Si hablamos de una persona pionera en el mundo digital y de las redes sociales, aparece en escena Stephanie Demner, una de las primeras influencers que logró generar su propia comunidad, con casi un millón y medio se seguidores que la siguen y acompañan en cada faceta de su vida. Arrancó en 2012, comenzó a monetizar el trabajo digital en 2017, y sostiene ser “una de las pioneras como influencer” que trabaja y vive 100% de las redes sociales desde hace varios años.
Divertida, simpática y espléndida de pies a cabeza, la mujer del tenista Guido Pella se confiesa con Teleshow y hace una retrospección de su carrera y lo que consiguió como empresaria de varias unidades de negocio. “Me considero una persona exitosa, pero más que exitosa me considero muy trabajadora”, afirma Stephie. A sus 32 años, dice estar en el mejor momento de su vida, encarando la maternidad de su hija Arianna, que está pronta a cumplir un año. Además, visualiza su futuro como algo “sin límites y con aún muchos sueños por cumplir”.
—¿Sentís que estás en tu mejor momento?
—Creo que sí. Definitivamente sí. Fui mamá hace muy poquito. Creí que quizás podía colapsar con el trabajo y la maternidad porque había escuchado muchas cosas que me asustaban, pero la verdad es que, yo digo, me tocó una niña trampa porque es muy buena. A mí me gustó mucho mi nuevo rol de la maternidad. Me siento muy cómoda y es como que me sobrepasa la felicidad.
—¿Sos estructurada, de organizar la vida, las cosas, los proyectos?
—Sí y no. O sea, tengo metas claras. Digo: “No sé cómo voy a llegar, pero voy a llegar”. Aunque no soy una persona estructurada que dice “a las 9 tengo que estar en tal lado”. No, la verdad es que no. Dejo que un poco las cosas fluyan y que la vida me sorprenda porque más que nada con la maternidad, los planes cambian constantemente. Entonces, en ese sentido no soy estructurada, pero sí, tengo una meta y voy a llegar como sea. Creo que soy más soñadora que estructurada, pero de alguna manera llego.
—¿Y cómo hacés con el trabajo?
—No sé, pero puedo. Te juro. Disfruto mucho de mis horas de trabajo, disfruto mucho de estar con mi familia, de compartir con mi familia, de compartir con Ari, de mis momentos con Guido. Estoy en una etapa de mucho disfrute, más allá de la felicidad que tengo, que es real. Y de estar en el presente y decir “voy a disfrutar todo lo que me gané, porque lo trajabjé un montón”.
—¿Cómo afectó en tu relación con Guido la llegada de Arianna?
—Con mi pareja es un trabajo de paciencia de todos los días. Cuando llega un bebé a la familia es elegirte todos los días realmente, porque te tenés que armar de una paciencia que decís: “Lo mato”. Real.
—Guido que es tenista, y la vida de un deportista implica sacrificar tiempos, horarios, entrenamientos, el descanso, que es fundamental. ¿Cómo lo llevan? Porque vos tenés tu trabajo también, tu vida, tu rutina, y él tiene la suya, que será muy estricta, estimo.
—Sí, al principio pasó que no dormíamos casi y Guido dijo: ”Yo no puedo jugar más al tenis así”. O sea, realmente, era: “No voy a poder jugar nunca más al tenis”. Pero la verdad es que de a poco , van pasando los meses y va todo el tiempo cambiando la dinámica, y decís: “Okey, hay luz al final del camino”. Al principio decís: “Esto es imposible”, y después un poco te vas armando y te vas acomodando y va cambiando la dinámica. Pero la verdad es que sí, al principio fue todo un desafío, pero por suerte Guido estaba en un impasse, porque había tenido un problema en el pie, y recién ahora está volviendo al circuito. Está volviendo tranquilo, está volviendo desde otra perspectiva también. Antes era como full competencia y toda su vida dedicada al tenis
—¿Y ahora cómo es?
—Y... él no es tan apasionado del tenis, tiene mucho talento pero no ama con locura lo que hace, entonces ahora como que cambió la perspectiva y va a la cancha y sale de la cancha de otra manera, más allá del resultado, y eso está bueno. Antes quizás salía de la cancha y si era un mal resultado, era como: ”Hoy va a ser un día horrible”. Y ahora sale de la cancha y la tiene a Ari y entiende que las prioridades hoy van por todos lados, y está buenísimo.
—¿En algún momento pensaron, por ejemplo, tomar distancia, o un viaje? ¿O siempre intentan hacer todo juntos?
—Yo intento acompañarlo porque entiendo que viajar, con Ari tan chiquita y perderse cosas que están buenísimas, a él le da un poco de pena. De hecho, en el último viaje se fue un jueves y nosotros viajábamos un sábado, y el jueves me desperté con él llorando ahogado de que se estaba yendo. Cuando yo lo veo a él tan mal, que se tiene que ir... Prefiero resignar un poco mi trabajo acá y acompañarlo.
—¿Cómo empezaste en el mundo de las redes?
—En 2012 empecé con Instagram, pero en 2017 empecé a trabajar y un poquito más también, fue muy progresivo. Llegué al millón de seguidores recién en pandemia, 10 años después de haber empezado. Entonces, cada seguidor que se iba incorporando en mi red social, casi que yo lo estaba saludando y era súper fiel. Y yo hablaba con todos. Hoy trato de seguir conservando eso. Como que realmente, si vos me mandás un inbox, yo voy a tratar de contestarte. A veces no puedo porque recibo 15 mil inbox por historia. O hay, 100 mil inbox por día. Es imposible. Pero más o menos estoy pendiente del inbox y de tratar de contestar lo más que puedo. O aunque sea, sepan de que yo estoy ahí, del otro lado. Y no hay nadie más que les va a contestar más que yo.
—¿Te consideras una de las pioneras entre las influencers? Empezaste en las redes cuando ni siquiera existía el término influencer.
—La verdad es que sí, me considero una pionera. Al día de hoy creo que somos muy pocas somos propiamente influencers. Un montón de personas tiene seguidores: periodistas, actores. Pero en sí, vivir de las redes es otra cosa.
—¿Qué te pasa con los haters, con las críticas de las redes? ¿Cómo reaccionás frente a eso? Decías que tenés una comunidad súper fiel, pero sospecho que alguno siempre entra y critica.
—Sí, en Twitter es mal. O sea, en mi comunidad está todo lindo y en Twitter, un horror. Cuando estaba de posparto opinaba mucho de mi cuerpo, pero muchísimo. Trabajando de modelo de tan chica, me decían: “Te sobran dos kilos y medio”. Siempre para mí el peso fue un tema, toda la vida. Nunca tuve problemas alimenticios, pero sí siempre estuve muy obsesionada con el peso hasta hace un tiempo. Y conocí a una nutricionista que la verdad yo la amo porque me salvó. Pero yo estaba obsesionada con la balanza al punto de que sabía que me tomaba un vaso de agua y eran 250 gramos más en la balanza. Estaba totalmente obsesionada, y totalmente deshidratada: no tomaba agua porque lo veía reflejado en la balanza.
—¿Y qué pasó cuando estabas de postparto?
—Ahí la cabeza me cambia y digo: “¡Mirá lo que hizo mi cuerpo por mí!”. ¿Qué me importa si hoy, después (de ser mamá) tengo panza? Pero me re opinaban del cuerpo, me decían: “Ay, ya estás re diosa de vuelta”. O no, me decían: “Ay, te quedó la pancita”. Yo siempre me mostré muy natural y posparto todavía más, como que lo realcé, ¿viste?
—Hablábamos del mundo de las redes, y vi que Grego Rossello, tu ex, te invitó a su programa. Ahora tiene la mejor, se separaron hace un montón.
—Sí, es que estaba a punto de ir pero me enfermé. Pero aparte yo lo blanqueé, le dije: “Grego, no sé si quiero ir”. Aparte fue gracioso porque le dije: “Grego, no me odies, me enfermé”. Y me dice: “Tranquila, yo también me enfermé cuando te vi”.
—Recuerdo que en su momento contaste que un exnovio entró a tu casa como a las 7 de la mañana. Nunca contaste quién había sido.
—Ah, sí, había sido Grego. Nosotros habíamos terminado, y la realidad es que uno tiene que aprender cuándo tiene que terminar las relaciones para que no se vuelvan tóxicas. Nos estábamos separando porque estábamos los dos colapsados, los dos con mucho trabajo. Estábamos peleando un montón, estábamos los dos muy cansados, entonces dijimos: “Bueno, no nos estamos sintiendo bien, nos separamos”. Pero no es que de un día para el otro se terminó el amor, porque nosotros de hecho vivíamos juntos. Entonces pasó que él se fue a vivir a la casa de un amigo un tiempo hasta encontrar otro lugar, pero sus cosas seguían en mi casa. Él todavía tenía la llave y pensó que yo estaba con otra persona, vino y entró. Son cosas que yo quiero recordarlas como que fue de inexpertos y de chiquitos, pero no hay que naturalizarlas, ¿entendés? Hoy en día podemos tener una relación que es muy buena y nos vemos y está todo bien. Me invita al programa, voy a ir. Pero después, con otras relaciones aprendí que no hay que naturalizar ciertas cosas. No digo que con Grego tuvimos una relación tóxica, porque no. O sea, sí, al final lo quisimos estirar. Pero las relaciones tienen que fluir. Si no fluyen, no es por ahí.
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