“¡Una hora para empezar!” suena una advertencia en todo el teatro Gran Rex. Son las 19 de un día de semana y las butacas aún están vacías, pero el elenco y todos los que conviven detrás de escena, parte fundamental, ultiman los detalles para que a las 20 se levante el telón y Matilda, el musical, salga nuevamente a escena para sorprender, emocionar y hacer reír.
Desde las 17.30 es posible ver a Fernanda Metilli, con su sonrisa imborrable, sentada mientras la maquillan y caracterizan como la Sra. Wormwood, mientras a su lado se encuentra Agustín “Soy Rada” Aristarán, su pareja y quien en un rato se pondrá en la piel de la tan temida directora Tronchatoro. La máscara de Rada es el momento de más trabajo en la previa, por eso es necesaria su llegada temprano para dejarse moldear por las manos que saben por casi dos horas. “¿Les gusta esta bata?, fue un regalo del día del padre”, comenta tratando de mover la boca lo menos posible. Allí, en la espalda del regalo, se encuentra bordado el nombre del personaje que interpreta cada día desde comienzos de junio.
Es que para Rada y Fer, es muy especial todo lo que se está viviendo con la obra, no sólo por el éxito y los números que acompañan, sino por estar en familia, incluída la hija de él, que es parte del ensamble. Sí, Bianca Aristarán lleva el ADN de la actuación en la sangre y el casting por el que pasaron los tres finalmente los unió en este trabajo.
A medio producirse, Rada reveló a Teleshow: “Hace un año aproximadamente me contaron la idea de hacer Matilda y me volví loco. Conocía la película, la había visto en Broadway hace varios años atrás y también en Madrid. En el casting me propusieron probar dos papeles, el padre o Tronchatoro. Y yo les dije que sólo Tronchatoro, y me la jugué, porque podía ser que no les copara la idea que yo tenía y todo esto no llegaba”.
La mayor superproducción nacional lleva ya 4 semanas en cartel con un récord impresionante arrasando con la taquilla, vendiendo un asombroso total de 80,000 entradas en tan solo tres semanas desde su estreno, pero eso no afecta a Rada: “Yo lo veo medio de afuera eso, sólo sé que está pasando algo increíble y tengo la suerte de ser parte. Ya es mucho todo lo que está pasando a nivel personal también, estar con mi hija y con mi pareja como parte del elenco estable, no lo puedo creer, es un montón todo. Volver a mi casa con Bianca y con Fer charlando de lo que pasó, o sobre cuestiones de los ensayos, es y fue buenísimo todo. Para mí esto es inolvidable”.
“Tiene algunas licencias Tronchatoro”, reveló sobre el momento de dar vida al personaje sobre las tablas, aunque explicó: “Licencias no en las que yo me pueda poner a jugar todo el tiempo porque hay muchos, otros y otras en la escena que necesitan que yo diga lo que tenga que decir, que esperan el pie”.
La maquinaria no se detiene, faltan menos de dos horas y el equipo de maquillaje y caracterizaciones integrado por siete personas no descansan un minuto, ya que si no están preparando a alguno de los actores, están peinando las pelucas o terminando de armar su estación de trabajo a la espera del próximo. Lo disfrutan, se ríen, es un momento también de charlas y de pasar el parte diario, de ver cómo cada uno transita sus vínculos personales por fuera del recinto.
“¡Chicos, hoy es el cumple de Martu!”, advierten desde un pasillo desde el que se puede escuchar a un coro calentado las voces mientras relatan: “Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes”. Es que al margen de los cuatro personajes interpretados por los adultos, son tres los elencos de 9 menores cada uno -entre los 9 y los 12 años- que rotan en cada función para respetar sus tiempos de descanso. Y Martu, Martina de Almeida, una de las tres actrices encargadas de darle vida a Alicia, cumplió 12 años y ésta será su primera función con la nueva edad.
En el comedor hay la más variada cantidad de infusiones y refrescos, además de yogur y todo tipo de dulces, y es allí justamente donde luego se llevaría la torta para que la menor pueda celebrar junto con los compañeros de esta aventura que no para de generar satisfacciones.
Ya maquillada -apenas faltarían algunos retoques- Fer Metilli también calienta su voz y su cuerpo, y en los minutos que gentilmente le cede a Teleshow nunca se baja de una cama elástica: “Es que con los saltos me tiene que retocar un poquito”, explicaría. “La propuesta llegó en agosto del año pasado, el primer llamado de Laura Casadiego, de producción, contándome que iban a hacer el año próximo Matilda en teatro y cómo me veía como la mamá. Y sinceramente no sabía cómo, ni cuándo, ni qué estaría haciendo el año siguiente, pero era un sí. Yo tenía en la mente la mamá de la versión de la película de los ‘90 y había visto en Nueva York hace como 9 años la versión teatral, pero la verdad no me la acordaba, solo que era muy gracioso el personaje. Así que le dije que sí, en noviembre hice el casting y acá estoy”.
La alegría no se borra de su rostro, tampoco cuando habla de la satisfacción que le dio compartir escenario también con Rada y su hija: “Nos acompañamos los tres y compartir este momento es muy bueno. Además todas las funciones son distintas, así que siempre volvemos con alguna devolución al otro”. Con amplia experiencia en teatro, es la primera oportunidad en que el desgaste físico es tan grande, por eso el desafío de mantenerse todo el tiempo en forma. “A mí nunca me había pasado de cantar en una obra y no es lo mismo, lleva otra preparación y el cuerpo, como las cuerdas vocales, no siempre están igual y tiene que ver con cómo descansás también”, asegura.
Ya sabe los tiempos, y disfruta que así sea, tener todo cronometrado, saber que a las 17.30 llega, y pasadas las 18.30 tiene un tiempo para calentar y disfrutar de su camarín, para luego media hora antes del show recibir los retoques finales y colocar el micrófono. Al igual que Rada se muestra ajena a las cábalas, pero sabe que hay cosas que no pueden faltarle, como los caramelos de miel y agua, mucha agua.
Por detrás se ve pasar a José María Listorti, quien interpreta al Sr Wormwood, padre de la protagonista de la obra y uno de los desafíos más importantes para la gente de maquillaje, porque es el último en llegar por sus obligaciones con la radio donde trabaja y es el primero en salir a escena. Del mismo modo se ve pasar a Laurita Fernández, la única actriz que no debió hacer casting ya que cuando se planeó la obra en el país, no había otra persona que pudiera ser más Señorita Miel que la propia Señorita Miel, quien acompaña al grupo de chicos en cada una de sus clases.
Además, en escena también brilla Déborah Turza, quien en la piel de la Sra. Phelps, de la biblioteca, escucha atentamente la historia que Matilda tiene para contar e incluso de sorprenderse por la capacidad narrativa de la nena, haciendo que la historia se vuelva tan real como sorprendente... y triste.
También brillan en escena Lionel Arostegui, Eluney Zalazar, Rodrigo Villani, Emiliano Pi Álvarez, Nahuel Adhami y Pedro Vega, además de un ensamble compuesto por Bianca Aristarán, Camila Rosen, Christian Alladio, Juana Cardozo, Leandro Bassano, María Fernanda Provenzano, Mavi Colombo, Martina Rubio, Pilar Dantin y Sacha Bercovich. La cantidad de cuadros y de actores hacen que todo deba medirse milimétricamente
Falta más de una hora aún para que suban al escenario y es en ese instante cuando se realiza el chequeo de todo lo que sucede en lo que respecta a los cambios de escenarios, toda la maquinaria de la escenografía y las personas a su cargo vuelven como cada día a controlar que nada ocurra fuera del tiempo en que debe. Y los números son abrumadores y dan una clara muestra de que nada está librado al azar: 65 días ininterrumpidos de construcción escenográfica, 50 días de montaje técnico, 37 camiones, 150 luminarias móviles, 500 letras retroiluminadas que no sólo se encuentran en el escenario sino que también se acercan al espectador y 54 micrófonos.
Pero eso, claro, sin hablar de la gente: 197 personas trabajando directamente para el show, de las cuales 124 personas son parte del backstage y 30 artistas arriba del escenario por función. En total 48 artistas conforman la compañía, con 600 trabajadores indirectos, 35 cambios escenográficos a la vista del espectador y 245 cambios de vestuario.
Sí, hay actores con hasta 10 vestuarios distintos en el tiempo que dura la obra y por momentos hay 30 segundos entre un cuadro y otro, como ocurre con Cami Rosen (una de las actrices que aparece en más cuadros), quien pese al trajín diario, su cara es de felicidad plena de ser parte de este espectáculo en el que la gente detrás de escena está lista y atenta con cada uno de los uniformes que deben ser cambiados. Y así lo detalla Eluney, la acróbata: “Le venimos sacando el tiempo porque nos desafiamos a ver cuánto tiempo menos puede llevar cada cambio y ya le ganamos un par de segundos en este tiempo”.
Lionel Arostegui, en tanto, cuyo personaje principal es el del hermano de Matilda, también tiene algunas transformaciones: “Soy alumno, preceptor, padre, nos divertimos de lo lindo porque los alumnos tiene varios cambios de ropa en clase o en gimnasia. Me resultó un desafío el personaje, teniendo en cuenta que yo tengo 35 años y el personaje mucho menos, siendo un joven alienado por la televisión, y tenía miedo que ante el público se vea como un adulto disfrazado de nene y por suerte encontramos la forma de hacerlo”.
A una hora para el comienzo del show suena una advertencia que escucha hasta el fantasma del teatro (sí, en el Rex también hay fantasmas, lo confirmaron quienes rondan sus pasillos cada jornada) y es momento de que el grupo de trabajo ultime los detalles necesarios antes de salir a escena, mientras en la calle ya hay gente haciendo fila o comprando alguno de los artículos de merchandising.
Basado en la homónima novela de Roald Dahl, un autor que vendió más de 250 millones de libros y que inspiró la icónica película infantil de los ‘90, el show estuvo 12 años en Londres y 4 años en cartel en Broadway con más de 1500 representaciones. Tiene 99 premios internacionales y más de 10 millones de espectadores que ya la vieron. Con funciones los miércoles, jueves y viernes a las 20, los sábados doble función a las 15 y 19 y los domingos a las 14.30 y 18 hasta el último día de julio, la obra que cuenta la historia de la niña inteligente y enamorada de la lectura a la que le encanta inventar historias para escapar de la realidad sumerge al espectador en ese mundo y no lo suelta en las dos horas de duración.
Son las 20 de un día de semana, las luces de la sala comienzan a apagarse y dan el aviso a los espectadores de que al menos silencien sus celulares si no pueden evitar mantenerlos prendidos. Cada uno ya tiene un papel con el que en minutos preparará un avión y lo tirará al aire, formando parte por un ratito de la obra, pero eso ya es otro tema.
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