijeron que tenía este personaje, que era el que quería, fue una emoción indescriptible, solo pude doblarme en llanto y abrazar a Fer y sentir mucha, mucha felicidad porque tenía muchas ganas de ser parte de este proyecto -rememora-. También el tema de guardármelo, porque no se lo podíamos decir a nadie, no podíamos decir nada hasta dos meses después de que se hizo el anuncio”.
Luego llegaría Flor Anca, quien tiene sobre sus espaldas la experiencia de haber sido parte de obras como El joven Frankestein, La Bella y la Bestia, Los locos Addams, Shrek, Sugar y Aladdín, entre otros, además de acompañar a Dente en Kinky Boots. La chica de William Morris, zona oeste del conurbano, se sumó luego de una audición cerrada donde bailó sola. Tras ello, la definición: “Estaba durmiendo la siesta y me despertó un llamado de Fer avisando que quedé, y ahí me puse a llorar. Todavía no sabía cuál iba a ser mi personaje, pero estaba lista, porque desde los 12 empecé con esto”.
La historia que llegara a la Argentina en 1989 en formato película, con el protagónico de Winona Ryder, se estrenó en ese momento bajo el nombre de Escuela de jóvenes asesinos. En el filme, en un tono completamente provocador, sarcástico y filoso, se tocan problemáticas como el bullying escolar, la homofobia, la violencia en todas sus formas, las agresiones sexuales y hasta el suicidio, hecho que fue un desafío para replicar en el ámbito local.
Al respecto, Morandi detalla un hecho que conmovió a todos: “Estamos haciendo meet&greet después de las funciones, y el otro día Martu nos presentó a un padre que trajo a su hijo que había tenido intentos de suicidio el año pasado. Y ese es un tema que también me toca a mí muy de cerca por cosas de la vida, no yo, pero es una responsabilidad muy grande. Pero a la vez, se cuenta desde el humor y la ironía. Se vuelve muy absurda por momentos y es ácido el tono, el código de la obra, entonces los temas que tocamos no van con un golpe bajo”.
Martu Loyato revela, en ese sentido, cómo preparó una escena que le demandó un gran desafío. “Mi personaje tiene un intento de suicidio en la obra y mi preocupación era la forma y el respeto en que lo íbamos a llevar adelante, pero la verdad que fue confiar ciegamente en Fer, en su visión, en su forma de dirigir, de llevar los ensayos y en entregarme a este proceso. Y se logró algo muy copado”. Es que respecto al guion, las actrices se sintieron seguras desde un primer momento y no consideraron que se debía modificar algo del texto.
Con funciones de martes a domingos -incluso algunos días de dos funciones-, se genera una revolución en la Calle Corrientes a la salida del teatro, con los espectadores intentando conseguir una foto o hasta llevándoles pósters para que se los firmen, buzos con sus caras y fundas de teléfono. “La gente está como loca: vienen vestidos como los personajes. Es muy loco, nos sentimos medio Lali. Está buenísimo”, explica Anca.
La maquinaria del Ópera no se detiene, y mientras los asistentes se encargan de controlar que todos los actores están con sus micrófonos listos, en la sala de vestuarios son tres mujeres las que ponen a punto cada una de las indumentarias. Dos horas antes de la función ya están dando los retoques que falten, porque sabemos que algún roce o movimiento brusco puede llevar a que la prenda sufra algún imprevisto.
Uno de los camarines de los chicos reúne a Sebas Ziliotto, Andrés Passeri y a la dupla de Pablo Turturiello -Turtu, para los amigos- y Santi Toledo, quienes abajo del escenario tienen la misma química que arriba. Son un dúo explosivo, difícil de pasar por alto. El destino quiso que Toledo fuera parte de la obra, porque al enterarse del casting entendió que era su oportunidad, pero el amigo que lo iba a llevar no podía, y otra amiga tampoco, y al llegar vio que iba a ser el último en la fila, por lo que casi desiste. “Y me dijeron: ‘Entrá, hacelo, ya está', y empecé a pasar los filtros hasta que de pronto, quedé”.
“La gente nos odia porque somos nuestros personajes también en la vida -se sincera Pablo- un poco más simpáticos y sin ser abusivos. Importante recalcar”. No fue fácil para ninguno, todos terminan remarcando lo mismo. Pero dio sus frutos. “Nos hacían repetir hasta seis veces las canciones en los ensayos para después seguir con las coreos”, señala Toledo, en tanto que Turtu explica que trató de alejarse de ver la figura de Fer Dente como el director y tratarlo como un par, y así fue cómo se sacó la presión de tener enfrente a la persona que hasta el año pasado iba a ver al teatro.
El casting también, con sus tiempos y baches de horas, llevó a que logren unirse como grupo humano y hasta fueron ambos los responsables de hacer una meditación guiada generalizada: “Veíamos a todos agotados, algunos al borde del llanto y dijimos: ‘Bueno, ¿nos acostamos en el piso y meditamos hasta que nos llamen a audicionar?’, y en ese momento ya nos sentíamos como grupo”, comenta Toledo.
Passeri, con un bagaje de experiencias teatrales en sus espaldas, es parte de los adultos de la obra, y también repasa el proceso de selección por el que pasó fue después de confirmado el elenco de jóvenes. “Lo que recuerdo es el llamado de Estela, de la productora, avisando que había quedado, y me ahogué. Fue una especie de emoción y llanto, y al otro día la llamé de nuevo para ver qué me había dicho porque sinceramente, no había entendido nada”.
Ziliotto, en tanto, fue el que cerró la puerta de las audiciones, el último en ser confirmado en la obra. “Y fue mucha ansiedad porque no conocía al resto del elenco, a los chicos. Y el día de las fotos éramos los nenes nuevos del colegio más o menos, fue esa sensación”.
Momento de microfonearlos y de terminar de alistarse. En los pasillos aparece Nico Di Pace quien tiene la responsabilidad de interpretar a JD, un joven que no conoció el amor hasta no cruzar miradas con Verónica, pero ese amor también lo lleva a que afloren cuestiones oscuras que tenía reprimidas hace tiempo. “Cuando descubrí el personaje me enamoré y soy muy feliz de estar acá. Cuando me lo propusieron no había visto nada y después vi la obra y el musical y ahí entendí que estaba esperando este papel”.
El desafío es grande, el personaje que interpreta es vital y lo sabe, y lo entiende, siendo su primer protagónico y con una exigencia vocal y corporal tan grande: “Es una obra muy difícil de hacer, muy compleja, pero el público la celebra y la disfruta”, dice Di Pace. “Fueron muchos años de prepararme, son casi diez años de la primera obra en la que quedé, mi primer trabajo con Ricky Pashkus y Leandro Bassano en el Centro Cultural Borges, y llegar a esto es una fiesta. Estar en una marquesina así es una locura que todavía la estamos digiriendo, es demasiado hermoso”.
Las chicas están terminando de maquillarse y prepararse, y no fue nada fácil llegar hasta allí, como lo remarca Anita Patrich: “El casting fue larguísimo, nos citaron tres, cuatro días, todo el día en el Ópera. Después empezaron los filtros y las audiciones más cerradas, y el último día que nos dieron el sí. No podía creerlo y me acordaba de esas primeras filas y filas de gente para entrar, una locura”.
Rochi Caldés, quien interpreta a Martha, reconoció que al ver a tanta gente para hacer la audición pensó en irse, aunque esperó su lugar: “Y no estaba nerviosa porque había tanta gente que las chances son ínfimas, y a medida que se iba achicando la cantidad de gente, los nervios iban siendo cada vez más”. Al momento de confirmarse su papel salió a la vereda: “Y empecé a llorar de una forma que una señora me paró para ver si necesitaba algo”.
Paz Gutiérrrez, Ludmila Piovano y Sol Wainer también reconocen el profesionalismo vivido en esa experiencia a la que llegaron a las 9 de la mañana para recién poder probarse después de las 16, en algunos casos, y comprenden que sobre ellas también pesa la responsabilidad de interpretar ante el público la obra que ya es un éxito, y que muestra de una manera distinta todo lo que viven los adolescentes en esa etapa trascendental.
Falta una hora para el comienzo de la función y en un teatro todavía vacío es el momento en que se prueban los micrófonos, se repasa una parte del comienzo y las luces y el decorado, además de la banda que toca en vivo, porque nada puede quedar librado al azar.
Todos y cada uno de los chicos fueron estudiados por Eugenia Gil Rodríguez, la coach vocal: “Laburamos mucho para esto y que el público y el éxito acompañen es emocionante realmente. Ellos son nuestros pichones, nos pusimos a recorrer el país, hicimos audiciones y veíamos cuadras y cuadras de gente, y yo como actriz no recuerdo algo tan grande. Escuchamos cantar a mucha, mucha gente y los fuimos descubriendo y nos fuimos enamorando como intérpretes, y es un orgullo. Y lo siento especial porque mi primera experiencia teatral importante la tuve en este teatro a los 24 años con Mamma Mia. Que estos chicos tengan este arranque, con esta producción que los cuida tanto, con un director como Fer y que el público los siga de esta manera, es algo que no se van a olvidar en su vida”.
“La verdad que estoy sorprendida por el profesionalismo de los chicos que se manejan a veces mejor que gente que pisa hace varios años los escenarios. Se nota que hay hambre, que hay sueños y que hay ganas y ellos honran su deseo”, reconoce, a la vez que no deja pasar por alto el hecho de que en el país hay gente con mucho talento. “Estamos a la altura de cualquier plaza del primer mundo”.
Eugenia como coach vocal, Vanesa García Millán como directora coreográfica y Fer Dente director general son el tridente sobre el que descansa la obra, y saben que la responsabilidad es mucha, y sienten la satisfacción de logrado.
“Para el casting también viajamos a Córdoba, Rosario y Mar del Plata y fue una de las cosas más lindas que me tocó hacer en mi vida en cuanto a trabajo y a equipo, a energía y recompensa. Porque buscábamos gente para premiarla con trabajo, no hablo de sueldo sino del sueño de personas que ocupan más de la mitad de sus vidas en formarse para subir a un escenario”, explica Dente, a minutos de que se abran las puertas de una nueva función, mientras, atento, también controla los ajustes de última hora.
Siguiendo las palabras de la coach vocal, el director puntualiza: “No solamente tenemos en el país mucho talento arriba del escenario, sino también que nuestro gran diferencial como industria, es el talento que hay detrás del escenario. Tanto los maquinistas, como los técnicos, los vestidores, los diseñadores. Y eso lo ves por ejemplo en México, donde la mayoría de los equipos creativos son argentinos, y en España lo mismo. Es una locura”.
“Traer Heathers fue un desafío enorme, pero nos da mucha felicidad, satisfacción constante, y es un oasis en medio de lo que estamos viviendo. Pensábamos además que iba a ser un público ciento por ciento adolescente y estamos muy sorprendidos por la devolución a la altura de tener que agregar funciones en horarios más tarde”.
El clima en la calle se sigue recrudeciendo, pero la gente en la vereda ya está haciendo la fila, lista para entrar a ver la obra. Se ven chicas con los mismos atuendos de las Heathers, se ven padres acompañando. Y en los camarines lo que se ve es unión de grupo, es entender que para la mayoría es su primer desafío importante en una sala de primer nivel. Y salen airosos de ese reto.
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