La televisión en vivo suele plantear un desafío a cada paso. El margen de lo previsible se achica y los imponderables pueden aparecen en cualquier momento. Más aún, cuando se trata de un móvil en la vía pública y fundamentalmente, si bucea en el delito y la marginalidad. Y esto fue lo que ocurrió en la emisión del miércoles de Desayuno Americano, el programa que conduce Pamela David por América.
Luego de que los vecinos del barrio de Once denunciaran a una casa por supuesta venta de droga, a la que llamaron “el bunker del horror”, el cronista Fabián Rubino se dirigió al lugar en el que había recibido amenazas de los ocupantes en una cobertura anterior, para comprobar si efectivamente se cometían ilícitos.
“Voy a ver si se puede comprar”, planteó Rubino y caminó el oscuro pasillo, micrófono en mano mientras la cámara lo tomaba a distancia prudente. Subió unos escalones, tocó el timbre y preguntó. “¿Se puede comprar?” preguntó tres veces, hasta que recibió la respuesta afirmativa. “Bajame la luz, Cacho”, le pidió al camarógrafo, sacó dinero de su pantalón y se dispuso a realizar la transacción.
De fondo se escuchaba la negociación entre el cronista y el vendedor, que ofrecía una dosis a $1500. “Dale que hace frío, hermanito”, le dijo a la persona que del otro lado le suministraba los estupefacientes. En cuestión de segundos, Rubino regresó a la calle con la droga en la mano y restableció el contacto con el piso.
“No salgo de mi asombro. Compraste en vivo. Te vendieron. Ya no es un supuesto”, señaló la conductora, mientras desde el lugar de los hechos la cámara mostraba el producto en primer plano. “Me mató el chiquito que salió, un menor de edad. Corremos riesgo todos, el corazón me palpita, no para de latir. Pusimos en riesgo nuestras vidas”, señaló Rubino, con la respiración agitada por los nervios.
Con esta prueba, desde el piso explicaron los pasos a seguir para la intervención de la fiscalía. Cristian Poletti, abogado penalista, llamó al 911 y pidió que un móvil policial se dirigiera a la zona. “Esto es lo que se llama un delito experimental, la doctrina entiende que el fin es mostrarlo”, explicó el abogado, aclarando que el periodista no había cometido un ilícito. “Para que no se constituya un delito, es que analicen lo que le dieron a Fabián y sea otra cosa”, agregó Gustavo Grabia.
Cuando el móvil policial arribó al lugar, se realizaron las pericias correspondientes a la sustancia, cuyo resultado arrojó positivo, determinando que efectivamente se había cometido un delito. El material se guardó en un sobre firmado por todos los que habían participado del operativo para ser enviado a la fiscalía, a fin de analizar las cantidades de cada sustancia.
“Este es uno de cientos de lugares en los que existe el narco menudeo”, lamentó Pamela, mientras Grabia reclamaba la intervención judicial. “Tienen que llamar a fiscalía, decir que dio positivo y que allanen inmediatamente”. Y todos en el piso destacaron el trabajo de Rubino, arriesgando su integridad física y aportando pruebas contundentes de que en esa casa señalizada por los vecinos efectivamente se cometían ilícitos. Pero allí no había terminado su trabajo.
“Me van a llevar a la seccional para formular declaración y no sé cómo sigue. Les mando un beso grande”, señaló el cronista. Dejó el micrófono en manos de un productor, subió al asiento trasero de un patrullero y se dirigió a la comisaría para relatar su versión de los hechos. “No es que está imputado en la compra de estupefacientes”, aclaró Grabia, agregando que se trataba del procedimiento habitual en estos casos. Pasadas las 14 horas, Rubino permanecía en la seccional.
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