Gerardo Romano: “Cuando ganaba fortunas y salía con chicas preciosas, también cuidaba a mi tía y le ponía la chata”

El protagonista de Un judío común y corriente se sincera en una entrevista sin concesiones. La paternidad. El recuerdo de la época de exposición y fama absoluta. Pero también, la depresión y la soledad. Aquí, un actor de primera en un país que no es el de las maravillas

Guardar
Entrevista a Gerardo Romano por Mariana Dabhar - Presente Y Actuación

Llegó en bicicleta a los estudios de Infobae. A punto de cumplir 77 años, Gerardo Romano es la prueba más palpable de que la edad es lo de menos. Si bien en los últimos tiempos sus declaraciones políticas generaron polémica, el actor entiende a la perfección el juego y su ideología no le restan ni un gramo de profesionalismo ni de dedicación a su prestigiosa carrera.

Romano va por la novena temporada del unipersonal Un judío común y corriente, que refleja el conflicto que debe resolver un hombre cuando recibe la invitación de un profesor de Ciencias Sociales de una escuela secundaria: sus alumnos quieren conocer a un judío en persona después de haber estudiado el nazismo.

En esta charla íntima con Teleshow, brinda acceso a su vulnerabilidad. La relación con sus hijos y cuál es la diferencia entre ser padre de una mujer que de un hombre. Los tiempos de obscena exposición, la fama. Su camuflada timidez. La depresión y la manera que encontró de superarla. Las críticas. La denuncia que afrontó por paternidad. Un Gerardo Romano combativo, seguro, categórico y plenamente humano.

—¿En qué momento de su vida se encuentra?

—En el que puedo. Pero es un buen momento. Lo cambiaría por un momento anterior si no tuviera costos, pero los tiene.

—¿Qué costos?

—De todo tipo: existenciales, metafísicos. Imaginate si uno pudiera volver 15, 20, 30 años para atrás, el despelote que se armaría. Deudas que tenés, cobros que quedaron pendientes. Pero bueno, como todos los juicios de valor son comparativos estoy en un buen momento. Ya te digo que es un momento que con salud alcanza todo y es una fiesta.

—En julio va a cumplir 77 años. ¿Se siente viejo?

—La verdad que no, porque mantengo vivo el deseo. Las ganas de modificar una sociedad muy injusta. Tengo ideales, utopías, convicciones. Deseo sexual. Amo mucho mucho a mis hijos. Amo mucho el recuerdo de mis padres. Amo toda la etapa, es algo muy evocativo, de los 10 años que llevo haciendo Un judío común y corriente: trabajo solo en el escenario y media hora antes de salir del camarín se escucha, en la mayoría de los teatros, el bullicio del público, si tenés la suerte de tener bullicio. Y entonces, ya empilchado, ya listo para salir, con el telón cerrado, miro las luces y eso solamente ya me emociona. Y digo: “Gracias Pepito querido, Chichita querida, Gerardo Valentín, María Josefa, mamita, Carmelo, Roque, María, Filomena, Pepe, Vicente, Luis, Gerardo, Juan, Ricardo, Marcelo, Rosita”. Te nombré a mis padres, mis abuelos. Los evoco a todos por el nombre y a todos les dedico la función. Quiero que compartan conmigo ese momento de intensa felicidad. La función del arte es desnudar el poder y yo me subo al escenario como si fuera un lugar de venganza y digo lo que se me canta.

—Decir lo que se le canta, ser sincero, ¿le trajo problemas?

—Sí, obvio. Sí, sí.

Gerardo Romano en el escenario:
Gerardo Romano en el escenario: Un judío común y corriente se presenta los fines de semana en el Teatro Chacarerean. El 24 de junio estará en Rosario, el 30 en Banfield y el 15 de julio, en Tucumán

—Antes de continuar acláreme si usted es peronista o kirchnerista.

—Son la misma cosa.

—¿Lo son?

—El peronismo es el socialismo de América Latina.

—¿Cómo define al peronismo hoy?

—Cuando nos digan quién va a ser el candidato, que espero que sea el más potable de todos, te voy a decir con nombre y apellido. Ahora no sé. Adherí a las medidas porque me parecieron gobiernos progresistas, con grandes avances en materia de cosas profundas, del cumplimiento de la Constitución, que dice que todos somos iguales ante la ley, y el kirchnerismo nos hizo más iguales con la Ley de Matrimonio Igualitario, con la Ley de Identidad de Género.

—¿Qué opina de los candidatos?

—Todos me parecen eficientes y honestos. Agustín Rossi, Wado de Pedro.

—¿Sergio Massa?

—Massa me parece un tipo honesto. Eficiente, re eficiente.

—¿No tiene un candidato preferido?

—Es que a veces lo óptimo es enemigo de lo posible. Por ahí podría gustarme cierta mirada radical de Juan Grabois pero cierta falta de muñeca, como sí puede tener Sergio Massa. O cierta experiencia como puede tener Agustín Rossi contra la juventud de Axel Kicillof. O lo desafiante que puede significar desde el punto de vista ético e ideológico tener un presidente tartamudo y que no tiene muchos antecedentes de gestión, que nació del vientre de una madre que lo cubrió en una bañera cuando la patota de secuestro la cagó a tiros en el baño.

—¿Cómo lo ve al Presidente hoy? ¿Le pareció bien que se haya bajado de la reelección?

—Sí, me pareció bien. Yo tengo una estima porque me parece un buen tipo, no me parece un garca. No es Macri. Pero debería cuidarse o estar más avispado de las formas en un medio tan peligroso. No querías estar el 25 de mayo en la plaza con Cristina y te querés subir al avión de 25 millones de dólares para irte a Chapadmalal con la guitarra por la escalera, como si fueras John Lennon. No. Subite al auto. Ya bastante que va a tener la nafta gratis y un 0 kilómetro y un chófer. O tomate un avión de línea. Tené un gesto de austeridad. Disimulá las dos chotadas que te mandaste. Alberto me parece un buen tipo. No es peronista para mí.

—Si no es peronista, ¿qué es?

—Qué sé yo... Tendrías que preguntarle a él cómo se autopercibe.

Entrevista a Gerardo Romano por Mariana Dabhar - Paternidad, vínculos y depresión

—¿Cómo es su estado amoroso actual? ¿Está casado?

—No, nunca estuve casado.

—¿Cómo fue el día en que le dijeron que iba a ser papá?

—Maravilloso. De hecho, la madre de mi primer hijo me dijo: “Me parece que estoy embarazada. Pensalo y decime qué querés hacer”.

—¿Y...?

—Nada. Estaba re enamorado de la madre y de las ganas de tener un hijo. Aparte fui padre grande. A los 40 años vino el varón y la mujercita la tuve a los 58 años.

—¿Es distinto ser padre de joven que de mayor?

—Sí. Pero más distinto es ser papá de una mujer que de un hombre.

—¿Por qué?

—Porque al amar a una persona, como es en el caso mío, rompe con esta cosa egocéntrica. Tener una hija mujer te ubica en un plano concreto y real, lo que es ser mujer en una sociedad patriarcal y machista, y todas las injusticias y lo que tienen que padecer. Son todas cosas que si no tenés una hija mujer no te das cuenta. Porque es muy fácil: tenés un varón y tiene una pija así, se coge a todas, se caga a trompadas, sabe ganarse la guita, se arregla. Yo le enseño bien los yeites de cómo ser un buen hijo de puta y que salga para adelante. Pero a una mujer, ¿cómo le decís “cagalo a trompadas”?

—Su hija vive actualmente en Uruguay. ¿Por qué?

—Porque... la vida. Porque yo vivía en el Uruguay. En el 90 me desplacé a Uruguay, en el auge menemista estaban muy de moda los secuestros, no virtuales, secuestros posta.

—¿Como fue el secuestro del papá de Pablo Echarri?

—Claro, pero el papá de Echarri vivía en el sur, sin guita. Yo estaba en la tapa de todas las revistas, con el centimil a full y viviendo en una mansión, tenía una chacra afuera, qué sé yo cuánto. Cuando lo afanaron a un vecino francés que tenía y que no lo conocía nadie, dije: “Yo esta no me la como”. Me fui a Uruguay. No tenía ganas de exponerme de más. Estaba en un momento de mucha notoriedad.

Gerardo Romano, con Teleshow
Gerardo Romano, con Teleshow

—¿Cómo era vivir en ese momento?

—Era tapa de todo y encima tenía una pareja, Carolina Peleretti, que también tenía mucha exposición: juntos no podíamos salir a la calle. Estábamos con guardia permanente.

—¿Cómo es como papá?

—Un pelotudo. Eso no se aprende en ningún lado. Hay que ejercerlo sin práctica previa. Sin mucho conocimiento. Como papá fui lo mismo que fui como persona. Me manejan.

—¿Puede ser que sea tímido?

—Sí, siempre fui tímido. Por suerte la vida se encargó de hacerme blanco de esa timidez y de que la gente me ayudara a tomar decisiones.

—¿Qué cosas le dan más vergüenza hacer por la timidez?

—Y... sacar a bailar a una chica o tirarle onda. No ahora. Tengo miedo al rechazo. No me gusta que me rechacen. Tengo poca tolerancia al fracaso.

—¿Lo rechazaron muchas veces?

—No, porque no me tiré nunca a la pileta si no estaba absolutamente seguro de que rebalsaba.

—¿Sufrió por amor?

—Claro. Sí, sí, sufrí por amor. Pero es un sufrimiento bello. “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”.

—¿Y en algún momento de su vida sintió que perdía el control de algo o tuvo depresión?

—Conozco la depresión, y la soledad es su hermana. Es un momento difícil sentirse aislado, incomunicado. Pero bueno, en general he tratado de convertir la vida en una fiesta y así la vivo, y no lo padezco.

—¿Y cómo sale de esas situaciones oscuras? Que le pasa a mucha gente pero quizás no se cuenten porque están mal vistas.

—Trabajo, trabajo, trabajo. “¿Ahora estás como el culo? Bueno, andá a trabajar”. Trabajé, trabajé, trabajé, uh, tropecé. Te acordás de lo que trabajaste, reelaborás y seguís. Porque, ¿qué vas a hacer? Magia no hay.

—¿Cuál fue el tropezón más grande de su vida?

—La muerte de mi analista fue grave. 50 años de análisis con la misma persona es mucho tiempo. Son muchas las cosas que sabe de uno. Nadie sabe tanto de uno. Y con conocimiento de causa. La muerte de mis padres artísticos, de Emilio Alfaro y Marcelo Alfaro, y de mi querido Julio Ordano. La muerte de mi padre musical, el querido cantante Juan Vattuone. Todos a quienes amo profundamente. Y se me fueron todos medio en malón...

—¿Le da miedo la muerte?

—No tanto como debería, porque las incertezas son muchas. Uno ignora de dónde viene, dónde habitó cuando no era nada, no era un ser autónomo.

—¿A qué cosas le tiene miedo?

—A la violencia. A la mafiosidad. La injusticia. Tengo un tema con la justicia.

Gerardo Romano dedica cada función
Gerardo Romano dedica cada función a sus padres, tíos y abuelos: “Quiero que compartan conmigo ese momento de intensa felicidad”

—Usted, Gerardo Romano, es un número uno. ¿Se siente así? No se haga el humilde...

—¿En lo actoral decís vos?

—Sí, sí.

—Bueno, te agradezco. Me halaga la autoestima. Me hace bien.

—¿Se siente así?

—Sé que he vivido mucho y que he sido sincero y he tenido un buen vínculo con las personas con las que alterné. Pero lo que más me enorgullece es el vínculo con mis padres y con mis hijos. Eso es lo que más me halaga, me da paz de conciencia, que es lo fundamental.

—¿Cómo se maneja con la tecnología?

—Saca lo peor de la sociedad. De la derecha. Digo por los trolls y todo este uso lapidario que tiene internet.

—¿Le molestan los trolls?

—”Viejo puto hijo de puta”. “K atorrante que vas a comprar cocaína a la villa 1-11-14 y te llevás chicos de 11 años”. Todo eso lo leo en Twitter sobre mí. El mismo Twitter que leés vos, que leen mis hijos. Y nada, ¿qué vas a hacer? ¿Vos viste que se haya instrumentado algo? No hay nada.

—Además de los trolls, está el auge de las denuncias. Recuerdo que apareció una mujer que afirmó ser su hija. ¿Cómo quedó eso?

Fue una mentira. El problema no era tanto que tuviera una hija sino que fuera kirchnerista. Porque el kirchnerista es alguien que dice que los pobres, que esto, que no hay que cagarlos a palos, que hay que darles un plan, laburo, justicia y qué sé yo cuánto. Gracias a Dios que existe el ADN porque si no no desmantelábamos la mentira.

—¿Cómo afrontó esa situación? Hay gente como Jey Mammón, por ejemplo, que elige guardar silencio en primera instancia.

—Fue y vino Jey Mammón. Cuando tenés el culo sucio es difícil manejar cualquier situación porque no sabés qué dijiste, qué no dijiste. Pero cuando vos estás manejándote con el archivo y la verdad… Me daba bronca gastarme 6000 dólares, tener que perder tiempo hablando con el abogado, ir a audiencias, tener que ir a sacarme sangre para hacerme el ADN. El miedo de que coimeen y que hagan el ADN… Me ha pasado muchas veces en muchas cosas. No me reconocía yo en esas situaciones actuando como decían los que se acordaban de que había actuado. Por ejemplo, que un amigo me había llevado a la casa y me había dicho, yo tenía 20 años: “Tengo una chica que te quiere coger, está en el dormitorio. Andá, cogétela”. Fui, me la cogí. Me fui. No usé forro, acabé adentro, me las tomé. Y que después a los tres, cuatro meses un día me llamaron y me dijeron: “Che, Fulana quedó embarazada de vos”. ¿Qué vas a hacer? Ese personaje que yo era nunca hubiera hecho esas cosas. Nunca me hubiera cogido una mujer entregada. Nunca me hubiera borrado de la situación de tener un embarazo y no hacerme cargo.

Entrevista a Gerardo Romano por Mariana Dabhar - Agradecimiento y su decisión de hijo

—¿Algún sueño por cumplir?

—No. Decir esto ahora. Decir la verdad. Decir lo que pienso. Es un sueño cumplido.

—Si tuviera la oportunidad de agradecer, ¿a quién le agradecería?

—A mis padres.

—¿Le faltó algo por decirles o les dijiste todo?

—Cuando llega ese momento difícil, duro e inexorable, salvo que se alteren las etapas biológicas de un modo perverso, cuando llega ese momento tenés dos alternativas. Meterlos en un geriátrico y que se arreglen y se jodan, total ya no te pueden dar más de lo que te dieron y seguramente hasta les sacaste la escritura del departamento. Digo, exagerando el tema. O cargártelos a los hombros. Yo personalmente decidí hacer una casa, llevarlos a vivir conmigo con las comodidades que más podía para ellos y para mí, y siendo una etapa compleja de la vida, porque era el momento este de súper éxito que tenía y estaba en la tapa de todo. Así que directamente me hice una casa y los metí adentro. Y los tuve ahí. Mi madre murió en mi casa un día como cualquiera. La mucama me llamó al estudio donde estaba grabando y me dijo que se había muerto. Y mi padre murió a los 94 en un geriátrico y no en mi casa, pero porque hay un último momento en el cual no hay tutía. Y hablando de tu tía no solamente a mis padres cuidé, cuidé a una tía que, cuando yo estaba haciendo un unipersonal en La Plaza y metía 600 personas todas las noches, me llevaba fortunas de plata en el bolsillo y salía con chicas preciosas y me iba a mi mansión, estaba ahí con la chica preciosa cogiendo y disfrutando de un whiscacho cuando escuchaba: “Nene”, y era mi tía, que quería cagar y quería que le pusiera la chata, y la señora que la cuidaba no había venido porque era un sábado, suponete. Yo bajaba. Hacía un nudo en la garganta, porque me daban unas arcadas espantosas oler la caca fétida, y mi tía me decía: “Perdoname, nene, perdoname”. Como pidiéndome perdón por su miserabilidad. Pero bueno, era la hermana de mi mamá. Mi mamá hubiera querido que hiciera lo que hice con ella.

—Resultó ser muy sensible Romano.

—No sé cómo son los demás pero no registro tanto. Porque el verso de pipiripí es re fácil. Ahora, cuando encontrás una persona frente a esa situación y tiene un comportamiento claramente definido, es otra la dimensión.

Gerardo Romano, siempre al límite
Gerardo Romano, siempre al límite de todo, en la tapa de Playboy, en los 90

Seguir leyendo:

Guardar