Entre el selecto grupo de series que marcaron a generaciones enteras, sin dudas que ALF guarda un lugar de privilegio para quienes crecieron entre los ‘80 y los ‘90. El programa que América pone en su pantalla desde este domingo cruzó con maestría el furor de las sitcoms con el universo alienígena propio de la época y mantiene un entrañable recuerdo entre quienes la vieron de niños, inversamente proporcional al fastidio con el que los actores daban vida a sus personajes.
“No hay problema” decía la simpática criatura que se incorporó al lenguaje popular y se mantiene vigente, pero a la luz de los hechos parece una broma cruel del destino. El detrás de cámara indicaba todo lo contrario, con jornadas tediosas de grabación, malhumores varios y un hastío que hizo que tarde o temprano los actores abandonaran el oficio. Y nadie la pasó peor que Max Wright, el hombre que dio vida a Willie Tanner y que odió como nadie al visitante del planeta Melmac.
Antes de conocer la fama mundial como el pater familiae de los Tanner, Max tenía un largo recorrido como actor y una vida privada tranquila y alejada de los escándalos. Nacido en Detroit en 1943, pasó por la Universidad de Waynem y abrazó su amor a la escena en la National Theatre School de Canadá.
Se formó actoralmente sobre las tablas de Broadway y arrancó con el pie derecho, con un papel en La gran esperanza blanca, la multipremiada obra de Howard Sackler que narra la vida del boxeador Jack Johnson. Para entonces, ya estaba casado con Linda Ybarrondo, su compañera de toda la vida, con quien tuvo dos hijos, Ben y Daisy.
Su primer trabajo en televisión fue en la película In Fashion, en 1975. También se destacó como el médico nazi Josef Mengele en Había que sobrevivir (en el original, Playing For Time), una película con guión de Arthur Miller inspirada en la autobiografía de Fania Fenelon, una música judía capturada por los nazis.
También participó en un par de títulos fuertes en cine –All that jazz, Reds– y su rostro empezó a hacerse más conocido con su papel en Buffalo Bill, una sitcom emitida en 1983 y 1984 y ambientada en el mundo de los talk-shows. Sin embargo, la gran fama o el gran éxito, ese reconocimiento popular que solo da la televisión todavía no llegaba, hasta que promediando la década un guion cambiaría todo…
Por ese entonces, las historias sobre ciencia ficción y extraterrestres eran moneda corriente en la industria audiovisual, y el titiritero Paul Fusco consideró que el terreno estaba preparado para realizar una serie que contara las aventuras de unos terrícolas que adoptaban a un alienígena como parte de la familia.
Así nació ALF (un acrónimo de Alien Life Form, traducido como Forma de Vida Extraterrestre). La serie narra la historia de una simpática criatura procedente del planeta Melmac que cae por accidente en la casa de los Tanner, una familia de California. Allí viven papá Willie (Max Wright), mamá Kate (Anne Schedeen), sus hijos, Lynn (Andrea Elson) y Brian (Benji Gregory), y un gato, Suertudo. Una vez repuestos del estupor, los Tanner se encariñan con la extraña visita, al tiempo que la protegen de una división militar encargada de la caza de extraterrestres y del mayor peligro: la curiosidad de amigos y parientes, especialmente de los entrometidos vecinos Ochmonek.
La serie se estrenó el 22 de septiembre de 1986 por la cadena NBC, y el éxito fue inmediato. El carisma de ALF -una marioneta manejada por Fusco y, cuando la situación lo requería, personificada por el actor de origen húngaro Michu Meszaros, de apenas 84 centímetros de altura- fue un imán para grandes y chicos, en el contexto de una trama liviana, con enredos y malos entendidos, y las risas grabadas propias de las sitcoms de la época.
El gigantesco suceso de ALF con un protagonista tierno y sarcástico que literalmente se robaba el show, en contraste con una familia demasiado común y de pocas luces, fue el motivo de las tensiones durante la filmación y lo que provocó el abrupto final de la serie con una trama que quedó sin resolver. El principal motivo del malestar eran los celos entre el elenco, algo recurrente en el mundo de la actuación, aunque en el caso de ALF había dos particularidades que se retroalimentaban negativamente. Por un lado, los celos estaban dirigidos a una marioneta que, por el otro, demandaba mucho tiempo extra en cada escena de filmación.
Los humores se fueron caldeando y cada vez se hizo más difícil trabajar en ese set y quien más sufría de esta situación era Max. Es que si resulta complejo aceptar que te opaque un compañero mucho más complejo resulta si se trata de ¡un muñeco! “Era difícil para Max ser el partenaire de ALF, pero creo que había una gran química entre ellos”, reconoció Fusco sin esquivar los resquemores.
Cuando terminaron la última grabación, Max se retiró a su camarín, agarró sus cosas, se subió al auto y se marchó. “No hubo ni siquiera una despedida”, contó Schedeen, una de las primeras en manifestar el enojo por las horas de grabación. “No había alegría ni disfrute. Hacer la serie era una pesadilla por los requerimientos técnicos. Todo era lento y tedioso, grabar un episodio de 30 minutos nos llevaba 20 o 25 horas”, contó la actriz con más queja que recuerdo. Su esposo en la ficción era mucho más tajante. No estaba dispuesto a negociar con las exigencias técnicas de una marioneta que, encima, se llevaba los mejores remates. “No hay problema, Willie”, repetía ALF a menudo. Pero los había, y muchos.
El final de la serie llegó después de cuatro temporadas, 99 capítulos y de modo abrupto: el extraterrestre a punto de ser atrapado y un “continuará” que nunca llegó. Los creadores intentaron arreglarla con el filme Proyecto ALF, que se estrenó en 1996, con un elenco totalmente distinto al original, que decepcionó a los fanáticos. Aquella generación que lo sigue recordando, y que se prepara en Argentina para despertar carcajadas ante cada situación entre ALF, los Tanner y los Ochmonek es el motivo por el cual Wright hizo las paces con el extraterrestre que tanto aborreció. “ALF le dio alegría a un montón de gente que lo adoraba. Era divertido y sus movimientos eran tan expresivos que hasta podía verlo sonrojarse”, sentenció, eligiendo mirar su mitad de vaso lleno.
Una vez terminada la serie, los integrantes de la familia Tanner se sintieron aliviados, y tal vez a causa de las tensiones vividas durante la filmación, se fueron alejando de a poco del mundo de la actuación. Schedeen fue una de las primeras en reconocer el espeso clima laboral que se vivía en las filmaciones. Siguió vinculada con el mundo del espectáculo hasta 2001, cuando dio un giro a su vida y se convirtió en decoradora y anticuaria.
Los hijos de la ficción tampoco la pasaron bien. Lynn afrontó problemas de bulimia durante la segunda temporada y resumió con elocuencia lo vivido en el programa. “Si ALF seguía un año más, todos terminaríamos locos”. Al menos encontró el amor en el productor Scott Hopper y luego de algunos papeles en televisión, cambió actuación por desfiles de moda y el yoga. Brian tampoco quiso saber demasiado con la actuación y eligió una carrera en la marina. Por su parte, Willie también dejaría la actuación, aunque de un modo escandaloso.
Los malhumores y enojos tuvieron un efecto colateral en la vida del actor. Su imagen ligada a Willie Tanner lo privó, entre otras cosas, de un papel más recurrente que el que tuvo en Friends. Aunque el golpe más duro llegó al promediar los 90, cuando le diagnosticaron un linfoma, que logró superar luego de un duro tratamiento con quimioterapia. Su vuelta a la actuación la vivió como una resurrección. “Vuelvo a la vida luego de estar en la cornisa”, declaró.
Con la pasión por el oficio más viva que nunca, Wright volvió a su amado Broadway y fue nominado a los Premios Tony por su rol en Ivanov. La reconciliación definitiva la selló con un papel regular en la sitcom The Norm Show. La vida actoral de Wright parecía demostrar que había vida más allá de ALF pero los problemas no tardaron en aparecer. En 2000 y en 2003 fue noticia por conducir en estado de ebriedad, un hecho intrascendente pero magnificado solo por ser una estrella de la televisión. Otro escándalo mediático, negado por el propio actor y nunca debidamente probado, le dio un golpe de nocaut.
Corría el año 2012 cuando el National Esquire publicó una noticia que funcionó como estocada: “Estrella de ALF atrapado en un fumadero de crack”, era el impactante título, que estaba acompañado por una imagen grande del actor junto al extraterrestre, y otras más pequeñas de un supuesto Wright consumiendo droga y teniendo sexo con dos indigentes. Las capturas de pantalla correspondían a unas escenas caseras de porno gay, pero el tema no terminaba allí. Según el testimonio del director del video, Wright había perdido el rumbo, su esposa lo había echado de la casa y había convertido su nuevo hogar en un aguantadero. “Max accedió a ser filmado teniendo sexo sin protección con dos gays que encontramos en la calle”, contó la fuente al tabloide británico.
¿Cómo terminó la historia? El actor desmintió todo, el medio no se retractó y el caso nunca fue del todo aclarado. Lo único concreto es que Max Wright cayó en un ostracismo involuntario y desde entonces, solo fueron rumores y suposiciones en torno a su paradero. La versión más confiable es que se recluyó en su casa de California junto con su esposa Linda, quien murió en 2015. Su última imagen pública data de 2017, algo desmejorado, con ropa de entrecasa, sacando la basura, como lo haría cualquier ciudadano. Como podría haberlo hecho Willie Tanner, por ejemplo, acaso un acto simbólico para dejar atrás lo más feo de su pasado.
El 26 de junio de 2019, Max murió a los 75 años en su casa de Hermosa Beach, Los Ángeles. , como un actor de raza que tuvo la suerte, y la desgracia, de coprotagonizar un éxito con un muñeco.
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