20 años sin María Gabriela Epumer: la revolución de las Viudas, su relación con Charly García, su muerte sorpresiva

La guitarrista falleció a los 39 años y su partida todavía resulta inexplicable. Fue pionera en un ambiente dominado por los hombres y sostén musical y afectivo de la era Say No More

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María Gabriela Epumer con Charly García en la versión de "Chipi Chipi" del MTV Unplugged

Guitarrista versátil ante todo, cantante de un estilo personalísimo, artista magnética, María Gabriela Epumer dejó su sello en 40 años de rock argentino. Fue testigo de la escena progresiva, derribó tabúes en tiempo que el rock era cosa de hombres, alcanzó la popularidad con Viuda e Hijas de Roque Enroll y acompañó durante diez años a Charly García en su etapa Say No More. Dueña de una sensibilidad y un estilo único a la hora de tocar, su muerte continúa sin tener demasiadas explicaciones. Su obra está allí para quien quiera visitarla. Y su recuerdo se hace cada vez más necesario.

María Gabriela nació el 1° de agosto de 1963 y por sus venas se mezclaba la sangre de los pueblos originarios con la de los artistas. Bisnieta de un cacique ranquel y nieta de uno de los guitarristas de Agustín Magaldi, sobrina de Celeste Carballo y hermana de Lito Epumer, se sumó con naturalidad al linaje familiar. De muy pequeña quiso ser bailarina y estudió danza clásica y contemporánea, hasta que sucedió lo inevitable: se enamoró de la guitarra.

La niña estaba dispuesta a absorber cada una de estas influencias pero a abordar su propio camino. De formación autodidacta, empezó tocando jazz y música progresiva y fue virando hacia el rock y el folk, un camino inverso al habitual que de alguna manera conformaba su personalidad. Se formó en improvisadas zapadas con su hermano, que al ver sus cualidades le pedía que hiciera las bases de las canciones para que él pudiera solear.

María Gabriela Epumer en tiempos de Rouge junto a Claudia Sinesi, Ana Croti y Andrea Álvarez. (Foto: Twitter Andrea Álvarez)
María Gabriela Epumer en tiempos de Rouge junto a Claudia Sinesi, Ana Croti y Andrea Álvarez. (Foto: Twitter Andrea Álvarez)

Este vínculo tan apegado a Lito, nueve años mayor, la llevó de muy chica a ser parte del rock desde la primera fila. Gracias a Madre Atómica, el grupo en el que tocaba su hermano con el Mono Fontana y Pedro Aznar, conoció a Sui Generis, y vio por primera vez a Charly García. Observó cómo un flaco altísimo caía al tropezarse en el escenario. Ella quedó impactada, un poco por el gag y otro por las canciones fogoneras. Él no la registró. Esta historia continuará.

Durante su adolescencia, la música ya formaba parte de su vida cotidiana. A los 16 era música profesional y el colegio era una institución incompatible con una actividad nocturna que cada vez le demandaba más tiempo. Una charla con su madre fue suficiente para saldar las cuentas de común acuerdo. Hacia finales de los ‘70, entró por primera vez en un estudio de grabación para tocar en el disco de María Rosa Yorio Con los ojos cerrados, mientras en los sótanos se construía la segunda fundación del rock argentino.

Yo sé que te conquistaré

Ese era el panorama cuando María Gabriela conoció a sus compañeras que se volvieron amigas y hermanas: la baterista Andrea Álvarez y la bajista Claudia Sinesi. Con Rouge formaron el primer grupo de rock integrado por mujeres y el prototipo lo que sería la explosión de Viuda e Hijas. Por entonces, el acotado lugar de la mujer en el rock estaba reservado para las cantantes y las coristas, y en el equipo de los instrumentistas solo jugaban los varones. Hasta que llegaron ellas y con su talento, su frescura y sus versiones de clásicos en inglés empezaron a hacerse notar más allá de la obvia cuestión de género.

Viuda e hijas de Roque Enroll: Tocando fondo.

En eso llegó la guerra de Malvinas, y la dictadura prohibió la difusión de música en idioma extranjero. En ese contexto y sin temas propios, Rouge no podía funcionar pero la historia iba a continuar. Entre el público solía asistir la cantante Mavi Díaz, que tenía el dato que un productor buscaba una banda de chicas. A finales del 83, Epumer, Díaz, Sinesi más Claudia Ruffinatti en teclados conformaron Viuda e Hijas de Roque Enroll.

La vuelta de la democracia propició un terreno fértil para el desarrollo del grupo. Fueron la rama femenina de un pop optimista, satírico e informal, que junto a Los Abuelos de la Nada y Los Twist marcó los primeros años de la primavera democrática. El grupo combinaba la calidad de sus integrantes con canciones pegadizas y bailables, aunque no por ello carentes de contenido, y un cuidado de la estética que empezaba a cobrar importancia en el siempre solemne rock argentino.

Las Viudas pudieron sortear el shock inicial y se convirtió en uno de los primeros grupos en gustarle a un público de todas las edades. Lo bailaban desde los más chicos hasta los más grandes, lo que provocaba la mirada de reojo de parte de la aristocracia del rock, sumado al inevitable prejuicio machista. ¿Tocaban de verdad estas chicas? Sí, tocaban de verdad y sonaban en todos lados, y temas como el mencionado “Tocando fondo”, más las versiones en castellano de “Lolly Pop” y “Bikini a lunares amarillos”, se sumaron enseguida al cancionero de los clásicos del rock local.

Mavi Díaz, Claudia Sinesi, María Gabriela Epumer y Claudia Ruffinati, Viuda e Hijas de Roque Enroll  162
Mavi Díaz, Claudia Sinesi, María Gabriela Epumer y Claudia Ruffinati, Viuda e Hijas de Roque Enroll 162

Casi como un acto reflejo, con la crisis del país las Viudas se fueron desintegrando pero María Gabriela siguió andando. Con Sinesi formó Maleta de Loca, y editaron un álbum homónimo sepultado por la hiperinflación. Tocó y grabó con Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Alejandro Lerner y Sandra y Celeste y formó Las Chicas, suerte de supergrupo femenino junto a integrantes de Los Twist y Man Ray.

El aguante

Con Las Chicas, Mapu se presentó como soporte de Fito Páez en la histórica presentación de El amor después del amor en el estadio de Vélez, y su manera de tocar sorprendió a Charly García, uno de los invitados. Naturalmente sabía quién era y de su talento, se habían cruzado en la larga noche de los ochentas, pero la sorprendió el cómo: los solos, las instrumentaciones, la actitud, la templanza. “Qué bien estas tocando, te felicito”, le dijo el músico luego del show, dando inicio al diálogo que iba a marcar los próximos diez años de su carrera.

—Estoy por salir de gira, no tengo guitarrista, dijo García, preocupado por la salida del Negro García López.

—Bueno, llevame a mí, le dijo María Gabriela, con una sonrisa que no pudo contener.

—¿Vos podrías?

La respuesta fue un sí rotundo para un Charly que inauguraba la etapa Say No More en la que tuvo a María Gabriela de sostén hasta su muerte. Participó la nutrida y sinuosa discografía de García durante el período, desde la ópera rock La hija de la lágrima hasta Influencia, pasando por Alta fidelidad con Mercedes Sosa y el experimento Charly y Charly, registrado en Olivos ante el expresidente Carlos Menem.

También formó parte del regreso de Sui Generis en estudio y en vivo, uniendo de algún modo el destino de aquella niña de mirada tímida entre bambalinas a la mujer que se plantaba en el escenario de la cancha de Boca frente una multitud. Tocó ante más de 300 mil personas en Puerto Madero, uno de los conciertos más recordados del bicolor, registrado en Demasiado Ego. Y dejó su gran sello en Hello, el MTV Unplugged donde el continente vio y escuchó lo decisivo de su impronta en la música de García.

María Gabriela Epumer junto a Charly García
María Gabriela Epumer junto a Charly García

Entre ambos había una conexión gestual, visual y sensorial que trascendía lo que pasaba sobre el escenario. Fue ungida como Miss Say No More por el artista y por sus fans, y lució con orgullo e incondicionalidad el brazalete reglamentario. Cada vez que daba una entrevista, y sobre todo cada vez que Charly tenía algún inconveniente, sabía que venía la pregunta sobre el vínculo entre ambos, buscando desentrañar ese esquema de ying y yang que solo ellos podían entender. “No me molesta que me pregunten por él, siempre que sean cosas que pueda contestar”, respondía con cortesía, dejando en claro que no se iba a meter en terrenos ajenos. Y resumía el vínculo con una sentencia de corte conyugal: “Nos reelegimos cada vez que hace falta”.

García y Epumer estuvieron juntos en su sociedad musical hasta que la muerte los separó. A Charly le costó quizás más que a nadie asimilar la falta de María Gabriela y tardó casi 15 años en verbalizar su sentimiento, con esa capacidad de síntesis tan suya. “Pienso mucho en vos, María Gabriela. Todavía en los shows me doy vuelta para buscar tu mirada cómplice. Ojalá tengan tocadiscos en el cielo. Random es mi humilde homenaje a la mejor guitarrista que existió”. la recordó en sus redes el día que hubiera cumplido 54 años y ofrendándole su hasta ahora último trabajo de estudio.

La canción sin fin

Mientras crecía su camino en la escena alternativa, su rol como ladera de Charly llevó a María Gabriela a una exposición poco acostumbrada, pero lejos de vivir bajo su sombra, fue un tiempo muy productivo para su carrera solista. Con Fernando Samalea, otro histórico de las huestes de García, editó el titánico Montecarlo Jazz Ensamble, un proyecto en el que mezcló sus raíces indígenas con lo más vanguardista de la escena y recibió la bendición de Robert Fripp, en un seminario que dictó el virtuoso guitarrista de King Crimson.

Formó el grupo A1 para respaldar su aventura solista, donde volcó sus facetas en cuatro trabajos. Dos long plays -Señorita Corazón, Perfume-, la recopilación The Compilady, de versiones y rarezas y el EP Pocket Pop, con el que buscaba innovar en una época de la industria acosada por la piratería. Dos canciones en un disquito que venía en un estuche de pomada de zapatos y con un acceso a una aventura interactiva con ella como protagonista. Casi un resumen de su carrera, entre el clasicismo, la vanguardia y la elegancia. Nada hacía presagiar lo que estaba por suceder.

María Gabriela Epumer. Señorita Corazón

El 30 de junio de 2003, María Gabriela Epumer falleció camino al Hospital Francés víctima de un paro cardiorrespiratorio. Tenía 39 años, venía de sufrir problemas respiratorios en una gira y nueve días antes le diagnosticaron una gripe con secreción mucolítica. En ese lapso, hubo versiones cruzadas entre los médicos y la guitarrista visitó dos veces a diferentes guardias. En la última, un día antes de morir, la mandaron a su casa para que hiciera reposo.

Desde un primer momento las causas de su fallecimiento no fueron claras, sobre todo a partir de la coincidencia sobre su vida alejada de los excesos ligados al rock. La autopsia determinó que había sufrido un edema pulmonar y sus colegas, amigos y seguidores la lloraron con la amargura de lo inesperado e injusto. Su legado y su vigencia continúan hasta hoy, al punto que sus históricas amigas y compañeras coinciden en hablar de ella en presente. Como habla su obra.

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