Hipnotizó a Maradona, escandalizó al Vaticano y se inhibió con la Madre Teresa de Calcuta: 5 momentos televisivos de Raffaella Carrà

La diva italiana cumpliría 80 años de una vida dedicada a transformar el arte de su tiempo. Quiso ser bailarina, pudo haber sido actriz de Hollywood pero se consagró mundialmente en la pantalla chica

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El día que Raffaella Carrá hipnotizó a Maradona

Fue ícono pop, bandera de la diversidad sexual, banda de sonido de cualquier fiesta animada, transgresora, rebelde y la favorita de la familia. Con un poco de cada cosa, más ese plus que no se puede explicar, Raffaella Carrà resumió en su carisma y talento a las grandes divas de la edad de oro de la canción italiana. Su popularidad no tuvo fronteras, y en el mundo de habla hispana marcó a fuego a una generación. Hoy, mientras en algún lugar festeja sus 80 años, sus canciones se siguen escuchando y bailando, como seguramente lo desea. Y en un plan ideal, todo ocurriría en un mega estudio de televisión, decorado sin escatimar en recursos y con ella como gran directora de orquesta.

Porque no es posible entender a la Raffaella artista sin pensarla como conductora. Referente del gran show propio de la televisión europea de los ‘70 y ‘80, encontró en ese medio en permanente expansión el escenario para sus trucos más grandes. Así penetró en los hogares de todo el mundo, con la canción como un medio más que un fin. Su simpatía, espontaneidad y profesionalismo hicieron el resto. Marcó un estilo único, hizo escuela a ambos lados del océano y dejó para la historia algunos momentos inolvidables.

Ho visto Maradona

El vínculo entre Raffaella Carrà y Diego Maradona fue cuestión de tiempo. En la segunda mitad de los ‘80, ella comandaba el gran show de la televisión italiana y él brillaba en el Napoli mientras preparaba su obra maestra. La consagración en el Mundial de México lo convirtió en la persona más popular del planeta y su presencia en Pronto, Raffaella! se hizo inevitable. Tanto como los rumores sobre un supuesto romance entre ellos, debidamente alimentados y oportunamente oscurecidos.

Rafaella Carrà fue entrevistada por Maradona en La Noche del 10

Los caminos volvieron a cruzarse en 1992, cuando el argentino jugaba en el Sevilla y la italiana había llevado su programa a suelo español. Diego fue con su esposa Claudia y sus hijas Dalma y Gianinna, y se prestó a las habilidades del hipnotizador Tony Kamo, ante la mirada absorta de su familia, la conductora, y la actriz mexicana Verónica Castro, presente también en el sofá de invitados.

El futbolista cerró los ojos, se recostó sobre dos banquetas, una a la altura de la nuca y otra bajo las pantorrillas, y se sometió al proceso. Una reticente Dalma se sentó junto al ilusionista sobre el cuerpo de Diego, y también lo hizo Tony, mientras la conductora simulaba su preocupación. “Sabes cuántos equipos pagarían porque te quedaras así todo el tiempo”, esbozó mientras Diego empezaba a abrir los ojos y recuperaba el conocimiento con una salida marca registrada.

En 2005 Diego armó su propio big show televisivo, y logró lo que casi nadie había podido: tener a Raffaella en la pantalla local. “Gracias a ti por hacerme regresar a la Argentina. Falté físicamente estos 23 años pero en mi corazón, en mis programas, los argentinos estaban presentes”, le dijo con gratitud en el marco de La noche del 10. “El cariño que tengo aquí es único, es un amor grandísimo e inolvidable, te lo aseguro”. Luego, miró al público, y dijo: “Gracias a Diego estoy aquí”. Horas después le dio un mano a mano a Jorge Guinzburg, un especial del programa Mañanas informales que se grabó con público en el Teatro Broadway. Fue su última vez en la tele argentina.

Pronto, Susana

Raffaella con Sergio Renán, Susana Rinaldi, Mirtha Legrand, Susana Giménez y Jorge Porcel (Revista Gente)
Raffaella con Sergio Renán, Susana Rinaldi, Mirtha Legrand, Susana Giménez y Jorge Porcel (Revista Gente)

Desde la génesis de su nombre, hasta el formato clásico del ciclo y cierto physique du role en la conducción, ya es de dominio público que la diva de los teléfonos se inspiró en la italiana para montar su célebre programa. La idea fue de su productor Ovidio García, que vio en Susana una Raffaella en potencia y propuso hacerlo a la argentina. Hola, Susana -es decir, Pronto, Raffaella-, premios en efectivo, reportajes desde lo más prestigioso hasta lo más absurdo y la abrumadora simpatía de la conductora son apenas algunas de las coincidencias que nadie se encargó de disimular.

Si a Susana le faltaba el caudal vocal de la italiana, lo fue supliendo sacando a luz su gran estirpe de comediante, con los sketches con Antonio Gasalla y Emilio Disi a la cabeza, y animándose con el tiempo a musicales sin escatimar en recursos. Lo que nunca logró, pese a que lo intentó en reiteradas oportunidades, fue tenerla a la Carrá en su programa. Lo dicho, la italiana estuvo ausente físicamente de nuestro país, aunque sus canciones nunca dejaron de sonar. Y su primera vez en la tele había sido con la otra gran diva de la pantalla chica.

En 1978, Raffaella grabó un especial para Canal 13, una suerte de videoclip continuo de todos sus éxitos, con bailarines, escenografías y despliegue acorde a su figura. En 1980 pasó un tiempo más largo en el país, donde rodó el filme musical Bárbara, junto a Jorge Martínez, y se sentó a la mesa de Mirtha para el primer programa que contó también con Jorge Porcel, Sergio Renán, Susana Rinaldi y Susana... Giménez. Charlaron animadamente al aire y fuera de cámara. Siete años después, sus caminos volvieron a cruzarse a la distancia, cuando Su empezó su aventura con los teléfonos.

Susana y Raffaella en la intimidad del estudio (Revista Gente)
Susana y Raffaella en la intimidad del estudio (Revista Gente)

El baile que escandalizó al Vaticano

A principios de los ‘70, Raffaela había dejado atrás su promisoria carrera como actriz para revolucionar la televisión de su país. Tomó clases de canto, llevó sus looks al extremo y se puso al frente de Canzonissima, en las noches de la RAI. Empezaba de esta manera a construir el perfil de artista integral, mostrando que además de actuar podía bailar, cantar, entretener, seducir, hacer reír. Lo que también entendió de inmediato es que no le iba a gustar a toda la gente.

Más como un signo de los tiempos que como una provocación expresa, la conductora empezó a mostrar cada vez más su cuerpo. Y con la interpretación de “Che Musica Maestro” con un top que dejaba ver su ombligo, el revuelo fue total. No se había visto algo así en televisión. Pero apenas fue una entrada para el escándalo de 1971, cuando estrenó “Tuca tuca” y mostró una coreografía en la que intercambiaba un pícaro toqueteo con su bailarín, que a la distancia parece tiktokera, pero que hizo mucho ruido.

Raffaella Carrá y Alberto Sordi. "Tuca tuca"

El ambiente conservador de la época, que ya monitoreaba los movimientos de Carrá, decidió que era el momento de actuar. Y el mismísimo Vaticano, que la había advertido como “demasiado provocadora”, puso en marcha el aparato de censura y prohibieron mencionarla. Mientras tanto, la canción trepaba en los rankings y provocaba los absurdos que suelen aparecer en estos casos: los presentadores de radio debían omitir su cuarto puesto en los charts, y hacer de cuenta que no había pasado nada.

Un año después, todo se solucionó con la visita de Alberto Sordi, el gran actor italiano, que se prestó al baile reforzando el paso de comedia y poniendo fin a la polémica. A la distancia se ve como una postal de época, y una muestra cabal de una artista transgresora. Y nadie se rio del asunto más que ella. “Lo que me encantaba es que yo hacía el “Tuca Tuca” tocando caderas, rodillas, espalda, cara… Y los niños lo repetían, se divertían porque era algo muy natural”, declaró.

La Madre Teresa de Calcuta y el cruce de los mundos

Raffaella Carra y la Madre Teresa de Calcuta

Ya convertida en una celebridad a ambos lados del Atlántico, promediando los ‘80 recibió en el estudio de Pronto Raffaella a la Madre Teresa de Calcuta. En un ciclo caracterizado por el glamour y el desparpajo que brotaba de la anfitriona, la presencia de la religiosa suponía todo un desafío, que dio lugar a una serie de rumores y malentendidos.

Raffaella lucía un vestido de mangas enormes, hombreras de plumas, los brazos recubiertos con un tul negro, y gemelos con brillantes. Todo rubricado con una C que colgaba de su cuello, en un despliegue de producción que contrastaba con el hábito tradicional que portaba la misionera. Según se reveló con el tiempo, la entrevista no se terminó de confirmar hasta último momento y eso le impidió a Raffaella optar por un atuendo un poco más sencillo. Barajó hasta último momento apelar a un cambio de vestuario, pero, se sabe, el tiempo es tirano en televisión.

“Cuando la vi me dije: ‘Tierra, trágame’ -recordó en una entrevista a un medio español-. Ella era pequeñita, curva y con las manos llenas de callos por trabajar tanto. Me pregunté: ‘¿Qué pensará esta mujer de mí?’. Sin embargo, el encuentro fue fantástico y creo, realmente, que un ángel de la guarda me ayudó: pese a que hablaba con un hilo de voz inaudible lo pude traducir todo de principio a fin”, señaló la conductora sobre una de sus entrevistas más recordadas. Todo terminó con un “Thank you” de Teresa y el aplauso cerrado de todo en el estudio. Y cada una siguió su camino, haciendo historia a su manera.

La morocha de América

Raffaella Carrá actuando en I Spy

Como si esta vida no fuera suficiente, hay también una prehistoria con una Raffaella de Hollywood, que jugó ser estrella de cine antes de revolucionar la televisión. En los ‘60, siguiendo la estela de figuras como Sophia Loren o Gina Lollobrigida, se instaló en Los Ángeles para dejar volar su sueño de actriz. Había intentado con el ballet, se había formado sobre las tablas y se embarcó a la meca del cine dispuesta a dar su próximo paso.

Consiguió un papel en el filme El coronel Von Ryanal, junto a Frank Sinatra, y fue célebre su rechazo a la seducción irresistible de La Voz. Dijo que le escapó más al entorno oscuro que a la propia figura del astro. Y ese ambiente de excesos fue lo que la llevó a abandonar su sueño americano. “A las cinco de la tarde cerraban los estudios y todos se alcoholizaban. Me sentía una marciana, muy incómoda”, admitió al respecto. “Ni bebo ni me drogo, por eso Hollywood no era para mí”, sentenció.

Pero antes, grabó un recordado capítulo en la serie I Spy, Yo, espía, que tuvo una remake en forma de película protagonizada por Owen Wilson y Eddie Murphy. El episodio se grabó en 1966 y presenta a la luz de su figura icónica, la rareza de una Rafaella morocha, entremezclada entre los agentes de inteligencia interpretados por Bill Cosby y Robert Culp. Qué hubiera pasado si hubiera persistido en su aventura hollywoodense es todo un misterio. Lo seguro es que nos habríamos privado de una de las estrellas pop más destacadas de su tiempo

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