—Gordo querido, ¿cómo estás? Yo rumbo a deleitarme con los manjares de esta casa...
De buen humor, divertido y encantador, fiel a su costumbre, así llegaba Alberto Nono Pugliese, referente y playboy de la época a sus 50 años, y saludaba al encargado Juan Avedikian con cariño, como hacía con todos sus anfitriones en cada sitio donde lo recibían siempre con afecto y reconocimiento.
En este caso había arribado al restó Puerto Marisko ubicado en Demaría 4672, Palermo, frente al estudio publicitario donde vivía después de haberse distanciado del mayor amor de su vida, la exitosa modelo publicitaria Claudia Sánchez, con quien supo compartir casi 30 años de una relación a pura pasión que comenzó una noche en la boite Mau Mau –ícono de la noche porteña glamorosa que concentró la elite de Buenos Aires en los años 60 y hasta su cierre allá por 1994-, cuando él, seductor nato como era, se arrodilló a sus pies y le declaró su amor.
Hacía aproximadamente seis meses que se había separado de Claudia con las idas y vueltas lógicas. Pero esa noche a Puerto Marisko no ingresó solo: lo acompañaba la bella modelo Dolores Rodríguez Canedo de 27 años, hija del expiloto de TC Eduardo Chino Rodríguez Canedo.
Habían pasado unos minutos de las nueve de la noche del viernes 9 de julio de 1993. El maître, Juan Rosel, tenía todo preparado en la mesa del centro del salón, “la elegida, la de siempre” por el Nono, que cuatro horas y media más tarde moriría de una manera incomprensible.
Sobre la mesa ya lo esperaba su botella de Chandon y una hielera aparte, porque tenía la costumbre de “suavizar el champagne” -como él lo definía, como buen bohemio que era- con agua helada. Pero antes le gustaba compartir una Coca Diet con su acompañante, con la que concurría habitualmente en los últimos meses. Le agradaba que el mozo le sugiriera exquisiteces del lugar para sorprenderlo. El camarero lo sabía y entonces propuso: “Señor, para una noche especial, nada mejor que pulpos, gambas y langostinos, no se va a arrepentir”. Entonces, él asintió con un guiño de complicidad y con su mejor sonrisa bebió un sorbo de champagne y tomó ambas manos de su compañera...
Eran pasadas las diez y media de la noche y la pareja disfrutaba de otra velada romántica cuando llegó Sebastián Wasserzug, fotógrafo de la revista Gente, que hacía la recorrida nocturna por restaurantes y boliches, como resultaba habitual en esos años. Se presentó como lo hacía siempre y preguntó en la entrada: “¿Hay algún famoso?”. Porque allí solían concurrir desde el por entonces diputado Miguel Angel Toma y el piloto Silvio Oltra hasta la mismísima Andrea del Boca con su pareja de esos tiempos, el director de cine Raúl de la Torre.
—Está el Nono... le respondieron.
—¿Solo o con Claudia (Sánchez)?—, consultó el reportero gráfico.
—Con alguien, pero ahora está comiendo.
—Sigo buscando por otros lugares entonces, gracias...— comentó Sebastián y continuó con su tarea.
Fue hasta Demaría, luego a Bleu Blanc Rouge, pero como tampoco encontró celebrities y veía que esa noche su trabajo de encontrar personajes venía flojo, regresó a Puerto Marisko, pensando que el Nono podría estar terminando de cenar.
Wasserzug era la primera vez que iba hasta Puerto Marisko y decidió esperar para pedirle una foto como lo hacía habitualmente con todos los famosos, siempre solicitando permiso, un código que se respetaba a rajatabla. Pugliese, que era un pícaro hombre de la noche, lo advirtió y decidió hacer una jugada para confundirlo. Le pidió al Gordo Avedikian, el encargado, que él saliera a la calle con la modelo para despistar. El muchacho aceptó entre bromas y cuando pisó el umbral sintió por primera vez en su vida la miel que desparraman los flashes ante los famosos.
El fotógrafo se dio cuenta de inmediato que ese no era el Nono, pero como comprendió que intentaron eludirlo y la situación no daba para más, subió al remise que lo trasladaba y decidió irse. Lo que siguió fue una mezcla de confusión y absurdo difícil de comprender. El encargado volvía a su puesto de trabajo. Dolores Martínez Canedo esperaba en el Peugeot 205 convertible de Pugliese: “Decile que estoy acá”, le pidió a Avedikian, que cuando entró, empezó a buscar a Pugliese dentro del local.
El cocinero le comentó que pasó por ahí rumbo a la escalera que conducía hacia la terraza del inmueble. Mientras tanto, el restaurante estaba completo, el ritmo de trabajo era frenético cuando Dolores, que aguardaba en el coche, llamó con su Movicom para saber dónde se había ido. Le respondieron que nadie lo encontraba y ella pidió que si lo veían, le avisaran, que lo esperaba en el estudio y que se iba a quedar a dormir ahí.
Ya era pasada la medianoche, y como nunca se observaba movimiento al lado de Puerto Marisko cuando el paradero del Nono seguía siendo una incógnita. Es que en el local contiguo, Roque Berardi abría su taller mecánico. Había vuelto desde La Plata donde vivía porque olvidó el dinero que necesitaba para el fin de semana. Cuando entró, no pudo entender lo que estaba viendo. Se asustó al observar en el piso un cuerpo boca abajo en medio de un charco de sangre. Temblando llamó a la policía que no tardó mucho en llegar. En ese momento el maître de Puerto Marisko salió a la puerta y se encontró con dos patrulleros y el dueño del taller que le dijo: “Encontré un tipo en el piso y todo lleno de sangre, creo que está muerto”. El empleado se asomó, reconoció un sobretodo negro y dijo sin vueltas: “Ese es el Nono, ¿qué le pasó?”.
Intentando huir por los techos para que nadie lo viera, Pugliese pisó material que no era los suficientemente resistente y se desplomó desde unos siete metros de altura. La hora de muerte se situó alrededor de la 1.30 de la madrugada del 10 de julio por traumatismo de tórax y de abdomen con rotura de vísceras.
Un playboy enamorado...
Publicista, empresario, modelo, autor, cantante, celebritie y hombre de la noche porteña, dio inicio a una carrera meteórica como compositor musical y también se interesó por el cine cuando un amigo suyo viajó a Europa para trabajar junto a Renzo Rossellini, hijo de Roberto. El Nono lo acompañó, tanto en Italia como en Suecia. Pero su gran espaldarazo sucedió cuando conoció a Claudia Sánchez, que deslumbraba por aquella época de oro con los comerciales.
El más emblemático y todavía recordado fue el de los cigarrillos L&M, con el tema “Tu sei carissima” de fondo, que él mismo había compuesto en sus comienzos cuando se lo conocía por el mote de Charlie Tonto. Así, en pareja, grabaron por diversos lugares del planeta: Hollywood y San Francisco en los Estados Unidos, Portofino, Milán y la Torre de Pisa en Italia, Courchevel, Place Vendome y Cannes en Francia, las Islas Vírgenes en el Caribe, y también en Hong Kong, Sudáfrica, Marruecos, Holanda, Suiza y Austria, entre otros sofisticados destinos.
Claudia también tuvo su experiencia participando en cine en algunas películas como El Diablo sin dama, Invasión, Cómo seducir a una mujer, Pajarito Gómez -una vida feliz- y Circe, de Manuel Antín.
Junto a ella Pugliese vivió los mejores años de su vida. Era una estrella que empezó su trayectoria fulgurante cuando resultó seleccionada para ser el rostro de la marca de cosméticos Pond’s, y no paró más. Claudia tuvo una hija, Candela, de su primer matrimonio, y junto al Nono fueron padres de Francisco, único hijo de la pareja, quien se enteró de la muerte de su padre mientras estaba de descanso en Las Leñas. Antes había estado viviendo en Miami, trabajando para Philip Morris luego de haberse recibido en la Universidad de Belgrano en la carrera de Publicidad.
Meses antes de la muerte, Claudia Sánchez contó que el Nono estaba en crisis con él mismo. Que se sentía con culpa y que intentaba comunicarse varias veces por día cuando ella estaba en su residencia de Sainth Thomas. Le preguntaba por su hija, siempre quería saber si necesitaban o podía ayudarlas en algo. Ella aseguraba que estaba confundido; de hecho el Nono seguía viviendo en el estudio que era propiedad de Claudia.
Lo que le estaba pasando era que había conocido a Dolores Rodríguez Canedo hacía un año y medio, y se enamoró profundamente. Por esas cosas que tiene el destino el encuentro ocurrió en el estudio publicitario que compartían con Claudia, cuando grabaron un aviso con ella como productora del comercial.
Pero a la vez sentía en lo más profundo que también amaba a Claudia. Y así transcurrió su vida hasta el final, con esos vaivenes en su mente y en su corazón, queriendo a ambas...
Tan fuerte era su relación con Claudia Sánchez luego de tantos años compartidos, que el velorio se llevó a cabo en su casa de Barrio Parque al que concurrió solo la familia, seres queridos y amigos personales del ambiente artístico como Silvia Fernández Barrio, Chunchuna Villafañe y Alberto de Mendoza, entre otros.
El adiós del final ocurrió el domingo 11 de julio en el cementerio de la Chacarita en la bóveda Gaboara-Pugliese. Claudia despidió al Nono aferrada de la mano de sus hijos, Candela y Francisco. A distancia aguardaba Dolores Martínez Canedo, siempre acompañada por su padre, quien esperó con profundo respeto que hasta el último de los íntimos se retirara para expresar su dolor. Desconsolada, se puso de rodillas observando el cajón a través del vidrio del sepulcro y rezó en una conmovedora despedida. A solas y en silencio.
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